chapter one | life goes on
— OCTUBRE 2024 | primera semana.
Numerosos canales de noticias, páginas de chismes y fanáticos habían divulgado la noticia: era oficial. La famosa pareja formada por Charles Leclerc y Olivia Rosewood había puesto fin a su relación de tres años. Todos se enteraron a través de la historia que el piloto compartió en Instagram, pero la curiosidad crecía por el hecho de que ella no se había pronunciado al respecto.
En general, Olivia había estado desaparecida durante esa semana. Aunque nunca había sido una persona muy mediática, su ausencia era tan marcada que parecía haber desaparecido por completo. Sin embargo, nadie prestó demasiada atención a su falta hasta que decidió cerrar todas sus redes sociales, como si quisiera asegurarse de que nunca más la encontraran.
Se sentía humillada, avergonzada y triste. ¿Cómo se suponía que debía sentirse después de lo que había ocurrido? Era como si algo en su interior se hubiera roto, irreparable.
Lo más doloroso era extrañarlo. Así se sentía en su nuevo departamento en Italia, rodeada de maletas, sintiendo que dejaba todo atrás. Cada mañana, el peso de su ausencia la acompañaba, y no poder verlo a su lado la sumía en la tristeza. Anhelaba sus besos en el rostro y sus manos alrededor de su cintura.
Lo odiaba, pero al mismo tiempo seguía amándolo. Sin embargo, no podía perdonar algo así. Huyó de Mónaco para no tener que enfrentarlo, borró sus redes sociales y lo bloqueó para evitar que la contactara. Ahora, le había pedido a Morgan que regresara al departamento por sus cosas, con el fin de evitar cualquier conversación con él. Olivia no quería verlo nunca más.
Por un momento, sintió paz. Al ver su teléfono sin rastro de él (excepto por algunos mensajes de conocidos que la contactaron) y al sentirse liberada de sus redes sociales, experimentó una sensación de alivio. Nadie la molestaba, y aunque la tristeza seguía allí, lograba apaciguarse.
Sin embargo, recibió una sola llamada, de alguien de su pasado a quien no podía ignorar. Olivia miró el teléfono vibrar en sus manos, debatiéndose internamente entre contestar o dejarlo pasar. Se mordió el labio y, antes de perder la oportunidad, aceptó la llamada.
— Me preguntaba cuando llamarías. ¿Ya te enteraste, no? — preguntó ella, con un tono triste y apagado, aunque dejando entrever una leve alegría porque él finalmente la había llamado.
Carlos tenía la televisión encendida en el fondo de la sala, y Olivia alcanzó a oír las noticias hablando de su separación. Ella se mordió el labio con incomodidad, esperando la respuesta del español.
— Todo el mundo se ha enterado, Olivia, pero no te llamo por eso. — Él le dice. Olivia se lleva una mano a la frente, exasperada al escucharlo. — ¿Cómo estás?
— Si quisiera mentirte, te diría que he tenido semanas peores. — Olivia siente cómo un rubor le sube a las mejillas al escuchar la risa suave de Carlos al otro lado de la línea. — ¿Me estás llamando porque él te lo pidió, verdad?
— No, te estoy llamando porque eres mi amiga y estás triste. Te entiendo; Charles se comportó como un cabron.
Durante toda la semana, Olivia se había esforzado por no llorar. Aunque lo deseaba, se negaba a darle a Charles la satisfacción de saber que había derramado lágrimas por él. Sin embargo, en ese momento, solo quería sollozar al recordarlo.
— Me siento como una estúpida, Carlos. ¿Es eso lo que quieres oír? Me siento como una estúpida, patética, y tengo miedo de no poder entrar por puerta con los cuernos que llevo. — Confesó, su voz quebrándose al otro lado del teléfono.
Carlos no supo muy bien qué decir; simplemente esperó un poco más a que Olivia terminara de desahogarse antes de volver a hablar.
— No eres estúpida, Olivia. Una persona que lo da todo por amor no es estupida; es alguien dispuesto a hacer cualquier cosa por su pareja. Si Charles no supo valorarlo, entonces, ¿quién es el verdadero estúpido aquí?
