Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1

"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad", dice la famosa frase de una popular película de superhéroes, y Jeremías creía que no había nada más acertado para referirse a su vida. Siendo uno de los hechiceros más poderosos entre los de su clase desde que tenía memoria, cargaba sobre sus hombros con el peso de ser el guardián, el fiero protector de sus hermanos, en especial del mayor de los tres y líder de la rebelión, la cual trabajaba arduamente para destituir el cruel y tirano imperio oscuro.

Conectado profundamente con la naturaleza, era capaz de oír los susurros del aire, del agua, del fuego y de la tierra. A muy temprana edad, llegó a comprender los mensajes que estos le enviaban, las advertencias sobre peligros inminentes o el llamado a lugares donde había terribles amenazas que atentaban contra el equilibrio natural de la Tierra. Compartía su mismo lenguaje y se aseguraba de responder en cada oportunidad. Al fin y al cabo, era parte de su esencia, por lo que no podía, ni quería, ignorarlo.

No obstante, su conexión era mucho más profunda de lo que todos pensaban, ligada a través de sus emociones, por lo general firmemente contenidas e intensas, y eso le daba la habilidad de convocar a los diferentes elementos y utilizarlos para su propio fin. Sin duda, un arma muy peligrosa si se usaba para el mal. Su padre, consciente de esto, por supuesto intentó aprovecharse; sin embargo, Jeremías tenía muy en claro cuáles eran sus límites y traicionar a sus propios hermanos era algo que jamás haría.

Por esa razón, cuando Ezequiel se rebeló contra el yugo opresor de su progenitor, el rey de la oscuridad, al igual que Rafael, lo siguió sin hacer una sola pregunta. Su hermano mayor era cien por ciento empático y muy compasivo. Aunque tenía la habilidad para entrar en la mente de quien fuera y obtener sus más profundos secretos, se negaba a usar su poder para tales fines, a menos, claro, que no tuviera otra opción.

Poseedor de una gran inteligencia y capacidad de liderazgo, se alzó contra los mandatos de Samael por el bien no solo de sí mismo, sino de la humanidad. Los amaba y velaba por su seguridad en un mundo que se había vuelto demasiado hostil y violento para ellos.

Rafael, por su parte, era un poderoso sanador, capaz tanto de curar como de provocar horribles daños y matar al enemigo en cuestión de segundos. No obstante, no dudó ni por un instante al seguirlo sin mirar atrás. Pese al origen oscuro que todos compartían, su corazón siempre se inclinaba hacia la luz y encontraba reconfortante ayudar a aquellos humanos que lo necesitaran. Después de todo, el don divino corría por sus venas, hecho que quedó más que demostrado luego de su transformación.

Tanto él como Ezequiel se habían convertido en ángeles, luego de encontrar el verdadero amor, por lo que ya no había oscuridad en sus almas, ni un solo vestigio. A Jeremías, en cambio, le sucedía lo opuesto. Si bien jamás había tenido tendencia o encontrado placer en dañar a los humanos, tampoco despertaban en él demasiado interés. Le parecían criaturas frágiles y vulnerables sin ningún tipo de cualidad o fortaleza en comparación con los extraordinarios poderes que poseían los demonios.

Aun así, eso no le impidió volverse su fiero guardián desde el momento en el que su hermano mayor decidió que debían cuidar de ellos. Confiaba en el criterio de Ezequiel y haría lo que fuese por protegerlo, tanto a él como a Rafael, así tuviese que dar su vida en el proceso. Si él decía que había que velar por ellos, entonces eso era lo que haría.

Sin embargo, ir en contra de su propia esencia oscura era mucho más difícil de lo que había pensado que sería. Su íntima conexión con la naturaleza lo hacía volátil y extremadamente letal, más que cualquier otro demonio. Cada emoción profunda e intensa tenía un efecto directo sobre la Tierra. Si algo lo inquietaba, una tormenta comenzaba a desarrollarse a su alrededor. Si se frustraba o peor aún, se enfurecía, entonces los vientos se agitaban con fuerza, pudiendo crear en segundos devastadores y destructores tornados.

