fifteen, el dibujo de Nick.
Zoe
Siento que esa caja se está burlando de mí. A medida que voy metiendo mis pertenencias en ella, la muy hija de puta se va burlando de mí.
Todos se están burlando de mí. Ha sido un día de mierda, un completo día de mierda.
—Regresarás.
Las palabras de Devon suenan tan vacías que me limito a ni siquiera escucharlo. Sorbo por la nariz, tampoco lo miro. Pero sus manos alejan la caja de mi alcance, dejándola a un lado del escritorio. Ahora lo observo con desgano y cierto cansancio.
He sido despedida por algo de lo que ni siquiera sé bien por qué sucedió. No estoy siquiera segura de qué fue lo que realmente sucedió. Pero me ha dejado devastada y me ha arrebatado de las manos el esfuerzo de los últimos dos años.
—Regresarás. Deja todo aquí. No te irás.
— ¡Eso yo no lo sé, Devon! —chillo exasperada, ya es bastante tarde como para seguir en la editorial—. Tu padre me despidió, ¡y yo ni siquiera estoy segura de por qué lo hizo!
—Tuvo una discusión con Dallon que sabes cómo terminó —suspira. También parece cansado—. Pero necesito que comprendas que nada de esto es tu culpa, que papá tiene simplemente una estúpida idea metida en la cabeza y que no dejarás lo único que te está ayudando para graduarte. Ni loco dejo que te vayas por esa puerta creyendo que es tu culpa.
—Sin esto no podré graduarme, Devon —mi voz sale amortiguada por mi mano, mientras lágrimas se escurren por mis mejillas.
—Sí te vas a poder graduar —masculla sacudiendo levemente mi hombro—. Yo también formo parte de esto, ten por seguro que de aquí no te irás. Sé es que es difícil encontrar lugares para hacer lo que necesitas de tu carrera y aquí lo hay fácilmente.
No deja de repetir el que no me iré por un instante más y luego calla, pero me da algo de esperanza y se lo agradezco.
—Estoy tan molesta con Dallon —carraspeo por lo bajo. Él suspira con pesadez.
—Wesley se lo merecía, Zoe —asiente apoyándose del escritorio—. ¿Quién crees que le dio el derecho de meterle tal idea a mi padre en la cabeza? ¿O provocar que te despidan? Aunque ya esas van por parte de mi papá, él influenció bastante. Dallon ha estado teniendo una semana de mierda desde el día de la fiesta y lo único que le quedaba eras tú.
—Está en la cárcel ahora mismo, Devon —le recuerdo. Pero él niega.
—No, pagué la fianza. Sin el consentimiento de mi papá, obviamente —confiesa alzando sus cejas—. Se está quedando en un apartamento que ambos tenemos aparte en el centro, uno del que nuestros padres no saben. Le advertí que no se acercara a ti hasta que todo estuviese un poco más en calma. Estoy consciente de que lo que él hizo tampoco fue muy inteligente, también quedó degollado.
Jadeo llevando mis manos a mi cabeza, termino en un mar sollozos. No ha sido el día nada más, ha sido toda la jodida semana. Abigail se ha resistido a tratarme, ya no la soporto más. Nathan intenta tranquilizarme, pero justo cuando menos lo necesitaba, tuvo una pelea con Brad que al parecer no terminó para nada bien, y ahora ha ocurrido este incidente con Dallon del cual no estoy lo suficientemente informada.
Sollozo teniendo a Devon con su mano posada en mi hombro por un rato hasta que consigo calmarme. Se va y regresa con un vaso de agua.
—Me he asegurado que Wesley pase aunque sea los próximos dos días metido ahí también. Quise que lo mantuviesen retenido por más tiempo pero no me fue posible —da otro largo suspiro—. Sé que esto no es lo único que ha hecho, pero no tengo pruebas.
— ¿A qué te refieres? —pregunto, ya poniéndome nerviosa.
Mi corazón late con fuerza para cuando su mano toma mi brazo, subiendo el holgado suéter hasta un poco encima de mi codo, revelando las marcas moradas que habitan en donde acaba mi antebrazo. Los hematomas siguen ahí, dibujando mi piel pálida con aborrecimiento.
Tiro de mi brazo bajando el suéter con suma rapidez. No llego a mirarlo a la cara, sé exactamente qué es lo que está pensado, pues he sido otra víctima del maltrato y me he quedado callada. Su lástima es tan palpable como mi vergüenza.
— ¿Por qué lo ocultaste, Zoe? —su pregunta resuena en las paredes del lugar, estamos en la soledad de la editorial, a las nueve de la noche y nadie a excepción de la guardia y nosotros rodea el lugar—. ¿Sí sabes que es así como todo empieza, no?
—Ya sé, ya sé —aproximo a decir enseguida—. Pero todo fue tan inesperado, Dev.
— ¿Qué fue lo que pasó en realidad? Una puerta no hace tal cosa, no te creí desde un principio. Dime.
Respiro hondo. He intentado ocultar esa marca desde el momento en que sucedió, podía hacer un calor infernal, pero no encuentro otra manera de esconderlo además de utilizar ese enorme suéter. Ahora más que nunca no quiero saber nada sobre Wesley. Estuvo llamando repetitivas veces y mandado innumerables mensajes. Me pregunto qué fue lo que le pasó al tierno chico que enviaba rosas y me invitaba a almuerzos.
No quiero creer que lo destruí. Yo sólo tomé la mejor decisión para mí, fue él quien comenzó a comportarse como un jodido psicópata de un momento a otro. Fue un par de veces a buscarme al apartamento, y tengo la grandísima suerte de que Nathan sea un costal de músculos, de lo contrario hubiese llamado a la policía —si es que conseguía la manera— para que se lo llevaran de ahí.
No sé cuánto estuvo Dallon metido en ese lugar, pero ahora Devon decía que lo había sacado y no sólo eso, sino que también se aseguró de que arrestaran a Wesley. ¿Cómo lo hizo? Deberá tener algún poder sobre algún alguacil, porque apenas y sé sobre esto.
Entonces de la nada, como han estado sucediendo las cosas últimamente, soy llamada a mitad de semana por Mike, mi jodido jefe intimidante y padre del chico imbécil del que me he visto pillada, para informarme que he sido despedida y que tenía tres días hábiles para retirar todas mis pertenencias de mi puesto, como si estuviese debiendo tres malditos meses de renta.
Estar devastada es tan poco. No recibí llamadas ni mensajes de Dallon, pero al menos todo ahora toma algo de sentido por el hecho de que Devon le advirtió sobre acercarse a mí hasta que la situación se tranquilizara. No quiero ni imaginar tal discusión.
Abigail está junto a Liz, Nathan está peleado con Brad, creo que perdí mi trabajo —lo que inmediatamente conduce al no poder graduarme— y mi vida tanto amorosa como laboral está tan jodida que sólo quiero lanzarme a llorar.
Mis hermanos no lo saben, papá mucho menos, y no recuerdo el haberles ocultado tanto en mucho tiempo. Siempre solían ser los primeros en saber junto a mamá, pero nunca me había sucedido tantas cosas en poco tiempo, todo pasó como un rayo de luz que apenas pude ver.
Todo se fue a la mierda en una semana. Y no creo poder soportarlo más.
—Quise hacerle saber que no quería nada además de una amistad con él —sorbo por mi nariz—. Obviamente él no lo tomó para nada bien, y juró que me tendría sin importarle el que estuviese intentando algo con Dallon.
Mi mandíbula tiembla. Me siento tan débil e idiota. Tonta. Mamá estaría decepcionada de mí. Eso es lo que más jode.