La chica se sintió aliviada por las palabras del español, notando cómo su llanto se calmaba poco a poco. Una parte de ella deseaba que Carlos estuviera ahí, a su lado, para consolarla. Sin embargo, el golpe de realidad fue doloroso.
— ¿Cuánto quieres por venir a visitarme a Italia ahora mismo? — Ella bromeó. — Hasta hace poco, una parte de mí seguía pensando que todo era mi culpa.
Carlos negó con la cabeza, aunque sabía que Olivia no podía verlo. No entendía por qué ella siempre tenía esa manía de culparse por absolutamente todo.
— Liv, ¿alguna vez le has puesto el cuerno? ¿No, verdad? Entonces, ¿por qué sería tu culpa? Al menos así podrías entender que él lo hizo por venganza, pero no es así. Deja de culparte por todo; joder, no es tu responsabilidad que el resto del mundo sea una mierda.
Olivia comprende el pensamiento de Carlos y le da la razón. ¿En qué cabeza cabría culparla por haber sido engañada por quien creía el amor de su vida? No tenía sentido.
— Tienes razón, lo siento, Carlos.
Carlos se muerde la lengua. Iba a proponerle algo a la chica; tal vez no era la mejor idea y podría arrepentirse más tarde, o quizás simplemente ella le diría que no. Sin embargo, se arriesga a hacerlo, consciente de que, en el peor de los casos, ella solo podría rechazarlo.
— Quiero que vengas al Gran Premio de México.
Olivia se atragantó con su propia saliva. ¿Había escuchado mal? Probablemente. No podía aparecer en ningún gran premio hasta que terminara la Fórmula Uno. ¿Qué haría si se lo encontraba? ¿Qué le diría? La sola posibilidad de encontrarse con Charles le ponía los pelos de punta.
— ¿Es broma? — Ella le preguntó con un tono vacilante. — Carlos, ¿estás loco? Quiero alejarme de los reflectores y rehacer mi vida. No puedo ir a México. ¿Qué haré si me lo encuentro?
— Olivia, no entiendes. No estás yendo como 'la novia de Charles Leclerc', sino como lo que realmente eres: una modelo internacional e invitada personal mía.
Carlos había planteado la situación de tal manera que la oferta de asistir al Gran Premio de México resultaba irresistible para Olivia. Además, era bien sabido que, más allá de su ex, ella realmente disfrutaba de las carreras; ver a todos competir era, para ella, una experiencia majestuosa.
Lo que estaba claro era que Olivia no podía esconderse en su departamento en Roma para siempre. Tenía un trabajo, pasatiempos, amigos, una vida propia. ¿Iba a limitarse por culpa de su novio famoso que le fue infiel? Eso era simplemente injusto.
— A veces odio la forma en que logras que haga cosas que, en el fondo, si quiero. — Le dice ella con una sonrisa, poniendo los ojos en blanco.
Carlos se ríe suavemente ante el comentario de la chica, sintiendo una alegría profunda. En su interior, se alegra de que la Olivia feliz que él conocía aún estuviera ahí, escondida, esperando a ser descubierta, en lugar de la versión triste y deprimida que había estado presente.
— Se podría decir que es mi superpoder.
Charles estaba cansado de intentar comunicarse por teléfono. Las llamadas perdidas eran innumerables, al igual que los mensajes que había dejado a Olivia, expresándole lo mucho que lo sentía, que había cometido un error y que, por favor, volviera a casa.
Se sentía tan culpable como la primera vez que la engañó, cuando se encontró con aquella mujer con la que había estado por placer mientras Olivia estaba de viaje. Luego, las ocasiones posteriores se redujeron a sexo pasajero, impulsado quizás por su soledad.
No sabía con certeza si su culpa provenía de haberla engañado en varias ocasiones o de que ella se hubiese enterado de su traición. ¿Cómo podría explicárselo? En su mente, ella era la única oficial en su vida, mientras que las demás eran meros tropiezos.
Después de tanto pensar e imaginar una situación ideal en la que Olivia lo perdonara, casi no escuchó el timbre de su apartamento, donde Morgan había llegado para recoger las cajas.
Charles lanzó una mirada melancólica a las pertenencias que había empaquetado para que la amiga de Olivia se las llevase. Se trataba de ropa, artículos personales y todo lo que ella aún no había recogido. Entre esos objetos, un álbum de polaroids que contenía miles de fotos de ellos juntos.
El monegasco tomó el álbum y, impulsado por la curiosidad, lo abrió. Pasó la vista por cada una de las fotos, recordando, por ejemplo, aquella ocasión en que ambos pasearon en yate y Olivia fue la encargada de inmortalizar la travesía. Cada vez que recorría las polaroids, revivía los momentos, como aquel en que él intentó capturar una imagen de ella con su cámara y ambos se rieron al darse cuenta de que habían tenido la misma idea.
Sin embargo, fue interrumpido por la insistente presencia de Morgan, que no dejaba de tocar el timbre. Charles rodó los ojos con frustración, apartó rápidamente el álbum de la caja y lo escondió antes de caminar hacia la puerta, sosteniendo la caja en las manos. Al abrir la puerta, se encontró con la pelirroja.
— ¿Esto es todo lo que queda? — Ella hizo la pregunta y él asintió en señal de afirmación.
— Podría haberlas enviado a su dirección si ella me contestara el teléfono, pero si, eso es todo.
Morgan rodó los ojos mientras tomaba la caja entre sus manos y revisaba su interior para asegurarse de que todo estuviera en orden, sin percatarse del álbum de fotos que Charles había sacado de ella.
— ¿Además, estás esperando que ella te responda? Eres un idiota, Charles — Le dice, arrugando la nariz con desprecio hacia él.
Charles abrió los ojos, frustrado, mientras intentaba encontrar las palabras para explicar su situación. Para él, tenía sentido hablar de las cosas, aunque, en el fondo, no estaba seguro de cómo responder si Olivia decidía contestarle.
— ¿Está mal querer explicarle? No le insistiría en que me perdone, solo que me escuche.
Morgan frunció las cejas. A ella le parecía que él era un hombre insoportablemente complicado, pero aún así deseaba ofrecerle un atisbo de lo que sucedía para que pudiera comprender la situación de Olivia.
— Ella está sufriendo, Charles. Ni siquiera tiene ganas de salir de su departamento ni de hacer nada. Todo esto es tu culpa. Lo que menos necesita en este momento es hablar contigo.
La culpa volvió a apoderarse del hombre. Le dolía especialmente saber que Olivia estaba sufriendo por su causa. Estaba convencido de que la quería y que todo el tiempo que pasaron juntos había valido la pena.
— La amo, Morgan. O al menos eso creo. No estoy seguro. Lo importante es que odio verla sufrir, especialmente por mi culpa. — Probablemente, estas eran las palabras más sinceras que Charles había pronunciado en su vida.
La pelirroja lo observó, incapaz de creer que Charles realmente estaba siendo honesto. Después de todo lo que había hecho, estaba hablando con sinceridad. Como mejor amiga de su exnovia, sintió que debía responderle con la misma franqueza, priorizando lo que era mejor para Olivia.
— Entonces, déjala ir, Charles. Si realmente la aprecias y no deseas que sufra, permítele avanzar y continuar con su vida sin ti. No la llames, no le escribas ni la busques. Después de todas tus traiciones, haz algo por ella, aunque sea una vez.
Morgan hace una pausa para morderse la lengua antes de concluir, consciente de que lo que estaba a punto de decir podría resultar doloroso. Sin embargo, sabía que era lo mejor que podía hacer tras todo el daño que había causado.
— Olivia asistirá al Gran Premio de México. Solo te pido, por los años que nos conocemos, que no hagas nada estúpido para intentar recuperarla.
Charles observó a la chica, sintiendo una intensa necesidad de llorar como nunca antes. Sin embargo, se contuvo y secó la lágrima que había caído por su mejilla para seguir prestando atención a lo que decía.
— Eso es lo que uno suele hacer por alguien a quien, al menos, cree que ama.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro