Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

seven, cayendo en el mismo hueco.

Zoe

No pierdas la calma, Zoe. Es una simple cena, una que bastará para arreglar las cosas y vivir en paz. Sólo estás siendo paranoica como otras veces. Respira, no enloquezcas.

—Deja de respirar como loca que me asustas, Zoe —se estremece Nathan frente a mí.

—No puedo evitarlo —sacudo mi cabeza, vestirme está siendo un martirio si estoy temblando de los nervios.

— ¿Estás nerviosa por salir con Dallon?

—Nathan, ¿recuerdas que yo me pongo nerviosa hasta para pedirle la salsa de tomate a otra de persona de otra mesa?

Él hace un mohín, es mejor que no me siga fastidiando porque sufriré más.

—Te irá bien, sólo es una cena, puedes con más que esto. Casi son las ocho.

—Uh, ¡te ves hermosa! —chilla mi amiga desde la puerta—. Te juro que si no estuviese embarazada y destrozada, estaría embarazada de ti y destrozándote contra esa cama.

Lanzo una carcajada al recibir su abrazo.

—Yo realmente pagaría por ver eso —risotea Nathan.

— ¿Quién dijo que tenías que pagar? —Abi le guiña el ojo. Creo que ha vuelto un poco a su normalidad, los comentarios directos son lo de ella.

Los dejo hablando mientras que voy al baño y me miro al espejo. Jeans, botines y mi camisa con el logo de Twenty One Pilots que no me abandona; perfecto. Al salir me encuentro a mi hermano apoyado en el umbral de la puerta, su mirada va de Abigail a mí y me sonríe, aún no consigue que la castaña lo perdone por lo ocurrido ayer.

—Este chico Dallon está en la puerta, te busca —señala con su cabeza, asiento tomando mi cartera—. ¿Es el mismo de la prepa?

— ¿Es que acaso todos lo reconocen menos yo? —expreso con fastidio, en realidad me hubiese gustado poder reconocerlo al instante de haberlo visto. Él se encoge de hombros, al parecer no le da tanta importancia como el resto, él sólo quiere ser perdonado por Abi.

Ella me da otro abrazo efusivo y Nathan una palmada en el trasero de buena suerte, acto que mi hermano desaprueba por más que sabe que Nathan es gay.

Veo a Dallon en el umbral, sonrío.

— ¿Seguirás insistiéndole a Abi? —me giro a Keith. Él vuelve a encogerse de hombros-. Bien, regreso más tarde, te quiero.

Le hace un mohín a Dallon como saludo, deja un beso en mi mejilla y salgo junto al de ojos azules que no quita su sonrisa. Después de todo, consiguió lo que quería y sin mucha resistencia, ¿no?

— ¿Adónde iremos? —pregunto terminando de abrochar mi cinturón, él ríe.

—Pensaba en una cafetería del centro que conozco donde sé que es agradable tener una buena conversación y una cena sencilla sin personas sofisticadas de sobra. ¿Te parece?

—Me parece perfecto —ladeo, vuelve a reír—. Es bueno que hayas tomado nota.

—Digamos que soy bueno en ello —dice, luego me tiende un libro de un color verde—. Es para ti. Creí que regalarte flores sería algo muy común, así que te traje un libro de mi elección.

— ¿Las ventajas de ser invisible? —entreabro mis labios con sorpresa-. Dallon, esto es hermoso. Es uno de mis libros favoritos.

— ¿Eso quiere decir que voy arrasando poco a poco?

—Digamos que sí —me echo a reír. Él despega varias veces su vista del camino para observarme—. Vas bien hasta ahora.

No nos toma mucho llegar al centro, a pesar de que ya es un poco tarde todavía hay personas en la calle, es interesante. Dallon se detiene en lo que parece más bien un restaurante de pizzas, de esos con carteles de luces afuera y estilo de los ochenta. Bajamos del auto, no hay mucha gente en el local por lo que no es difícil encontrar una mesa. Nos dirigimos a una cuando ya tenemos nuestro pedido listo. Y es cuando estamos sentados uno en frente del otro que todo el inglés que alguna vez le fue proporcionado a mi cerebro desaparece.

—Entonces le damos inicio a esta cena —parece aplaudir, me río—. Cuéntame, Ainsworth, ¿qué ha sido de tu vida los últimos seis años?

