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Su marca personal

Gente, la contingencia me golpeó otra vez y me inspiró para escribir este breve fic. Digo, hay que aprovechar antes de que se acaben los Juegos Olímpicos.


Incluso en plena pandemia, podía apreciarse a algunas personas sentadas en las gradas del Estadio Olímpico de Tokio. Estaba a punto de iniciar la final de 100 metros planos, con las atletas realizando el último calentamiento antes del evento.

Entre las participantes se encontraba un crédito local, Rin Hoshizora, antigua school idol, estudiante de educación física y corredora avezada, ganadora de varias competencias nacionales. A pesar de ese último punto, nadie daba un peso por ella, pero calló varias bocas al clasificarse para la última carrera. Solo había una persona que creyó en ella desde el principio, su novia y amiga de la infancia Hanayo, quien la veía desde su asiento, con la mascarilla bien puesta.

Rin estaba consciente de los hechos: aquella era la carrera más importante de su vida. Ya no contaba solo con el apoyo de su amada, sino con el de todo un país, fuera en el estadio o en sus casas viendo la televisión. Les echó un vistazo rápido a sus rivales: representaban a Estados Unidos, a Jamaica... No sería fácil colgarse la medalla.

«Haré mi mayor esfuerzo», pensó a pesar de la adversidad.

—¡Corredoras, a sus puestos!

Rin se ubicó en su carril y vio por última vez a sus contrincantes. Alcanzó a distinguir en la lejanía también a su dulce Hanayo, quien de seguro estaba más nerviosa que ella. Luego les dieron la señal para que se prepararan y, tras eso, sonó el pistoletazo de salida.

La pelinaranja corrió como nunca antes lo había hecho en su vida. En ese momento, lo único en su campo de visión era la meta. De todas formas, aunque realmente cerca, esta se sentía muy lejos. Ni siquiera en competencias anteriores había experimentado algo similar, e incluso creía que no sería capaz de acabar. Necesitaba un último esfuerzo, uno supremo; esas piernas debían ir a todo lo que daban si quería terminar la carrera...

Rin acabó séptima de ocho.

A pesar de que lo intentó, la chica se había quedado sin presea. Eso sí, no se veía triste, solo un poco cansada. En cuanto recuperó algo de aliento, se acercó a la tribuna donde estaba Hanayo, quien le sonreía con calidez.

—¡Kayo-chin —le dijo alegremente—, no fui la última, nya!

Lágrimas de alegría se asomaban en los ojos color limón de Rin. Quizás no pudo lograr una medalla, pero sabía que Hanayo no la amaría menos por ello. Cuando terminaran los juegos y volviera a casa, recibiría su propia recompensa: el cariño y el amor de su novia en todo su esplendor. Eso valía más que cualquier título deportivo.


Rin no habrá ganado medalla, pero ya se había ganado el corazón de Hanayo mucho tiempo antes. En la realidad, Japón ha conseguido un buen número en estos juegos, y sé que los países de la mayoría de los que me leen también han conseguido algunas. Lástima que no sea el caso del mío (la última medalla olímpica de Chile fue en Beijing 2008). Estuvimos ahí con la lucha grecorromana y el golf este año, pero... ese hoyo fue el palo de Pinilla 2.0 (los que vieron Chile vs Brasil en el mundial de 2014 entenderán).

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