— ¿Está bien si vamos a la policía luego para darles esa información? Wesley puede llegar a ser peligroso, Zoe. Una orden de restricción será lo menos que puedes conseguir para poder vivir en paz, cortar todo de raíz siempre es mejor.
—No lo sé, Devon —restriego mi rostro con las manos—, no lo sé. Lo pensaré, lo prometo. Pero ahora quiero concentrarme en esto.
—No te irás —repite nuevamente, y quiero creerle, realmente quiero. Pero con las esperanzas prácticamente por el suelo, ¿qué mierda es lo que se puede esperar? —. Me aseguraré de hablarlo con mi papá. Es basura, y fue un acto poco maduro de él. Espero que aceptes mis disculpas de su parte. Quiero que estés aquí el lunes, sin excepción. Yo te cubriré en cualquier caso, ¿entendido?
—Entendido —contesto después de un minuto de meditarlo. Suspiro—. Te lo agradezco, en serio.
—No hay de qué —sonríe—. Sobre Dallon...
— ¿Puedes darme la dirección de donde está ahora? —me apresuro a preguntar. No tarda en hacer una mueca.
—Zoe...
—Por favor, Dev. Sé que esto puede estar en completo descontrol, pero quiero creer que en algún momento todo verdaderamente se arreglará y podamos seguir adelante. No quiero vivir de esta manera, no quiero ser tan inmadura como para evitarlo después de esto. Iré en cualquier momento.
Él duda. Aun desde mi puesto creo suplicarle. Observo sus ojos, puedo ver a Dallon en ellos, están opacos y no tienen brillo, está notablemente cansado y las bolsas oscuras bajo sus ojos delatan noches de insomnio que claramente puedo comprender. Qué vida tan jodida en la que estamos.
—Eres una gran persona, Zoe —frunce sus labios en una mueca, entregándome un papel—. Ten cuidado. Con lo que sea. Piénsalo bastante bien, Dallon podrá ser mi hermano pero con toda esta situación, fue un giro inesperado del que espero todo se pueda solucionar sin problema alguno. Ten paciencia, y te deseo suerte.
Le agradezco al tomar el papel y luego dice que me vaya a casa. Pensándolo dos veces le hago caso, dejando la caja a un lado bajo el escritorio, después de todo no dejaría que me la llevara.
Cuando estoy en mi auto recibo una llamada de Daniel avisándome que dejará a Nick en el apartamento porque Layla y él han tenido otra de esas confrontaciones de las suelen durar unos cuantos días —más por parte de ella— de las cuáles detesta que Nick sea espectador.
Siempre he detestado a esa mujer, no comprendo como mi hermano pudo caer por alguien así, mucho menos cómo pudieron haber concebido a una persona tan linda, ingenua e inteligente como mi Nicholas.
No me niego, cuidar a mi sobrino me hace ilusión sabiendo que estoy destrozada.
Abigail no está en casa como lo imaginé y escucho la corriente de agua caer desde el baño de la habitación de Nathan así que supongo que toma su típica ducha nocturna. Para cuando mi hermano deja a Nick apresuradamente en casa, Nathan ya ha salido y observamos a Nick jugar entretenidamente con un par de sus juguetes en el suelo de la pequeña sala junto a su pijama de Toy Story.
— ¿Te fue bien hoy? —pregunta, pero se escucha cabizbajo. Está tan devastado como yo, por lo que estamos otro rato en silencio con nuestras vistas puestas en el niño para cuando decido responderle.
—Devon me aseguró que me quedaría —suspiro—, si su padre intenta querer hacer lo contrario, él va a intervenir por mí. Sacó a Dallon de la cárcel y se aseguró también de que encerraran a Wesley por un par de días más.
El nudo vuelve a mi garganta. Para completar estoy en mis días, no es como si tuviese mucha ayuda emocional tampoco, por lo que enseguida estoy regresando al mar de llanto silencioso.
— ¿Wesley hizo lo de tu brazo, verdad? —cuestiona, mi ceño se frunce—. Eres mi mejor amiga, Zoey, no creas que puedas ocultarme ese tipo de cosas. Estoy despechado, no ciego.
Bufo, el muy jodido tiene toda la razón. Y yo sigo siendo una jodida tonta.
— ¿Qué hay de Brad?
Él suspira. Su mandíbula se marca todavía más, tanto que puedo jurar que se lanzará a llorar nuevamente como lo ha estado haciendo la mitad de la semana, pero no lo hace, traga sus lágrimas y suspira. Una línea se forma entre sus labios rosados, y niega de brazos cruzados.
—Tuvo sexo con alguien más, Zoe —dice en tono quedo—, pasará un buen tiempo hasta que decidamos volver a tener algo.
—Estaba ebrio, Nath. Son cosas que pasan —digo por lo bajo, pero él vuelve a negar—. No le has dado ni el tiempo de explicarse.
— ¿Para qué? ¿Para oírlo decir la misma mierda que el resto? —ironiza una risa. De esas que salen con puro dolor—. Por supuesto que no, Zoe.
—Estoy decepcionada —sacudo mi cabeza—, no comprendo cómo es que pudo...
Pero no me deja terminar, comienza a sollozar y con su mano acalla éstos. Sus lágrimas caen como cascadas desde sus ojos y enseguida se enrosca a mi cintura, ahora acallando sus sollozos con mi hombro. Luego de unos segundos, lo estoy guiando hacia su habitación, y estoy con él hasta que se tranquiliza, confiando en el que Nick sigue lo suficientemente entretenido para tomar algo de esto en cuenta.
—Te quiero mucho —me dice antes de cerrar sus ojos, e hipa entre suspiros. Y es cuando se queda completamente dormido que me rompo yo, porque por primera vez en muchísimo tiempo, estamos pasando por algo como esto.
Me recuerda tanto a la secundaria. Y agradezco el que él no estuvo con nosotras ese entonces. Aun así siempre fue mi vecino y una de mis personas favoritas en el mundo. Verlo roto es verme rota también, y por más que intente ser fuerte, ese es su papel, no el mío.
Limpio mi cara antes de darle un beso en su cabeza y salir de ahí. Nick está sentado en el mueble frente al televisor, pero está apagado y entre sus manos tiene un papel. Tiene un pequeño puchero en su rostro y sus pequeños dedos juguetean con la punta del papel doblado, mirándolo todo ese rato.
Siento curiosidad, pero decido no molestarlo con ello, no sé cuál es el contenido de ese papel, así que es mejor llevarlo con un poco de calma para que no se sienta invadido por ello. Nick es bastante inteligente, demasiado para seguir en el kínder. Sabe leer mejor que muchos niños de cuatro años y es consciente de las cosas, es calladamente astuto. Es como un pequeño genio.
Pero es algo tímido en ocasiones, sólo es abierto hacia sus padres y algunas veces a mi papá y a Keith. Entre Abigail y yo siempre queremos asegurarnos de podemos sacar esa parte de él, pero siendo precisas. A eso viene el no querer molestarlo sobre el papel entre sus manos.
— ¿Quieres algo de comer? —le digo llegando a su lado. Su mirada sube hacia mí y asiente, pronunciando un "sí" bajito.
Lo tomo en brazos, para luego dejarlo en una de las sillas altas de la barra y comienzo a deslizarme por la cocina para hacerle ese sándwich que me comentó es su favorito, y cuando lo tengo listo me giro dejando el plato frente a él, pero él todavía tiene su vista fija en el papel.
Tomando otra de las sillas y encendiendo la luz del extractor de humo, me siento en frente de él. Le da un par de mordiscos lentos mientras me limito a observarlo. Este niño ha traído gran luz a nuestras vidas. Es cierto cuando dicen que los sobrinos son como hijos, pero que estos sí puedes regresarlos.
Me regresa el plato cuando termina, y me vuelvo a deslizar por la cocina limpiando todo. No deja de ver ese papel, y ya la curiosidad me carcome.
— ¿Por qué llorabas? —se adelanta a preguntar. Su voz sale aguda, como cualquier voz de un niño de cuatro años. No puedo verlo pero puedo asegurar que balancea sus pies porque es lo que le gusta hacer, me mira con sus profundos ojos igual de cafés a los de Daniel y me quedo callada, pensando en qué decir.
—No he tenido un buen día, amor —opto por serle honesta. Él hace una mueca—. ¿Te duchaste antes de venir? —asiente—. ¿Quieres dormir ya? —esta vez niega. Y ese papel vuelve a sus manos.
Lo mira con nostalgia, puedo sentirlo, pestañea lentamente y puedo ver que algo está mal. Pero está así desde que Daniel lo dejó aquí y él suele ser un niño alegre, desde siempre. Puedo incluso contar la cantidad de veces que llegué a encontrarlo así, cabizbajo.
— ¿Nick? —musito, él hace un sonido con su garganta—. ¿Te sientes bien, cariño?
No contesta, sigue balanceando sus pies. Él puchero desaparece pero prolonga el mirar al papel.
—Papi le gritó a mami —dice después de un gran silencio—. Yo estaba en mi cuarto y lo escuché. Se estaban gritando.
Mis labios se entreabren con sorpresa. Su actitud ahora tiene una explicación, pero no tengo nada para decirle. Él nunca se vio afectado por el comportamiento de sus padres, pero ahora lo ha hecho y no creo que sea conveniente decirle cualquier cosa. Saldrá afectado él también, así que me lo pienso bastante antes de abrir mi boca.
—No te sientas culpable por eso, pequeñín —tomo sus pequeñas manitos, incluso aun con el papel de por medio—. Papi y mami tienen problemas, pero ellos no son los únicos. Todo va a estar bien.
Rodeo la barra para abrazarlo, él lo regresa cerrando sus ojos. Él puchero vuelve a hacer presente pero ninguna lágrima sale.
— ¿Quieres que hablemos sobre esto? —susurro, y asiente levemente. Siempre me ha sorprendido lo inteligente que puede llegar a ser—. Vamos para el cuarto.
Lo dejo en el suelo y nos encaminamos hacia mi habitación, con agilidad se sube a mi cama, ignorando el vacío que deja la cama de Abigail ahí. Toma una almohada posándola en su regazo y prosigo a hacer lo mismo.
— ¿Dónde está Abi?
—Está con su hermana —suspiro—. ¿Recuerdas a Liz? —él vuelve a asentir. No ha soltado el papel en ningún momento—. Y bien, ¿puedes recordar algo de lo que escuchaste?
—Uhm... —duda haciendo muecas—, no. Sólo escuché ruidos fuertes. Después mi papi vino a buscarme. Pero mami le gritó, yo estaba en el carro. Y ella estaba llorando, como tú. Papi no me quería responder por qué mami estaba llorando, no le dije más nada después. Estaba respirando muy fuerte. Me dio miedo.
Su voz sale incluso más aguda de lo que naturalmente es, y no me mira es todo ese rato.
—Nick, ¿si te digo algo lo recordarás? —cuestiono con sutileza, haciendo claras mis palabras—. Ven acuéstate.
Lo guío hasta estar cubiertos hasta nuestros cuellos con la cobija y apoya su cabecita de mi hombro, sujetando con sólo una de sus manos el papel. Las pequeñas luces amarillas que adornan como cascada la parte superior de las paredes son las que alumbran tenuemente la habitación.
Se le hace incómodo el estar acostando, por lo que decide sentarse frente a mí, yo estando aun acostada. Esta vez me mira.
—Los adultos tienen muchos problemas, ¿sabes? Problemas de lo que no tendrás que preocuparte por un largo, largo, largo tiempo —murmuro bajito.
— ¿Por qué?
—Porque eso sólo lo hacen las personas grandes.
—No entiendo.
—No tienes que hacerlo —ladeo mi cabeza—. Es difícil de entender, yo tampoco lo entiendo.
— ¿Mami y papi van a estar juntos? —su ceño se frunce. Es una de las frases más largas que ha formulado en un rato.
Muerdo mis labios pensando. De la nada una lucecita en mi cabeza hueca se enciende. Salto de mi puesto, quedándome sentada frente a él. Mira todos mis movimientos hasta que quedo sentada como india.
— ¿Sabes algo? —vuelvo a tomar su manitos entre las mías, sus ojos brillan bajo la poca luz del lugar—. A veces si cierras tus ojos y pides un deseo con mucha, mucha fuerza, puede que se haga realidad.
Sus labios se abren en una perfecta "o", inflando su pequeño pecho y expandiendo sus ojos.
— ¿En serio?
Asiento repetidas veces.
—Sí. Cuenta la leyenda que si pones todas sus esperanzas en algo que de verdad quieres, y lo deseas con bastante fuerza, Dios te lo cumplirá. Como con Santa, si eres un buen niño, te traerá regalos. Pero esto es algo más diferente. ¿Lo entiendes?
Frunce su ceño nuevamente, quedándose en silencio por lo que calculo un minuto. Termina por asentir repetidamente.
— ¿Uno solo?
—Uhm... No, pueden ser varios. Pero debes desearlo con todas tus ganas, que no se escape ni un rayo de fe o esperanza —le sonrío, sus dientes diminutos se forman en una delgada línea desde sus labios y sus ojitos brillan. En serio brillan.
— ¿Podemos intentarlo?
—Por supuesto que sí —me acomodo en mi puesto, le extiendo mis manos otra vez. Él deja el papel a un lado—. Ven, cierra los ojos. Y con mucha fuerza pide los deseos que quieras, respira hondo, con calma. No te desesperes.
Con mis ojos entreabiertos puedo observarlo hacer lo que le dicho. Sus manitas hacen presión con las mías, sujetándolas con fuerza. Sus párpados tiemblan y hace un intento por regularizar su respiración.
No sé cuánto tiempo pasa, pero decido esperar hasta que él decida abrir sus ojos. Cuando lo hace me sonríe y me da un abrazo, volviendo a recostar su cabeza contra mi hombro.
— ¿Ya tienes sueño? —pregunto. Él vuelve a asentir.
— ¿Te digo qué pedí?
—No lo creo, nariz de esqueleto —río pellizcando su nariz, dejando una risa escabullirse de su parte—. Si lo dices entonces no se cumplirá.
Lo único que hace es volver a asentir varias veces y apago las luces, envolviéndolo en mis brazos. Beso su cabeza, se está tranquilo por un gran rato.
Debo hacerle creer que la vida no es tan mierda, no ahora. Sé que en algún momento él lo comprenderá, pero no ahora. Quizás hablaré con Daniel, para pasarlo al primer grado ya que no está haciendo nada en el kínder, pero quizás no deba ser así, sólo para dejarlo pasar por sus etapas según su edad. No es mi asunto.
Respiro en calma sabiendo que está bien, y que he logrado que el tema de sus padres se desvanezca un poco de su cabeza. Pero sé que será algo que lo hará crecer. No estoy segura de que Layla y Daniel vuelvan a estar juntos, si hoy se gritan bien mañana pueden aparecerse con un divorcio y la custodia compartida.
Conozco a Daniel, jamás alejaría a Nick de su madre, él sabe cómo se siente eso. Pero no sé de qué es capaz Layla, y eso es lo que más me asusta ahora mismo.
No me había fijado en el que el papel volvió a su mano, ahora arrugándolo ya que lo toma con una sola, como si tuviese miedo de que se le pierda o se le caiga.
— ¿Nick? —su cabecita enseguida se gira a mí—. ¿Qué es ese papel?
—Un dibujo —hace su esfuerzo por desdoblar el papel, dejándome ver un gran de dibujo de líneas que simulan formar personas. Reconozco un par, hasta que él comienza a nombrar—. Este es papi, y esta es mami. Este soy yo, y Chester.
Señala a un perrito en una esquina. Mis ojos se cristalizan a medida que va apuntando, sólo consigo reír, por lo que él me sonríe de igual forma.
—Este es el tío Keith y el abuelo John, el abuelo Grant, la abuela Eliza y la abuela Helena —pronuncia lo nombres con dificultad, pero sonríe—, esta eres tú, Nathan, Abi y su hijo.
Mi vista se queda fija en el papel, con lágrimas amenazantes. Está toda la familia ahí, todos lo que él recuerda o alguna vez vio. De la mano de lo que parece ser Abigail, va un pequeño niño al extremo de la hoja.
— ¿Cómo sabes quienes son todos ellos, Nick?
—Bueno... Papi me enseño una foto de abuela Helena, y dijo que Abi va a ser una mami, como mi mami, pero será ella. Iba a dibujar a tu novio pero no sé cómo es. Papi dijo que tenía ojos color azul y pelo color amarillo. No tengo esos colores.
Suena triste, pronto tiene su semblante serio otra vez y mueve sus labios fruncidos de un lado a otro.
— ¿Mi novio? —pregunto, asiente—. ¿Dallon?
—Creo —baja sus hombros, pero comienza a asentir con una sonrisa—. ¡Sí! Ese es su nombre. ¿Es tu novio?
—Yo... no lo sé. ¿Te gustaría que lo fuese?
Y vuelve a mover su cabeza de arriba hacia abajo. Ahora vuelve a tener su vista en el papel.
— ¿Cómo sabes que será un niño? Aun está en la pancita de Abi.
—No sé —sus hombros se escogen.
— ¿Te gustaría tener un nuevo amigo?
—Sí...
— ¿Y si es una niña? ¿Será tu mejor amiga, la cuidarás?
—Sí —dice entre risitas.
—Vamos a dormir —le sonrío, regresándolo a nuestra posición previa. Sus parpados comienzan a pesarle y ha sido un largo día. Doy un largo suspiro—. Te quiero mucho, pequeño terremoto. Muchísimo.
—Te quiero, tía Zoey —susurra, acurrucándose a mi lado. De repente vuelve a alzar su mirada a mí—. ¿Tía Zoey? —abro mis ojos—. ¿Todo va a estar bien?
Me quedo en silencio. Quiero decirle que sí, ¿pero y si no?
No puedo mentirle. ¿Pero entonces dónde quedan las esperanzas? Estoy llena de todo ello. Sus ojos brillan, no creo tener la valentía suficiente como para arrebatarle lo poco que posee. Sé que todo va a estar bien, tarde o temprano será así.
—Todo va a estar bien.
— ¿Lo prometes?
Vuelvo a mirarlo. Es la primera vez que consigo tener un momento así con él, sólo espero que sea el primero de muchos, porque este niño puede que sea una de las mejores cosas que me ha pasado. Sabe sobre Dallon, de no haber sido porque no contaba con los creyones necesarios, lo hubiese puesto en ese dibujo.
Son este tipo de cosas que logran motivarme. Mi madre se fue, pero envió un angelito, ese que ahora pone en mí sus esperanzas de que todo vaya a estar bien cuando yo no tengo ni la menor idea.
Pero entonces me doy cuenta de que haría hasta lo imposible por él. Lo haré feliz si por mí depende, pondré más luz en sus ojos y estaré siempre ahí, para él. Siempre que lo necesite, nunca le voy a fallar. Y eso es algo que sí puedo asegurar.
Con un beso en su frente lo vuelvo a recostar en mi hombro, él rodea mi torso con su bracito y entonces sé que todo va a estar bien.
—Lo prometo.
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Brad en multimedia.
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