Como fuese, todo en él gritaba peligro para las personas a quienes debía proteger, por lo que la pérdida de control no era una opción para él. Ya había sucedido en una oportunidad, muchos años atrás, y las consecuencias fueron catastróficas. No volvería a cometer el mismo error. Mucho menos ahora que sus sobrinos y sus cuñadas formaban parte de su familia.

Intentó alejar el repentino recuerdo. Hacía tiempo que lo había enterrado en su mente y no deseaba volver a pensar en ello. Pero por alguna extraña razón, este resurgía con frecuencia desde que Alma, la mujer de Ezequiel, había llegado a sus vidas.

Al principio, no podía comprender como el líder de la rebelión, el más buscado por el imperio oscuro, se ponía en peligro de ese modo por una simple humana y, por supuesto, intentó oponerse. Hizo todo lo posible para que su hermano recapacitara y evitara exponerse. Su necesidad de protegerlo era más fuerte que cualquier otra cosa e ignorar el peligro al que su comportamiento lo exponía iba en contra de todos sus instintos. Sin embargo, este se aseguró de dejarle claro que la chica le importaba y que no había nada que pudiera decir o hacer para alejarlo de ella.

Y aunque se resistió durante un tiempo e hizo todo lo que pudo por mantener la distancia y tratarla con frialdad, comprendió que no tendría más opción que aceptarla entre los suyos. La mujer era irritablemente buena y se las ingenió para atravesar sus barreras. Ella era inocente y dulce, con un corazón noble y un alma pura, lo que pronto despertó una notoria admiración por parte de él.

Por primera vez, una humana lo sorprendió, demostrándole que había mucho más en las personas de lo que había pensado. Y cuando descubrieron que estaba embarazada de David, ya no hubo dudas al respecto. Alma le pertenecía a su hermano, lo que significaba que le pertenecía también a él para cuidar y proteger.

Nada fue fácil desde entonces. La transformación de su hermano no pasó desapercibida por sus atacantes cuando sus nuevos poderes rompieron la barrera protectora que Jeremías había alzado alrededor de la casa para mantenerlos ocultos. Nunca nadie había sido capaz de una hazaña semejante, por lo que no creyó que fuese incluso posible.

Además de su conexión con la naturaleza, también estaba ligado a la magia, las energías y la hechicería. Podía camuflarse y ocultarse de otros demonios tan solo con dibujar símbolos en el aire, tanto a sí mismo como a sus hermanos, lo que era una gran ventaja a la hora de ir a una misión. Pero se encontraba lejos cuando todo sucedió y supo que, por mucho que lo deseara, no llegaría a tiempo.

Por fortuna, el cambio de Ezequiel había hecho que sus poderes aumentaran a niveles insospechados y en cuestión de minutos eliminó a todos sus rivales. Ninguno sobrevivió para revelar su secreto, que ya no se enfrentaban a un demonio, sino a un ángel; sin embargo, su ubicación había sido vulnerada y no tardarían en enviar a otros en su búsqueda.

Optando por marcharse y ponerse a salvo, asegurándose de que nadie descubriera lo sucedido, se trasladaron a la casa de campo que poseían. Desde allí, se mantuvieron en las sombras y continuaron operando las misiones por medio de videollamada. Nadie debía enterarse de dónde estaban, en especial, luego de enterarse de que Alma estaba embarazada.

Durante los siguientes cuatro años, siguió saliendo para asistir en los distintos operativos, pero tomaba todo tipo de precauciones cada vez, cuidándose de no dejar ni un solo rastro que pudiese conducir al enemigo al hogar donde vivía junto a su familia.

Mientras tanto, procuraron encontrar una explicación para el cambio ocurrido en el líder. Rafael buscaba en los libros antiguos de sanación y él lo hacía en los de hechicería. No obstante, no tuvieron éxito. No había nada que hiciera referencia a la posibilidad de que un demonio se convirtiera en un ángel. Tampoco de que la humana y madre de su hijo, cuya concepción era un misterio debido a que su padre los había esterilizado, se volviese inmortal tras el parto.

