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VI: Anime

Anime

" Después del subidó, siempre viene el hostión. Nunca falla, es como la ley de Murphy"

Ahorrando su clase de política y debate político, en el que René tuvo que posicionarse en la extrema izquierda por orden del profesor Juncker. Nunca penséis que la realeza tiene un partido predilecto pues deben permanecer totalmente neutrales. Eso es lo fundamental pero obviamente ellos deben saberlo todo lo existente sobre todos y cada uno de los tipos de partidos, aún si no pueden participar en las elecciones.

Bueno, como decía, después de la segunda clase, los estudiantes pasaban por el comedor a recoger algún snack para la media mañana. Luego tenían otras tres horas de clase y, en el mejor de los casos, el día terminaba ahí. Para los menos afortunados (prácticamente todos, ya que todos tienen dos clases más menos dos horas semanales en las cuales se descansa de cada una de las materias),  les quedaban dos horas más para terminar su jornada.

René tenía como optativa deportiva el polo. En resumidas cuentas, un deporte a caballo donde además de montar debes darle a una pelota con un palo. Nada fácil pero predilecto para la nobleza. Aclaro, no estamos en el siglo XV o algo por el estilo pero nuestro príncipe se mantiene clásico. Súmale el amor que tiene René por los deportes que incluyen equinos. El chico además de polo, dominaba la equitación de carreras a galope, las modalidades de saltos, el horseball y la doma clásica. Definitivamente un completo amante de los caballos. Pero es que, ¿quién se puede resistir a estos bebés? Con esos ojitos tiernos y dóciles, las crines suaves y... uhm... ¡todo! Son tan bonitos... ejem, vuelta al tema.

Como el deporte en sí no fuera suficiente, los estudiantes debían escoger otra asignatura de artes. En el caso de nuestro protagonista, elegió música, en específico, la instrumentación de cuerda. René toca... bueno, intentad adivinarlo. Os dejo cinco segundos. ¿Violín?, ¿viola?, ¿chelo?, ¿contrabajo? Tres, dos, uno. Tiempo. ¡Error! René toca la guitarra eléctrica. Qué gran shock. Ese tipo clasicón de los años 50 se maneja con un cacharro eléctrico. Impensable. Pero verdad.

Todo tiene su historia. En un principio, el príncipe neerlandés era un maestro de violín y era feliz con ello. Pero, ¿recordáis que tenía una crush? ¿Carole? Sí, justo ella. Y os preguntaréis en qué influye ella en esta anécdota. Simple. La crush ama el rock y la música techno. Como consecuencia, comenzó a tomar clases de guitarra eléctrica. Toda acción tiene su reacción. Y René dejó su precioso violín y compró una nueva y reluciente guitarra. Así, comparten más clases juntos. (Aunque eso de "más" tiene poco, porque solo coinciden en esa.)

Por ello, para René los martes, miércoles, jueves y viernes por la tarde era como ir al cielo. Es como una asociación de palabras, matemáticas y terror, chocolate y rico, pues igual: martes es igual a felicidad pura, igual que el miércoles, jueves y viernes. (Nótese que lleva técnicamente todo el fin de semana y el lunes sin verla. Eso es mucho tiempo de sufrimiento). 

Este era un día de esos. Concretamente jueves. 

—Hey Carole —la saludó mientras cerraba la puerta tras de sí—, ¿qué tal llevas tu composición? —(how to sonar natural hablando de tareas.)

—Bien —le respondió la chica alzando la mirada hacia él—, supongo. Me falta arreglarlo un poco —(cachis, chico. De haberle ido mal o regular le habrías ayudado, te he visto las intenciones, ¿eh?)—. ¿Y tú?

—No tan bien como quiero, la verdad —(esa fue más inteligente. René, hijo, a veces sí que puedes ser avispado).

—¿Oh?

—Algo no suena bien, pero no sé el qué...

En ese momento llegó el profesor Armstrong. Este se había puesto música tensa y épica de fondo, mientras avanzaba haciendo volar su chupa de cuero medio abierta. Era un tipo muy de presumir. Aunque, como el resto de los bichos raros de le Rosey, era más que un genio. 

—Bueno —susurró la chica—, ven a buscarme a la biblioteca luego al terminar.

La clase fue estúpidamente larga. Era como andar por el desierto: cuanto más quieras agua, más sed siente. Las palabras y consejos del profesor se estiraban como chicles en el tiempo (me da asco de solo imaginármelo, ahora que lo pienso). Cada exposición de ideas de cada estudiante duraban tanto rato que costaba creer que no hablaban por más de cuatro minutos. 

Por fin, la campana sonó y terminó aquella clase. Pero tristemente, tenía otra hora de actividad. 

Durante la práctica de polo, René se mostraba distraído. Su mente viajaba por los compases pero en verdad era el simple hecho de la desconcentración. Su caballo tampoco estaba muy en la labor ni protestaba por el estado de su jinete (el equino estaba del plan "¿no hay que trabajar?, por mí, fantástico"). Todo lo que veía por los ojos, René lo remitía a la "cita" (recálquense las comillas) de la tarde. 

Su práctica terminó con una dura partida contra Chiara, quien era más que competitiva cuando se trataba de algún amigo de su exnovio. La chica no tuvo piedad riéndose de su ineficiencia hoy pero a René no le importó lo más mínimo. Se bajó de la montura y se quitó el casco. En pocos minutos desvistió el caballo y se introdujo en sus prendas rutinarias. 

En el camino a la biblioteca, René sentía como si su perfecta americana se estuviera arrugando, como si su pelo ordenadamente despeinado se estropeara con cada brisita y como si a cada paso que daba, el recinto destino se alejaba. (Eso son las llamadas mariposas en el estómago, joven padawan.)

El instante que duró el acto de abrir la puerta se estiró mágicamente haciendo que el segundo en que la vio durara la eternidad misma. Muy lentamente, se acercó a la chica de las mechas rosas. Ella, por su parte, no estaba prestándole atención a la llegada de su amigo. Era más, Carole estaba muy metida en su portátil, tanto que sus ojos parecían haber sido completamente absorbidos por la pantalla. René se inclinó sin hacer ruido, aunque la chica llevara cascos, ciertamente tenía un agudo oído. 

En el vídeo de Carole, dibujo sucedía dibujo tan rápidamente que le costaba seguir el ritmo. Vagamente apreció una extensión de hielo causada por un chico con el pelo a dos colores para luego ser roto en mil pedacitos como cristales por otro chico. A pesar de la pelea, ambos parecían mantener una conversación que René casi que no llegaba a leer pues le costaba leer y ver al mismo tiempo. De pronto, lenguas de fuego salieron espontáneamente y alcanzaron al segundo joven. 

—¿El qué...? —murmuró para sí. 

Carole lo escuchó a causa de la cercanía de ambos. Sorprendida, se volvió quitándose sus enormes aparatos para el sonido. Parpadeó varias veces y sonrió:

—Oh, lo siento —se excusó—. Es que pensé que tardaría en llegar y me puse a ver una serie de mientras.  

—No pasa nada —(ahora pregúntale sobre la serie que era, chico. Usa tu preciosa y real cabeza. Así podrás hablar más con ella.)—. Uhmm, ¿qué serie era? 

—Supongo que no la conocerás —le respondió con una media sonrisa—. Era un anime. Se llama Boku no Hero Academia. 

Obviamente, a René le pareció escuchar una rusa hablando tagalo. No se enteró de nada, encima que recibía clases de japonés. 

—Te lo apuntaré en un papel si te interesa, podrás encontrarla en Crunchyroll. 

—¿Eh? 

Ante la mirada desconcertada del chico, Carole tomó un bolígrafo y apuntó el nombre de la serie y el de la página. 

—Gracias, así podré mejorar mi japonés. 

—¡Es verdad! —exclamó su amiga—. Tú eligiste el japonés. 

—¿Tú no? ¿Qué escogiste? 

—Coreano —le respondió la chica—. Para entender las letras de algunas canciones que escucho. 

—Pero creí que el chino, japonés y coreano eran muy similares...

—Para nada. Bueno, dicen que cuando te especializas comienzas a ver similitudes entre ellas. Pero claramente aún no soy tan experta. 

Ahora, hijo, pídele que te anote canciones (así te pondrás más a su corriente). 

—Ahora me pica la curiosidad —comentó René con una risa—, ¿puedes dejarme también un par de canciones de esas? Quiero ver cómo de diferente suena. 

—Vale —asintió Carole con una sonrisa aliviada—. Por cierto, al género lo llaman k-pop, si te interesa. 

—Y tanto, muchas gracias. Esto me será de ayuda —afirmó. 

Aunque estuvieron casi dos horas más con las guitarras en los cuartos de mezclas, René no dejó de pensar en sus palabras y gustos. Se propuso aficionarse a sus aficiones. (Qué obediente estás hoy, Rennie, ¿te levantaste con el pie izquierdo?) Durante ese tiempo con Carole, el príncipe no paró de mirarla: su precioso y sedoso pelo, sus facciones elegantes y elaboradas, sus pequeños pero ágiles dedos, la forma perfecta de su rostro... Y pensar que podrían conversar más gracias al paso que hoy ha dado. Un paso del que antes no tuvo ocasión, ya sea por ser una pregunta muy directa o por la inadecuación de sus situaciones. Pero fue calaz de amarrarse fuerte a su oportunidad y no iba a desperdiciarla (¡Meowth, bien dicho!).



Nota de la autora :D

Pregunta del día: ¿alguna vez habéis hecho algo extremo o extraño para ganaros la atención de vuestrx crush?

Como siempre, vuestros preciosos quotes>>>

Os quiere desde lo fondito del kokoro,

Jen

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