46. Crisis de los 20
Olivia POV
La piedra se siente fría en contraste con mi piel, lo cual me hace erizar. Paso mi mano por la piedra queriendo grabar en mi memoria cada relieve, curva o irregularidad que pueda tener, como si no lo hubiera hecho miles de veces antes estando sentada en la misma esquina.
Dicen que sentarse sobre una tumba es de mala suerte. No lo creo, ya que así es la manera en la que más me puedo sentir cerca de ella. Físicamente hablando. Y apoyo es lo que necesito.
Hace unos días Mad fue dada de alta del hospital junto a un yeso para terminar de curar las heridas que sufrió, pero a pesar de las miles de veces que me ha repetido que está bien y que no debo preocuparme, nada logra hacerme sentir mejor respecto a ese accidente que sufrió. Mamá piensa que estoy siendo muy negativa en pensar que fue planeado por alguien, pero ¿Cómo no hacerlo cuando la vida ya me ha demostrado en otras ocasiones que existe gente así de horrible en el mundo?
Venir a ver a Leila, era algo que necesitaba. Este es mi lugar tranquilo, un lugar donde puedo pensar, poner todo en perspectiva y dónde algo dentro de mi siente que puede hablar con ella.
—Ay, Leila…— Suelto en un murmuro bajando la vista y sintiendo el nudo en mi garganta — ¿Por dónde empiezo?
Pero lo sé.
Empiezo por contarle todo lo que me ha pasado este último año —como si no fuera probable que lo supiera ya—, desde mi ruptura con Drake, el caos que he sentido con la nueva mudanza, incluso lo de Bart y el reciente accidente de Maddie. Para cuándo llego al final, me permito llorar, porque por primera vez, dejando de lado del miedo que sentí al casi perder a mi mejor amiga de nuevo, pienso en lo perdido durante el accidente.
El pendrive que Jackson había enviado, nunca apareció. Parece que se esfumó dentro del auto.
O peor aún, alguien lo robó.
Lloro más al saber lo que eso puede retrasar en el caso y en parte ya me siento agotada. De todo este año. De todo lo que he pasado, y sobre todo, de fingir que no me afecta como lo hace en realidad.
La muerte de Leila sigue pesando en mi.
No estar cerca de mi familia es algo que me duele.
Pero, algo que no he admitido nunca, es que extraño a Drake.
Joder, cuánto lo extraño. A todo él, no solo lo bueno, aquello que me hizo fijarme en él, sino tampoco en lo malo, porque incluso con eso, logró enamorarme desde el primer instante en que lo vi de una manera diferente. Puede que sea terquedad mía, pero parte de mi aún tiene la leve esperanza de poder arreglar algo, de poder recuperar lo que teníamos y no se que tan lejana pueda ser esa posibilidad, ya que, ni siquiera sé por dónde empezar a arreglar mi vida ahora, mucho menos esa relación.
Las lágrimas caen, y no me preocupo en detenerlas porque ya lo hice durante meses. No puedo hacerlo más, no aquí, no cuando Leila ve a través de mi.
—Sabia que estarías aquí — Me giro y encuentro a Mad parada a unos pasos, usando un vestido de verano verde, sandalias y llevando de accesorio el yeso — Oliv…
Solo eso falta para empezar a llorar y berrear como una niña, lo cual hace que Mad se acerque para sentarse a mi lado y abrazarme mientras lo hago. No dice nada mientras lloro, solo me abraza, me peina el despeinado cabello en mi coleta y espera. Espera a que yo drene todo lo que he estado acumulando.
—Se que no lloras solo por el caso…— Dice tras unos minutos de que me calme — Pero no te presionaré — Asiento agradeciéndole — Vine a ver cómo estabas, y porque sabía que estarías preocupada por el caso.
Aparto la mirada apenada de que lo sepa, no quiero que piense que soy egoísta.
—Jackson me llamó — La observo con atención como me mira tranquila y con algunos rasguños leves en el rostro que no han sanado — Él tiene una copia de todo lo que me dió — Al decir eso siento que por fin puedo respirar después de horas — Casi nos insulta pensado que él es tan descuidado — Bromea y yo solo puedo sonreír levemente porque mi mente está en otro lado.
Todo sigue en pie, me repito mentalmente.
—Ahora, Oliva…— Me peina el cabello viéndome con una atención tan maternal — Debemos hacer algo contigo — Voy a protestar pero me detiene — Estás echa un desastre. Necesitas un día de spa con la tía Mad — Se pone en pie — Yo también lo necesito.
—Mad, no creo…— Voy a protestar haciendo una mueca pero me calla.
—Shh…— Levanta la mano en señal de alto — Arriba. Lincon nos espera en la entrada.
Me lleva a rastras hasta el auto donde Lincon nos espera tranquilamente antes de ponernos en marcha a una de las locaciones favoritas de Maddie en la ciudad para hacer tarde de chicas. Pasamos las siguientes tres horas en sesiones de masajes, depilaciones, manicuras y pedicuras, y cuando finalmente creo que hemos terminado, nos detenemos en la peluquería del lugar con Mad alegando que nuestro cabello también necesita terapia urgentemente.
—Necesita un cambio de look radical — Le dice Mad a la estilista mientras estoy sentada en la silla ya — Algo que diga “No tuve mi crisis de los 20 este año”
Le saco la lengua ante el comentario.
—¿Algún estilo en mente? — Me pregunta la chica estilista que parece ser asiática y muy joven.
—La verdad, no — Admito ya que lo que menos he pensado a sido en algún cambio de look.
—Yo siempre he tenido uno en mente — Admite Mad — Pero se que te puede frenar el estereotipo que tienen de las personas que lucen así…— Se cruza de brazos pensando — sin embargo, te quedaría increíble.
La estilista le pregunta cuál y cuando lo dice, no puedo evitar reírme mentalmente ante algún comentario que hice de ese tipo de chicas en el pasado.
La vida se burla de ti.
—¿Qué te parece? — Me pregunta ambas después de hablar de todo lo que conllevaría.
Me detallo en el espejo. Siempre he lucido así, me gusta, no tengo tantos complejos con mi aspecto, pero creo que un cambio no vendría mal. Al fin y al cabo mi vida a cambiado casi por completo ¿Por qué no hacerme lucir igual?
—Hagámoslo — Le sonrío una vez tomo la decisión y pueden ponerse manos a la obra.
...
Me alejo del área de la terraza donde están sentado mis padres, paseando mi vista por todo el lugar y la gente que aún queda disfrutando de la pequeña fiesta, incluso Rubí está olfateando por todos lados a la gente.
Hoy es mi cumpleaños, y mis padres me organizaron algo pequeño dado que la mitad de los chicos no pudieron venir. Reservaron una terraza de un restaurante de la costa, dónde podemos ver todo el esplendor del muelle de Santa Mónica y al sol ya esconderse en el horizonte. Invitaron a algunos amigos cercanos de la familia, míos y a los chicos que están aquí claro. Incluso la familia de Nick está aquí, a pesar de que el no pudo venir. Muchos no pudieron, pero dijeron que al regresar yo a la ciudad celebraremos.
Paso junto a Liam que conversa con el hermano de Nick, del cual parece es compañero en el equipo de básquet, y continuo hasta llegar a mi destino. Encuentro sentados en unos muebles a Lincon, Maddie y Hunter, quienes parecen estar riéndose de algo mientras beben unos tragos que obtuvieron de la barra.
—¡Mira. Nuestra nueva rubia! — Exclama Mad sonriente cuando me siento con ellos.
Muevo un poco mi nueva cabellera rubia para ser un tanto dramática mientras sonrío. Hunter a mi lado me mira con atención.
— La verdad si te queda — Confiesa antes de darle un trago a su cerveza.
—¡Claro, si yo lo sugerí! — Exclama Mad frente a ambos.
—Al menos no se ve artificial como el de otras personas…— Suelta Lincon haciéndonos reír sabiendo de quién hablamos.
—Ahora, dejando de hablar de cabelleras, cuando la mía es la mejor…— Habla Hunter pasándome un vaso de mojito — toca embriagar a la cumpleañera. Es ley.
—Cierto. Yo la leí — Le sigue el juego Mad levantando su vaso para chocarlo con el mío.
— Tan considerados — Los miro mal antes de sonreír y empezar a beberlo.
Dos horas a después, ya casi todos se han ido, tan solo quedando mis padres, Mad, Lincon y los padres de Mad. Sip, incluso Owen. Aún no se que tan dispuesto está en enmendar lo que hizo, pero por ahora las cosas no parecen ir terribles entre ellos. Incluso me sorprendió dándome un obsequio por su propia voluntad.
—Oliv — Tía Carla se acerca a mi con una gran bolsa de papel en mano — Tengo algo para ti — Sonrío tomándolo cuando me lo tiende y estoy por agradecerle pero me corta — Drake tuvo que irse antes para cubrir a su padre en negocios…pero dejó esto en casa para ti – Al instante en que dice eso, mi corazón se acelera, nerviosa por lo que pueda haber dentro.
Y mucho más importante, lo que esto pueda significar.
Tomo la bolsa incapaz de hacer algún movimiento, sorprendida de que se tomara el tiempo de buscar un regalo para mi a pesar de que la última vez que nos vimos casi nos gritamos en medio del cumpleaños de su hermana. Ojeo dentro pero solo veo más bolsa de papel y algo grande y pesado dentro.
—Gracias — Digo en un murmuro sintiendo un nudo en mi garganta.
Tia Carla no dice nada, sino que me abraza y yo acepto el abrazo queriendo sentir algo de apoyo para poder ver el regalo luego. Cuando se separa, aparte un mechón rubio de mi rostro y me observa con ternura.
—Recuerda algo, Oliv…— Empieza a decirme con la mano en mi brazo — No siempre las cosas son blancas o negras…— Hace una pausa — A veces llega el gris, y resulta mucho mejor que las otras opciones.
Asiento y vuelvo a abrazarla para despedirla. Cuando la observo irse, pienso en su consejo, y me doy cuenta de cuánta razón tiene. Drake y yo —o bueno nuestras mentalidades — somos el blanco y el negro. Cada uno siempre veía por cosas distintas, y no por la otra persona. Siempre nos metimos dentro de nuestros extremos, llegando a romperlo todo, cuando no recordamos que existe un medio entre ambos, ese gris que pudo haber sido nuestra salvación desde el principio.
Hace meses si me preguntaban si odiaba a Drake, podía decir que si. Pero hoy, después de tanto, soy incapaz de hacerlo, porque por fin estoy entendiendo que no hay más odio, nunca lo hubo. El odio que fingí tener, no era más que una armadura ante como habían terminado las cosas.
Pero ya me cansé de esa armadura. No hace más que destruir todo más.
…
Tomo las últimas camisetas que mi madre puso sobre mi cama en la mañana y las meto dentro de la maleta, junto a mi pequeño bolso de productos de higiene que llevo conmigo a todos lados que viaje. La maleta resulta más complicada de cerrar por algunos regalos que tuve que meter en ella, pero también tuve que dejar otros para que mis padres los envíen por correo hacia NY.
Regalos…
¡El regalo de Drake!
Corro hacia el sofá de mi habitación, en dónde coloqué la gran bolsa cuando llegue anteayer de mi fiesta de cumpleaños, la tomo y la llevo conmigo hacia la cama para estar más cómoda. Saco de dentro de la bolsa un gran cuadrado forrado de papel de seda rosa, el cual solo me deja ver algunas sombras a través de el. Confundida, rasgo el papel hasta poder dar con lo que está dentro y una vez lo veo, mi boca se abre sorprendida. Observo toda la pintura a detalle, dándome cuenta que es la pintura de un prado, con un árbol y mesa de picnic, al fondo, un hermoso atardecer en colores anaranjados, y junto al árbol una niña de vestido de flores y cabello castaño claro.
Es el prado de mis sueños. El prado donde siempre veo a Leila en mis sueños.
En la esquina interior está la firma de un artista y al instante en el que voy comprendiendo todo, el corazón me llega hasta la boca, haciéndome sentir un remolino de emociones en mi. Giro el cuadro encontrando el nombre de la obra.
“Leila”
Hace años, me atreví a hablarle a Drake sobre esos sueños, de Leila, le describí ese prado al detalle, y ahora tengo una pintura de el.
¿Cómo es posible que sea tan idéntico?
—Oliv — Me encuentro a mi madre entrando a mi habitación y se detiene una vez nota el cuadro sobre la cama — Que hermoso ¿Quién te lo dió?
—Drake – Murmuro tras unos segundos en dónde mi vista se vuelve a fijar en la pintura.
—Parece que te gustó — Mi mamá me sonríe. Ella no sabe nada de ese prado, nunca quise preocuparla contándoselo – Creo que sigue sabiendo como llegar a ti – Aparta el cabello que cae en mi rostro y a lo lejos noto a Rubi entrar en la habitación.
—Creo que nunca dejó de saberlo — Admito en un suspiro.
—¿Lo extrañas?
—Con toda mi alma — Confieso sintiendo de nuevo el nudo de mi garganta.
—¿Y por qué no vas tras él? – Me giro hacia mi madre, queriendo buscar la respuesta a esa pregunta.
¿Por qué no voy tras él?
—No sabría ni por dónde empezar – Digo en un murmuro, avergonzada de eso — No creo que pueda hacer un borrón y cuenta nueva, mamá.
—Nunca sabrás eso hasta que lo intentes – Me recuerda – Se empieza por pasos pequeños, Oliv. No corriendo.
Asiento entendiendo y sopesando el consejo.
—¿Me lo puedes hacer llegar? – Ella asiente — Me gustaría tenerlo en NY si las cosas no cambian — Suspiro.
—Lo haré – Se pone en pie — Ya deberías salir al aeropuerto — Me recuerda mientras ordena un poco la cama.
—Ya voy, señora — Le bromeo poniéndome en pie.
—Hoppe y Alex te llevarán – Añade ella mientras se aleja hacia la puerta — Hoppe te llevará hasta tu departamento.
Me quejo dramáticamente ganándome una reprimenda que no cambia nada el hecho de que ahora tengo niñeras. Alex y Hoppe son guardaespaldas de un servicio que mi padre contrató para mi —recomendados por Owen— para estás siguientes semanas hasta el juicio de Bart. Dice que es por mi seguridad, pero creo que es más por la suya.
Creo que no solo yo pasé un mal momento con el accidente de Maddie.
Los siguientes 30 minutos se va entre despedidas y abrazos de mi familia, y para cuando me doy cuenta ya estoy en el asiento trasero del auto junto a Rubi camino al aeropuerto, con Hoppe y Alex en los asientos delanteros. Son hombres de más o menos 30 o 40 años, y para ser guardaespaldas, Alex luce muy amigable, mientras que Hoppe —quien se irá conmigo a NY— si parece más serio y de la profesión con su gran altura.
Observo las calles pasar por la ventana, sintiendo nostalgia de dejar la ciudad de nuevo. Siempre la extraño tanto.
—¿Podemos pasar por un lugar antes? — Meto la cabeza entre los dos asientos.
Ambos se miran pican convencidos, pero para cuando me doy cuenta, ya estamos deteniendo el auto en un mirador que da hacia la playa de las estrellas donde vine con Drake hace años. Volvimos un par de veces a citas, y para mí, es un lugar muy especial.
Me bajo sola —a pesar de la insistencia de cierta canina— y observo el paisaje, inhalando todo el aire que llega a mi, sintiendo en mi lengua lo salado del ambiente y el olor característico de la playa. De mi playa.
—Estaré bien — Mi baja voz se pierde entre la brisa.
Regreso al auto, y Hoppe emprende de nuevo el camino hacia el aeropuerto, ya que aún estamos a tiempo para el vuelo. Noto que han encendido la radio, y el auto se llena por la notas del inicio de Enchanted de Taylor Swift, mientras yo fijo mi vista en el cielo al pasar, mi mano se vuelve puño alrededor del colgante de mi collar y se pronto siento la valentía necesaria para enfrentar todo lo que me espera.
El mismo collar que Drake me regaló años atrás…
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¡Hola, bombones!
Las ví, pensaron que a Drake se le olvidadaria el cumple de Oliv pero nono. Sobre mi cadaver.
¡Tenemos una nueva rubia! Que irónico.
¡Y tenemos nueva niñera! jajaja
Nos vemos en el próximo capítulo.
Besos.
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