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forty one, ¡doble sopresa!

Zoe

Dos años después.

Sus manitos, sus piesitos, sus ojos que son parcialmente opacados por sus largas y espesas pestañas de un color negro que combina a la perfección con los rizos sobre su cabeza. La manera en la que su risa abarca la habitación cuando Dallon ataca su torso con cosquillas, o cómo se ha vuelto mudamente apegado a él.

Mi hijo es perfecto. También es un perfecto terremoto para tener sólo dos años. Desde que comenzó a caminar, Dallon suele perseguirlo por todas partes cuidando que no caiga y se haga daño, mientras yo los veo desde una distancia considerada puesto a que él ha resultado ser peor que yo en cuanto a los cuidados de nuestro hijo.

Yo me preocupo, por supuesto que sí, pero ver a Dallon tan entusiasmado con el cuidado de Darren, estando pendiente de él incluso cuando ya yo lo estaba, es un sentimiento que más que nuevo, es abrumador. Abrumador, pero asombroso. ¿Se comprende? Puede que sí.

—Tener un hijo es como tatuarse el rostro. Es un compromiso muy especial. Y el que Dallon esté siendo parte de esto lo hace todavía más especial. Tienes una buena familia, Zoe.

Por mi cabeza todavía siguen rondando las palabras de Ginger dirigidas hacia mí la noche anterior. No hallaba palabras para agradecerle el haber completado a nuestra familia. No hallaba palabras para agradecerle el que estuviese haciendo a mi padre feliz. Siento que estoy agradecida por todo, pero que no encuentro las palabras exactas para dejar eso ir.

No sé expresar mi gratitud sin parecer exagerada, o sin parecerlo del todo. Simplemente no lo sé. Pero sé que de alguna manera ella lo comprende. Mi padre lo comprende. Somos una buena familia. Una muy buena y amplia familia, que con el tiempo sólo se va extendiendo poco a poco.

Ojeando las fotos tomadas la última navidad puedo percatarme de eso. El no poder sonreír se me hace imposible. Mis manos cosquilleando, haciendo a mis dedos juguear entre ellos y luego moverlos sin una razón de por medio. Sólo veo las fotos.

Muchas son viejas. Muchas son de cuando mamá aun vivía. De mi cumpleaños número seis, donde Daniel me carga mientras Keith besa mi mejilla y papá hace una mueca de sopresa mientras hace la pose de partir el pastel. Mamá no apareció porque alguien debía tomar la foto, claramente, y para ella era más importante el tenernos a nosotros cuatro dentro de cuadro que ella.

También hay vídeos, esos de cassettes. Debo sacarlo desde una de las muchas cajas guardadas, pero cuando lo consigo no me toma nada conectarlo a una de las televisiones. Los he visto antes, con mamá, pero fue hace mucho. Uno de los vídeos comienza con una navidad, no puedo saber cuál, pero no me sorprende vernos a todos. No me sorprende ver que Keith golpeara a Daniel por una razón desconocida, pero es reprendido por mamá luego. Tampoco me sorprende el que yo estuviese celosa porque a Keith le dieron una bicicleta y a mí una colección de películas.

No me sorprende ver a todos unidos y felices. Veo la vez que fuimos a ese campamento de verano, casi obligué a Abigail a que viniera conmigo, pero acabó en darse por vencida y acompañarme. Ese día, antes de partir de casa, papá me había pedido que tomara el puesto del lado derecho junto a la ventana, donde él podría verme y así despedirse de mí.

La vez que con Nathan casi destruimos un Walmart por un par de vídeos. Keith en uno de sus juegos de béisbol y yo subiendo a la espalda de mamá cuando tenía unos nueve años. Abigail estaba ahí, aun no conocíamos a Nathan. El cumpleaños número doce de Daniel y el pastel de plastilina, chocolate y harina para el cumpleaños de papá sin el consentimiento de mamá, los resultados claramente no fueron buenos.

Daniel corriendo por la playa, espantando palomas mientras yo lo perseguía. El cumpleaños de Abigail, el primero al que Nathan asistió. Mis hermanos trepando un árbol y cuando todos dormimos juntos porque yo tenía miedo por los truenos. Daniel palmeaba el rostro de Keith y él se enfadaba al punto de llorar, pero no lo hacía.

También el día en que partimos a nuestro viaje a San Francisco y metimos un montón de almohadas al auto, así no tendríamos problemas para dormir. Y por último, el retrato del último cumpleaños de mamá. Papá nos había hecho creer que estaba tomando una foto cuando en verdad estaba grabando y se reía de nosotros.

Al final lo convencimos e hicimos que saliera en la foto. Es la que hemos mandado a enmarcar y que ahora forma parte de la decoración en la sala de la casa. Sigue siendo la casa de mis padres.

— ¿Zoe? —llama Abigail a mis espaldas, me sobresalta. Limpio mis lágrimas con rapidez y sorbo por la nariz.

—Sí, sí, voy bajando. Deja acomodar esto y estoy allá.

Ella me da una sonrisa sin mostrar su dentadura y cierra la puerta de la habitación. Supongo que una de las cosas que más aprecio de Abigail es que no me cuestiona cuando sabe que no debe. Nathan tampoco lo hace, y sé que Brad y Chloe han estado aprendiendo de ello. Incluso Dallon lo ha hecho.

Guardo todo rápidamente dentro de la caja nuevamente y la dejo a un lado en mi habitación. No importa cuánto tiempo haya pasado desde que me mudé de aquí, siempre será mi habitación, siempre intacta, siempre mía.

Abigail me recibe con Nathan abajo. Dallon y Brendon me sonríen, pero ambos se quedan inmóviles en el sillón puesto a que se han quedado viendo televisión con Darren y Lia y ambos han caído rendidos encima de ellos. Estoy segura de que no quieren despertarlos.

— ¿Ya nos vamos? —pregunta un ansioso Nick saliendo de la cocina, seguido de un todavía encantador John. Los años sólo lo han rejuvenecido, o a mi parecer es así.

— ¡Nick, los niños duermen! —mascullo llegando a su lado. Él se encoje de hombros en una mueca de disculpa.

—Lo siento, ¿ya nos vamos? —pregunta ahora en un susurro—. ¿Papá no llamó? Creo que dijo que vendría por mí, pero la llamada se cortó.

—Sí viene, pero mejor anda con tu tío, tu papá viene más tarde. ¿Quieres ir con nosotros? —él parece analizar mi pregunta. Se encoge de un hombro.

—Dallon, ¿me puedo quedar? —murmura hacia Dallon, quien quita con rapidez su atención de la televisión.

—Claro, amigo —le asiente—. Ven, siéntate acá. Yo voy a llevar a Darren arriba —con mucho cuidado y habilidad consigue levantarse del sillón, aun cuando lo oigo soltar un quejido me río—. No te rías, pecas, de verdad pesa.

—Pero así lo amas, es tu Darren —procura besar mis labios cuando pasa mi lado. Dejo un beso en la frente de mi hijo que se remueve en sus brazos, pero sigue durmiendo plácidamente.

— ¿Mío? Nuestro —palmea mi trasero—. No lo olvides.

Después de guiñarme un ojo sube las escaleras. Río por lo bajo viendo cómo Brendon le dice a Nick que se siente con cuidado, para tampoco despertar a Lia. Nick no despega su vista de ella, más bien, se acerca para poder mirarla mejor, casi con una sonrisa en sus labios. Pero no lo hace, la esconde.

Brendon se ha dado cuenta de eso y me lo ha comentado muchas veces, por lo cual gira a verme mientras sube y baja sus cejas con una sonrisa burlona en su rostro. Él sería la clase de padre celoso que espanta al chico que gusta de su hija, es esa clase de padre que Brendon quiere ser, aun si no lo siente realmente. Se le hace divertido ver la cara de espanto de Nick cada vez que él intenta acercarse a Lia.

Ha hecho que Nick sea muy reservado hacia él, incluso si no lo es las veces que Dallon está alrededor. Es Dallon quien logra hacer el ambiente menos tenso para él, pero no creo que eso le quite las ganas a Brendon de querer molestarlo. Si no es Abigail quien lo reprende, es Dallon, pero de mi parte, porque por alguna razón a ambos le hace gracia el intimidar a Nick.

—También llevaré a Lili a dormir —se ríe despidiéndose con un beso en la mejilla—. Después bajaremos para seguir asustando al señor-futuro-yerno.

— ¿Cuándo van a dejarlo, Brendon? Vamos, sólo tiene siete.

—Entiende que es divertido —se excusa mirando de reojo a Nick en el sofá—. Además, podrá tener siete, pero no será para siempre, y si de algo puedo estar seguro es que no voy a dejar que se folle a mi hija, tenga la jodida edad que tenga.

Quiero golpearlo, pero Lia duerme entre sus brazos, así que sólo consigo palmear su hombro con fuerza. Mucha fuerza para hacer que se queje por lo bajo.

»Aguafiestas. Llamen si necesitan algo.

Y lo veo subir las escaleras, justo cuando Dallon va bajando. Le sonrío. Se va acercando a mí cuando escuchamos un carraspeo de nuestro lado y giramos. John está en el umbral de la puerta de la cocina con brazos cruzados y una mirada intensa para un par de diamantes verdes.

— ¿Cuál es la única regla aquí? —cuestiona. Dallon y yo sólo nos limitamos intercambiar miradas y posar nuestras manos lejos del otro.

—Nada de afecto bajo tu techo —suspiro. Mi padre da un mohín y se acerca hacia nosotros, deja un beso en mi frente, un apretón de mano a Dallon y sube las escaleras con la excusa de ir a checar que los niños sigan durmiendo.

—Veré un partido con Nick y Brendon, nos vemos más tarde —susurra para dejar un beso en mi mejilla, cuando va a salir corriendo lo tomo de su brazo.

—Y no intimiden a Nick, por favor. Sobre todo Brendon.

—Haré lo posible —risotea, ésta vez deja un beso en mis labios y se va a sentar junto a mi sobrino.

Salgo de la casa justo cuando sé que Abigail —quien sigue mi poca paciencia— está a punto de entrar de nuevo a la casa para decirme que ya nos vamos.

Subo al auto junto a ella y Nathan. Brad se ha quedado en casa junto a Chloe, Devon viajó hace un par de días a Nueva York y al parecer regresa hoy, ella lo ha convencido de quedarse pero Nathan tenía que venir con nosotras.

En una media hora estamos en el lugar que queremos y con cautela nos bajamos. Los tres mudos, sólo la brisa es posible ser oída de vez en cuando.

Cuando piensas en un cementerio imaginas un montón de lápidas siendo adornadas con tristes cruces y flores marchitas y todo simplemente en mal estado.

Pero cuando mamá falleció, papá decidió que era una mejor idea enterrarla en el bonito cementerio del centro. No habían lápidas, sólo grama que era bien cuidada y en donde crecían pequeñas y bonitas flores, más la placa que reza el nombre del difunto, fecha de nacimiento y fallecimiento y alguna frase de la biblia.

No nos tardamos en encontrar la tumba de mamá, su placa sólo posee una fina capa de polvo que me molesto en remover y Abigail deja en el florero puesto a un lado el ramo de girasoles que hemos comprado en la entrada. Mamá mostraba un gran aprecio por éstas, hubo un tiempo en el que nuestro jardín estuvo lleno de ellas y por lo tanto se convirtieron en mis favoritas.

Los tres caemos sobre el pasto con cuidado, primero de rodillas y luego de piernas cruzadas. Los cementerios son lugares calmados, reinados de silencio torrencial y brisa relajante. Mucho más si se trata de mamá estando ahí, deja de ser tétrico por un momento.

—Desearía que estuvieras aquí —murmuro—. Bueno, físicamente hablando. Sé que siempre estás con nosotros, y he obtenido más práctica hablando... aquí. Sé que probablemente has estado observando y cuidando a nuestros niños.

»Darren está bastante grande, ¿sabes? Sus ojos verdes se asimilan bastante a los de Dallon, eso me hace creer que genotípicamente forma parte de nosotros. Se hubiesen amado tanto que me hubiesen dejado fuera de cuadro —me río—. Lia es una completa princesa y a Nick parece gustarle, pero nos gusta ser callados. Sin embargo, Brendon suele fastidiarlo a veces, intentamos que no lo haga.

—Sí... —susurra Abigail—. Somos... buenos padres, Helena. Estarías orgullosa de nosotros.

—Y yo lo puedo aprobar, gratamente —acota Nathan, nos hace reír—. Y probablemente también has estado viendo que Bradley y yo estamos intentando adoptar un bebé. Pero estamos asustados, y cabreados. Al parecer es más complicado dar en adopción cuando se trata de una pareja homosexual. La gente es muy racista y egoísta, Helena. Quisiera poder decir que no te pierdes de nada, pero sé que sí lo haces.

—Ciertamente... —asiento—. Nathan sigue siendo el único casado, aún. Sólo por si te lo preguntabas de la última vez que vinimos. Nick quería venir, pero creo que no le gusta porque acaba llorando. Él sabe que tú lo cuidas, sigue siendo un niño listo.

—Estamos intentando formar nuestras familias a como dé lugar —sonríe Nath—, pero no es tan fácil cuando hay obstáculos que esquivar. Nos gustaría algo de ayuda. Me pregunto si puedes hablar con Dios...

—También queríamos agradecerte por cuidar de papá —muerdo mi labio—. Ginger es una buena persona, sus hijos son amigables y papá es bastante feliz.

—La boda es en una semana —dice Abigail—. Es una triple boda —ríe—, ¿siempre supiste que Zoe y yo nos queríamos casar al mismo tiempo, no? ¿Cuando nos emocionamos porque nos enteramos de que las bodas podían ser dobles o triples? Nos vamos a casar con nuestras más grandes pesadillas, mamá. En una semana.

Me es imposible no abrazarla. Siempre amé que se dirigiera a ella como "mamá". Estoy más que segura que ella también lo amaba.

Ella aceptó a Nathan tal cual es. Era la clase de mamá a la que le podías pedir consejos e iba a estar bien. Y a Nathan le funciono de maravilla. Helena fue la madre que Abigail siempre necesitó y la gran amiga mayor que Nath siempre deseo —además de su propia madre—.

—Te extrañamos. Y además creo que la familia está por extenderse —cuenta él—. Encontré una prueba de embarazo usada en el baño de la casa de John, creo que se trata de Layla, pero no puedo estar seguro. ¿Tú qué opinas, Zoe?

Alzo una ceja, pero mis nervios salen a flote. Ellos me conocen demasiado bien.

—Tu hija sigue siendo pésima en ocultar cosas —dice Abigail a la placa—, todavía.

—Estás embarazada —Nathan posa la vista en el mismo punto que Abigail, mientras que yo parezco estar mirando un partido de tenis. Mi cabeza va de un lado a otro, observando atónita—. Encontramos los resultados de tus exámenes cuando me pediste que buscara el remedio de Darren. Tienes casi cuatro meses.

— ¿Por qué no nos dijiste que estabas en tratamiento? —el ceño de mi amiga se frunce.

No puedo dar más pelea, ya me descubrieron. Había estado intentando ocultarlo de todos hasta que estuviese segura de esos resultados. Dewey me lo confirmó días después.

Demás está decir que me he tardado en comentar algo. Las camisas holgadas ayudan mucho.

—Yo sólo no encontraba una buena manera de hacérselos saber.

— ¡Zoe, eras estéril!

—Claramente lo era, fue el diagnóstico que se me entregó...

—Pero nada te impidió hacerte un tratamiento —interviene Nathan acabando la sentencia—. ¿Tus trompas de falopio mejoraron o algo? ¿Hubo otra manera?

—Yo... no lo sé —mis hombros bajan—. Cuando empecé con el tratamiento Dewey me dijo que las probabilidades no subían de un 25%, pero quise intentarlo de todas formas. Tengo a Darren, somos felices junto a él, lo saben. Pero no podía quedarme sin intentarlo.

— ¿Y ahora estás embarazada? —Abigail hace una pregunta. Estoy segura de que lo ha preguntado, pero aun así su tono de voz me hace dudarlo.

Sin embargo, siento mi estómago revolotear. Hasta ahora caigo realmente en cuenta de lo que está sucediendo. No me doy cuenta cuando comienzo a sollozar, ni cuando mi pecho se contrae repetidas veces.

Es cuando mis amigos me abrazan con sonrisas plasmadas en sus rostros que caigo en cuenta. No todo en la vida es imposible. Yo nunca perdí mis esperanzas, y estoy segura que Dallon aun posee algún ápice de ello.

Todo el camino de regreso a casa sonrío. Cuando llego casa, sonrío. Cuando abrazo a mi hijo, sonrío. Y cuando caigo dormida entre los brazos de Dal esa noche, también me encuentro sonriendo.

Estoy embarazada.

***

— ¡Ki, ki, ki, ki!

Los gritos de Darren me sobresaltan. Se ha subido a una de las sillas para poder mirar desde la ventana.

— ¡Darren! —prácticamente corro hasta él—. Hijo, vas a caerte.

— ¡Ki! —vuelve a gritar alzando sus brazos.

Keith está del otro lado de la ventana, fuera de mi oficina en la editorial. Alza sus brazos igual que Darren, pegando su mano libre del vidrio, en la otra tiene lo que parece un regalo, porque está envuelto. Mi hijo quiero salir volando de mis brazos para llegar a mi hermano.

Me acerco hasta la ventana riendo hasta que Darren posa sus manos sobre la de él y lo saluda. Le oigo articular un amortiguado "necesito hablar contigo" desde el otro lado y entonces hago que pase.

Lo primero que hace mi hijo es lanzarse en los brazos de mi hermano y él lo recibe gustoso. Darren comienza a jugar con su cabello, ahora rubio y los observo apoyándome de mi escritorio.

— ¿En dónde estabas? —pregunto—. Hace como dos días que no sé de ti.

Sus hombros se encogen, besando la cabeza de Dar. Soy curiosa y no puedo despegar mi vista de lo que tiene su mano. Él lo sabe, pero se hace el desentendido.

—Cameron llegó de Canadá ayer. Ha estado bastante cariñoso y yo no puedo quejarme, tengo que aprovecharlo. No sé cómo mierda he hecho que se quede por tanto tiempo conmigo, pero lo he hecho y estoy orgulloso.

Deja a Darren en suelo y lo veo correr hasta la silla de mi escritorio. Procuro que no se caiga y lo veo tomar un lápiz y papel, el resto corre por su cuenta.

—No discutiré sobre eso —mis manos se alzan, gesto que imita—. ¿Para qué necesitas hablar conmigo?

Una sonrisa se escabulle por su rostro.

—Te tengo una sorpresa.

—Haremos de cuenta que no he visto lo que tienes en la mano. ¿De qué se trata?

—Bueno —alarga la "e", encaminándose hacia Darren. El objeto sigue en su mano—. Digamos que estuve hablando con Mike los últimos dos meses, ¿sabes que tenía que corregir otros dos libros, no? —asiento—. Pues..., retrase algo mi tarea. Soy un corrector bueno, según Mike.

—Lo eres, pero sigo sin comprender tu punto, ¿quieres decir que dejaste tu trabajo de corregir los otros dos, por corregir otro más?

—Lo hice —asiente. Tengo muchas preguntas, la intriga me llama.

Desde que Keith se graduó en escritura creativa y consiguió que Devon hablara con Mike para conseguirle un puesto en la editorial, mi hermano se ha encargado de ser el mejor en su trabajo.

Su trabajo es corregir novelas o historias pertenecientes a principiantes e intentar hacer que no sea tan desastroso. Hasta ahora le ha ido mejor de lo que todos llegamos a imaginar. Puedo creer que fue Cameron quien lo incentivó.

»Sucede que mi querida hermanita es una escritora innovadora y envió su novela a corregir hace unos meses. Claramente, debía pasar por buenas manos antes.

Me paralizo.

— ¡¿Tú corregiste mi novela?! —grito con la emoción desbordándome, y creo que hace sobresaltar a Darren, porque comienza a reír luego.

— ¡Sorpresa! —me tiende el objeto en sus manos. Enseguida lo tomo y con mera desesperación desgarro el papel de regalo con motivo de copos de nieve y debo tapar mi boca para no gritar de nuevo.

Pero nada me evita dar saltos y abrazar a mi hermano con furor.

—No me costó casi nada corregirlo, más bien, fue la mejor corrección que he hecho. Fue rápido porque no tenía muchas cosas qué corregir, todo era precisamente asombroso. Tienes talento, Jane.

Vuelvo a abrazarlo con los gritos de mi hijo en el fondo. Camino hacia él, sentándome en mi silla y luego sentándolo a él sobre mis piernas. Poso el libro frente a él. Dar pega un agudo grito tomando el libro entre sus manos.

— ¿Quién es ese, Dar? —apunto a la imagen en la portada posando mi barbilla encima de su hombro.

— ¡Papá! —grita nuevamente, y así otras cuatro veces. Hace a Keith reír y a mí casi derretirme. Amo a mi hijo.

Está consciente de la imagen de Dallon en la portada, con el título en la parte superior que reza "Su mirada" en blanco, junto a mi nombre justo debajo.
El libro es de un tono verde agua, casi turquesa, uno claro.

Muerdo mi labio. Recuerdo esa sesión de fotos. Terminó de una gran, gran manera.

—Relataste de manera increíble tu historia con Dallon. Pero no estoy seguro de si estuve muy contento leyendo las partes explícitas, sin embargo, fue interesante. Y tengo una pregunta.

—Lánzala.

— ¿No te incomoda que todos vean a tu futuro esposo como alguna carnada? No quiero decir malas palabras con Darren aquí, pero sabes a qué me refiero.

—Dallon siempre ha tenido aires de modelo. No creo que deba sentirme atacada por eso, aquí no es más que un personaje literario. Además, es mío. Sólo mío. Ama mirarme a mí, a nadie más.

—Pues más le vale —hace a su puño colisionar con su palma en un gesto rudo y río—. Venía a entregarte esto y me iba, voy a la casa de papá, si quieres me llevo al futuro rompe cuevas y lo buscas cuando salgas.

—Mierda, que a mi hijo le falta siglos para que sea un "rompe cuevas", Keith —me inclino para golpearlo, se carcajea—. Y sí, por favor.

—Vale —lo toma en brazos—. Dile adiós a mami, Sol.

Mi hijo hace un puchero cuando me inclino para dejarle un beso en la cabeza pero no rechista, se apega al cuello de Keith. He notado que es un niño calmado y comprensivo, lo cual me da un alivio enorme.

Y me hace gracia su apodo hacia él. Darren es el Sol y Lia la Luna. No sé de dónde mi hermano ha sacado eso, pero no me quejo, es bonito.

»Nos vemos, Zo —besa mi mejilla—. Y quiero ser el primero en felicitarte, estoy orgulloso de ti. Estará en librerías cuando menos te lo esperes.

Y con un guiño y mi hijo en brazos sale de la oficina, dejándome con una sonrisa de extremo a extremo tatuada en el rostro. Me siento en mi silla con mi libro en manos. Mi libro. Mi obra. Mío.

Abro la primera página.

"Para Dallon, Darren y Denver. Los amo."

Sonrío. Será una niña. Mi panza no se nota mucho para tener cuatro meses, pero ocultarlo de todos me costará un poco dentro de nada. A penas Dewey me lo confirmó, corrí a cambiar la dedicatoria. Será una niña. Y quiero que se llame Denver.

Recuerdo alguna vez haberle dicho a Dallon que escribiría sobre él, así que aquí está. No puedo esperar a que lo vea, a que lo lea.

Después de todo lo hice por y para él. Por y para nosotros.

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