3
Siendo justos, eran pocos los días de sol sobre Durmstrang, pero tampoco recordaba que hubiese estado así de oscuro cuando Potter lo arrastró al interior del armario de escobas. No podía ser de noche todavía. No pasaron tanto tiempo allí.
Lo primero que hizo fue ejecutar un hechizo que le diera la hora, mismo que enloqueció y no dio ninguna señal clara. Lo segundo fue enviar un mensaje, un halo de luz que murió al alejarse unos metros de su posición.
Poco a poco, las paredes de roca parecían doblarse, encogerse. Cerrarse sobre ellos igual que lo hicieron las del armario un momento atrás.
—¿Qué es lo que…? —Harry se detiene. Arroja un veloz encantamiento de detección de magia oscura; no funciona. Le sigue uno de detección de ilusiones; tampoco sirve.
La siguiente vez que el suelo ondula, no sólo se mueve, sino que se levanta como una ola en el mar. Los alza y los devuelve a su sitio, lo repite con muebles a su paso. En algunos puntos, se forman elevaciones similares a las colinas, de las que empiezan a surgir más ondulaciones.
Draco se aplica a sí mismo un hechizo que debería dejarlo ver más allá de la magia de ilusiones, por si acaso. Nada. La forma en que las olas los empujan contra una pared y presionan un instante es bastante realista.
El profesor Schrödinger, decide. Él sabría qué hacer.
Se desliza lejos de la siguiente ola, le dice a Potter que se mueva y abandona el pasillo encima de una de esas elevaciones móviles, que se los lleva consigo. Son arrojados en el próximo corredor. Draco ahoga un quejido al golpear el suelo y tantea la superficie arenosa bajo él, dubitativo.
Se le ha caído la varita, la luz que desprende el lumos es un punto brillante a un metro de distancia. Harry lo llama. Otro relámpago le deja confirmar que están tendidos sobre arena.
¿Arena?
La arena también se está moviendo.
Intenta gritarle a Harry lo que ocurrirá, pero no le da tiempo. La arena se parte, la abertura se los traga en un parpadeo.
Caen.
Se siente como ser escupido. Literalmente. Hay una cabeza enorme tallada en la pared que los lanza en otro pasillo, su boca permanece abierta y cualquiera de los dos puede introducirse dentro de ella sin problemas.
Draco busca su varita, se aferra a la madera en cuanto la consigue, y echa un vistazo alrededor. Localiza a Potter a unos pasos, pegado a una pared, mirando la cabeza tallada en el lado opuesto del corredor, con el entrecejo arrugado.
Cuando se percata de que Draco lo observa, se apresura a ir hacia él. Pareciera que va a sostenerle las mejillas, pero no puede. Una zanja se abre en medio de ambos y Potter cae hacia adelante, la arena se lo traga. Luego es escupido desde una cabeza en el techo; la que ocupaba la pared ya no está.
No golpea el suelo, porque otro agujero vuelve a llevárselo. Draco se encuentra en guardia, pero no alcanza a reaccionar cuando es arrojado desde la pared opuesta. Choca contra él, y ambos ruedan por un piso que vuelve a ser de piedra, inclinándose y ondulando cada pocos segundos.
Le están empezando a doler los músculos, pierde el sentido de orientación. Quiere detenerlos con un encantamiento, algo que inmovilice, que les dé una cuerda, lo que sea; no lo hace.
Por un instante, ni siquiera puede pensar. Harry lo envuelve con los dos brazos, pegándole por completo a él, y logra que entierre el rostro en su pecho. Lo escucha murmurar palabras alentadoras, una cosa ridícula, algo que sonó a "no tengas miedo" o "no te va a pasar nada". Demasiado ingenuo. Poco práctico.
Es absurda la manera en que le arde todo el rostro. Las siguientes veces que ruedan por el suelo, no duele tanto, y sabe que Harry ejecutó algún hechizo por encima de sus cabezas, porque el lumos detrás de él cambia de dirección. El castillo es un mundo de luces y sombras, y cuando suena el próximo relámpago que atraviesa el cielo, Draco se abraza más a él.
—Ya —Parpadea, pero todo es oscuridad. Tiene que apartarse unos centímetros, para su pesar, y levantar la cabeza para encontrar el rostro de Harry—, está bien. Nos detuvimos.
Un trozo del suelo de piedra bajo la arena mágica se separó y elevó, formando una plataforma extraña que los mantiene sobre el nivel de cualquier ondulación que pudiese arrastrarlos consigo. Draco está tendido a medias sobre Harry, que todavía lo tiene atrapado entre ambos brazos.
Apenas puede asimilarlo. Incluso llega a soltar un bufido de risa, incrédulo.
—¿Te lastimaste?
No vas a encontrar una lesión en mi cara, piensa. Harry le repasa el contorno del rostro con los nudillos y lo detalla; es tonto, pero Draco decide no moverse por unos segundos.
Cuando gira la cabeza, el momento se rompe. Draco carraspea, se separa por completo, y se asoma desde el borde de la roca flotante.
—Buen truco —admite. Tampoco es tan cretino como para negárselo.
Harry le enseña una sonrisa tan orgullosa como la que pone cuando atrapa la snitch. Prefiere no darle demasiadas vueltas al asunto.
—Lo practiqué para mis TIMO's. Conseguí un Extraordinario.
Draco voltea el rostro tan rápido que no le sorprende que él se ría. Sabe el tipo de expresión que tiene, sabe que debe ser obvio que no le cree. Harry sonríe más, aunque luce un poco tímido ahora.
—¿Por qué finges ser idiota?
—Yo no finjo nada —Harry se ríe de nuevo; debe tener un buen control sobre el hechizo para que la plataforma flotante los lleve a través de los corredores, alejándonos del peligro. Sólo mira de a momentos hacia abajo, la varita aún presionada en una orilla de la roca, pero su atención se la roba Draco—, sólo no hablo de eso, y supongo que nadie más que los profesores lo saben.
Potter, además de tener cerebro, puede guardarse sus propios logros y no colgarlos de una pared, como los trofeos de su equipo de Quidditch. Draco sí tiene sus resultados de los TIMO's en una pared, en la Mansión.
Bueno, no debería ser lo más raro de su día, supone. Echa una última ojeada dubitativa a Potter, que le sigue sonriendo, y se concentra en los corredores, indicándole dónde girar.
Habría sido mucho más fácil si una de las cortinas no hubiese decidido cobrar vida propia para alzarse, endurecerse y golpear la plataforma. O si no hubiesen perdido el equilibrio, y al intentar sostener al otro, hubiesen caído los dos.
—0—
De hecho, los Jotun tienen prohibido mostrárselo a una persona fuera del grupo, pero las situaciones desesperadas requieren de medidas desesperadas. Y Draco está bastante desesperado.
No hay un solo estudiante en el colegio, aparte de ellos. El profesor tampoco se encuentra por ninguna parte. Armaduras cobran vida para atacarlos con lanzas y garrotes, fantasmas enloquecen, viejos guerreros se alzan desde el patio y golpean las ventanas a través de la tormenta, exigiendo que se les deje entrar. El suelo los traga, las paredes los empujan y el techo los lanza, sin un orden aparente. Potter y él tuvieron una difícil batalla contra las arañas gigantes del sótano, cuando fueron arrojados dentro, antes de que otro agujero los sacase de ahí.
La lluvia de afuera había llegado a un punto en que no se podía distinguir nada más allá del agua y la neblina. Los lumos sólo les servían para iluminar un espacio reducido en torno a cada uno; más allá de un metro, el mundo era desconocido y peligroso.
Por lo tanto, Draco sí tenía buenos motivos para justificarse frente a su grupo. Si es que los hallaba.
En cuanto alcanzan el final de uno de los pasadizos, se saca el colgante de las Reliquias de la Muerte del interior de la chaqueta del uniforme. Siente la mirada curiosa de Harry encima, mientras presiona el dije contra un antiguo tallado en la piedra del pasillo sin salida.
Frente a los dos, se forma una cerradura, aunque no aparece una puerta. Draco separa el símbolo de la Varita de Saúco del resto, con cuidado, y lo introduce; gira como si hubiese sido hecha para eso. La acomoda en su sitio y se la vuelve a colocar, durante los segundos que le toma a la pared desplazarse para permitirles la entrada a la sala de investigaciones de los Jotun.
Bendito Grindelwald con sus ideas extrañas y todos los que lo siguieron. Al menos, en lo que hizo bien.
—¿Desde hace cuánto puedes hacer eso? —Harry lo sigue dentro de la sala; no está bien que pase de ese modo, que vea los estantes, los libros, los papeles dispersos en la mesa. Son cosas de su equipo. Pero, de nuevo, la situación era más urgente— ¿sólo te trae aquí? ¿Cualquiera puede…?
—Desde el segundo mes como Jotun, tengo muchos accesos de los que no te hablaré, a lugares que ni siquiera conoces en el castillo, y no, tú no podrías —aclara Draco, elevando la barbilla al pasarle por un lado. Ni rastro de sus compañeros, como esperaba. El hechizo de búsqueda tampoco funciona allí, así que decide echar un vistazo alrededor, por si alguien dejó una pista antes del comienzo de lo que fuese que ocurría—. Se ve muy fácil cuando lo hago, pero si no quieres terminar en la cueva del kelpie por error, necesitas un complejo entendimiento de la magia espacio-temporal, las proyecciones y la manera en que…
Se detiene. No escucha la lluvia, lo que no es extraño, porque la sala está diseñada para aislar aquello que pueda resultar molesto o convertirse en una distracción.
No, no es eso.
—¿Draco?
Le pide silencio con un gesto y gira sobre los talones, despacio.
Su silla favorita se encuentra a unos centímetros de la mesa redonda, donde la dejó cuando salió. Los pergaminos son los suyos, reconoce su propia caligrafía en la distancia. Los libros son los mismos que seleccionó.
Pero luce como si nadie más trabajase allí. Nada de envoltorios de los dulces que Guri come mientras lee, nada de los frascos de tinta vacíos que Snotra olvida tirar a la basura o ir a recargar, nada de lámparas en forma de lágrimas con auras calmantes.
De pronto, sólo hay oscuridad. Una penumbra que le permite divisar contornos a medias. Harry intenta un lumos, pero no los ilumina.
Tiene la sensación de que los están mirando, de que encontrará algo horrible al voltearse. De que se acercan, de que invaden su espacio.
Se asfixia.
Está a punto de gritar cuando un agarre firme se cierra sobre su muñeca, pero es la voz de Harry la que le pregunta si está bien. Apenas puede notar su silueta.
Está mal. No debería verlo así.
Y luego entiende.
Hay monstruos que acechan en las tinieblas, el suelo ondula, las paredes se cierran. Pero Draco se ríe y está seguro de que Harry lo ve como si hubiese perdido la cabeza.
—¡No puedo creer que me estés haciendo esto a mí! —Alza la voz para que lo escuche. Mira alrededor, aunque no distinga nada todavía— ¡no acordamos que yo sería el sujeto de estudio, Sno! Quiero que te detengas en este instante y me saques de aquí, o vas a encontrarte con un grave problema cuando entres a nuestro cuarto hoy…
Nada.
—Contaré hasta tres, Sno. Uno.
—Draco, ¿de qué…?
—Dos.
Una luz proveniente de ninguna parte llena la sala de investigaciones.
—No llegues al tres, por Gellert. Tampoco fue para tanto. Tú estuviste paseando por mi cabeza semanas enteras cuando investigábamos sobre escudos de oclumancia y contrahechizos…
—Tre-
—¡Te saco, te saco! ¡No llegues al tres!
—0—
—…fue una reacción en verdad interesante. Lo armé como tú sueles hacerlo; este es el pergamino del sujeto uno, este el del sujeto dos, este muestra las interacciones entre ambos, y este es el diagrama que tiene los cambios en cada uno a lo largo del experimento. Las notas al pie tienen que ver con pensamientos versus emociones expuestas. Colocaré los recuerdos en un Pensadero, por si quieres revisarlos cuando hayas terminado de leer. Ahora, la parte que en verdad nos interesa, mientras estaban ahí…
Draco levanta la mirada cuando está por recibir otro de los rollos que le da y se topa con el ceño fruncido de Harry, al otro lado de la mesa. Snotra, que capta lo que ocurre, se detiene, aunque no deja de recargarse contra su espalda, medio abrazado a él.
