forty three, amor devoto.
Amor devoto.
Alguna vez leyó, entre sus novelas románticas, viejos poemas, y conversaciones entre su madre y su abuela, que quien amaba con devoción estaba propenso a perderlo todo. Pero ella creía que eran sólo patrañas.
El amor era algo hermoso. Sus padres se amaban. Ella amaba a sus padres. Sus hermanos la amaban, y viceversa. Con catorce años sabía que la familia siempre sería una prioridad.
Amaba a sus amigos, amaba las viejas series de Disney, amaba el olor de la lluvia y la madera mojada, amaba escuchar a su madre reír a carcajadas; sentía que volvía a nacer.
Pero de alguna manera tenía que comprenderlo; el amor duele. El amor es injusto. El amor desgarra. El amor traiciona. Las esperanzas son muy pocas y la mayoría no logra sobrevivir. Con quince años creía saberlo todo, pero ella misma, en lo más profundo, sabía que no era así.
¿En qué momento aprendió a vivir con un dolor constante? ¿En qué momento su familia se había desvanecido? ¿En qué momento había empezado a llorar por chicos?
¿En qué momento su mamá desapareció y dejó de consolarla para que éstas lágrimas cesaran? Creía que se había ido, que no estaba, que la había dejado. Y tenía tantas ganas de culpar a alguien que decidió culpar a Dios. ¿Quién es Dios de todas formas? ¿Es realmente quien dice ser?
John no tomaba las mejores decisiones, y por más que sus decisiones en un determinado tiempo fueron aborrecibles, era su padre, y éste creía bastante en ese tal "Dios".
Pero ya se había acostumbrado a agradecerle cada noche. A rogarle por ayuda. A pedirle que se detuviese, que la guiara. Que estuviese ahí.
Aprendió a quererlo.
"Me pregunto si puedes hablar con Dios..." había dicho Nathan la última vez que visitaron el cementerio. Y ella lo sabía, sabía que sí podía. Y que estaba ahí, con ella, ayudándola. Y casi, sólo casi podía verla a un lado de su hermano mientras ella daba pasos pausados hacia el altar, con su padre a un lado.
Giró a verlo por un segundo, él sonreía. John estaba sonriendo. Y detestaba ser tan nostálgica y verle los pequeños detalles a todo. Se correría el maquillaje y no podría hacerlo hasta el altar. Pero nada le impediría llegar, estaba segura.
Ya no había más nada que decir, así que cuando llegó la hora nadie dijo nada, no hubo un momento nostálgico antes de todo, no como tal. No abrazó a Abigail, ni a Nathan, tampoco a su hijo.
Pero sí pudo abrazar a John. Él sí pudo decirle lo mucho que la amaba, cuán feliz estaba de verla ahí, así. A instantes de cambiar su vida. Pero se le hacía incómodo ver a su padre llorar, y también ella lloraría, así que lo hizo detenerse. Había aprendido a enfrentarlo desde hace un tiempo.
— ¿Me veo bonita? —preguntó ella en su vestido blanco cuando Abigail ya había salido en brazos de su padre, y qué hubiese pagado para volver a ver esa expresión en el rostro de John al verla por primera vez.
Le hizo recordar tantas cosas, la llevó a tantas ocasiones diferentes. Primera comunión, confirmación, acto de graduación en primaria y secundaria, incluso en la Universidad, ¡en todas su padre había llorado! Y claro está, en todas ella había coreado.
—Eres la mujer más hermosa que jamás ha pisado tierra.
Su voz fue suave, sensata y temblorosa, pero lo había dicho con firmeza y sin pestañear. Entonces supo que Helena había obrado en todas partes, que ella estaba ahí, y que vería a su niña en el día más maravilloso de su vida.
Y Zoe estaba consciente de ello, porque la estaba viendo.
"Todos son más jóvenes en el cielo" escuchó en una película que había estado viendo con Daniel. Fue entre los días que tuvo una fuerte discusión con Layla y ella había decidido quedarse con su hijo por esa noche. Daniel vio la mirada en el rostro de su hijo, era mejor irse, antes de que algo peor pasara y él terminara odiándolo. Aunque Nick no pudiese odiar a nadie.