Durante todo ese tiempo, la falta de respuestas fue de lo más frustrante para todos, en especial para el sanador, quien llegó a obsesionarse con hallar la explicación a algo que ninguno comprendía. Podía ver lo mucho que anhelaba el cambio para él y cómo ese mismo deseo era el que lo hundía cada vez más en su propia oscuridad.

Era extraño ver a Rafael tan desanimado. Siempre había sido jovial y relajado y en los últimos meses se había vuelto amargado y solitario. Bebía con alarmante frecuencia y casi no dormía. Pero entonces apareció Luna de la forma más inesperada y la vida de todos se vio sacudida.

Había habido un traidor entre ellos, alguien que los acompañaba desde el principio y de quien jamás habrían sospechado nada si no hubiera sido por el informe de una guía que trabajaba con una empleada de un hospital ubicado en un área que estaba bajo la supervisión de otro jefe de zona. Este, junto a un grupo de seguidores, mantenía en secreto aquel horrendo lugar donde torturaban a humanos y experimentaban con ellos. Curiosamente, uno de ellos era una mujer que tenía extrañas premoniciones y estaba conectada a su hermano. Ella había soñado con Rafael y él la había visto en sueños también.

Impelido por la necesidad de salvarla, el sanador se había puesto en peligro al enfrentarse con los poderosos demonios que la mantenían cautiva, incluido un hechicero. Estos lo superaban en número, pero, aun así, había salido victorioso. Poco después, descubrieron que fue ella quien había aumentado su poder y potenciado su energía para poder vencerlos.

La atracción, tanto física como emocional, fue inmediata y la conexión entre ellos se volvió más profunda cuanto más tiempo juntos pasaban. Lo siguiente que pasó fue que él también se convirtió en ángel y Luna pasó a ser inmortal, tal y como había sucedido antes con Ezequiel y Alma.

A diferencia de entonces, ahora sabían que todo obedecía a una antigua y misteriosa profecía de la que ninguno había oído antes, en la que el místico arcángel Miguel marcó, de alguna manera, a las mujeres elegidas por la pureza de sus corazones para que estas unieran sus vidas a las de ellos y los liberaran por fin de la oscuridad que los acechaba.

Los tres hermanos, o hijos perdidos de la luz, como habían sido denominados en aquella visión compartida por Rafael, se vincularían con ellas a través de un amor especial, único y verdadero y experimentarían la transformación en el instante mismo en el que gestaran una nueva vida, juntos. Solo así, encontrarían la salvación de la condena de sus propias almas y recuperarían la divinidad que todavía refulgía en sus almas antes de que esta fuera corrompida por la maldad de su gente.

Quizás entonces Dios —si acaso era real— los recibiría en su gracia y se daría comienzo a una nueva era formada por luz y oscuridad, por seres poseedores de dones celestiales y pulsiones de la carne.

Incapaz de creer que el destino de sus vidas estuviese atado a una profecía desconocida y bastante extraña, tras la visión de su hermano, Jeremías dedicó sus días a investigar los libros antiguos que hablaban sobre el origen de su pueblo. Buscó especialmente en aquellos capítulos en los que se mencionaban apariciones de ángeles, hablaban del Dios creador del universo o bien, de guerras y enfrentamientos. También de profecías, mensajes y misiones especiales para salvar a la humanidad.

Estaba seguro de que no encontraría respuestas. Ya había buscado antes y nada de lo que leía había llamado su atención. Sin embargo, algo lo hizo cuando revisó el viejo pergamino que había adquirido esa misma noche en un tugurio de mala muerte donde se había encontrado con un contacto que solía proveerle material inédito y desconocido por el común de los hechiceros. En principio no le había dado mucho crédito, pero el anciano le aseguró que allí encontraría lo que estaba buscando, y no le había mentido.

El delicado papiro hablaba de Miguel, el más poderoso arcángel, encargado de la protección. En el texto, su nombre era vinculado con el poder, la fuerza y la fe, e indicaba que era el responsable de mantener el orden y el equilibrio de la humanidad. También resaltaba que, en los orígenes, solía ser invocado por los humanos cuando estos buscaban amparo y cuidado. Se creía que era el más cercano a Dios y que podía transmitir dones a quienes tocara, permitiendo que la divinidad se alojara en ellos y se transmitiera a otros a través del amor, incluidas aquellas almas perdidas que hubiesen sido tentados por la creciente e insidiosa oscuridad.

Por supuesto, también había referencias al diablo, el demonio más cruel y cínico conocido antes de su padre, y como este había sido destruido a manos del poderoso arcángel en la última batalla, previo a que su ejército tuviera que marcharse, dejando a la humanidad en tinieblas. Después de eso nunca más se supo de ellos. La maldad se instaló definitivamente en la Tierra y seres oscuros vagaron sin restricciones, apoderándose de todo a su paso, asesinando y corrompiendo cada alma en su camino, robando a los humanos toda esperanza de ser salvada.

Y así había sido hasta que Ezequiel, muchísimos años atrás, con el apoyo tanto de Rafael como el suyo propio, se reveló contra las atrocidades de su gente y formó el grupo de renegados que encabezarían lo que luego se convertiría en la rebelión. Hoy eran el enemigo más temido por el imperio oscuro, que estaba liderado por su padre. Lo que había empezado como un puñado de demonios inconformes y rebeldes, pronto se volvió un peligroso movimiento de lucha contra la imposición de un mandato absolutista y perturbadoramente maligno.

Sin embargo, era consciente de que el riesgo iba en ambos sentidos y nunca debía olvidarse de eso, sobre todo ahora que sus dos hermanos tenían sus propias familias a quienes proteger.

Sorprendido y abrumado ante semejante revelación, dejó caer el ajado papel de sus manos. Lo que acababa de descubrir derrumbaba todo lo conocido hasta el momento sobre los orígenes de su pueblo. Si bien sabía que había habido luchas y enfrentamientos y que, pese a haber destruido a uno de los demonios más sádicos de la historia demoníaca, los ángeles se habían ido al ver que no podían hacerle frente a tanta corrupción y maldad, no tenía idea de que el arcángel Miguel hubiese dejado dones divinos en humanas para que en un futuro remoto aquellos que nunca comulgaron con la oscuridad, pudieran salvarse.

Inspiró profundo para serenarse antes de provocar que los truenos comenzaran a estallar de repente en el cielo. Era imperativo que mantuviera a resguardo esta información. Sería catastrófico si llegara a manos de sus enemigos. Estos no dudarían en matar a todas las mujeres de la faz de la Tierra con tal de impedirlo.

Tenía que contárselo a sus hermanos, por supuesto, pero nadie más debía saberlo. Por un momento, tan solo una fracción de segundo, pensó en deshacerse del cabo suelto, el anciano que le había brindado el pergamino, pero se sacudió en el acto el oscuro impulso. El viejo demonio se había unido a ellos desde los comienzos y nada indicaba que fuese a traicionarlos o deseara ningún mal a los humanos. De todos modos, no se arriesgaría a que alguien más lo viera, por lo que después de compartirlo con Ezequiel y Rafael, lo destruiría. No tenía otra opción.

Tras sentir que recuperaba la calma, recogió el papel del piso y continuó leyendo. La antigua caligrafía manuscrita declaraba que el arcángel Miguel regresaría a la Tierra cuando la profecía se hubiese cumplido para restaurar el orden perdido y acabar de una vez por todas con las tinieblas que pudrían y gangrenaban a la humanidad. Para ello, recibiría la ayuda de tres grandes líderes de corazón puro, descendientes directos de las tres hijas de la luz perdidas.

Al parecer, los demonios las habían tomado cautivas con el propósito de convertirlas en esclavas sexuales y así crear nuevos linajes más poderosos y letales gracias a los dones combinados y extraordinarios de ambas especies. Según el texto, los ángeles debieron marcharse antes de poder ayudarlas, pero prometieron volver cuando menos lo esperaran, cuando más divididos estuviesen y entonces, la venganza caería sobre ellos.

Durante todo este tiempo, el arcángel Miguel estuvo oculto y atento, a la espera de encontrar a las tres humanas que fueran dignas de semejante tarea. Las eligió entre las que descendían de generaciones pasadas en las que había habido alguna unión entre ángeles y humanos, cada una con talentos naturales y almas puras, y transfirió una pequeña parte de su propia divinidad mientras aún se encontraban en el vientre de sus madres. Ellas serían las encargadas de devolver la luz a los hijos perdidos de sus hermanas sacrificadas en la guerra y conectarlos de nuevo con su verdadera esencia.

Solo entonces, el camino quedaría allanado para su regreso y, junto con sus solados alados, volvería para ayudar a los rebeldes a derrocar la oscuridad reinante. No obstante, para que eso pudiera llevarse a cabo, los tres líderes debían encontrar a sus compañeras. Sin ellas, nada de esto sería posible. Solo esas mujeres, seleccionadas por el mismo arcángel Miguel, conectarían con la parte pura y divina en ellos, potenciarían sus dones y los llevarían al siguiente nivel.

Solo a través del amor verdadero que ellas les brindasen, los hijos perdidos recuperarían lo robado, erradicando por completo la oscuridad impuesta por la violencia y la imposición, y la luz volvería a expandirse por sus venas. Una vez que sus corazones se uniesen con los de sus compañeras y la vida se abriera paso, la divinidad emergería en sus almas, volviéndolos superiores, celestiales, dignos.

Jeremías se frotó la cara, nervioso. ¿Cómo les explicaría a sus hermanos que por su culpa la profecía no iba a cumplirse? ¿Cómo les diría que él nunca sería capaz de sentir amor, atracción o lo que carajo fuera que ellos sentían por sus mujeres? Muchas veces, ni siquiera se permitía sentir ninguna emoción para poder controlar sus poderes y no generar caos a su alrededor. ¿Cómo hacerlo sin riesgos para nadie si con solo enojarse podía provocar daños irreparables en su entorno, especialmente en las personas que estaban cerca de él?

Desde pequeño había sido forzado a superarse cada día y volverse más y más letal para satisfacer la avaricia de un padre déspota y cruel que lo único que deseaba era el poder para sí mismo. Toda su vida había tenido que lidiar con emociones contradictorias dentro suyo, con una lucha descarnada entre el bien y el mal que se llevaba a cabo en su interior y pujaba entre luces y sombras para apoderarse de su alma. Y siempre, en cada oportunidad, la Tierra se veía afectada por su agitación interna.

No, no podía decírselos, no frente a frente, al menos. No soportaría ver como la esperanza abandonaba los ojos de ambos. Escribiría una carta, explicándolo todo, y la dejaría junto al pergamino. Ellos eran inteligentes, entenderían las razones que lo habían llevado a hacerlo. Tampoco lo necesitaban para que tradujera las partes del documento en las que se mencionaba la magia. Después de todo, no se trataba de hechicería, sino más bien de algo superior, divino.

Finalmente, había llegado el momento de alejarse de sus hermanos y sus familias. Sabía que estos se opondrían, que le insistirían para que se quedase con ellos y buscase a la mujer que supuestamente el destino tenía reservada para él, esa misteriosa compañera que la profecía aseguraba que lo esperaba para conectarlo con su verdadera esencia, pero no creía que eso fuera a suceder en verdad, no a él.

Contrario a lo que pensaban, no había pureza alguna en su corazón, no había luz en su alma. Jeremías estaba más allá de cualquier redención posible. Era simplemente imposible que existiese alguien para él. Nadie en su sano juicio desearía acercársele y a él tampoco le atraía demasiado la idea. Ninguna mujer podría sentirse atraída por él, aun cuando su físico fuese más que agradable a la vista, porque lo único que vería en cuanto lo tuviera en frente sería la oscuridad de su mirada, el vacío en su alma y el peligro que su sola presencia irradiaba.

Aparte del contenido de ese pergamino sobre el arcángel Miguel que supondría la instauración del nuevo orden en la Tierra, como si de un cuento de ficción se tratase, similar al apocalipsis que leen los humanos en la biblia, no había encontrado nada más de utilidad, pero no necesitaba seguir buscando. Había visto con sus propios ojos la transformación de sus hermanos, por lo que sabía que la profecía era verídica. Sin embargo, era muy consciente de que jamás se cumpliría porque no había esperanza alguna para él.

A diferencia de él, aunque igual de mortíferos, Ezequiel y Rafael guardaban una profunda bondad dentro de ellos. El líder tenía una gran empatía y capacidad de sentir profundas emociones, el sanador poseía el don curativo y una contagiosa alegría innata. Jeremías, en cambio, estaba lleno de ira y violencia, de frialdad y muerte. El solo pensamiento de verse afectado por el cambio lo hacía estremecerse. La idea de tener tanto poder lo atemorizaba como nada más lo hacía.

De los tres, él era el que más cerca estuvo siempre de la oscuridad, heredada por su maldito padre, el que más se conectaba con las pulsiones bajas y oscuras. Ahora mismo, de hecho, conocer su propio origen y saber que su madre, una inocente fémina ángel, había sido sometida para que él pudiese nacer, no hacía más que aumentar la ira que ya albergaba en su interior y alimentar su fuerza, la cual jamás mermaba, consecuencia directa de su inagotable y continua conexión con la naturaleza.

¿Qué pasaría si, tras encontrar a su compañera —lo cual creía improbable, por cierto—, se transformaba y luego no podía controlarlo? ¿Y si el cambio despertaba su peor parte y en lugar de usar su poder para el bien, se volvía contra sus hermanos? No, jamás lo permitiría.

Por otro lado, nadie estaría seguro a su lado, mucho menos una mujer. Ya de por sí, le resultaba difícil controlar su temperamento. Odiaba no tener el control sobre las cosas, y preocuparse por alguien más con tanta profundidad, como podía ver que les sucedía a Ezequiel y Rafael, lo volvería loco.

Aun así, los ayudaría. Podía no estar a la altura de lo que indicaba la profecía, pero haría todo lo posible para encontrar al maldito aniquilador, movimiento o demonio, y matarlo con sus propias manos. Destruiría a todos sus seguidores y adeptos y acabaría con cualquier amenaza que osara atentar contra la vida de su familia.

Tal vez, eso era suficiente para que el arcángel Miguel decidiera regresar con su ejército y erradicar de una vez por todas la maldad que gobernaba sobre la Tierra. Y en cuanto sucediera, se alejaría para siempre. Podría descansar una vez supiera que sus hermanos tendrían el futuro que siempre merecieron, que sus hijos estarían a salvo y crecerían en un mundo mejor. Siempre que ellos fueran felices, todo estaría bien para él.

Ya tomada esa decisión, se apresuró a ponerse en marcha. Debía irse cuanto antes. Necesitaba la conexión con la Tierra, con sus elementos, para poder pensar con claridad y planear los pasos a seguir.

Siempre había sido solitario e independiente. A excepción de sus hermanos, no pensaba en el bienestar de nadie más, excepto ellos, a menos claro que estuviese en una misión salvando a algún humano, pero lo borraba de su mente en cuanto esta acababa.

No se veía a sí mismo yendo detrás de una mujer, humana o no. La soledad era el único modo de vida que conocía hasta el momento y no tenía intención alguna de cambiar eso justo ahora.

------------------------
¡Espero que les haya gustado!
Si es así, no se olviden de votar, comentar y recomendar.

Grupo de facebook: En un rincón de Argentina. Libros Mariana Alonso.

¡Hasta el próximo capítulo! ❤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro