chapter eight | pain
WARNING ! contenido sexual explícito:
excitación sexual, besos, masturbación,
sexo oral y charla sucia.
— NOVIEMBRE 2024 | primer mes.
Olivia pasó aquella noche ocupada tratando de cuidar la nariz de Carlos, quien había regresado gravemente herido. Tal vez ese momento era suficiente para que ambos se sintieran incómodos, especialmente con los recuerdos de la conversación que tuvo con Charles todavía pesando en su mente.
— ¿Cómo pudo hacerte esto? Es un puto animal. — Ella se quejaba mientras le aplicaba algodón en la nariz, que afortunadamente ya no sangraba. Sin embargo, él había hablado muy poco desde su llegada, y eso la tenía preocupada. — Carlos, ¿está todo bien? Has estado muy raro desde que llegaste.
La mente del español daba vueltas tratando de procesar lo ocurrido aquella tarde. Dudaba por completo de los sentimientos de Olivia, y el simple hecho de pensar que podría estar utilizándolo para olvidar a Charles le causaba un profundo dolor. Aunque ya había considerado esa posibilidad en el pasado, después de la conversación con él, sus inseguridades se habían intensificado más que nunca.
Por instinto, la besó: un beso intenso, voraz y apasionado, impulsado por su deseo y con la firme intención de demostrarle cuánto la anhelaba. Ella se sintió sorprendida por el gesto, pero no se apartó. Aunque le costó un poco seguirle el ritmo, hizo el esfuerzo por corresponder.
Sus lenguas se encontraron de inmediato, y Olivia dejó escapar un gemido contra los labios de Carlos. Sentía cómo su cuerpo entero comenzaba a arder, al igual que el de él. Con impaciencia, Carlos deslizó sus manos por su piel, sujetándola con una mezcla de deseo y posesividad. Ese gesto la hizo retroceder un instante, sorprendida.
— Carlos, Carlos... espera un momento. No es que no me guste, pero ¿está todo bien? ¿Seguro que no quieres hablar? — Preguntó, y él negó de inmediato.
— Quiero hacerlo. ¿Tú quieres?
¿Carlos quería comprobar algo? Tal vez. Necesitaba averiguar cuánta verdad había en las palabras de Charles, que no dejaban de carcomerle la mente. Así que, apenas ella asintió, él la atrajo nuevamente hacia sí y la besó con la misma intensidad de antes. La abrumadora mezcla de deseo, excitación y rabia lo consumía.
Tal vez las cosas estaban yendo demasiado rápido para Olivia. Le costaba mantener el ritmo con la intensidad que Carlos imponía, pero se esforzaba por seguirle. En parte, sentía emoción y deseaba hacerlo, aunque más por él que por ella misma. Su único objetivo era complacerlo, a cualquier costo.
Las manos del español se deslizaron con destreza por su ropa, desabrochando la camisa que, un instante después, ya no cubría su cuerpo. La delicada tela de puntos cayó al suelo, dejándola expuesta en ropa interior. Las mejillas de Olivia se tiñeron de rojo, especialmente al notar que ella estaba casi desnuda mientras él permanecía completamente vestido. Sin embargo, la mirada llena de adoración de Carlos disipó sus inseguridades, alineándola con el momento. Con determinación, llevó sus manos hacia él, comenzando a desvestirlo mientras sus labios seguían encontrándose en besos apasionados.
Los dedos de Carlos se deslizaron hasta el elástico de la ropa interior de Olivia, acariciando la tela con un toque firme. Notó de inmediato lo húmeda que estaba, tanto que sus dedos podrían resbalar con facilidad. Aquello le arrancó una sonrisa, mientras que a ella le arrancó un suspiro profundo, rozando el borde del jadeo.
— Joder, que empapada. No esperaba nada menos de ti, cariño.
Olivia mordió sus labios, esforzándose por contener no solo una respuesta, sino también un gemido. Sí, estaba más excitada que nunca; el tiempo sin sexo había vuelto su cuerpo vulnerable al más mínimo estímulo, como un grifo a punto de desbordarse. Sus ojos se posaron en Carlos, cargados de súplica, rogando en silencio que pusiera fin a su agonía.
El español recostó a la chica con suavidad, dejándola caer de espaldas sobre la cama. Con delicadeza, abrió sus piernas, contemplando la sencilla sensualidad de sus muslos húmedos y la mancha oscura que teñía la tela de sus bragas, testigo de su necesidad. Para él, era un espectáculo hermoso.
Carlos depositó un suave beso sobre la tela, provocando que el cuerpo de ella se estremeciera de deseo. Sus labios, ahora húmedos al mantenerse cerca de su sexo, no habían realizado ninguna acción específica que justificara esos gemidos tan intensos; sin embargo, supuso que su sensibilidad debía ser extraordinaria.
— Por favor... — Ella gimió con el poco aliento que le quedaba, sintiendo cómo unas vibraciones la recorrieron al escuchar su risa burlándose de su desesperación.
— Te daré lo que quieres, ten paciencia, cariño. — Le susurró mientras deslizaba sus bragas por sus piernas, quitándolas por completo y dejándola desnuda ante él. Carlos, por primera vez, contempló su cuerpo en su totalidad, y jamás imaginó que pudiera existir algo tan perfecto. La envidia que sentía hacia Charles era palpable; seguramente la había visto así innumerables veces.
Por un momento, se tomó el tiempo de recorrer lentamente su cuerpo con las manos, disfrutando cada centímetro de su piel suave y sintiendo cómo su cuerpo respondía a sus caricias. Comenzó desde los hombros, avanzó hacia el pecho y se detuvo un instante en sus senos, antes de deslizarse por sus curvas hasta regresar a su posición anterior, en sus muslos.
Olivia estaba completamente abrumada por la excitación y la mezcla de emociones. Sentía su entrepierna palpitando con deseo, mientras intentaba acercarse al bulto bajo los pantalones de Carlos con desesperación. Sin embargo, él la detuvo suavemente, recordándole que debía tener paciencia.
El español bajó sus labios hasta su entrepierna ahora desnuda y comenzó a depositar suaves besos sobre su clítoris, que palpitaba con cada movimiento. Mantuvo sus ojos fijos en ella mientras lo hacía. Olivia arqueó la espalda de inmediato, enredando sus manos en su cabello, buscando que lo hiciera más profundo.
La excitación no le impidió volver a pensar en Charles, en lo bien que él también lo hacía, en lo mucho que disfrutaba sentir su lengua hábil y sus labios envolviéndola. Sin embargo, intentó ignorar esos recuerdos, esforzándose por recordar que estaba con Carlos en ese momento, quien la estaba haciendo perder el control.
— Más, más, por favor... — Ella implora, con los ojos llenos de lágrimas y el alma en las nubes, al sentir cómo Carlos la colma con dos de sus dedos mientras su lengua y sus labios continúan recorriendo y estimulando su clítoris con movimientos precisos y expertos.
Sus dedos se curvan dentro de ella, moviéndose con una cadencia rítmica que la atrae hacia ellos con una presión deliciosa. Su lengua recorre su centro sensible, provocando que se arquee de placer, llorando por la intensidad de la sensación que él le provocaba.
— Aguanta, Liv... — Se aparta un momento mientras continúa estimulándola con los dedos. — Estas tomándolo tan bien.
Olivia no puede evitar admirar el gesto obsceno de Carlos al recoger sus fluidos de la barbilla y, con la otra mano, llevarlos a la boca. La visión la lleva al límite, casi haciéndola perder el control.
La chica sentía sus pensamientos nublados por el placer; no podía mantener una idea clara en su mente sin sentir que sus neuronas flaqueaban. Estaba tan cerca, deseaba con todo su ser llegar al final, manchar las sábanas y entregarse por completo a lo que venía.
Sin embargo, cuando Olivia cierra los ojos, se sumerge en las imágenes que su mente teje: paisajes de sus fantasías más profundas y deseos más oscuros. Al llegar al borde del clímax, un gemido escapa de sus labios, pero sus pensamientos se entrelazan y la confusión la vence, haciendo que pronuncie el nombre de quien no debería.
— Joder, Charles...
Olivia no era consciente de lo que decía hasta que sintió los dedos, que hasta hacía un momento estaban curvados dentro de ella, retirarse. Cerró los ojos con fuerza; definitivamente él la había escuchado. ¿Cómo podrían no hacerlo? Era como si lo hubiera gritado. Sus mejillas se sonrojaron al instante, consumida por la vergüenza y aterrada ante la imagen que podría encontrarse al abrir los ojos.
Sin embargo, Carlos no mostró ninguna reacción en su rostro. Se limitó a buscar su ropa en silencio y a ignorarla por completo. Aunque estaba herido, no pudo evitar reconocer que las palabras de Charles eran ciertas: ella realmente lo estaba usando para olvidarlo, como si no hubiera sido lo suficientemente obvio desde el principio.
— Carlos... por favor, lo siento. — Ella se lo dice con voz temblorosa, mientras sus ojos se llenan de lágrimas por la vergüenza.
Pero el español la alejó de inmediato, manteniendo distancia. Se sentía como un idiota. Las señales estaban ahí, frente a sus ojos, y aunque las vio, decidió ignorarlas; eso lo hacía sentirse aún más estúpido.
— ¿Sabes, Liv? Déjalo. Ya me di cuenta de que soy un idiota, y no necesito tu lástima. Debería haberlo sabido: sigues muriéndote por él.
Olivia lo miró con los ojos llenos de lágrimas, pero no negó sus afirmaciones. No quería lastimarlo; de hecho, le gustaba, pero aún amaba a Charles. Quizás, de manera inconsistente, Carlos había sido una especie de excusa que la ayudaba a olvidar.
— Lo siento demasiado, Carlos.
Pero él no respondió; simplemente terminó de vestirse y la miró. Olivia nunca había visto en su mirada esa expresión: tan decepcionado, tan roto, y todo era su culpa. Le encantaba la forma en la que él solía mirarla, pero ahora solo veía desprecio, y eso la destrozó de mil maneras.
— No lo lamentes, Liv. Simplemente perdónalo. ¿Por qué estás perdiendo el tiempo intentando olvidarlo con otras personas, si ambos sabemos que en realidad no puedes? — Le dice al fin, mientras recoge sus pertenencias, preparado para salir de su hotel. — Apuesto a que él está esperando ansioso que lo hagas.
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