¿Qué mejor lugar que con su familia para recurrir después de todo?
Helena está ahí, junto a su hermano. Lleva un vestido y el cabello recogido, los labios pintados y una enorme sonrisa de hilera perfecta. Como la foto que guardó cuando su madre tenía veintitrés. Estaba exactamente igual.
Keith cierra sus ojos ante la tenue música, siente una parte de su brazo erizarse y se estremece. Pronto siente un calor en su pecho, ese que siente cuando mira a Cameron en las mañanas o cuando llega a esas reuniones familiares. Zoe sabía las recetas de mamá, siempre la mantuvo viva.
Al abrir los ojos pudo percatarse de una lágrima corriendo por su mejilla, su cabeza dio vueltas por un segundo y sacudió ésta después. Alguien lo había abrazado. Alguien lo había rodeado tenuemente con sus brazos y tan rápido como el sentimiento llegó, se fue.
Miró a sus lados, acabando por descender su vista y supo que sólo había sido Cameron tomando su mano. Pero no, había sido algo más. Algo más cercano, mucho más cercano, mucho más... de él.
Hubiese querido pensarlo, de verdad quería, pero su hermanita estaba caminando hacia ellos y todos estaban de pie recibiéndola, todos con una sonrisa y con aplausos casi ensordecedores. Lucía perfecta.
Zoe llegó al altar junto a John, y luego de un par de palabras hacia Dallon y un fuerte abrazo entre ambos, Zoe fue entregada a él y John se deslizó hacia su lugar. La castaña no pudo evitar echar un vistazo a las personas frente a ella una vez pudo contener las ganas de lanzarse sobre el padre de su hijo.
Quería arrancarle ese traje de marca que había estado consiguiendo desde que se comprometieron y pedirle que la hiciese suya a como dé lugar. Pero no era un buen momento, ¿o sí?
Abigail le sonreía por encima del hombro de Brendon, y lo mismo hacía ella. ¿Qué locura estaban por realizar?
Amor devoto.
Ginger hace su entrada junto a sus hijos que, para ser bastante guapos, no llegaban pero ni un poco a su tipo. Al parecer la bonita Zoe tenía un sólo tipo que por más que cliché que pareciese, era real: ojos azules, tono de cabello castaño claro, buen cuerpo y labios deliciosos que disfrutaba degustar.
Todo un cliché, ¿no? Tanto que había intentado evadir lo cliché, ¡já! Acabo cayendo en uno, acabó cayendo en el mismo hueco que las demás.
Y es una de las mejores cosas que pudo haber hecho.
Si algo sabía de éstas ceremonias, era lo mucho que tardaban, así que se tomó el tiempo de inicio para observar a Dallon, a su futuro esposo... Qué bien sonaba aquello. Lo que alguna vez pareció tan lejano ahora estaba aquí, frente a ella.
Y cuánto quisiera haber podido aportar algo más diferente a su historia, algo menos predecible, algo más que contar. Incluso había llegado a ser parte de un secuestro. Desde que Dallon había decidido regresar a su vida, todo pareció dar un giro drástico a una de esas novelas que ella solía leer en alguna página de Facebook.
Nadie nunca sabría lo que era aquello.
Todo parecía irreal, por eso decidió escribir un libro narrando su historia amorosa y se dio el tupé de colocar un "basado en hechos reales" al final de éste. Podía hacer eso, podía convertir su vida en un novela. Y eso hizo.
¿Pero qué más satisfactorio que saber que todo aquello fue real? ¿Qué mejor que saber que Dallon realmente le había hecho sentir todo lo que narró con cautela y perspicacia?
Todo era real. Y ellos eran parte de eso.
El ministro estaba aun con Abigail y Brendon, pero que se tomaran todo el tiempo del mundo si por ellos iba, mientras sus miradas estuviesen conectadas, nada más importaba.
Delineó a Dallon con su vista. El azul de sus ojos; claro que podría perderse en ellos, ya lo había hecho. Se había perdido hace mucho en esa mirada.
Sus gruesos labios, su sonrisa, incluso la pequeña separación que éstos poseían era algo perfecto, porque era suyo, era su desperfecto. Pero amaba cada desperfecto, cada detalle con que Dallon había sido enviado. Sus cejas gruesas y pobladas. Su liso cabello que era fácil de adivinar cuando estaba sucio, era cuando ella lo reprendía para que le diese una lavada.
Y jamás se había molestado en hablar de su cuerpo, ¡pero cuánto podía presumirlo! En la calle se aferraba más a su brazo cuando alguna mujer lo miraba. Porque era suyo. Suyo y de Darren... y de la creciente criatura en su vientre también.
La masa corporal lo hacía ver algo bajito, pero para la estatura que Zoe poseía era más que perfecto. Podía besarlo sin ninguna complicación.
Y ni hablar esa obsesión que éste tenía por observarla. Lo que antes le parecía algo molesto ahora era algo que apreciaba. Se sentía amada bajo la mirada del chico Haggart. Tenía tanto miedo, no podía permitírselo pero todo estaba bien. A su lado todo lo estaba.
Si el cielo se estuviese cayendo, sabría que de alguna manera con él estaría a salvo. Y qué patético sonaba eso, claro que sí. Pero qué tan poco le importaba.
—Dallon, Zoella —el ministro se dirigió a ellos por primera vez, y ambos parecieron sobre saltarse un poco. Estaban absortos en el universo de sus miradas.
"Una mirada puede significar más que mil palabras" otra de las frases trilladas en las novelas que solía leer, en los libros más que todo, eso podía recordarlo. Bendito don de amar la lectura con una locura insaciable, la había llevado hacia tantas teorías que sería más fácil arrancarle la cabeza que todos aquellos fragmentos de libros de los que estaba hecha. Todo lo que alguna vez se creó en su mundo literario.
Pero tenía razón. Por primera vez le daba una razón impresionante a una frase trillada.
Ser trillada junto a Dallon era diferente, muy diferente. Le gustaba lo cliché con él. Le daba un toque menos aburrido a la realidad, con los poemas, las acciones. Las frases trilladas.
El ministro comenzó a hablar, y quizás Dallon le estaba prestando atención, pero Zoe no. Ella realmente estaba dispuesta a escarbar en la imagen de Dallon frente a ella, en sus recuerdos. ¿Por qué tenía que ser tan cursi y tonta cuando se trataba de Dallon? ¿Que no podía actuar como una pareja normal?
"¿Te parece cenar conmigo esta noche?"
La primera vez que la invitó a cenar estaba cagada de los nervios, ya no hallaba más excusas. Acabó por decirle que Wesley era su novio, grave error, las cosas saldrían mal de todas formas. No era la persona más inteligente para llevar algo así, la mentira acabaría en cualquier conmigo y con ella se iría su dignidad.
"— ¿Ahora qué se te ofrece?
—Lo mismo de la primera vez, una cena.
—Te he dicho que...
—No me interesa, sé que es mentira después de todo. Siempre he sabido que eres mala mintiendo, ¿sabes? Ahora recuerdo el por qué parecías tan nerviosa ayer. Además, ¿sabías que tu amiga Chloe no puede mantener mucho tiempo su boca cerrada?"
Mataría a Chloe, pero primero debía esconderse ella. Primero debía escapar ella, meter su cabeza bajo tierra tal cual una avestruz. Ella sabía que pasaría, pero al menos no tan rápido como sucedió. Desistió, no pudo seguir dando lucha, sabía que el chico ardiente, el del culo grandioso y mirada acusadora ganaría esa ronda. ¿Qué saldría mal si asistía a una cena con él?
"—Te ves bonita cuando te ríes.
— ¿Estás intentado ser lindo conmigo?
—Vamos, sólo quiero una amistad, no sexo, Zoe."
Sabía que podía creerle, sentía que podía. Dallon parecía ser alguien diferente, alguien en quién confiar. A pesar de haber estado confundida por unos días en cuanto a Dallon y Wesley, claramente uno más que otro se dio a resaltar. Dallon la conocía, Dallon sabía sus movimientos, él tenía todo "friamente calculado" para con ella.
Y se sintió tonta cuando desde un principio, el ojiazul había desmostrado quererla y ella se había cegado, se dio cuenta mucho después de eso. Dallon siempre lo demostró, con su mirar nuevamente. Pero ella seguía siendo una tonta, se la puso incluso "difícil" queriendo decirle que irían con calma.
A la mierda el ir con calma, si ella también lo quería, ¿entonces qué era lo que le estaba impidiendo seguir adelante?
— ¿Zoey? Zoe... Pecas...
Sacude su cabeza. ¿La habían estado llamado?
—¿Sí?
—Los votos —Dallon ríe—, vas primero, amor.
Exhala sonoramente, escuchando risas provenir de las personas presentes. Ha escrito un papel, y lo tiene Chloe. Habían acordado escribirlo, para llevar un orden, pero no, no lo tomaría. El papel ya no es relevante, así que cuando Chloe se acerca para entregarle el papel, lo rechaza. Puede hacerlo mejor que eso. E ignorando la mirada confundida de su amado, prosigue a hablar.
—Era una niña algo débil, y tonta también —se ríe—, no tenía las posibilidades de salir adelante con una familia. Yo era rara, tenía gustos musicales diferentes al resto, me gustaba leer, los conciertos, los diferentes idiomas y las series viejas. Tendría que esperar demasiado a mí criterio para encontrar a alguien que estuviese dispuesto a escuchar viejas bandas de rock conmigo.
»Y aquí estás tú —le sonríe. Los ojos de Dallon brillan... Ese brillo... Lo conoce—. Llegaste aplicando todos los estereotipos, quizá nunca rompiste uno. Somos un cliché, pero nos gusta ser uno, ¿no? —lo ve asentir, casi a punto de estallar en risas—. No me debo alargar, pero no me interesa. Te quiero aquí, ahora, con nuestra familia. Quiero seguir despertando por las mañanas y que me beses.
»Quiero que nunca dejes de mirarme, porque aunque no lo creas, yo puedo ver ese brillo cada vez que me miras, y sólo te pido una cosa, amor... —alza su dedo índice. Puede que se largue a llorar en cualquier momento—. Nunca dejes de hacerlo. Nunca dejes de mirarme sólo como tú lo haces.
»Aprendí a amar tanto como tú me amas a mí, y me lo enseñaste para amar a nuestro hijo, a nuestra familia, a ti. Incluso a mí. Me hiciste amarme, porque sabía que si tú lo hacías, entonces yo también podría hacerlo. Y por eso, gracias. Te amo.
—Te amo —lo ve articular sólo con un movimiento de labios, hace una presión en sus manos entrelazadas. Escuchan agudos chillidos y se ríen, conocen esos gritos, es la felicidad que Darren emana.
—Muy bien, Dallon —el ministro hace un mohín—, tú turno.
"Chica virgen"
Recuerda cuando se empeñó en llamarla así sólo porque, a sus veintiún años, todavía era una chica virgen. Se lo dijo en su "primera cita" y desde ese entonces hasta cierto momento, el ojiazul no se había detenido con el apodo. Quiso ponerle algo como "chico ardiente", pero sonaba tan patético que mejor cerraba el pico. Su cerebro estaba seco en apodos, mientras que él parecía tener de sobras.
"Pecas"
Nadie nunca la había llamado así antes, era la primera vez que alguien hacía énfasis en las misteriosas pecas que poseía, después de todo, era casi morena... y tenía pecas. Pero Dallon las amaba, y eso estaba bien.
Increíblemente bien.
—Yo sí utilizaré el papel, sólo por esta vez por que realmente creí que sería necesario. Espero que no sea molesto y tal vez se torne un poco extenso, pero si prolonga el tiempo para seguir mirándote de blanco, entonces soy capaz de esto y mucho más.
Se le es imposible no reír viéndolo sujetar el papel entre sus dedos. No, no le molesta, le gusta que haya pensando diferente, podría variar. Que hiciera lo que quisiera, estaría bien. Siente un alivio en su pecho, calma, paz. Sí, mierda, todo está bien.
Amor devoto.
—El otro día manejaba a casa de buscar a nuestro Darren del colegio, se veía exhausto y sabía que quería dormir. Decidí encender la radio, sólo quería buscar alguna canción para distraerlo, porque no parecía querer dormir, quería animarlo o que simplemente cerrara sus ojos para que se permitiese descansar. Vagué un rato hasta que una canción llamó mi atención, no la conocía, pero podía contar con la melodía para dormir a Darren.
»Veía el camino casi al mismo tiempo que veía a mí hijo, no cerraba sus ojos, así que dándome por vencido, me concentré en la letra que brindaba la jovial canción. Me di cuenta de algo y tomé fragmentos, los formé a mi gusto, de manera que pudiese expresarme al momento de escribir esto.
»Lamento modificar una buena canción, pero la mayoría de aquellas estrofas me hicieron recordar un par de ojos cafés y una melena castaña, con pecas esparcidas a lo largo de su rostro y mirada que se me antoja enternecedora.
»He aprendido tanto de ti como tú de mí, y utilizando las estrategias de las que alguna vez me hablaste para realizar una breve redacción, decidí que lo mejor era aplicarlo aquí. Para la madre mi hijo:
"Este es el primer día de mi vida, juro que nací justo en la puerta. Salí a la lluvia, de repente todo cambió. El tuyo fue el primer rostro que vi, creo que estaba ciego antes de conocerte. No sé dónde estoy, no sé dónde he estado, ahora no me importa, podría ir a cualquier parte contigo y probablemente sería feliz.
Este es el primer día de mi vida, me alegra no haber muerto antes de conocerte. Así que pensé que debería hacerte saber que éstas cosas no toman para siempre, no quiero pensar que soy especialmente lento, pero me di cuenta que te necesito y me preguntaba si podría ir a casa. Y por otra parte, quizás esta vez es diferente, quiero decir, yo en serio pienso que te gusto." [1]
»Darren acabó por quedarse dormido y lo supe. Me diste un libro para leer una vez, y quisiera recordar el nombre, pero no lo hago. Sin embargo, recuerdo una cosa, por lo cual me permitiré decirte que te amo, hasta la luna y de regreso.
"Siempre has sido tú" "Me haces feliz" "Nadie va a hacerte daño" "Tú eres mi propósito"
Amor devoto.
—Pecas, cada día el corazón crea suficiente energía para manejar un camión veinte millas. En toda una vida, eso equivale a manejar hasta la luna y de regreso. Así que, cuando te digo que te amo "hasta la luna y de regreso", esencialmente estoy diciéndote que te amo con toda la sangre que mi cuerpo bombea toda mi vida.
—Te amo —murmura Zoe llevando sus manos a su rostro, acallando el repentino sollozo. Y al verla sonreír, Dallon sonríe.
—Hasta la luna y de regreso.
Los aplausos se escucharon con fuerza esta vez. Habían sido los mejores votos matrimoniales que alguna vez se hayan podido redactar. Y habían sido suyos, para ella, nadie más. Claro que podía permitirse llorar, ¿cuándo alguien había recibido algo así?
Había ganado la lotería sin siquiera haber participado en el sorteo.
Quiso abrazarlo, así que lo hizo, pero el bendito beso debía esperar hasta el final por lo que las ganas la estaban desgarrando. No era algo bueno.
Bajaba con brevedad y algo de disimulo a observar su vientre luego de que el ministro pasase a John y a Ginger a su lado. Se sentía apretada en aquél vestido de encajes, bastante esfuerzo había hecho para meterse ahí, pero lo había logrado, y su vientre casi no se notaba. Agradecía profundamente que los nervios no la hubiesen dejado tener alguna reacción al embarazo.
Podía vomitar, marearse, e incluso desmayarse en media ceremonia y arruinarlo todo, pero todo estaba yendo a la perfección y no faltaba nada para terminar.
Quería decirle. Quería ver su sonrisa cuando le dijese. Quería abrazarlo, besarlo, decirle "te lo dije". Que sabía que podían. Que un nuevo integrante llegaría la familia Haggart.
No le gustaba no poder retener sus sentimientos. Y no le gustaba simplemente por el hecho de que no podía. Solía hacerlo, solía aprender a estar tranquila, a esperar. Pero se había vuelto impaciente, nuevamente.
Calla. No falta nada. Y una vez esto acabe, entonces podrá decirle, y todo seguirá estando bien.
El ministro acaba con Abigail y Brendon, entonces se dirige a ellos nuevamente.
—Dallon Benjamin Haggart, ¿aceptas a Zoella Jane Ainsworth como tu legítima esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?
—Sí, acepto.
Su pecho da un vuelco. No debe decirle. No puede decirle. No ahora. No es el momento.
Zoe, detente...
—Zoella Jane Ainsworth —la voz del ministro se escucha lejos por un segundo, pero asiente. Sigue parcialmente con sus pies sobre la tierra. Ella está escuchando. No puede decirle ahora—, ¿aceptas a Dallon Benjamin Haggart como tu legítimo esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?
Y deja de respirar. No puede decirle. Mierda, no es el momento.
¡Zoe, debes contestar!
Era su madre. La voz de su madre le estaba gritando que se detuviese, que contestase. Que no podía decirle en ese momento.
Un espasmo llega desde su espalda y reacciona. Se apresura a responder:
—Sí, acepto.
Y puede ver como el pecho de Dallon baja con alivio, botando aire tóxico de sus pulmones. Cuando el ministro termina con John y Ginger se dirige a todos.
—Los anillos, por favor.
Y esta vez es Devon quien se acerca a ellos para hacer la entrega, le da un breve abrazo a su cuñado y desliza el anillo de plata por el dedo anular de Dallon, luego él desliza el anillo de su madre por el suyo.
Ahora ella lo llevaría, y seguiría manteniendo a su madre viva. Como siempre, a su lado.
Pero debe decirle. Es el momento. Debe decirle. Necesita hacerlo.
—Por el derecho que me concede el estado de Florida, los...
— ¡Espere!
Las exclamaciones no se hicieron esperar, sintió la mano de Dallon soltar la suya por un momento y todo el mundo calló, todos en shock.
Todo en silencio. Y ella estaba a punto de hiperventilar. Había sido su impulso el que había hablado. Joder.
Frente a ellos todos estaban con sus cejas casi tocando el nacimiento de sus cabellos y la boca semi abierta.
Se gira a Dallon quien tiene la misma expresión que el resto.
Debe decirle.
—Dal, no es el momento pero tengo que decirte.
— ¿Qué... cosa? —en su pregunta su voz tiembla, luciendo tan aterrado, o peor, que el resto. Sus latidos habían comenzado a ensordecer, sentía que el aire le faltaba y que sus rodilla fallaban. Sí, definitivamente peor.
—Estuve en tratamiento, con el Doctor Dewey, por unos seis meses, y lo logramos. Estoy embarazada, cuatro meses. Es una niña.
Sus palabras fueron rápidas y en un murmuro, asegurándose de que sólo él podía escucharla. Supo que la había escuchado cuando su expresión se intensificó y tuvo que sostenerse de su brazo para no caer.
¡¿Qué mierda...?!
— ¿Qué? —jadea sin despegar su vista de ella. Pero debe hacer que el ministro continúe.
—Ahora prosiga, por favor, lamento la interrupción. Lo siento, a todos. Continúe.
El ministro suelta un suspiro como los demás; de alivio. Nunca nadie le había hecho semejante interrupción durante una ceremonia, todos se habían asustado, pero podía continuar.
Sonríe.
—Por el derecho que me concede el estado de Florida, los declaro maridos y mujeres. Pueden besar a las novias.
Y no deja ni siquiera que el ministro acabe la frase, entre sus brazos toma a su, ahora, esposa, y despegando sus pies del suelo, la besa. La besa con fuerza. La besa con todo el amor de los últimos casi veinte años y todos los que faltan.
Hay una vida creciendo dentro de ella, alguien parte de él y parte de ella, muestra de todo lo que han tenido que pasar durante todos esos años. La esperanza que nunca se fue y ahora está intacta.
Y es de ellos.
Me está mirando. Ese niño molesto me está mirando de nuevo y sonríe. Y yo le sonrío de vuelta porque me hace feliz, porque le dio sentido a mi vida. No, no le bastó con haberme empujado esa vez y dejarme una cicatriz en toda mi frente. Sonrío porque él también sonríe. Tiene a nuestro hijo en sus brazos y me besa. No despega su mirada de mí, tampoco quiero que lo haga.
Su hermano, Devon, me abraza también, y le agradezco por siempre haber sido amable conmigo. Me asegura que lo seguirá siendo de ahora en adelante y le creo.
No estoy llorando, mi papá me ha enseñado a ser fuerte, al igual que mis hermanos. Hoy lo somos más que nunca. Mamá está orgullosa de nosotros, porque somos felices.
Abigail llega a mi lado abrazándome, y le devuelvo el abrazo como impulso. Nathan vuelve a rodearnos con sus brazos y poco después Chloe y Brad se nos unen. Sé que Brendon la ha hecho llorar de felicidad esta vez. Amigo del Haggart tenía que ser. Pero ahora yo también soy una Haggart y debo aceptarlo; van a molestarnos el resto de nuestras vidas. Esto apenas comienza.
La llevo con nosotros para nuestra primera foto matrimonial, la observo y sé que ya nadie podrá hacerle daño porque ha encontrado su lugar seguro junto a Brendon que la hace tan feliz como su hija.
Y la mejor parte, es que cuando giro mi cabeza, él está ahí, cortando conmigo un ridículo pastel. Me sigue mirando y vuelvo a sonreírle, todas mis sonrisas le pertenecen a él y a nuestros hijos.
Sé que quiero seguir viéndolo siempre.
La estoy mirando. Estoy mirando a la niña que empujé esa vez junto a Brendon y el otro chico. Sus mejillas están rojas y me sonríe. Sí, me está sonriendo. Sus mejillas ya no son tan regordetas pero siguen pareciendo malvaviscos. Me siguen gustando los malvaviscos. Abrazo a nuestro hijo al momento que la detallo. La amo.
Mi hermano, Devon, suele decirme que soy afortunado por tenerla, y sé que tiene razón cuando ella le agradece por siempre haber sido amable, él asegura su palabra y ella ríe. Sigo amando verla enojada, pero justo ahora no me hace falta. En este momento estoy amando verla feliz. No, no me arrepiento de haber sido un niño tonto que repitió un tercer grado de primaria sólo para estar con ella. Fue mi mejor decisión.
Veo a su amiga llegar, ella la abraza y luego sus otros tres amigos también lo hacen, incluso mi mejor amigo la abraza y sé que los cuatro estamos bien, porque estamos donde siempre debimos haber estado. Ella la guía hasta una mesa con enormes pasteles y la sigo, no quiero perder ninguno de sus pasos.
— ¡Eh, Dallon! —me llama Brendon, es momento de partir uno de los pasteles.
Aun así no despego mi vista de ella justo cuando ambos partimos éste y el flash de alguna cámara se activa, capturando el momento. Pero sé que es la hermosa sonrisa que me regala la estrella de todo aquello. Nuestra estrella, porque hace mucho dejamos de ser sólo nosotros dos.
Me doy cuenta de que sé muchas cosas.
Por eso sé que voy a mirarla siempre.
FIN
Terminado el 04/02/17 a las 2:03 pm.
[1] First Day of My Life - Bright Eyes.
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