Epílogo
12 años después.
Sus dedos trazan las páginas desgastadas por el tiempo. Están casi arrugadas, no del todo. Ha sido un libro que ha cuidado como su vida. Está tan cerca de llegar al final... de nuevo. Pero el sentimiento era igual que el de la primera vez que lo leyó, a escondidas.
Desde que descubrió el libro entre las cosas de sus padres, le llamó la atención por un par de cosas: primero, sabía que era su papá el que estaba en la portada de éste, segundo, decía el nombre de su mamá justo debajo del título en color blanco. Entre otras cosas que variaron después de un momento, como el grosor del libro, la fecha, el estado físico, y el "basado en hechos reales" en la parte inferior.
Nadie había notado la ausencia de aquel viejo libro desde entonces. O posiblemente su padre sí, pero siempre estaba lo suficientemente ocupado con su bufete de abogados como para andar pendiente de qué está o qué había estado, o qué falta entre sus cosas que, sin excepción, siempre veía igual. Sin importancia.
Sabía del trabajo de su madre; el mismo que el de su tío. Ambos eran escritores, pero Keith nunca llegó tan lejos como lo había hecho Zoe, no porque no fuese bueno, sino porque no era de su tipo. Prefería escribir algo para sus personas más cercanas que a que millones de personas echaran un vistazo a su trabajo. Claramente, Zoe es lo contrario.
Había leído todos los libros que su madre había escrito, había asistido a cada inauguración, a varias firmas de autógrafos, a varios clubes de lectura a los que su madre iba de anfitriona o simplemente había pedido a la misma que le leyese algo suyo.
Pero todo había empezado cuando tenía unos 10 años y desde entonces se había vuelto amante de los libros, siempre rescatando los buenos que su madre solía recomendarle, era algo que absorbía toda su atención y no podía culpar a nadie sobre ello, ni siquiera a Zoe. Sin embargo, hasta hace un poco menos de un año y algunos meses, había descubierto ese viejo libro.
No había investigado, por más que lo hubiese podido hacer, no quería hacerlo. Quería indagar en ello. La historia no fue fácil de calar al principio, descubrió muchas cosas y asimiló muchas otras que hacían que leyera éste una y otra y otra vez. Se sentía como Charlie, en este libro que su mamá le había dado a leer hace como tres meses, también era viejo; "Las Ventajas de Ser Invisible" por Stephen Chbosky.
Charlie acababa un libro y enseguida comenzaba a leerlo nuevamente. Algo así sentía que hacía con "Su mirada".
Pronto descubrió que esa era la historia de sus padres. Todo narrado a la perfección de principio a fin, todo con cautela, gracia y precisión. Algunas escenas explicitas que quiso saltarse, pero al momento de querer hacerlo, ya había leído el libro dos veces y no acababa por asimilarlo. Pero siguió leyendo sin importarle.
Escarbó hasta donde pudo, y si no lo sentía suficiente, volvía a escarbar. ¿En serio todo eso pasó? ¿Su padre era así de cariñoso con su madre? ¿Con sus amigos y familia?
Sabía que sí, su padre siempre sería así. Aunque ya no pasase tanto tiempo con ellos como antes, sabía que era así. Que seguía amando a su "pecas". Que seguía teniendo esa relación con su mejor amigo, aquel al que llamaba "tío" desde... Vaya, desde siempre.
Y se enamoró. Se enamoró de todo lo que pasó. Quiso devolver el tiempo, poder haber estado ahí para abrazarlos y darles fuerzas cuando más lo necesitaron. Decirles que todo iba a estar bien, que sabía que su abuela estaba ahí. La madre de su madre.
Amaba a Ginger, con todo su ser. No había podido pedir por una abuela mejor, pero sabía que hubo alguien antes de ella. Que tuvo una abuela llamada Helena, y que según las palabras de su madre en aquel libro, fue la mejor. Y le creía, realmente lo hacía.
Amaba a sus tíos, porque no eran tíos de sangre sino más bien del alma, aunque Devon lo fuese, y Keith y Daniel también, pero aquello era un gran lazo de amistad que nunca se había partido y del que ahora podía ser parte. Por eso los amaba.
Sonrió abrazando el libro contra su pecho por un segundo. La textura de éste la conocía tan bien. Podría reconocerlo con los ojos cerrados o en la oscuridad, así de bien lo conocía. Ese libro hacía que se sintiese tan cerca de sus padres, tan cerca de su familia.
Eran una gran familia unida, y le gustaría hacer énfasis en ese "gran" porque en verdad es así. Pero ahora Dallon siempre estaba ocupado, y rara vez estaba junto a ellos, les recordaba que los amaba y entonces subía a dormir. Mientras que extrañaba a Zoe, casi con locura. Su madre siempre estaba viajando por su trabajo, si podía quedarse en casa por algo más de seis meses era maravilloso, e increíble.
Más increíble que maravilloso.
Los extrañaba. Se sentía como la típica adolescente nostálgica. Su madre le había hablado sobre ello, y por eso la llamaba siempre que se sentía así. Siempre sabía cómo hacerle sentir mejor con una cuantas palabras, así estuviesen a miles de kilómetros.
Siempre podría contar con su familia. Incluso con su padre, o con Darren, que aunque a veces sea un idiota, sabía que la quería. Los hermanos se quieren, y ellos se quieren. Independientemente de cuán idiotas ambos pueden ser.
Está Lia, la hija de tía Abigail y tío Brendon, que era como su mejor amiga, su primo Nick, que era como su hermano mayor junto a Darren, está... Smith, el hijo de tío Nathan y tío Brad, pero es un tema algo diferente. Y también está Boa, la hermana menor de Lia, que por más que tuviese 10 años, también la quería como su hermana.
Amigos no le faltaban, le sobraban. Pero nada abarcaba el espacio de sus padres.
Se sobre salta cuando escucha la cerradura de su puerta, no ha tenido oportunidad de guardar el libro ni apagar la luz de su lámpara, sólo llega a esconderlo entre sus cobijas y meterse bajo ellas, pretendiendo estar dormida.
Si tenía suerte, sería Darren el que estuviese abriendo su puerta para avisarle que ya se iba, como siempre, y que papá todavía no había llegado, entonces se escaparía con rapidez mientras ella era su cómplice y callaba a toda costa, porque para eso eran los hermanos.
— ¿Den? —Denver suelta un quejido en su interior, presionando sus ojos con fuerza y deseando que fuese Darren, pero no, no lo era. Al Dallon no obtener respuesta suelta un suspiro, apoya su hombro del marco—. Te vi.
Denver resopla sentándose sobre su cama. Era la primera vez que su padre la encontraba así. Dallon sintió curiosidad por lo que su hija tramaba. Sin permiso —porque no creía necesitarlo, pero decidió ser sigiloso— cerró la puerta tras él y se encaminó hasta quedarse frente a ella, con sus manos entre sus bolsillos. Aun seguía con sus pantalones y camisa de vestir, los que solía usar para el trabajo.
—Te hacía dormida, es casi media noche, Den.
—No tengo sueño —se encoge de hombros—. Y pensé que llegarías más tarde. ¿Todo bien con los abogados?
Estaba nerviosa, tenía miedo de que su libro fuese descubierto y de obtener una mala reacción de su padre. Había deducido que, por alguna razón, ellos no querían que ni Darren ni ella leyesen ese libro. Esconderlo era su mejor opción.
Dallon sabía que su hija sólo buscaba algo de lo que hablar. Podía no pasar todo su tiempo con ella, pero no podía desconocerla; no estaba interesada del todo en su trabajo, y él tampoco, así que jadeo una risa y asintió.
—Bien. Mamá llamó —cambió de tema ágilmente—, llega aquí mañana en la mañana.
De inmediato el rostro de su hija se ilumina y una enorme sonrisa se extiende por su rostro. De un salto se engancha al cuello de Dallon, removiendo todas las cobijas sobre su cama y rodeando su cintura con sus cortas y delgadas piernas.
Dallon carcajea sujetándola entre sus brazos, muy pocas veces conseguía que su hija, más que su hijo, le demostrase tanto afecto, a pesar de que le recordara que la amaba cada noche antes de irse a dormir y todas las mañanas antes de irse a trabajar, a ambos. Y claro, a Zoe cuando ésta se encontraba en casa.
Después de dos meses sin ver a su madre más que por una pantalla, al fin regresaría a casa por otros meses hasta que su trabajo volviese a arrebatársela. Tanto él como sus hijos iban a disfrutar de la trigueña todo ese tiempo.
—No sabía que estarías tan feliz, pero haberlo hecho me hubiese preparado.
Entre risas besa su mejilla, estrujandola nuevamente luego. Estaba algo cansado y también estaba loco por darse una ducha y acostarse a dormir, pero si tenía que sacrificar todo eso para estar unos minutos más así junto a Denver, entonces lo haría, sin pensarlo. Disfrutaba ese tipo de momentos, era tan triste que Zoe no estuviese para presenciarlo.
Sus ojos se abren parcialmente aun con su hija entre brazos, algo vislumbra desde entre las sábanas de la cama. Su ceño se frunce, pero no tiene que hacer mucho esfuerzo para saber de qué se trata. Se maldijo mentalmente y luego se abofeteó, por parte de Zoe claro, porque lo mataría.
No sabía exactamente por qué no quería que ninguno de sus hijos supiese sobre ese libro, por más que hubiese sido su debut al mundo de autores y fuese su mayor obra realizada. Era un gran tesoro que algún día mostraría a sus hijos, pero era algo que sabía Zoe tenía medido, él no tenía derecho sobre eso.
Su esposa sabía lo que hacía, y él confiaba en ella. No sabía cómo reaccionar ante el hecho de que Denver, su hija menor, ya estuviese consciente de uno de sus regalos de boda en aquel entonces.
Despejando su rostro de toda expresión bajó a su hija hasta al suelo, pretendiendo no haber visto nada aun. Aun que él sabía que ahora era su trabajo el tener que explicarle. Eso tomaría un buen rato.
—Como sea —aclaró su garganta desviando los ojos cafés de su hija, tan cautivadores como los de su pecas. Joder, la extrañaba, ya quería que fuese mañana. Denver y Zoe eran idénticas—. Venía porque tenía algo que plantearte y sé que tú —da en su nariz con su dedo índice—, puedes darme respuestas acerca de ello.
Podía utilizar lenguaje difícil con ella, lo sabía porque la había escuchado hablar, sus hijos son endemoniadamente inteligentes, Zoe se había encargado de ello. Mientras que él... él siempre intentaba llegar a su nivel, pero como siempre, se le dificultaba. Igual, funcionaba para ellos.
Pudo ver la expresión de fastidio en el rostro de Denver al lanzarse sobre la cama. Había sido dos gestos que la había molestado: el haberse lanzado a su cama estando el libro justo al lado, y el haber picado su nariz. No le gustaba que picasen su nariz. A menos que fuese Smith. Él sí podía. Aunque se convirtiese en un bendito tomase enseguida.
Y todo eso Dallon lo sabía, más porque Zoe se lo había comentado que por él haberse dado cuenta. Mierda, ahora podía comprender a Mike cuando Devon y él lo sintieron distanciados. Se preguntaba si Darren y Denver se sentían igual. No quería ser una decepción cargada de desesperanza para sus hijos.
—Pues dime.
—Bien —Dallon se acomodó en la cama, todo a propósito para hacerla enojar, tal como hacía con Zoe cuando quería molestarla.
Ahora que Denver lo pensaba, su padre no había cambiado mucho de lo narrado en el libro. A él en serio se le daba eso de ser un "verdadero grano en el culo" cuando se lo proponía, y según lo que Lia le comentaba, su tío, Brendon, tampoco lo había hecho mucho.
Ambos siempre con aires de querer joder a todos.
Probablemente, ahora que Zoe pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa, él podría molestarse en poner en marcha sus habilidades de conquista tal como comenzó con Zoe. Osaría de fastidiar a Denver hasta que esta estuviese obligada a amarlo. Más de lo que ya hacía por el simple hecho de ser su padre.
Dallon reprimió sus risas y prosiguió a hablar.
»Un par de cosas —se sienta en la cama, espalda pegada al respaldar—. La primera —alza su dedo índice—, antes de venir para acá fui a la habitación de Darren y no estaba, y creo que ha pasado antes, así que si ambos se quieren salvar de un severo castigo porque claramente esto debe saberlo su madre, es mejor que lo comentes porque sé de qué va todo esto.
Mierda. Estaba jodida. Y Darren también. Pero no podía decirle, no, eso sería traición. Y por más que sabía que Darren no hacía más que juntarse con sus amigos para hacer cosas de chicos —que no incluían ni drogas ni alcohol porque él se lo había asegurado— no podría permitirse hacer algo así.
Darren a veces era un idiota y lo odiaba, pero no era el peor hermano, era lo suficientemente bueno como para admitir a toda voz que lo quería.
Se quedó estática en su lugar esperando a que su padre siguiera hablando. Dallon lo tomó como señal y continuó.
»Y segunda y última, pero no menos importante —alzó su segundo dedo, preparándose para teatralmente tomar el libro entre sus manos. Entonces con lentitud lo tomó y lo posó frente a ella, preguntó—: ¿Se puede saber por qué tienes esto?
Doble mierda. Estaba doblemente jodida. Y Darren no había tenido nada que ver, esta vez había sido ella la que había cavado su propia tumba. Y sintió desistir. Desistir e hiperventilar.
Enseguida la culpa la invadió ante una mirada de su padre que se le antojaba como una acusadora y no pudo resistir. Zoe tampoco lo hacía. En menos de quince segundos se hallaba caminando de un lado a otro por el espacio libre en su habitación mientras se explicaba y disculpaba.
—Lo siento, lo siento, ¡lo siento! Es que... un día estaba viendo entre sus cosas y lo encontré y sabía que eras tú el de la portada y entonces leí el nombre del autor, y era el nombre de mamá, y no pude no tomarlo porque estaba tan intrigada y tenía tanta curiosidad y entonces creía...
—Den, Den, Den —la tomó de sus hombros deteniendo su desesperado caminar—. Basta, ¿sí? Todo está bien, no estoy molesto, está bien.
Besó su frente y tomó asiento en el borde la cama, aun con el libro entre manos, subió hasta sostenerle la mirada. Denver lucía tan culpable y preocupada que necesitó abrazarla y besar de nuevo. Lo hizo.
— ¿No estás molesto? —cuestionó en un hilo de voz. Dallon sonrió por lo bajo, su hija era tan pequeña, tan bonita, y tal frágil. Pensó en Smith por un segundo. Ese chico le agradaba, pero independientemente, Denver era suya, su hija, su tesoro. Nadie podía hacerle daño jamás. Ni siquiera él. Mucho menos él.
—Claro que no, mi amor, sólo quería saber. En algún momento tenías que encontrarlo, pero tu mamá quería ser la que te mostrara, no yo. Pero... podemos hablar sobre esto luego, ¿sí? Mañana con mamá. Ahora... necesito que me digas adónde fue tu hermano.
Una luz se encendió en la parte trasera de su cabeza y pronto sintió un aire de valentía y altanería también. Casi tanto como el tío Keith se ponía a veces, por más que a su madre no le gustase que sus hijos absorbiesen tal comportamiento.
Se cruzó de brazos con una mirada retórica.
—Te diré en dónde está Darren si me respondes todas mis preguntas acerca del libro.
Dallon entrecierra sus ojos.
En serio detestaba las veces que sus hijos se salían con la suya.
—Tu madre quiere ser la que responda a todas tus preguntas, Den, estoy seguro.
—Yo puedo preguntarle otras cosas luego, quiero que tú me respondas ahora.
Sonaba casi como un reproche, pero era cierto. Sí, quizás extrañaba a Zoe, pero ¿hace cuánto que no pasaba tiempo de calidad con Dallon? No le gustaba el que siempre estuviese encerrado en su estudio porque el estúpido bufete de abogados lo requería. Era su padre, y si quería estar con él entonces lo estaría.
Dallon suspira, sabe que no puede discutirle, porque si no puede con Zoe, mucho menos puede con Denver.
Entonces disculpándose mentalmente con su esposa por lo que estaba por hacer, asintió. Verla sonreír siempre le recordaba a su Zoe, ellas en serio se parecían. Incluso, si miraba bastante de cerca y con mucha atención, podía apreciar una que otra peca sobre la nariz de hija. Y es que agradece que salió a Zoe y no a él, no lo hubiese soportado.
Amaba mirar a Denver tanto como a Zoe, y detestaba cada segundo que su trabajo le robaba, porque eso significaba otro segundo más lejos de su familia. Ya no podía verlos con tanta frecuencia como antes y dolía, vaya que lo hacía.
—Prometo responder a cada una de tus preguntas si me dices en dónde está tu hermano y qué es lo que trama.
Promesas. Su familia por parte de mamá no creía en promesas, su mamá no creía en ellas, todos se aferraban a la realidad. Era algo que tanto ella como Darren habían estado aprendiendo. Pero esto se trataba de algo pequeño y genuino, además, se trataba de su padre. Él podía cumplir una promesa.
En un suspiro sus hombros bajan y Dallon sonríe. Ha logrado desbloquear ese nivel.
Denver tampoco pasa por alto el pedirle disculpas mentalmente a su hermano.
—Darren suele reunirse con Nick, Smith, Densey y Sharon los viernes en las noches para cosas que desconozco y que no me importan —Dallon va a hablar pero ella lo interrumpe—. No, no hay ningún consumo de nada, él dijo que no, así que yo le creo, pero como mamá nunca está y tú tampoco, entonces no se molesta en pedir permiso, porque no valdría la pena.
»Siempre me avisa cuando se va y siempre regresa muy temprano en la mañana. Me despierta cuando regresa y yo guardo el secreto sólo por si acaso, claro que yo nunca lo iba a decir porque lo estaría traicionando. Me estoy sintiendo una basura ahora.
Lo último lo dijo más para ella. En serio se sentía culpable. Por la cabeza de Dallon sólo pasaba el qué podía pensar su esposa de tan sólo saber la complicidad entre sus hijos. Restriega su cara con sus manos.
— ¿Siempre, dices?
—No siempre, a veces. Realmente le creo cuando dice que no hace nada malo, papá. Darren nunca me mentiría. Sólo no quiero que se enoje conmigo por haberte dicho. En serio quiero saber sobre ese libro.
Dallon va a responder a la angustia de su hija cuando la puerta se abre. Como acto de reflejo se gira y no tiene que mirar para saber que Denver se ha paralizado. Estaba perdida. O eso creía ella.
Claramente, Darren no sabía que su padre ya había regresado de su trabajo. Usualmente los viernes se queda hasta después de media noche en el bufete y regresaba tan cansado que asumía que ya sus hijos estaban en la quinta nube del sueño. Qué tan equivocado estaba.
Sin subir la mirada y completamente despistado, Darren entra a la habitación.
—Den, ya Sharon vino...
Y su verdosa mirada colisiona con la azulada de su padre. Casi maldijo en voz baja, y al ver a Dallon ponerse de pie una vez rápidamente detalló a Denver a sus espaldas, su primer impulso fue salir corriendo escaleras abajo.
Dallon fue detrás de él casi de manera inmediata, y pisándole los talones le siguió ella. Zoe sí que estaría enojada.
— ¡Darren! —llamó antes de que este llegase a la puerta. Sabía que no podía escapar así como así porque le pasaría factura más rápido de lo esperado, así que se detuvo al instante.
Derrotado se dio la vuelta con un gesto de total fastidio y distinguió a Denver al inicio de las escaleras, ella se encogió. Sabía que ya le había soltado toda la sopa a su papá, por lo que ya no había escapatoria. También sabía que el moreno de ojos verdes estaba cabreado y que le costaría toda su mesada el volver a la confianza antes construida.
Aquello era tan tedioso.
— ¿Se puede saber adónde vas? ¿Y a esta hora, mucho más? ¿Con el permiso de quién?
Se cruza de brazos pareciendo imponente, y es que para él lo era, joder. Rodó sus ojos tras bufar. Si hubiese sido su madre, eso le hubiese costado bastante caro, pero no, sólo era su padre. Sólo era Dallon.
— ¿Para qué preguntas? Estoy seguro de que Denver ya te dijo todo —miró por sobre su hombro donde su hermana se hacía un ovillo con el paso de los segundos—. Muchas gracias, hermanita, sabía que podía contar contigo para lo que sea.
Su sarcasmo hizo que Denver soltase la primera lágrima. Ella en serio no quería traicionarlo. Ella siempre había sido fiel a él y viceversa. Darren no se lo merecía.
—Darren, no le hables así a tu hermana —regañó, pero el moreno volvió a rodar sus ojos. Estaba fastidiado—. Ella tiene sus razones y yo le pedí que me lo dijera, te ha salvado de un castigo, pero tu mamá debe saberlo, ¿sí sabes, no?
Palideció. Mamá sí estaría enojada. Muy enojada. Y decepcionada también. A él no le gustaba decepcionarla.
»Regresa mañana y todos debemos estar aquí. Y pudiste haberme pedido permiso, me hubiese gustado saber en dónde estabas, probablemente no te lo hubiese negado. Tus tíos y yo hacíamos lo mismo, no tenías que ocultar algo así.
—Yo... —balbucea—. ¡Sólo nos juntamos a jugar Xbox y cosas simples, papá! ¡No hacemos nada malo!
—Eso lo sé, Denver me lo explicó, y me alegra que hayas sido honesto con tu hermana, pero hablo de que pudiste siquiera habérmelo comentando ya que la mayoría del tiempo tu madre no está. Soy yo quien se queda a cargo, Darren, más que eso, son mis hijos, merezco saberlo.
—Es que... —vuelve a balbucear. Y esta vez sus ojos se inundan y su voz se agrieta. Se siente cansado. Está cansado—. ¡Tú nunca estás! —entonces estalla—. ¡Nunca están! ¡Siempre somos Denver y yo! Todo siempre es trabajo, trabajo, trabajo, ¿pero Darren y Denver? Ellos... —risotea—. Al... carajo con Darren y Denver.
Dallon se paraliza nuevamente, sintiéndose más culpable de lo acostumbrado. Y es que Darren le está diciendo todo lo que Devon y él siempre quisieron decirle a Mike en un determinado momento, pero nunca tuvieron las bolas suficientes para intentarlo.
Entonces quiso decir algo, pero no tenía nada para decir en defensa. Su hijo estaba hablando tanto por él como por su hermana, y tenía razón.
—Yo... —su voz se entrecorta—. ¡Quiero un domingo en familia! ¡Quiero despertar y que mamá esté en la cocina preparando el desayuno mientras tú ves la tele en la sala, o qué se yo! ¡Quiero...! Puedo... —suspira, restregando su cara con ambas manos—. ¿Puedo irme? ¿Por favor? Prometo regresar antes de que mamá llegue, me están esperando... por favor.
Una silenciosa lágrima se deslizó por la mejilla derecha de su padre, y tuvo que desviar su vista para no alimentar a su remordimiento. Había dicho demasiado ya.
Agradecía que Denver estuviese a sus espaldas para que no pudiese verlo.
—Claro, hijo... —murmura—. Sólo... ¿cuídate, sí?
Darren, aun con su vista posada en el suelo, asiente. Pero al recordar algo, se devuelve en sus pasos.
—Oh, y otra cosa —sube a verlo y Dallon sorbe por la nariz, le da su atención—. ¿Podrías dejar de mirarme así? Tú y mamá siempre lo hacen. Sólo... deténganse.
Jodido sea él y sus miradas que siempre solían significar algo y la gente que siempre encontraba algo en ellas.
— ¿Así cómo, Dar?
—Así como si en algún momento fuese a estallar y decir que no tienen derecho sobre mí sólo por el hecho de ser adoptado —lo encara—. ¿Crees que no los he escuchado hablar? Mamá y tú viven con ese miedo. Soy adolescente, pero no tan idiota, papá. Ustedes son mis padres tanto como lo son de Denver, y los amo por eso y más, ¿está bien?
Con lágrimas corriendo por sus mejillas se encaminó hacia su padre, le dejó un beso en la frente, una mirada de consuelo a su hermana sentada en las escaleras y se fue.
Dallon dejó de sentir miedo en ese momento, y sabía que lo primero que haría sería decírselo a su esposa. Aunque ésta lloraría por no haber estado ahí, entonces haría todo lo posible por recrear aquel momento, porque así era ella, y la amaba.
Giró en sus talones y una bonita y pequeña Denver lo esperaba sentada en las escaleras, quitando todo rastro de humedad de su rostro. Se permitió hacer lo mismo y con más calma camino hacia ella.
En un brinco, Denver se vuelve a enganchar a su cuello y rodea su cintura con sus piernas. Besa su mejilla.
— ¿Todavía quieres saber sobre ese libro? —ella asiente con seguridad. Besa su cabeza—. Está bien, pero desde ahora te digo que omitiré las partes explicitas.
—Eso sería más como un favor.
Riendo sube las escaleras. Esta vez es ella quien besa su mejilla, la abraza con fuerza. Viviría el resto de su vida sintiendo el zoológico de fútbol americano tener una fiesta en su estómago, y eso no le molestaba ni un poco.
—Te amo, Den.
—Te amo, papi.
Y respondió a cada una de sus preguntas. Con el libro entre manos, leyendo y explicando a su par, capítulo por capítulo y saltándose aquellas partes que había prometido omitir. Pudo apreciar ese brillo en su rostro toda la noche, hasta que se dieron las cuatro con diez de la mañana y Darren regresó.
En silencio y con cuidado se levantó de la cama de su hija, dejando un beso en su frente y el libro en la mesa. La había estado observando respirar pacíficamente por un largo, largo rato. Pudo mirarla de cerca, apreciar las pecas nacientes en su nariz y su cabello lacio, pero con el color del cabello de Zoe.
Y es que era como ver a Zoe cuando tenía doce años, y le encantaba.
Le dio un fuerte abrazo a su hijo y tuvieron una conversación de unos quince minutos que le había hecho falta desde hace un par de años.
Con la nota mental de reducir su horario de trabajo, recibió a Zoe con cientos de besos, abrazos y hasta lágrimas compartidas. Luego llamó a su jefe y por una media hora estuvo acomodando su horario, teniendo a su familia cerca para que estos presenciaran el cambio.
Entonces una vez hubo terminado y se detuvieron a abrazarse familiarmente —e incómodamente un poco también— prosiguió a decirle a su esposa todo lo sucedido.
Zoe tenía una sorpresa, la cual consistía en poder trabajar desde casa la mayor parte del tiempo. Los viajes seguían, pero ya no con tanta frecuencia.
Ella también respondió a cada una de las preguntas de su hija. Y fue cuando decidió que era momento de enseñarle todas aquellas cosas que alguna vez guardó... para ella, para Denver. Y ésta quedó tan maravillada como Darren ante todo.
Ver a Dallon junto a sus hijos era lo más perfecto que vería jamás. Hace un tiempo había pasado a ser ella la que amaba mirarlo, y no se detendría por nada del mundo.
Fue el mejor fin de semana que tuvieron en años. Quizás en sus vidas.
Y se venían muchos más.
NOTA: Un final algo largo y también mierda, pero así debía ser y estoy totalmente satisfecha con ello. Quiero agradecer a todo aquel que leyó esta pieza de mi primera obra, porque es mi primera novela y jamás pensé terminarla, pero aquí estamos y estoy orgullosa.
Gracias por votar, por comentar, por leer e incluso gracias si sólo hiciste la última y no las otras dos anteriores. Sólo quiero decir gracias. Así que gracias.
Monika xxx
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