chapter five | lost memories
WARNING ! contenido algo explícito:
mención a excitación sexual y besos.
— OCTUBRE 2024 | cuarta semana.
Olivia despertó con una jaqueca insoportable. Había dormido mal, el alcohol recorriendo cada una de sus venas y apagando sus neuronas. Aunque no recordaba cómo había llegado a su hotel, sabía que debía tomar una pastilla. No podía ni pensar sin que el dolor la invadiera.
Lo que la había despertado era el sonido de su teléfono sonando una y otra vez, taladrando sus tímpanos con su insistencia. Con los ojos aún cerrados, lo tomó y se sentó en la cama, sin saber quién la llamaba, aunque sospechaba que podría ser un demonio, pues era pecado y algo maligno llamar a esa hora de la mañana.
— ¿Liv? — La voz de Carlos la despertó al instante, y rápidamente se reincorporó en la cama al oírlo. — Llevo toda la mañana llamándote.
Olivia no lograba recordar muchos detalles. Probablemente ni siquiera cómo había llegado al hotel, ni todo lo que ocurrió después de salir del antro. Sus recuerdos eran vagos y difusos. Sin embargo, había algo que sí recordaba: el beso que ella le dio. Aunque fue algo simple, casi infantil, no dejaba de avergonzarla al revivirlo.
— Estaba dormida. — Ella dice, sosteniendo el teléfono con una mano mientras con la otra se cubre la cara, sumida en una intensa vergüenza, como si tratara de esconderse de él, a pesar de que él no pudiera verla. — Lo siento, Carlos.
Él recordaba lo que había sucedido la noche anterior y entendía el motivo de sus disculpas, pero sentía que no debía. No le parecía justo. Él también había experimentado lo mismo que ella, había disfrutado del beso que ella le dio, y deseaba pasar una noche con ella tanto como ella lo deseaba. No había razón para disculparse por algo que ambos habían compartido y sentido.
— Debo entregarte tus cosas. — Le dijo, recordándole a Olivia que cuando se fue anoche, él había quedado con las cosas que había recogido del guardarropas.— ¿Desayunamos juntos?
Ella aceptó.
Ambos se encontraron para desayunar en la habitación de hotel de Olivia. Ella se había encargado de que les subieran suficiente comida para que pudieran disfrutar juntos de la mañana. Sin embargo, desde su llegada, el ambiente estaba algo tenso. Él observaba, distraído, cómo Olivia llevaba los croissants a su boca, pero, por algún motivo inexplicable, no le dirigía la palabra.
Él quería romper el hielo, quería explicarle que, si le importaba tanto, ese beso no tenía por qué significar algo ni cambiar su relación. Pero ella deseaba que sí lo significara. A pesar de sus intentos, no había perdido el deseo que había sentido por Carlos la noche anterior, lo que sugería que quizá no se trataba solo del alcohol. Era una cuestión de sentirse valorada y apreciada por él, de admirar su belleza, lo bien que se veía con una camisa blanca y, sobre todo, de querer olvidar a Charles.
— Si significó algo para mi. — Finalmente lo dice, y por alguna razón Carlos se sorprende, como si no fuera lo suficientemente obvio lo que sentía o como si lo ocurrido anoche hubiese sido solo fruto del alcohol.
No sabía cómo reaccionar ni qué decir; la situación lo había tomado por sorpresa, especialmente porque Olivia era la ex de Charles. Sin embargo, ahora parecía una persona completamente diferente, una mujer que podía ver con otros ojos. Lamentablemente, así lo hacía. Deseaba que ella le pidiera, al menos, que lo intentaran.
— Pero quiero que, si sentiste lo mismo, vayamos lento. Necesito tiempo.
Carlos extendió las manos sobre la mesa, que ahora solo contenía dos tazas y carecía de platos. Con ternura, atrapó sus manos entre las suyas y le sonrió.
— Nadie está corriendo, por lo menos no en este contexto. — Él bromea. — Pero Liv, quiero que sepas algo: conmigo, siempre las cosas se hacen a tu manera, a tu ritmo. Y tendré toda la paciencia que sea necesaria.
Ella se acercó y besó la piel de sus manos, agradecida por su gesto, mientras él sonreía. Ella sabía que necesitaba tiempo, espacio, cualquier cosa que le permitiera que su mente y su cuerpo olvidaran a Charles, quien aún estaba más presente de lo que le gustaría. Era una pesadilla constante, siempre lo veía, a todas horas y en todos los lugares. Por las noches, seguía sintiendo los rastros de sus besos sobre su piel. Solo quería olvidar, solo quería superarlo.
Con Carlos todo parecía más sencillo. Su presencia le ofrecía el alivio de olvidarlo, aunque fuera por un rato. Se sentía envolvida por su caballerosidad, por esos gestos que nadie jamás había tenido con ella. Quizás se estaba enamorando, y solo de pensar en lo hermoso que era estar a su lado, en lo maravilloso que él era, su corazón se apretaba, porque comenzaba a sentir algo nuevo por alguien, y eso, para Olivia, era parte del proceso de olvidar.
— Perdón si soy como una virgen, Carlos. Nunca estuve con nadie más, él fue mi primer todo, y arrancar algo nuevo no es fácil para mí. Pero me gustás, y quiero intentarlo.
Carlos tomó las manos de Olivia y las acercó a su boca, dejando un beso suave en el dorso. Él la entendía, comprendía su malestar, y por eso no sería capaz de huir a ningún lado.
— Tengo que reclamar mi premio. — Le recuerda él, provocando que ella suelte una risa nerviosa mientras sus mejillas se tiñen de rojo. — Y quiero que tengas una cita conmigo. Será algo sencillo, lo prometo.
— Lo prometido es deuda. ¿Qué tienes en mente para nuestra primera cita oficial?
— ¿No te gustan mucho las sorpresas, verdad? — Él pregunta con tono irónico, y ella estalla en risas. Oliva se cubre el rostro mientras las carcajadas la invaden, y Carlos no puede evitar sentirse encantado con el simple sonido de su risa.
— Es que no se cómo arreglarme. Quiero estar bonita para ti.
El español se sorprende ligeramente por el tono coqueto y adorable, aunque sutil, de Olivia. A ella le gustaba la idea de hacer que todo se sintiera especial y de mantener expectativas agradables sobre la cita.
— Entonces no te arregles. Siempre eres guapa ante mis ojos, incluso sin nada puesto. — Carlos se detuvo por un instante, consciente del doble sentido de su comentario accidental, y la observó mientras se reía de ello. — No quiero decir qué...
— No te preocupes, te entendí. Y podrás verme con lo que sea, incluso sin nada.
Era algo extraño hablar con él en esos términos. Habían sido amigos durante mucho tiempo, y ahora estaba sobre la mesa la posibilidad de que durmieran juntos. Una idea que, de hecho, ya rondaba desde la noche anterior, cuando lo besó y comenzó a fantasear con él.
No es que no estuviera lista para cruzar esa puerta, pero decirlo en voz alta era una cosa; hacerlo, otra completamente distinta. Nunca antes había tenido una cita con alguien más, compartido una noche con alguien más, y hasta hace poco, Carlos era una de las pocas personas a las que había besado que no fueran Charles Leclerc.
— Pero no esta noche. Lento, ¿recuerdas, Liv? No habrá ni siquiera un beso, a menos que tú lo desees.
Ella asintió con gratitud, sintiendo cómo el calor se extendía por sus mejillas. Era extraño encontrarse en una situación donde la persona con la que salía se preocupara tanto por su bienestar, haciéndola sentir querida y especial. Sin embargo, detestaba que, a pesar de todo, su mente insistiera en vincular cada momento con Charles. No sabía cómo liberarse de él.
— Sé que te fuiste con Charles anoche. — Él lo dijo de repente, provocando que los ojos de ella se abrieran como platos, como si acabara de hacerle una revelación impactante. Y para ella lo era, porque no recordaba absolutamente nada de lo que había sucedido la noche anterior. — Pensé que algo estaba volviendo a suceder entre ustedes.
Olivia negó rápidamente con la cabeza. Una vez más, no recordaba con claridad; estaba completamente ebria. Sin embargo, tenía presente que alguien la había llevado, ayudado a cambiarse y luego se había marchado. Por lo tanto, era evidente que no había ocurrido nada extraño entre ellos.
— Él me trajo, pero nada pasó, te lo prometo. No sé porque lo hizo, pero en parte, quiero creer que me mantuvo segura. — Ella respondió con sinceridad, pues su amnesia había borrado por completo el recuerdo de aquel beso intenso con Charles.
— No me debes explicaciones. Sin embargo, sabes que confío en ti. Pero él es mi amigo, y no lo digo solo porque esto pueda complicarse. Creo que te extraña, Liv.
Olivia observa cómo Carlos se levanta de la silla frente a ella y se sienta en el borde de su cama. Con la gracia de un modelo de revista, se inclina para atarse las agujetas, y Olivia no puede evitar desconectarse de la conversación. Resulta casi gracioso cómo una acción tan sencilla logra que su mente divague y pierda el hilo por completo.
Era increíblemente atractivo, pero su magnetismo iba mucho más allá de lo físico. Era su energía, esa presencia tan intensa, lo que la dejaba hipnotizada cada vez que lo miraba. Antes, ni siquiera podía pensar en él sin sentirse culpable, pero ahora, resultaba imposible ignorarlo.
— ¿Me extraña? Qué curioso, también me extrañó durante mis viajes, y me lo demostró acostándose con todo Mónaco.
Olivia se mantuvo de brazos cruzados frente a Carlos, sin guardar una distancia prudente. El español sintió cómo la chica se acercaba, hasta quedar con su rodilla entre sus piernas, sin llegar a tocarlo, pues ella no quería ser imprudente. Él, para mantener la compostura, tuvo que alzar ligeramente la mirada para encontrarse con su hermoso rostro, que, debido a la posición, quedaba más alto que el suyo. La cercanía le provocaba una presión incómoda en el pecho y en otros lugares que preferiría no mencionar.
— Joder, eres una provocadora. — Él murmura con algo de frustración, luchando contra el impulso de empujar ligeramente sus muslos hacia adelante, deseando que ella terminara finalmente sentada sobre él. — No me pones las cosas sencillas, cariño.
Ella se inclina hacia él y, tras mirarlo durante un buen rato, le deposita un suave beso inesperado en los labios, como si estuviera analizando su sabor. Finalmente, cuando sus bocas se encuentran, experimenta una sensación de descubrimiento, sumergiéndose en el beso, saboreando sus labios y bebiendo de su lengua como si fuera un néctar divino. Los dos cuerpos, ahora firmemente unidos, se encuentran en perfecta sincronía.
La excitación golpea incluso al más experimentado de los dos, quien lucha por concentrarse y responder con destreza a su beso, envolviendo sus labios con los de ella mientras su lengua se entrelaza con la suya. Sin embargo, cuando sus manos, en busca de contacto, rodean su cintura, maldice en voz baja al darse cuenta de que está duro, y Olivia, lamentablemente, lo sabe.
— Joder, lo siento. — Se disculpa, apartando su cuerpo del de ella, como si pensara que no sería lo suficientemente comprensiva para entender que no podía controlarlo. Ella, sin embargo, solo se ríe, provocando una risa mutua.
Ella cumple su deseo de reconectar con su cuerpo mientras satisface la fantasía de Carlos al sentarse sobre su muslo. Con una mezcla de diversión y deseo, él reparte besos húmedos sobre su cuello y la piel sensible de su oreja, disfrutando del momento previo a la cita, aunque consciente de que, por ahora, no irían más allá.
— Me gusta esto. — Ella murmura sobre su oído.
Sin embargo, al cerrar los ojos, su mente divaga. Cuando sus labios y lengua vuelven a encontrarse con los de Carlos, los recuerdos borrosos de la noche anterior —en la que claramente había besado a Charles estando borracha— regresan. Esto la lleva a separarse brevemente, dejando al español con la duda de si había hecho algo mal.
— Yo... lo siento, Liv. Creo que me propasé.
Ella no sabía cómo explicar que, a veces, la típica excusa de "no eres tú, soy yo" podía ser real, y era justo lo que le ocurría en ese momento. Carlos había hecho todo bien; el problema era ella. Por más que intentaba olvidarlo, ni su mente ni su cuerpo podían dejarlo ir. Y por eso sucedió lo que sucedió.
— No es tu culpa. — Ella le dice, forzando una sonrisa mientras le da un breve beso en los labios. Carlos corresponde al gesto antes de levantarse, consciente de que quizá ella necesitaba estar un rato a solas.
— Llámame si quieres hablar, o no hacerlo, ahí estaré. — Él finalmente habló y se marchó, dejándola sola. En cuanto Olivia sintió su ausencia, buscó su teléfono con manos temblorosas.
Lágrimas caían sobre la pantalla, reflejo de su tristeza. Tristeza por la situación, por recordar lo tonta que había sido al permitir que Charles la besara, por haberse dejado vencer por su debilidad ante él. Con el corazón roto, tomó el teléfono y lo llamó.
Él atendió casi de inmediato.
— Estaba preguntándome cuando llamarías. — Él habló, pero un largo silencio se extendió antes de que ella respondiera, lo que llevó a Charles a verificar si seguía en la llamada. — ¿Liv? ¿Estás ahí?
— Eres un puto grano en el culo, Leclerc. ¿Cuando vas a dejarme en paz? — Ella le preguntó, más molesta que dolida en realidad. — ¡Estás en todas partes! No tenías ningún derecho de besarme anoche, ¿no ves que ya te he superado y que no me importas?
Sin embargo, el monegasco tomó el comentario con humor, y el nerviosismo de la chica aumentó al escucharlo mofarse brevemente.
— ¿Me has superado? Mon amour, fuiste tú quien me besó. — La realidad del acontecimiento la golpeó como un balde de agua fría, haciendo que sus mejillas se encendieran al ver cómo sus recuerdos comenzaban a tomar forma con claridad. — Incluso, querías más, pero como yo soy un caballero, no te dejé avanzar.
Olivia intentó argumentar, pero él la dejó sin palabras. No sabía qué decir, cómo continuar la discusión, si agradecerle por un gesto de cortesía o mandarlo al diablo por su arrogancia.
Sin embargo, el nerviosismo de Olivia desaparece cuando percibe que las palabras y el tono de Charles adquieren una seriedad y, incluso, una honestidad que finalmente la dejan fuera de juego.
— Y lo haría mil veces más, no solo contigo, sino con cualquiera. Aunque, en realidad, eres a tú a quien quiero. Y créeme, Olivia, lo único que quería era ceder, entregarme por completo a ti. Pero jamás lo haría de esa manera. Quiero que me lo pidas con plena conciencia.
Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, cayendo a mares, dejando una sensación tan profunda como vacía al comprender que lo amaba, pero que no podía regresar a su lado. La traición pesaba más que el amor.
— Te amo, y haré todo lo que esté a mi alcance para cambiar y que las cosas vuelvan a ser como antes, no por ti, ni por mí, sino por los dos. Puedes divertirte todo lo que quieras con Carlos o con quien elijas. Pero sabemos los dos que, tarde o temprano, volverás a mí.
Olivia no es capaz de soportar la dura realidad, y mucho menos las palabras que la acompañan.
— Vete a la mierda, Charles. — Le dice y luego, finalmente, cuelga.
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