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eight, ¿segunda cita?

Dallon

Me dejo caer de espalda sobre la cama. Devon se ríe de brazos cruzados en el umbral de la puerta.

— ¿Tan bien te fue?

—Fue asombroso, Dev —suspiro, mi cabeza descansa de la almohada—. Ella es tan sencilla y hablamos, no exactamente de todo, pero tuvimos buenas conversaciones para actualizarme sobre su vida. Sigue siendo asombrosa y me perdonó, Dev, lo hizo.

—Joder —jadea—, ni siquiera recuerdo haberte visto tan risueño con una chica. Y eso que estuviste con bastantes por más que siempre fuiste un gilipollas con todas.

Se ríe provocándome que lo golpee con una almohada.

—Estoy feliz por ti, imbécil, de verdad.

—Gracias —le contesto. Pero al irme de aquí Devon podía saltar del balcón de alegría, y ahora está cabizbajo—. ¿Estás bien?

Da un suspiro. Conozco a mi hermano, tiene sus razones para estar así cada cierto tiempo. Lo ayudo siempre que puedo, ser el menor tiene sus desventajas. Siempre ha creído que por ser el mayor, nada de peso debe caer sobre mí. Pero él sabe que no puede hacerlo solo todo el tiempo, hemos tenido nuestras discusiones sobre ello.

No soy un jodido inútil, probablemente parezco uno, pero no lo soy. Sé muchas cosas que Devon siempre me ha evitado realizar y es una de las cosas que más jode; que crea que puede hacerlo todo por sí mismo.

—Mamá y papá dejaron hace media hora el país por alguna reunión en Canadá —sus hombros bajan. Mi mandíbula se presiona—. No dijeron cuando iban a regresar, pero sabes qué significan los viajes de improvisto.

—Todo queda a tu cargo.

—Así es.

—Voy a ayudarte.

—Dallon, que no.

—Maldición, Devon, ya discutimos esto, no lo volveré a hacer —gruño—. No soy un bueno para nada, me estoy encargando de las librerías pero tú quedas a cargo de la empresa y no puedes hacerlo todo solo.

Suspira con pesadez cayendo a mi lado en la cama. No dice nada.

—Estoy consciente de que puedes hacerlo, lo has hecho antes, está bien. Pero eso no quiero decir que no puedo ayudar. Te he visto estresarte el triple siempre que esto pasa, y es una de las cosas que más me jode de papá. Se va sin previo aviso y luego todo queda por parte de nosotros, gran mierda.

—Vale, basta, basta —me detiene, sé que está enfadado—. Si es por mí, sabes que te puedes quedar con las librerías, pero si sientes la capacidad de ayudarme entonces está bien.

—Gracias —le doy un abrazo que recibe a regaña dientes.

—Luego te doy las instrucciones —bufa—. Pero ahora olvida eso, cuéntame sobre esta cena con tu Zoe. ¿O prefieres que mejor llame a Brendon y tengamos una noche chicos? Es viernes, papá y mamá no están. Puedo perfectamente lanzar una fiesta ahora mismo como venganza por haberse ido y habernos dejado a cargo de toda mierda.

Carcajeo. Devon siempre ha sido energético, callarlo se me es difícil y nunca sé qué es peor: cuando habla o cuando deja de hacerlo.

—Mierda, cálmate, perra —doy golpes en su cabeza—. Mándale un mensaje y listo.

—Vale.

Mi teléfono suena, salto a él con la esperanza de que sea mi amigo, pero me aparece el nombre de Alice. ¿Por qué llama?

— ¿Hola?

— ¡Dal! Qué bueno que respondes —suena aliviada—. Estoy fuera de la librería, Kenny me dijo que hiciera el favor de cerrarla porque tuvo que salir de emergencia pero comenzó a llover y no pasan taxis. ¿Podrías venirme a buscar, por favor?

Balbuceo antes de que se me ocurra —posiblemente— la mejor idea que he tenido en mucho tiempo. Le doy una mirada a Devon frente a mí, que frunce su ceño preguntándome quién es. Decido apresurarme, es hora es hacer algo por mi querido hermanito también.

—Eh, Al, yo no puedo ahora mismo, estoy ocupado con la universidad —miento—, pero Devon está disponible y puedo decirle que te vaya a buscar si quieres. No te muevas de ahí, llegará en cualquier momento.

Ella calla.

—Está bien —dice, Devon sigue confundido—, pero por favor que se apure porque esta mierda es escalofriante.

—Tranquila, va para allá. Cuídate.

Cuelgo, mi sonrisa de extremo a extremo va a mi hermano.

— ¿Qué?

—Alice está fuera de la librería de la treinta y cuatro, está lloviendo y necesita que alguien la lleve a su casa, ¿quién mejor que tú?

— ¿De verdad? —salta de repente.

—Claro, idiota.

— ¡Mierda, mierda, mierda! —exclama saltando de la cama, enseguida está vestido.

—Puedes hacerlo, Dev.

— ¿No me veo mal? ¿Crees que le gustará?

—Escucha —me siento para poderlo verlo—, si yo pude con mi amor imposible, ¿qué coño es lo que te hace pensar que fracasarás?

—Me encanta cuando te pone motivacional —palmea mi rostro riendo, ruedo los ojos—. Todavía tienes mucho que contarme sobre esa cena. Brendon viene en camino, pide pizza o lo que quieran. Si van a hacer noche chicos entonces creo que tendrán que hacerlo sin este nene. Dudo regresar.

—Uh, dispuesto a todo —digo, él carcajea—. Ya vete, y usa protección. No quiero necesariamente ser tío ahora mismo.

Da un golpe en mi cabeza y se dirige corriendo al baño, lo enseña y luego lo guarda en su cartera.

—Hombre precavido vale por dos —ladea cogiendo su chaqueta—. Nos vemos.

— ¡Adiós!

Y oigo la puerta cerrarse.

Me alegra que sea de la clase de persona que cuando se propone algo va con todas sus expectativas en alto sobre ello. Es una de las muchas cosas que me ha enseñado.

Hago el proceso de ordenar pizza y bebidas junto a sus derivados para cuando Brendon llega. La puerta suena y corro a abrir, son casi las once de la noche.

—Perrita —alarga lanzándose a mis brazos, huele fuertemente a licor—. Te ves diferente.

Arrastrándolo lo llevo a la sala, tirándolo sobre el sofá. Está más ebrio de lo usual.

—Coño, Brendon, ¿manejaste hasta aquí así? —le pregunto intentando sentarlo.

—No, me trajeron —hipa, termina riéndose—. Estás radiante, ¿sabías? ¿Fue Zoe? ¿Te la cogiste, complejo de puta?

Su risa me hace reír, pero al mismo tiempo querer golpearlo porque sé que tiene una razón muy jodida -tanto como él- por la cual está así. Probablemente una que lo tiene incluso más jodido y no quiere aceptarlo. Dieciséis años de amistad no se van por el drenaje así como así.

—No te hablaré sobre Zoe estando en tal estado —tiro de su brazo, se niega a levantarse—. Tienes que tomar una ducha y algo de café, hermano. Esto no se va a quedar así. Quiero engraparte las pelotas a la pared pero debo ayudarte primero.

Él no dice nada sobre ello, tampoco pone resistencia, me deja llevarlo con dificultad hasta mi habitación.

— ¿Me vas a violar? —carcajea al verme quitarle la ropa. Las cosas que me hace hacer la hermandad. Me deberá demasiado mañana cuando despierte—. Escucha, no es por ser mente cerrada, sabes que te quiero, amigo, pero me gustan las mujeres. Lo siento mucho. Quizás para la próxima.

Lo dejo caer boca abajo sobre la cama luego de palmear mi hombro. Mi mejor amigo en bóxer, borracho y jodido en mi cama. Ahora el que mis padres hayan salido del país no se ve tan mal.

Salgo de la habitación, corro hacia la cocina y preparo café, bastante cargado porque es lo que necesita. Cuando acabo, subo las escaleras hasta tenerlo en frente y dejo la taza en la mesa para levantarlo. Pero al acércame me doy cuenta de que no está dormido, sólo está recostado y tiene sus ojos abiertos.

No me extraña cuando lanza risas. Lo tomo del brazo y una vez está sentando le tiendo la taza. Lo observo estando recostado de la pared hasta que parece terminar con la taza y la deja a un lado. Todo en silencio, se recuesta. Recuerdo haber pasado por lo mismo hace un par de años, no hay nada de lo que yo esté haciendo que mi amigo ya no haya hecho por mí.

— ¿Te ducharás? —le pregunto, él asiente. Tendiéndole mi mano de nuevo, lo ayudo a levantarse.

Con sinceridad me estoy reprimiendo mis risas por verlo así. Es sólo que no recuerdo haberlo visto tan jodido.

Lo guío hasta el baño, me encargo de abrir la regadera y lo adentro, él se sostiene contra la pared.

—Iré a buscar toallas, quédate aquí, preferiblemente con tu única prenda puesta —le digo, él saca su pulgar y salgo de ahí.

Al regresar, mi amigo está sentado en el suelo con su cabeza gacha y el agua cayendo sobre su cuerpo tirado. Solloza, lo que me hace entrar en pánico. Mi amigo nunca llora, ni borracho. Puedo jurarlo.

—Bren, hermano, ¿estás bien? —cuestiono tomando su cabeza entre mis manos, queriendo inspeccionarlo, sin importarme el agua.

Su rostro está caliente y notablemente sus ojos rojos, obviamente no lo está. Nuevamente, está borracho y jodido.

—Tenías razón —su cabeza decae, vuelvo a levantarla tras cerrar el grifo.

— ¿Razón que dé?

—Abigail —ríe ahogado—, la vi hoy en el centro. Se volvió a esconder de mí, quise acercarme, no me lo permitió y salió corriendo. La perseguí. Ella me tiene miedo, no sólo me odia, también me tiene miedo, Dal.

—Bren...

— ¡Te mentí! —grita—. Joder, te mentí. Me siento débil por una chica, y es ella. Tengo a cientos, ella no debe interesarme, pero me interesa. No quiero.

Se ríe tras sollozar fuerte. Por primera vez no sé qué hacer con Brendon, con éste Brendon para ser más específico. Jamás lo había tenido así.

—Mierda, Brendon, tranquilízate —lo tomo en brazos, pronto estoy empapado de pies a cabeza, sentado a un lado de mi mejor amigo consolando su despecho—. No soy el mejor para decirte esto, pero debes seguir, o qué se yo, hermano. Tú mismo lo dijiste, tienes a cientos de chicas, ella no es nada.

—Cállate, o voy a golpearte hasta que te sangren los oídos —casi ni puedo entender lo que dice—. Tú más que nadie sabe cómo es sentirse así, tú me comprendes.

—Estoy igual o más jodido que tú, amigo. No puedo hacer nada.

—Eres una mierda en todo lo que tenga que ver con el amor, ¿sabes?

— ¿En serio hablaremos sobre esto ahora mismo?

— ¡Coño, merezco a alguien, Dallon! No soy como tú, no me muero por una sola chica desde hace tiempo, sólo respiro y lo llamo vivir porque me consuela. Pero ahora lo necesito y eres la peor perra que existe.

—Lo siento por no ser jodidamente cupido, ese trabajo se lo dieron a Devon —ruedo los ojos. Siento mi cuello tronar y mi mandíbula arder, de la nada el metal de la sangre se escurre por mi boca y parte de la pared de baño. Tengo que quedarme inmóvil un momento para estabilizarme.

Brendon me golpeó.

— ¡¿Qué coño te pasa?! —lo empujo con fuerza, su cabeza pega de la pared. Antes de que pueda decir o hacer algo, está en el retrete sacando todo de su estómago.

Jadeo dejando mi espalda tocar la pared. Escupo, me ha golpeado fuerte, no dejo de botar sangre y mi labio también está lastimado. No quiero pensar que esto fue a propósito, más bien acepto que lo llevé a su límite y merecía ese golpe por gilipollas. No es lo que le debes decir a tu mejor amigo cuando está jodido por una chica.

Logro salir del baño, él sigue vaciando todo en el retrete, puedo escucharlo volver a sollozar. Ahora estoy realmente en pánico, esto es increíble, santa mierda. Así no debía terminar una de las mejores noches que he tenido en años.

Devon no contesta teléfono, lo cual me asegura que cumplió su propósito con Alice. O es lo que espero si un maldito labio punzante y una mandíbula casi destrozada lo vale.

Se quedó tirado en el suelo del baño, no puedo decir si está dormido o simplemente recostado. Pero vuelvo a verlo arquearse y regresar al retrete.

¿Quién mierda puede saber sobre esto?

Presiono el icono de llamada a la última persona en mi lista —que es el contacto antes de Devon— ya que me rehúso a hacer alguna estúpida búsqueda por Google o llamar a algún enfermero.

Es tarde, no me sorprendería si no contesta a mi llamada. No lo hace, pero insisto. Es cuando logro escuchar su somnolienta voz a través del parlante, lo que me hace suspirar con alivio.

— ¿Hola?

—Zoe, te necesito, ahora mismo, por favor —digo con dificultad, todavía sangro. Sé que sueno desesperado, lo que hace que ella se altere.

— ¿Pasó algo?

—No es nada necesariamente grave —añado para tranquilizarla—, pero si lo suficiente como para estarte pidiendo ayuda.

—Explícate.

—Ocurrió una clase de incidente con Brendon, creo que lo recuerdas, pero Devon salió y no contesta su teléfono, así que ahora te necesito, por favor —suplico. Debo admitir que le estoy dando algo de drama sobrante, ¿qué hay de malo en querer verla de nuevo por una tonta excusa?

— ¿Valdrá el que me hayas despertado casi a media noche?

—Espero que sí —me río, ella bufa—. ¿Está bien si te voy a buscar en unos minutos?

— ¿Por qué hablas tan raro?

—Es parte del incidente —respiro con mis ojos cerrados—. Lamento haberte despertado, Zoey, pero importante.

—Te espero —bosteza—. Mejor lo valga, Haggart.

—Verás que sí —sonrío y corto.

Corro escaleras arriba, ayudo a Brendon a ponerse unos bermudas, lo dejo en mi cama y no me dirige ni la palabra ni alguna mirada en todo ese tiempo.

Ya no creo que me cause tanta gracia el tenerlo así.





—Eres un sol —murmura Brendon cuando Zoe termina de vendarle su frente—. Siento que es el karma por haberte empujado en tercer grado. Podemos ser compañeros de cicatrices ahora.

Zoe se ríe, ha estado aguantando sus comentarios ridículos la última hora, parece tratarlo como un niño varias veces puesto que Brendon sigue ido y apestando a licor. Quitando la parte donde le di calmantes porque se rehusó a ser tratado desde que Zoe llegó.

—Entonces tienes suerte de que haya perdonado a Dallon porque así también puedo perdonarte a ti —prosigue a vendar su mano, con la que me ha golpeado.

— ¿En serio? —su voz se llena de ilusión—. Eres la mejor. Ahora comprendo por qué tienes a Dallon en la palma de tu mano.

Su ceño se frunce mientras que mis ojos se abren, ella se gira hacia mí y sólo puedo encogerme de hombros. Reprime una sonrisa girándose a él, asiente.

—Claro —presiona sus labios. Eso no pudo haber sido a propósito cuando mi amigo está en las nubes—. Aún no me cuentan cómo fue que ocurrió esto. ¿Qué se supone que hacían?

Brendon y yo intercambiamos miradas.

—Vine borracho y Dallon me ayudó a entrar a la ducha pero me resbalé y caí de frente contra el suelo —arrastra sus palabras, pero le da una sonrisa poco convincente que la hace fruncir su ceño de nuevo.

— ¿Entonces eso explica tus nudillos maltratados más la mandíbula morada Dallon y su labio y boca rotos?

—... Sí —vuelve a sonreírle tras hipar—. Me duele la cabeza.

—Te la dejaré pasar, campeón —palmea su pierna—. Creo que necesitarás puntos.

—Joder —jadea dejándose caer—. Todo lo que hace una mujer, ¿te das cuenta, Zoe? ¿Por qué son así, eh?

—Te pareces a mí hablando de mi última ruptura amorosa —carcajea, arqueo mi ceja—. ¿Qué piensas si te digo que pensé que eras gay?

Suelto una sonora carcajada junto a mí amigo —que me duele como la mierda por mi casi destrozada mandíbula—, él le asiente.

—Me encantan las mujeres, eso es cierto —posa sus manos frente a ella—, pero si hay algún imbécil por el que me dejaría la polla a merced, es el maldito atrás de ti.

Ella se ríe con fuerza negando con su cabeza, decido que me fascina su risa y que me vuelve loco. Puesto que no es ningún secreto. Al menos no de ahora en adelante.

—Me recuerdas mucho a mi mejor amiga, Abigail —risotea—, te llevarías de maravilla con ella. Los comentarios directos de doble sentido son lo de ella.

Su expresión se torna sombría. No es lo mejor que mi Zoey haya podido decir. Debo sacarlo de ahí.

—Nada más por tu cabeza sangrante y porque no estoy del todo en desacuerdo con lo que acabas de decir, no te destrozo más de lo que estás —saco ambos dedos corazón, él me lanza un beso.

Respiro aliviado, los calmantes siguen haciendo efecto.

La puerta se abre, los tres giramos a ella, la sonrisa de Devon se desvanece.

— ¿Pero qué mierda...? —su atención se posa en Zoe, sus ojos se abren—. ¿Zoe?

—Devon —da una risa, pronto la tiene entre sus brazos. Zoe es pequeña a un lado de ambos.

— ¿Qué haces aquí a la una de la mañana? —frunce su ceño, su vista va de Brendon hacia mí—. ¿Y ustedes, par de maricas?

—Zoe y yo somos mellizos —extiende su palma a la trigueña, ella la choca—. Eh, y el termino correcto es "gay" —levanta su índice—, de nada.

— ¿Par de culos?

Brendon rueda sus ojos. Me río junto a Zoe.

Realmente estoy agradeciendo que haya ignorado aquel comentario.

—Te lo explicaré después —sacudo mi cabeza—. ¿Tú no deberías estar ocupado ahora mismo?

—También me tocará contarte después —suspira—. Creo que deberías ir a reconstruirte la cara.

—Jodido —golpeo su nuca, miro de reojo a Zoe reírse desde el umbral. Ahora sé que si no se detiene, las consecuencias no serán del todo buenas—. Brendon necesita puntadas, ¿crees poder hacer algo?

—Sí, lo llevaré al centro médico —dice obvio. No pongo resistencia, sin embargo, Brendon se queja desde ahora hasta que está metido en el auto de mi hermano.

Es el turno de Devon, bienvenida sea su cabeza vuelta mierda después de todo esto.

—Estamos solos, chica virgen —me siento en la silla de la barra, ella apoya sus codos negando con su cabeza.

— ¿Seguirás con eso?

—Eh, es tu culpa.

—No iré por la vida llamándote "chico ardiente", Dallon —ríe empezando a sacar el material del botiquín, observo con cautela cada movimiento—. Debes dejar de llamarme así, si lo haces en público, ten por seguro que no te lo perdonaré.

—Me perdonaste una vez, quizás puedas hacerlo una segunda —digo, sus dedos levantan mi barbilla pasando el algodón por mi labio. Rueda sus ojos.

—No por eso seguirás utilizando ese ridículo apodo. No te muevas.

Hago una mueca sin emitir otra palabra por un momento. Sólo la observo movilizarse. La saqué de su casa a las doce de la noche, está recién levantada y no tiene maquillaje encima, a pesar de que sé que no es de utilizarlo comúnmente. Hace sus pecas resaltar, es probable que tenga una diminuta adicción a ellas. Me fascina, como toda ella.

— ¿Tú sí me dirás qué fue lo que pasó para tenerlos a ambos así?

—Eh, no creo poder decirte nada, pecas.

—Ignoraré el "pecas" —entrecierra sus ojos, sonrío ante su tacto—. ¿Piensas que lo traicionarás?

—En realidad —asiento—. ¿Me dirías ese algo sumamente importante sobre Abigail?

—No —suspira—, tiene razón, no podría. Aunque en algún momento se sabrá y ya no será más un secreto entre todos.

— ¿Cómo así?

—Eso lo dejaré para después. Dije que no te movieras, Haggart.

—Pareces una enfermera —me río—, no me molesta que me cuides.

—Tú, me trajiste para acá —me apunta—, yo sólo colaboro.

—Pudiste haberme dicho que no y aun así no lo hiciste, chica virgen.

—Algún día dejaré de serlo y tendrás que buscarme otro apodo —se dirige a la cocina, parece saber en dónde se ubica todo—, pero tú seguirás siendo ardientemente caliente.

—Eres buena alimentando mi ego —doy una gran sonrisa, rueda los ojos—. No puedo imaginarte perdiendo tu virginidad.

—Cállate, toma esto —me detiene tendiéndome un vaso.

— ¿Qué es?

—Agua con sal, sigues sangrando. Haz gárgaras.

La miro extraño y prosigo a hacer lo que me dice. Cuando acabo con ese infierno, la tengo a ella recargada de la barra riéndose de mí.

— ¿Qué es tan gracioso?

—No lo sé —se encoge de hombros—. Hace una semana no cruzabas mi mente y ahora estoy aquí, a la una de la mañana, curando heridas que hizo Brendon, el idiota con el que siempre me molestabas en primaria.

— ¿Siempre sueles ver pequeños detalles? —entrecierro los ojos.

—Me gustan los pequeños detalles, como a toda mujer.

—Claro —asiento, tomando nota mentalmente. Se acuerda de algo y saca una crema, se dirige a mí luego, empezando a esparcirla por mi mandíbula. Sonrío—. Verte dos veces un mismo día es mejor que quedarse viendo series toda la noche.

—Ahí vas, tratando de ser lindo conmigo nuevamente —se ríe—, no es tu mejor empeño.

— ¿Prefieres que intente ser lindo o que te observe fijamente de vez en cuando? —pregunto. Hace silencio pensando en ello—. También puedo hacer comentarios sucios, pero creo que deberíamos tener una primera cita oficial antes de que eso suceda.

—Me harás golpearte, entonces dejarás de ser caliente y todas tus posibilidades se irán al carajo —yo suelto una carcajada—. Me pierdes, Haggart.

—Puedo ser lindo contigo y observarte cuando me plazca —me encojo de hombros—. Los comentarios calientes vendrán después, créeme que me tengo unos bien guardados.

Mierda, Dallon, ¿y tus nervios de hombre jodidamente enamorado a dónde coño se fueron?

Ella me da una mirada incrédula, puede que haya sonado atrevido pero ella no dice nada al respecto. No suelo ser la clase hombre pervertido, de hecho los humos se me suben sólo cuando me embriago. Pero tener a Zoe en frente me hace la mente volar e ir a lugares a los cuales la palabra "santo" no es permitida.

Su puño da contra mi brazo, me hago el ofendido y ella baja su rostro, se sonroja lo suficiente como para darme ánimos de querer pellizcar su mejilla y lo hago, dejando su merecido beso en ella después.

—Yo me iré a duchar, apesto —finjo estremecerme, ella hace un mohín—. Regreso en un rato, no me extrañes. Ahí hay pizza y la televisión es toda tuya, no creas que te dejaré irte así como así a esta hora.

Le guiño un ojo y subo, sin darme el tiempo de captar su reacción.

Me ducho lo más rápido posible, al salir tengo un mensaje de Devon diciéndome que se tendrá que quedar con Brendon en el centro médico hasta mañana por petición del doctor. Suspiro respondiéndole. Me jode por una parte, mi amigo no debería estar ahora mismo en el médico. Pero nadie lo manda a ser un gilipollas y emborracharse por despecho.

Bien, no es la mejor etiqueta para ponerle, recordando que hice lo mismo. Sólo me jode esta situación.

Tomo varias cobijas para irme con Zoe que observa la televisión, la caja de la pizza sigue en la mesa. Me río captando su atención.

— ¿Me esperaste?

—Más bien tuve fuerza de voluntad —abre sus ojos, vuelvo a reír tomando la caja. Encendió las lámparas en las mesas de los lados y parece que estamos en navidad.

Ella hace ver todo como si fuese navidad. Y yo amo la navidad.

—No puedes comer pizza sin mí, de ahora en adelante será así —impongo, ella presiona sus labios con su boca llena. Saca su dedo meñique y los entrelazo junto al mío.

Parecemos niños y no me interesa una mierda. Me la estoy ganando, justo como me dijo Devon que debía hacer. Sólo me alegra que ella esté cooperando, me hace sentir tranquilo.

—Creo que no te devolveré tu chaqueta, Abigail y Nathan amaron tu perfume.

— ¿Acaso tú no lo hiciste?

—Uhm, sí —hace una mueca de desinterés—, pero yo te tengo a ti de todas formas.

— ¡Eh! —exclamo, ella suelta una risa tapando su boca—. ¿Luego soy yo el que coquetea? No te quejes cuando te diga cosas así, esto está yendo mejor de lo que alguna vez creí.

— ¿Es que tenías todo guardado para cuando nos volviéramos a reencontrar?

Paro de masticar, procesando lo que dijo. Respiro hondo tras tragar.

—Probablemente al chico ardiente le ha gustado la chica virgen por un largo tiempo —sonrío con cautela sin dejar de mirarla. Se paraliza—. Es una de las razones por la cual siempre me gustaba mirarte. Era el típico niño enamorado.

Río con mi vista baja, ella no dice nada y no puedo decir si es bueno o malo. Presiona sus labios, me doy cuenta de que huele a frutas nuevamente, supongo que ha de ser uno de mis olores favoritos ahora.

— ¿Por qué me molestabas entonces?

—Pues —busco palabras, también me doy cuenta de que soy idiota—, por la misma razón. Te he dicho antes que era un imbécil, Zoe. Simplemente no me hagas hablar sobre ello otra vez, es fastidioso tener que tocar ese tema cada que conversamos.

—No, espera —sacude su cabeza—. ¿Me molestabas porque... te gustaba?

Me tomo un momento, le asiento tímido. Tampoco era un lugar al que necesariamente quería llegar, pero ya no me echaré para atrás.

—Te molestaba porque me encantaba verte enojada, aún me encanta, si te soy sincero. Cuando te ponías rojiza y tus pecas resaltaban, era lo mejor. Te quería. O bueno, te quiero.

Entreabre sus labios en sorpresa.

—Eras un cavernícola, Haggart —dice levantándose—. Necesito agua, por favor.

Me levanto y nos dirigimos a la cocina. La observo.

— ¿Estás enojada? —cuestiono, hago fuerza para sentarme sobre la mesa de manera que mis pies cuelgan, ella se apoya del mesón quedando frente a mí.

— ¿Cómo se supone que debería sentirme cuando confiesas algo así? —suelta en un suspiro, sí, está enojada—. Ni siquiera hemos tenido una primera cita para algo así, Dallon.

— ¿De verdad? Porque creía que estábamos en la segunda hace unos minutos —señalo a la sala, ella golpea mi brazo—. Eh, cálmate.

— ¿No pudiste habérmelo dicho? —ahora golpea mi pecho, pero sigue siendo pequeña, no me mueve ni un pelo—. No muerdo, Dallon, ¿sabías?

—Ya lo sé —separo—. Vamos, por Dios, me hubieses rebotado contra una pared en cuanto lo dijera.

—Claro, tenías que tratarme de la verga porque al señor le parecía mejor ser un cavernícola maltratador a decir un simple "me gustas".

—Estaba bien con que no lo supieras, no puedes culparme por ello. Además, ¡tú sí me odiabas!

— ¡Porque me hacías jodidamente odiarte!

Bajo mis hombros con desgano. Sus ojos se cristalizan, no puedo evitar no abrazarla. Se siente impotente, no sé por qué en verdad.

—Eras una mierda, Dallon —dice sin regresar el abrazo, así que sólo me quedo ahí.

—Eso ya lo sabía —me río, me separo tomándola de los hombros. Amo sus pecas, realmente lo hago.

—Tuviste bien merecida la paliza de Brendon, ojalá hubiese estado ahí para colaborar con él —creo que hace un puchero. Vuelvo a reír.

—Eso es, conspiren en mi contra —vuelvo a abrazarla, por supuesto, tampoco me corresponde. Pero también me rehúso a soltarla, su cabeza cae en mi pecho.

—Juro que te estoy odiando ahora mismo. Tú no puedes simplemente llegar a mi vida y creer que te recibiré de brazos abiertos, quizás lo estoy intentando pero eres un... Eres un...

— ¿Un qué?

—Eres un maldito, eso eres —da un golpe en mi espalda, suelto una carcajada que no toma bien ya que vuelve a golpearme, no la suelto—. No mereces nada de esto, no mereces jugar con mi cabeza. Tengo una vida, Dallon, una donde nunca estuviste invitado.

—Dicen que los que no están invitados son los que mejoran la fiesta.

—Claro que no, eso lo acabas de inventar.

Me río, la vuelvo a tomar de los hombros al momento que cruza sus brazos.

—Hablaremos de todo esto de mejor manera la próxima vez, ¿está bien? Todo desde cero, Zoe. Esto terminó como nunca debió terminar, estoy consciente de que hice todo mal hasta este justo momento, porque no soy bueno en nada. Quiero remendar todo. Sal conmigo de nuevo, como una cita esta vez.

— ¿No estábamos en una? —hace una mueca—. Nunca lograrás entenderme abiertamente, Haggart.

—Nunca dejarás de sorprenderme, Zoey —muerdo mi labio—. Mantengo lo dije; no quiero que dejes de hacerlo.

Reprime una sonrisa. Una parte de ella dice ir en serio, la otra parte quiere jugar este pequeño juego. ¿Qué mejor que una combinación, entonces?

—Sigues sin tenerla fácil del todo, te va a costar demasiado llegar a algo, no puedes estar dispuesto a nada.

—Todo lo contrario, estoy dispuesto a todo. Es ahora o nunca, Zoe, debes saber que así lo hago yo —camino hasta puerta-. Así que, por favor, mueve tu hermoso culo a donde anteriormente estábamos teniendo nuestra cita que tomaré ventaja de toda esta situación e intentaré hacer orgulloso a medio mundo, incluyéndote.

— ¿Estuviste observando mi culo? —camina hacia mí con expresión incrédula.

—Sabes que te he estado observando en general.

—Tú eres... —me apunta, se calla sin encontrar palabras—. Sigues siendo un maldito.

—Aprenderás a quererme.

—Aprenderás a no agarrarme para juegos tan seguido —se sienta en el sofá, enseguida lleva una rebanada de pizza a su boca—. Soy callada, no idiota.

—Pues bienvenida.

Sonríe ladeando su cabeza y restriega su rostro contra sus manos varias veces. Parece analizar y procesar todo rápidamente, se da una conclusión.

—Entonces, ¿continuamos con nuestra primera cita?

—La segunda, cuento la cena de temprano como la primera.

— ¿Qué hay del viernes?

—Será la tercera.

— ¿Y qué pasará entonces?

—No te apresures, vive el momento, Ainsworth —poso mis manos frente a ella, bufa.

—Lo haré sólo porque lo dices.

Y sigue comiendo, prosigo a lo mismo, empezamos a hablar de cosas diferentes y las horas pasan, Devon llama de nuevo para cuando sus párpados comienzan a pesar, avisa que vendrá dentro de un rato y regresará al centro más tarde, no me parece mejor idea.

Cuando Zoe está completamente rendida no puedo evitar verla. Y es que, mierda, realmente mato por observarla siempre, es como aquella canción de My Chemical Romance que escuché en la radio la semana pasada, esa que eriza mi piel. Me doy cuenta de que ella es como esa canción, esa que me hace sentir bien, en mi lugar, donde pertenezco. Que está realmente aquí y que tengo la oportunidad de hacer que se quede.

No quiero que se vaya, ya no quiero, no quiero dejarla. La quiero conmigo, lo digo en serio. Me vuelve loco y no me importa, puede jugar conmigo y estaría agradecido. Como la línea de John Green; que esta chica rompa mi corazón sería un privilegio.

Todo se vuelve mejor cuando ella está ahí, dispuesta a todo. Necesito indagar más, y lo haré.

Cuidadosamente la recuesto de mi regazo, es de sueño pesado. Y me siento vivo porque está aquí, sigo sintiéndome en un jodido sueño, porque no parece real. Por más que no me gustaría alardear tanto sobre ello, es algo que me cuesta.

Acaricio su espalda, de la misma manera cayendo rendido yo, feliz, en paz. Es lo que me hace sentir, ella merece saberlo y lo sabrá, en algún momento.



Te escapaste de mí una vez, Zoey, no dejaré que eso vuelva a suceder, tenlo por seguro.

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