—Pues... Me mudé con Abigail a este apartamento que me regaló mi padre junto a Nathan que antes sólo era mi vecino gay, lo que quiere decir que vivo con mis mejores amigos. Empleo mi carrera de literatura, sólo me quedan un par de años para graduarme. Trabajo en la editorial de tu padre y había estado feliz justo antes de que regresaras a mi vida. ¿Qué hay de ti?

Hace silencio para romper en risas.

—Ignorando el hecho de que acabas de decir que arruiné tu felicidad de nuevo, he estado bastante bien —le da un mordisco a su rebanada de pizza—. No he estado mejor. Me mudé a Milwaukee por año y medio al terminar la secundaria y al tener a Brendon casi muriendo con que regresara, tenía que hacerlo. Así que entre mi hermano y yo insistimos, desde entonces me encargo de las librerías de mi padre en toda la zona y estudio leyes.

— ¿Leyes? Interesante. No te ves cómo alguien de autoridad —me río junto a él.

—Puedo serlo si me lo propongo, Zoe.

—Oh, quisiera ver eso.

— ¿De verdad? —sube y baja sus cejas. Me hago la ofendida tras lanzarle un pedazo de pizza—. ¡Zoe, con la comida no se juega!

Carcajeo viéndolo morder otra rebanada, hago lo mismo.

— ¡Joder! Te traeré a comer pizza más seguido. Esto queda para la historia.

—Me fascina —sacudo mi cabeza con la boca llena. Él se ríe de igual forma.

Pronto estamos en una pequeña competencia que a la cuarta rebanada, ya yo pierdo. No es justo que algo tan delicioso y sagrado como la pizza se acabe de esta manera.

Pero nos reímos y bromeamos, todo por un largo rato que hacen los minutos pasar lento.

— ¿Qué te hizo saber que este libro era una buena opción? —pregunto ojeando las páginas.

—Pensé que si me gustaba a mí, también te gustaría a ti —se encoge de hombros—. Me gusta leer a pesar de no tener un libro favorito.

— ¿Por qué no? Todos tenemos uno.

Vuelve a encogerse.

—Simplemente creo que no es bueno tener uno. Siento que glorificar un solo libro va en contra del propio concepto de un lector.

—Vaya —asiento—. Es muy buen punto.

—Al menos así lo siento yo —da una media sonrisa que devuelvo.

—Mamá me decía que dependía de si yo quería tener uno —juego con mi vaso—, que todo dependía de lo que sintiera por ese libro. Pero nunca pude tener uno fijo, yo leía todo lo que tenía a mi alcance.

— ¿Decía?

—Falleció —digo, enseguida se disculpa—. No es problema. Han pasado dos años desde ese accidente. Fue un viaje, el auto impactó de su lado y murió al instante. Papá estuvo en coma por casi seis meses. Fue lo peor.

—Lo siento tanto, Zoey —toma mi mano por encima de la mesa, y una corriente hace mis vellos erizarse cuando comienza a dar pequeñas caricias—. Si te hace sentir mejor, mis padres nunca tuvieron mucha cercanía a Devon y a mí. Siempre estaban fuera del país por negocios de papá y nunca tuve ese amor materno que todos desearían. Sólo niñeras que siempre detesté.

—No me hace sentir mejor, pero es triste tu situación —ladeo mi cabeza, él ríe por lo bajo—. Son cosas que nos hacen crecer, Dallon. Crecemos de lo malo.

— ¿Aprendiste algo en todos esos años de abuso escolar? —hace una mueca—. Sé que no es un buen tema, pero ¿yo influí en algo?

Rápidamente asiento. No pienso guardar nada, él sabe que es así.

—Muchas cosas en realidad, como que nunca dejaré que alguien se interponga en mí camino. Recuerdo que me decía a mí misma que quería ser grande para salir de todo eso, pero con el paso del tiempo todo iba empeorando y no sabía cómo sentirme al respecto.

— ¿Cómo?

—Dallon —río incrédula—. Me gustaba esconder mis brazos dentro del suéter y decirle a la gente que no tenía brazos. Me dormía con todos los muñecos de peluche para que ninguno se sintiera desplazado. Reiniciaba el juego de vídeo cada vez que sabía que iba a perder. Solía esconderme detrás de una puerta para asustar a alguien, pero terminaba por irme porque tardaban demasiado y me daban ganas de ir al baño.

»Fingía estar dormida para que mi padre me llevara a la cama. Pensaba que la luna seguía mi auto. Me gustaba observar dos gotas de lluvia avanzar hacia abajo en el vidrio y pretender que competían en una carrera. Si comía semillas de frutas, temía que un árbol fuese a crecer en mi panza. ¿Recuerdas?

Él se echa a reír, por instinto también lo hago. Casi me quedo sin aire diciendo eso, pero él asiente y no dejo de reírme.

—Tienes toda la razón. ¿En qué estábamos pensando cuando éramos niños y no podíamos esperar a crecer?

Niego con mi cabeza, su risa se me hace contagiosa. Quisiera poder ser una persona seria en este tipo de casos.

Aun así, al subir mi vista él me mira con fijeza. Y la corriente que pasó por mi espalda cuando acarició mi mano regresa. No puedo evitar pensar en la belleza de sus ojos, no recuerdo haber visto unos tan azules.

—Te ves bonita cuando te ríes.

— ¿Estás intentando ser lindo conmigo? —ladeo mi cabeza haciendo que él se ría—. Te dije que no la tendrías tan fácil, Haggart.

—Vamos, sólo quiero una amistad, no sexo, Zoe —dice, soy yo la que suelta una risa.

—De todas formas, ¿qué te haría pensar que tendría sexo contigo? —arqueo mi ceja, él balbucea—. Calma, vaquero. Igual, soy virgen y no soy tan idiota como me veo.

Tomo de mi gaseosa, su expresión de asombroso me hace fruncir el ceño.

— ¿Qué?

— ¿Eres virgen? —cuestiona, le asiento y sacude su cabeza—. No es posible.

—Es bastante posible, lo estás oyendo ahora, aquí, en vivo y directo desde mí. Lo soy.

—Oh no, no —suelta risas—. Por favor. Sólo mírate. Eres perfecta, Zoe.

—Eres absurdo, Dallon —ruedo mis ojos—. ¿Cuál es el problema?

—No es problema, Zoey. Me parece bien que quieras guardarlo para alguien especial. No sigas mi ejemplo, eso es bueno.

— ¿Con tu ejemplo te refieres a ir de cama en cama cuando te sientes de solado? —reprimo una risa—. Créeme que jamás seguiré tu ejemplo, Haggart.

—Ouch, chica ruda —posa su mano en el pecho—, lo único que te estoy diciendo es que nadie nunca pudo haber sido tan ciego como para no intentar algo contigo, eres hermosa.

— ¿Puedes dejar de decir ese tipo de cosas?

— ¿Por qué? Mereces ese tipo de comentarios.

—Gracias por elegir ese libro por mí, a pesar de que ya lo tengo —cambio de tema, no puedo dejar de soltar risas al verlo cambiar de expresión a cada momento—. Pero creo que es genial tener dos copias de uno de tus libros favoritos.

—Parece que no vas a dejar de sorprenderme, Ainsworth —hace un mohín—. No quiero que dejes de hacerlo.

Me sonrojo. Como un jodido tomate, sólo por eso. ¿Qué tanta vergüenza se puede pasar por algo así?

Quedo en silencio. Me percato de que me mira y parece que no se detendrá.

— ¿También podrías dejar de hacer eso? —me remuevo, él alza sus manos—. Eres jodidamente ardiente y me incomoda que me mires.

— ¡Oh, la chica virgen me ha dicho que soy ardiente! —carcajea, saco ambos dedos corazón—. Es cansón tener siempre ese filtro que conecta tu boca con tus pensamientos, ¿verdad?

—Me estás haciendo ser así, idiota —reprocho, se ríe con toda libertad—. Además, ¿por qué lo haces? Siempre lo has hecho.

— ¿Qué cosa?

—Mirarme como si nadie más estuviese a tu alrededor.

Noto cómo empieza a morder su labio.

—Pienso que eres alguien de admirar, Zoe. Eres hermosa y con sólo mirarte puedo ver lo inteligente que eres. No sabes lo mucho que estuve esperando tenerte en frente después de todo este tiempo para disculparme contigo. Nunca te he odiado, pero tú a mí sí.

Sacudo mi cabeza.

—Por favor, Dallon, no...

—No, no —interrumpe posando sus manos frente a mí—. Hablo en serio. Siempre has merecido más de todo lo que posees, mucho más. No puedo pretender que todo eso no pasó.

— ¿Seguirás insistiendo en ello?

—Sólo si no me perdonas. Por más que no lo merezca, me hará sentir mejor.

Bajo mis hombros suspirando, su temperamento es increíble.

—Te perdono, Haggart.

— ¿De verdad? —expande sus ojos, yo asiento, y también me río al ver bajar su pecho con alivio—. Un peso menos encima.

Me vuelvo a reír. Me siento satisfecha al saber que tenía razón cuando dije que es sorprendente en la clase de persona que se puede convertir un alma perdida. Y Dallon honestamente me ha sorprendido.

—En tal caso, aunque sea puedes disimular tu mirada un poco.

— ¿Por qué? No tengo que hacerlo —arquea su ceja—. Si me gusta lo que observo soy libre de observar todo lo que quiera.

Abro mis ojos jadeando con sorpresa.

— ¿El chico ardiente acaba de decir que le gusta la chica virgen? —entrecierro mis ojos al apoyar mis codos contra la mesa, él repite mi acto quedando cerca.

Perderé la poca cordura que me queda si no se aleja.

—Puede que lo haya hecho. Pero, ¿qué harás al respecto, si sí?

Besarte.

—No creo hacer nada, ojos azules.

Se aleja poco a poco tras reírse. Respiro con alivio dejando mi espalda tocar el acolchado.

No puedo estar perdiendo la cabeza.

— ¿Eso quiere decir que todo queda a mi merced? —sonríe de lado. No, joder.

Unos jodidos ojos azules no me pueden estar haciendo esto.

Mis defensas quedan bajas y creo que romperé a llorar en cualquier momento.

Muerde su labio e intento mantener mi compostura, ignorando mis escalofríos. Sonriendo por lo bajo logro encogerme de hombros.

—Tomaré eso como un sí.







—Hogar, dulce hogar —me sonríe cuando estamos frente al edificio. No me da ni el tiempo de decirle algo cuando ya lo tengo abriendo la puerta para mí y me extiende su brazo.

Mi mandíbula tiembla un poco, la noche es fría por lo que sé que debo adentrarme cuanto antes al edificio.

—Fue una buena cena, Haggart —le sonrío, paso mis manos por mis brazos—. Cumpliste mis expectativas, para ser sincera.

Él me sonríe de vuelta. Mis piernas zumban.

— ¿Tienes frío? —cuestiona, asiento. Con rapidez se dirige a la parte trasera de su auto, regresa a mí con una gran chaqueta negra que coloca con cuidado alrededor de mis hombros. Decido que la utilizaré y llevo mis brazos por cada manga, es realmente gigante.

—Gracias —me río, tomo el libro que me ha regalado junto a mi bolso—. ¿Pasas luego por la editorial así puedo devolvértela?

—No tiene que ser exactamente en la editorial —sacude su cabeza llevando sus manos a sus bolsillo—. Puede ser este siguiente viernes después de salir del trabajo justo como hoy. Te invito a cenar de nuevo, Zoe, pero esta vez como una cita. ¿Te parece?

Inmóvil. Ha comenzado a murmurar porque está más cerca, y su cercanía es peligrosa. Es tan alto que creo que me es imposible sostenerle el contacto visual por un momento. No me da miedo.

—Me parece bien.

Creo que su sonrisa de expande más.

—Adiós, chica virgen —camina en retroceso a su auto. No despega su mirada de mí. Me guiña un ojo y sube al auto.

—Adiós, chico ardiente.

Sonríe y lo veo partir.

Subo al ascensor con lentitud, desgano. Es extraño.

Es algo que no he sentido en un largo, largo tiempo. Y me aterra que tenga que ver con unos ojos azules. Y no precisamente los de Wesley.

A pesar de eso, cuando llego a la puerta de mi apartamento, hay una rosa blanca en el suelo junto a una nota. La tomo, teniendo en mente de quién puede que sea. No me equivoco.

"Las rosas blancas muestran, además de paz, respeto y amor. Justo lo que creo sentir por ti.

Pero empiezo a sentirme seguro de ello, Zoey.

W."

Mis ojos pican, no me sorprendo cuando siento lágrimas salir.

Al abrir la puerta, Abi, Chloe, Nath y Brad están el sofá sosteniendo una alegre conversación. Pero estoy jodida y sus sonrisas decaen al verme, las preguntas dicen presente y logro responder sólo un par, o varias más. Tampoco creo estar segura, sólo me desvanezco en los brazos de Abi y escucho a Chloe prometerme botes de helado y comida, por lo que veo a Nathan y Brad salir corriendo con las llaves del auto. No parezco ser yo, lo que me asusta. ¿Por qué lloro por algo como esto?

Yo no pude haber caído en el mismo hueco que cayeron las demás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro