nineteen, él me hace feliz.
Zoe
Abigail tiembla, aún le cuesta procesar aquella imagen.
En realidad, a todos nos cuesta. Menos a la doctora, ella parece estar viendo una jodida imagen en HD mientras nosotros sólo podemos apreciar un fondo negro con muchas rayas particularmente blancas y achinando nuestros ojos para intentar comprender. Por mi parte, jamás lograré comprender nada de esto.
—Te estás abriendo al cuarto mes de embarazo y la criatura parece ir de maravilla —nos sonríe la doctora Betzabeth, y tiendo a mirar a Abigail con dulzura. Ella no me ve, tiene su vista fija en la pantalla tal como la primera vez, con lágrimas. Brendon besa su mejilla—. Si quieren saber el sexo definitivo, entonces debemos esperar a la ecografía de las veinte semanas, se hace más seguro.
La doctora comienza a pasar un papel por encima de la panza de Abigail, limpiando el gel transparente que ha esparcido anteriormente, pero ella ha comentado sobre lo brusca que ésta es cuando lo intenta, así que Brendon se ofrece a ayudar casi de inmediato, recibiendo una amable sonrisa de la doctora y un suspiro de alivio por parte de mi amiga.
Nos habla sobre la siguiente consulta y cuidados —cosas que Abigail no toma en cuenta ya que según ella es exageración, pero que Brendon y yo prestamos máxima atención así nada se nos escapa de manos— y cuando todo parece estar listo, salimos de la clínica, donde Dallon nos espera recargado del auto.
—Tengo hambre —carraspea ella subiendo a la parte trasera del auto, Brendon le sigue—, demasiada hambre. Quiero que me saquen esto ya de aquí, sueno brusca pero no saben lo cansada que estoy.
—Es el hambre, pequeña —le dice Brendon riéndose—. Pero escuchaste a la doctora, deben ser cosas saludables.
—¡A la mierda, Brendon! —chilla—. Necesito una hamburguesa para equilibrar mi ser, ¡ahora!
Ella parece de verdad desesperada, y entre Dallon y él intercambiamos miradas, porque ella está tan sumergida en sus cosas que a poco nos presta atención.
—No dejaré que mi ahijado se alimente de comida chatarra, Abigail —le digo, a lo que ella vuelve a chillar, pero creo que Brendon le está diciendo algo puesto que no dice nada después. Dallon se ríe tomando mi mano izquierda, deposita un beso sin despegar la mirada del camino.
—Yo opino que deberíamos ir a Subway —sugiere mi novio, a lo que Abigail rezonga pero termina por aceptar porque tiene hambre, entonces nos dirigimos hacia allá.
Quisiera no conocerla como la palma de mi mano, pero no es así. Sigo con mi papel de querer cuidarla, sea como sea. Sin embargo, Brendon se ha estado asegurando de que yo no tenga papel en esta obra, y la verdad no sé cómo sentirme al respecto.
Abigail tendrá una familia, al igual que yo, y eso siempre lo supimos. No dejaremos de ser hermanas por eso.
—Abi, con calma —le pelea el trigueño al verla meter gran parte del pan a su boca. Sólo me puedo lanzar miradas cómplices con Dallon, porque nuestros amigos están actuando como pareja y somos los únicos percatándose.
—Mi papá no quiere saber nada de mí —pretende decirme Dallon, pero tu tono de voz termina elevándose y el otro par escuchando.
—¿Por qué? —Brendon frunce su ceño, su estado de humor pasó de uno dulce a uno enojado en medio segundo—. ¿Nada más porque le diste a un jodido idiota su merecido? Por Dios, Dal.
—Para él esa empresa es más importante que la familia —rueda sus ojos—. Así sea difícil de creer —tomo su mano por debajo de la mesa. Sé que eso le afecta, pero no sólo a él, por supuesto que a Devon también.
—¿Y eso por qué debe importarte? —cuestiona Abigail—. Me refiero a que, sí, es tu padre, te crió y todo lo demás. ¿Pero poner algo por encima de ustedes? No lo merecen, Dallon.
—Realmente creí que nuestra relación por fin daría frutos —suspira bajando sus hombros—, pero como ven...
—Nosotros podemos formar nuestra familia —me encojo de hombros con mi vista puesta en ambas personas en frente, Abigail asiente con su boca llena de pan.
—Seríamos la familia más desastrosa —se ríe Brendon, apunta a Abigail—. Nada más mira esto.
—Eh —ella golpea su brazo, pero él sólo ríe y besa su cabeza, provocando que Abigail se sonroje.
Mi sonrisa se expande ante la imagen en total ternura, cuando siento unos labios presionarse contra mi mejilla y al girar me encuentro con un par de perlas azules. Le sonrío para después regalarle un pequeño y corto beso.
Joder, soy tan feliz ahora mismo. Y tengo tanto miedo de que todo esto se vaya a la mierda. Porque así es mi vida, la felicidad simplemente no dura, y los malos presentimientos persisten.
Dallon es como esa pequeña luz que me mantiene firme, como mi familia. Tener conflictos con mi familia nunca es bueno. Pelear con mis hermanos es desastroso, llevarle la contraria a mi padre a veces va en vano —algo que usualmente después de la muerte de mamá ya no sucede con frecuencia—, y el tener varios dilemas entre Nathan y Abigail también afecta.
Son las cosas que pueden aproximarse a los siguientes días si la felicidad persiste.
Y no, para mí no es ser pesimista, es ser realista. Así duela, porque la vida es así. Duele.
—Vale, vale —nos interrumpe Brendon—, no se desvíen, tienen bastante tiempo para demostrarse amor y que no sea en frente de nosotros, gracias. Volviendo al tema, me jode el que Mike sea así, me jode también el que Christina se deje manipular por él.
—Es su esposa, Bren —dice como algo obvio.
—Exacto, es su esposa, no su jodida esclava. Me jode. Sólo me jode. Necesitan salir de esa casa, yo qué sé. Deberían viajar.
—¿Viajar? —suelto una risa, ya que nos ha apuntado a ambos. Lo confirmo cuando el asiente repetitivamente—. ¿Hablas en serio? ¿Con todo este tema del bebé y nuestros trabajos, más los estudios? Siguiente opción, por favor.
—Oh vamos, Zoey —insiste Abi—, es más, nosotros podríamos acompañarlos. Hay clínicas y hospitales en todos lados, no es la gran cosa. A Nathan también le animaría.
—A propósito, ¿qué pasó con Brad por fin? —pregunta Dal. Abi y yo intercambiamos miradas y suspiramos. Sí, han sido suspiros de fastidio y cansancio mezclado con algo de poca importancia. Con tal, no es nuestro asunto.
—Está devastado y queriendo nada pero a Nathan deregreso, pero él se está haciendo de rogar —explica ella, el enojo le resalta de la voz, puedo comprenderla ya que estamos en las mismas.
—Cosa que nos parece bien, porque siendo nosotras haríamos lo mismo —me encojo de hombros—. Lo que hizo Brad estuvo mal, las cosas están yendo como deben ir.
—Exacto —asiente ella, ignoramos el intercambio de miradas entre ambos hombres. Es de lo que más se ha tratado todo este recorrido—. Regresando a lo del viaje, ¡sería perfecto porque se acerca tu cumpleaños!
Salta como una niña, haciéndome reír.
—Entonces, no se diga más, viajaremos —asegura Dallon con una enorme sonrisa en su rostro. Y es que debo contener mis ganas para no arrancarle la camisa y hacer lo que me estado planteando desde hace unos días.
Yo realmente quiero a Dallon, quiero todo de él, todo lo que pueda ofrecerme, ¿y que si me quiere? Me lo ha estado demostrando, aunque no es correcto caer ante sus pies a apenas unas semanas de noviazgo, yo siendo "virgen".
He leído bastante, el hecho de serlo ya me aburre. Tampoco soy idiota, por supuesto sé todo lo que implica. Pero para mí está bien, porque no es algo que me he pasado planeando para que suceda a la perfección, no es nada que pueda afectarme sentimentalmente.
De tanto haberlo pensando, leído e imaginado, me gustaría ir directamente al punto de al fin poder experimentar, porque verdaderamente, me considero virgen de cuerpo, más no de mente. Pero así es la triste realidad.
Una mente morbosa dentro del cuerpo más virgen habido y por haber.
Quizás ese viaje resulte mejor de lo que esperamos.
—Pero el punto es que —Brendon alza su dedo índice. Pero claro que habrá reglas, y estoy segura que estaré de acuerdo con todas ellas. He resultado llevarme mejor de lo que creí con Brendon—, si queremos ir, debemos empezar a planearlo desde ahora, empezando por hacia dónde iremos.
—Tenemos un embarazo, lo que claramente implica cero alcohol —me limito a decir, y me hace sentir bien el que ninguno de los dos se note molesto por eso. No necesitamos del alcohol para una buena velada.
—Podría decirle a Devon —sugiere Dallon, yo asiento.
—Yo podría decirle a Chloe, quizás acepta —digo yo—, ¿le dirías a Liz?
—No estoy segura de que acepte, está sumergida en sus estudios y no quiero distraerla, apenas comienza exámenes.
—Yo dudo que Kate también quiera venir, de todas formas, ya a ella le llegó la cigüeña y está centrada en lo suyo —se ríe Brendon, los dos otros le siguen.
—¿Kate?
—Su hermana —me dice Dallon, yo asiento de nuevo. No recuerdo haberlo oído mencionando una hermana, pero qué sé yo.
—Muy bien —suspira Abi—. ¿Entonces adónde iremos? Que sea otra ciudad, no creo que salir del estado o país sea necesario. Los gastos son otro dilema.
—Por los gastos no se preocupen —Dallon posa sus manos frente a nosotros—, entre Devon y yo podemos.
—Claro, olvidaba que te ahogas en dinero —finjo ironía tras rodar los ojos. Nos reímos y él atrae mi rostro al suyo con sus manos, brindándome un gran pero aun así corto beso. Es tedioso no poder subir el tono al estar en público, pero disfruto. Es lo que me hace sentir él.
—Ya, ya, ¿qué tal Miami? —recomienda Brendon luego de una tanda de insultos hacia mi novio. Es increíble que estos seamos los mismo idiotas de hace diez años. Quisiera poder dejar todos los recuerdos atrás, pero ahora me causan gracia y dejarlos no me apetece, al menos no ahora—. Tampa ya me resulta aburrido. Y la playa sería buen ambiente.
—Tengo un apartamento en Miami, cerca de uno de los amigos de mi padre —Dal frota sus manos. Lo observo. Su perfil es hermoso—. ¿Lo recuerdas?
—¿Evan Hank? —frunce su ceño, asiente—. Vaya. En realidad ni lo recordaba.
—Papá y él dejaron de tener contacto ya hace un buen tiempo, pero conozco a su hijo y creo que no están allá. La cosa es que el apartamento queda en el mismo edificio y es bastante amplio como para quedarnos los siete.
Todos callamos con las últimas palabras de Dallon rondando nuestras mentes. Terminamos nuestras comidas en el mismo silencio e intercambiamos sólo un par de diálogos sin nada que ver cuando salimos del local. No es hasta que estamos de vuelta en el auto que se me ocurre proseguir con nuestra alocada idea de un viaje de despeje.
—¿Entonces Miami?
—Miami —se les escucha decir a los tres casi en unísono.
—Pues Miami será.
Nos sonreímos y Dal vuelve a besar el dorso de mi mano cuando la vuelve a entrelazar con la suya sin despegar la mirada del camino. No sé de qué es lo que hablan Abigail y Brendon en la parte trasera, pero también se sonríen y siento un escalofrío recorrer mi espina, y observo la luna que comienza a aparecer en lo alto del cielo, obscureciendo las calles a su par.
Llegamos a casa y Nathan ha cocinado, según él lo relaja y lo hace pensar en otras cosas que no sean las voces en su cabeza autodestruyéndolo, se inunda en su mundo culinario y nada me parece más perfecto. Con sólo una llamada hacia Devon e incluso a Chloe para informarles sobre el viaje, ya los tenemos en nuestro apartamento para la cena de ese día, aceptando nuestra invitación con emoción.
Y me doy cuenta de que seremos la mejor familia desastrosa de alguna vez pudo llegar a existir.
—¡Feliz cumpleaños! ¡Feliz cumpleaños! ¡Feliz cumpleaños! —esa es Abigail golpeando mi cabeza con una almohada mientras brinca sobre mi cama para que despierte, y vaya que funciona.
—¡Mierda, Abigail, detente! ¡Pareces Sheldon tocándole la puerta a Penny, por un demonio! —grito sentándome en la cama. La otra almohada se estampa contra su cara y me vuelvo a acostar. Ella se ríe, teniendo como acompañante la risa de Nathan. Se le oye salir de la habitación.
—Oh, no, eso sí que no —dice Nathan, jalando de mis brazos y cobijas. Por supuesto que no voy a levantarme. Abro mis ojos, fingiendo sollozos y a duras penas cediendo, pareciendo nena. Nathan no tiene camisa como de costumbre, y me hace sonreír porque tiene gran físico que suelo mimar.
—Juro que si no fueses gay y mi mejor amigo, te cogería, no me interesa.
Él carcajea y vuelve a forcejear cuando pretendo acostarme de nuevo, mencionando una "sorpresa". Cosa que me jode —pero no tanto— porque sabe que las sorpresas, simplemente no me van.
—Es mi jodido cumpleaños, soy la jodida reina de esta mierda por el resto del día, ¡déjenme dormir en paz, maldición!
—Uh, esa boca, pecas —escucho la voz de mi novio desde la puerta. Y claro que en seguida salto de la cama para rodear su torso con mi cuerpo, de manera que parezco koala, sin importarme las quejas de Nathan sobre sí ceder a Dallon. No lo veo desde hace tres días y me ha pegado el hecho.
Me da su pequeña charla de felicitaciones junto a una sesión de pequeños besos que, gracias al cielo, no se ve interrumpida y recibo el típico desayuno de cumpleaños, más los globos y serpentinas que quién sabe de dónde salieron, pero están ahí y Brendon pone música a un volumen considerable, empezando la mañana bastante animada.
En un dos por tres estoy duchada, vestida y presentable ante todos mis amigos y todos nos vemos felices, junto a un pastel mediano con un "feliz cumpleaños" en el centro.
¡Y Brad está aquí! Se montó una gran escena de arrepentimiento, la cual secretamente nos hizo llorar a Abi y a mí, pero que a fin de cuentas le resultó porque Nathan volvió a caer en el mismo hueco y al parecer ya todo está de vuelta en su sitio. Tuve una pequeña charla con él, y se le notaba en la mirada. He sabido descifrarlas.
Con Dallon he aprendido cómo. Y es que me sigue sorprendiendo la manera en la que me mira, como si nunca se cansara de ello, o como si fuese la primera vez. Me cuesta creer que me regala esa mirada a mí, pero tampoco para de decírmelo. No deja de repetir que si le gusta me mira cuando le plazca, y se lo tengo que creer porque disfruto el ver sus ojos ser profundamente azules cuando me mira.
Me fascina. Él me fascina. Sea el hombre más cursi que conozco, puede ser bastante romántico cuando verdaderamente se lo propone y a pesar de que no deja de halagar mi trasero. ¿Y yo qué puedo hacer? Exactamente, responder a sus halagos, a sus caricias, dejarme llevar por él.
Porque me cautiva, porque me encanta cómo es, su forma de ser, su forma de tratar. Su forma de cautivar con su simple sonrisa, o esa mirada. Pero me he fijado que me da una mirada particular, siempre ha sido particular.
Y sé que suena ridículo, ¿"todas las miradas son iguales"? No, joder, no. Tú no miras a un ser querido y a un maltratador de la misma manera, todo se ve reflejado en la mirada. El enojo, la tristeza, la añoranza, la felicidad, el asco, el miedo. El amor.
Todas son miradas sumamente diferentes. Y esa que Dallon me brinda tiene tanto significado que me hace sentir abrumada, porque siento que yo no me lo merezco, pero me encanta. Ha pasado poco tiempo, lo acepto, pero la vida es una sola y ese hombre me vuelve loca. Frase trillada, pero frase para cierta.
—¿Para dónde me llevas? —me río al preguntárselo. Él no me responde, porque lo ha hecho dos veces antes ya, pero sólo me sonríe y con eso admito que es suficiente.
Ha sido un día maravilloso. Mis hermanos y John lo conocieron, recibí uno que otro regalo y Chloe actuó bastante extraña para como suele ser ella en realidad, pero no se retractó en cuanto al viaje a Miami dentro de dos días, así que creo que no debo preocuparme. Supongo que suele ser así.
—Ya verás, pecas. Calma —ladea su cabeza—. Me encanta como te queda ese vestido. Me encanta como te queda todo en general, pero... Simplemente me encanta.
¿Me sonrojé? Creo que sí. Se oculta bajo la oscuridad de la calle, serían las diez de la noche y nos dirigíamos a un lugar desconocido a donde vamos sólo porque confío en él. Confío.
—¿Estás bien? —me pregunta, sólo asiento—. Sé que estás ansiosa, pero vamos.
—Yo confío en ti, Dal —aseguro girando a verlo—. Lo hago, casi que ciegamente.
—Lo bueno es que vamos en progreso —se ríe, y hace que mi estómago se revuelva.
¿Cómo es que una simple persona puede llegar a hacerte sentir tanto? Ya sea con un par de palabras, o una sonrisa, o en mi caso, con una mirada. Porque creo que esa es mi parte favorita de mi relación Dallon, su mirada.
Tampoco creo llegar a cansarme de sentir su vista fija a mí, porque de todas las chicas a las que puede estar viendo y sonriéndoles y diciéndoles cuánto las quiere, él me eligió a mí. Increíble, ¿no?
—Llegamos —me dice cuando llegamos a lo alto de la montaña, estaciona en uno de los puestos y baja rápidamente para ir a abrir mi puerta.
Quedo embelesada con la vista, porque puedo ver el mar desde aquí, y a pesar de ser de noche, los faros de luces amarillas que hacen el camino de subida hacia acá, adornan de una forma espectacular.
Hubiese querido traer mi cámara, porque esto es bellísimo y es la primera que vengo, pero estoy segura sobre mi fascinación hacia estos lugares. Tanto que se lo llegué a comentar a él, y creo en gran parte que ese es el porqué de estar aquí.
Siento sus brazos rodear mi cintura cuando apoyo mis manos del barandal, me sujeta contra sí y se encarga de repartir besos en mi cuello. Estos son los tipos de momentos que realmente aprecio.
—Te quiero —le digo al estar frente a frente. Me besa entre sonrisas, regresándome el bonito par de palabras.
Es asombrosa la manera en la que tus ojos siguen brillando a pesar de que hay más oscuridad que claridad, pero es al mirarme que brillan. Y me pregunto ¿por qué? ¿Qué hice yo para que me mires de esa manera tan especial? Y además, ¿qué es lo que me hace especial? Yo no sé la respuesta, pero por favor, sigue creyéndolo.
—Me trajiste aquí porque te dije que nunca había venido, ¿no es así?
—Te traje porque es un buen regalo de cumpleaños, porque sé que te encanta y porque así podríamos pasar más tiempo el uno con el otro —sonríe, y quiero besarlo, así que lo hago.
Es mío. Todo él es mío.
—Eres bueno consintiéndome, Haggart —me río para abrazarlo, entonces nos damos vuelta y acabamos sentados en la acera, de espaldas al barandal y de frente al auto. Hace algo de frío y él lo nota, así que como todo un cliché que nos vivimos, me pasa su chaqueta y me abraza—. Amo como te quedan los trajes.
—¿Me hacen ver sexy?
—Más de lo que ya eres.
—Uh —alarga, me hace reír. Con mi nariz acaricio su cuello. Ese perfume sigue impregnado en él, mis piernas se debilitan ante ello—. ¿Estás emocionada con el viaje?
—Tenemos playas aquí y aun así queremos ir a Miami, pero estoy emocionada porque será otro ambiente y pasaremos más tiempo entre los dos —hago una pausa, recordando que tenemos algo pendiente en nuestra lista—. Y probablemente terminar con lo que empezamos aquella vez que Abigail interrumpió.
—¿El día de la ecografía? —alza su ceja, yo le asiento, y esta vez veo como alza ambas. Parece balbucear—. Pecas, sabes que si no estás segura...
—Dal, ¿tienes idea de cuantas veces he escuchado eso? ¿Cuántas veces he leído eso? —pregunto, sonando exasperada, porque es lo que estoy—. Si no estuviese segura, ni siquiera lo mencionaría, pero no es así. Es algo que no me interesa, si no he tenido ningún contacto es porque el momento simplemente no se ha dado, no he sentido ganas con otros hombres, ¿pero qué nos impide a nosotros seguir adelante?
Él calla, pensando en lo que dije. No quiero que me trate como una princesa, o una joya sagrada. Soy simplemente una chica virgen que ya está aburrida de serlo, y probablemente no debería tratar este tema de esta manera, ¿pero y si es lo que siento? ¿Cómo pelearlo?
Quiero a Dallon conmigo.
—No me malinterpretes —consigo adelantármele antes de que hable—. No es que exactamente no me interese, claro que me interesa, se supone que debería hacerlo con alguien que quiera, y que esa persona me quiera de igual forma, pero velo desde el punto que hace unos tres años o más que no tengo alguna relación o parecido.
—¿O sea que estoy de suerte? —suelta una risa, y le acompaño con mi risa tras asentirle—. Lo comprendo. Pero sólo quiero que sepas que no estoy aquí para aprovecharme de ti, que no quiero tratarte como si fueses una cualquiera, porque obviamente no lo eres.
—No me hubiese sentido así —sacudo mi cabeza—. Te quiero, Dallon. Ha pasado poco tiempo, pero he aprendido a quererte, de verdad. Y si crees que esto lo hago por una clase de capricho, pues estás equivocado. No tengo dieciséis, me siento como tal al estar hablando de esto, y es incómodo. Estoy segura de lo que quiero hacer.
—Vaya —susurra, más para sí mismo que para mí. Nos reímos.
—Pero, una pregunta, y me siento idiota al preguntártelo —muerdo mi labio. ¿Cómo es que puedo pasar de hablar de algo como lo de hace un momento a sentirme nerviosa por la siguiente pregunta? —. ¿Me quieres?
Intento buscarle el sentido del humor a mis palabras cuando se ríe sin mirarme, pero sólo puedo fruncir mi ceño.
—¿Estás bromeando? —vuelve a reír—. Si supieras nada más todo lo que me haces sentir, no lo pondrías en dudas. Eres adorable, el hecho de estés hablando sobre tener relaciones y luego saltes a morder tu labio y preguntarme eso. Dios santo, te quiero tanto que me enloquece.
>>Me vuelve loco el saber que te tengo, el saber que puedo perderte si me descuido, el miedo, las ansias, no puedo lastimarte, no me lo perdonaría. Y eso desde antes de que siquiera supieras aunque fuese una cuarta parte de lo que me haces sentir. Porque esto va más allá de un simple "te quiero", Zoey. Pero no puedo ser tan imbécil.
>>Me llevas a la cima con solamente sonreír, y quiero hacértelo saber cada jodido día, ¿comprendes? Sonará precipitado, e increíblemente exagerado viniendo de mí, pero es de lo que me he dado cuenta que soy, exagerado. No veo mi futuro sin ti a mi lado. Y realmente lo digo en serio.
>>Me rehúso, sólo me rehúso. Me rehúso a dejar de verte, a no encontrarte a mi lado por las mañanas. Me rehúso a dejar tus caricias y besos, y esos abrazos que sueles darme cuando me veo estresado, ya sea por trabajo o universidad. Dejemos de medir el tiempo, dejemos de darle importancia a lo que las demás personas piensen. Sólo somos tú y yo. Nada más.
—Y eso es más que suficiente —le sonrío con nostalgia. Pasa a acariciar mi rostro con ambas manos, rozando mi nariz con la suya, apoyando nuestras frente del otro.
—Y eso es más que suficiente —repite—. Siento más que atracción sexual a ti, no eres un juguete, eres una persona. Estás tan consciente como yo, y voy a ir acorde al tiempo que tú dispongas. Ya te lo he dicho, soy tuyo, pecas.
—Mi mamá te hubiese amado —me río, mis ojos han empezado a picar. Pronto una pequeña lágrima se desliza desde el rabillo de mi ojo izquierdo, y con un beso, él se dispone a desaparecerla.
—Sé que sí, es difícil no amarme —su ego resalta y le doy un golpe leve a su brazo. Se queda callado por unos segundos antes de decidir volver a hablar—. ¿Qué tan apresurado puede sonar el decirte que te amo? ¿Mucho?
—¿Eso es lo que te has estado guardando por doce malditos años? —cuestiono entre risas que él recibe de igual forma.
—Por doce malditos años —confirma asintiendo
—Entonces no estás tarde —susurro, mirándolo con fijeza—. Estás justo a tiempo.
—Sé que no me amas de la forma en la que yo te amo a ti, que jamás lograrás hacerlo, pero algo que puedo asegurar es que si me das la oportunidad, puedo hacer que me ames, aunque sea un poquito.
—Tenía razón, eres más que un romántico caliente —no evito soltar mis risas, pero él chasquea con su lengua.
—Tenemos que hablar con más seriedad sobre esto de matar el romanticismo, sinceramente. No creo poder soportarlo, pecas. Ese cambio de roles estuvo asombroso.
—Cállate y bésame.
Atraigo su rostro con ambas manos, estampando sus labios contra los míos, mordiendo con delicadeza. Casi probando el cielo, así puedo sentirlo a él. Tengo la idea de que fue mi mamá quien envió a Dallon para mí, como un regalo. Un regalo de mi ángel guardián; mi mamá.
Ella no está decepcionada de mí, ella sabe que yo puedo cometer errores, ella siempre me ha comprendido. Pero ahora es el turno de Dallon de estar ahí para mí, y tengo el leve presentimiento de que resultará tal cual lo espero.
Puedo amar a Dallon, nada me impide hacerlo, tiene todas las de llevar. Por primera vez no hay ningún "pero". Simplemente sé que puedo aprender a amarlo, sé que estará ahí, y sé que estaré ahí para él, porque así me lo esto proponiendo.
Nada puede hacerme más feliz ahora mismo, al igual que nada puede quitarme mi felicidad. Absolutamente nada. Me hace feliz.
Mi Haggart. Él me hace feliz.
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