—Los celos son malos —Incluso tiene el descaro de frotar la mejilla contra su cabello, igual que un gato mimado, a medida que Harry aprieta la mandíbula y enrojece un poco. Puede sentir la leve vibración de la risa que contiene.
Draco le da un ligero codazo para que se siente a un lado, pero no funciona; termina por resignarse a tenerlo encima.
—En realidad, no tiene ningún motivo para estar molesto conmigo —contesta Snotra, a una pregunta no formulada. Harry parpadea y lo observa con mayor desconfianza—; sí, bien, no le dije que sería el sujeto de estudio porque era cuestión de lógica. No habría reaccionado como lo hizo, de estar preparado. Siendo justos, él ha hecho cosas parecidas, no sólo conmigo, sino con otros de nuestros compañeros. No es tan raro, y en el fondo, hasta está un poco orgulloso, porque nunca había logrado engañarlo. Cuando entras al equipo, firmas un acuerdo mágico que dice que puedes cooperar en las investigaciones de otros, bajo ciertas condiciones; nadie habla de tener que ser del todo consciente de que estás cooperando.
Draco suspira, meneando la cabeza. Los pergaminos están bien ordenados, la información es precisa. Bien, sí estaba orgulloso.
—Snotra es bueno para encontrar vacíos en las normas —Le palmea uno de los brazos con que lo rodea, a manera de felicitación, y continua leyendo—; dice que no es saltarse las reglas.
—Porque no lo es. Sí, Draco ya sabía desde antes que soy así —Snotra sigue respondiendo a un desorientado Harry, que hace ademán de sacar la varita de su uniforme—. No seas idiota, no ataques al mejor amigo de la persona que te interesa.
Harry devuelve la varita a su sitio, con un bufido, y se cruza de brazos. Draco alza la mirada, sintiendo que el rostro le arde. Snotra se ríe de los dos.
—Eso fue el cuarto oscuro de Grindelwald, versión mejorada. El castillo de Sno, le diremos- ¿podemos decirle así?
Draco se encoge de hombros.
—Claro, anota el nombre, haz el informe y ponlo en los archivos del grupo.
—Bien —Una breve pausa—. Potter quiere saber qué es el cuarto oscuro de Grindelwald.
Draco suspira. No podía evitar que llegasen a ese punto; en vista de lo ocurrido, lo mínimo que podía hacer era explicárselo.
—Cuando Grindelwald estudiaba aquí, llevó a cabo unos experimentos poco…éticos. Hubo unos extraordinarios y unos que eran terribles, inmorales, dignos de una mente desquiciada. Uno de los que se habla menos, pero que todos los Jotun conocemos, es el cuarto oscuro —Con una floritura de varita, le revela los símbolos en las paredes, que aparecen como líneas brillantes en azul—; una habitación con un mínimo nivel de magia, en este caso, usada por magos y brujas con frecuencia, se cubre de símbolos y hechizos. Y se convierte en un "cuarto oscuro", un lugar donde puedes controlar lo que otros ven o lo que sucede. No es necesariamente una ilusión, es más como si pudieses inducirle a alguien un sueño, pero manteniéndolo despierto. Como esta sala conecta a montones de pasadizos y todo el castillo está hecho de la misma roca, lógicamente, si se hace de la forma apropiada, el sueño puede extenderse hacia el resto de Durmstrang y formarse en otros lugares, lo que conseguiría un efecto más real, porque no sabes dónde empieza y dónde termina.
—Sólo que Draco es la persona más inteligente que conozco —Snotra pellizca una de sus mejillas, sin fuerza. Después lo suelta y se sienta a su lado—; sabía que estaba a punto de descubrir que hipnoticé a Ágata desde el interior de su cabeza, en lugar de hacerlo desde afuera. Ella se ofreció, por cierto —aclara, para él, que asiente. No le cuesta imaginar cómo convencería a una chica menor con una sonrisita, palabras bonitas y toques de legeremancia—. Pero necesitaba que estuviese distraído mientras preparaba todo. Luego el profesor Schrödinger lo hizo sospechar por no saber qué estábamos haciendo, así que decidí que lo mejor que podía hacer era incluirte a ti. Draco habría descubierto la verdad mucho más rápido si no te usaba de distracción, y no me habría dado tiempo suficiente para tomar nota de cada reacción a la magia…oh, no —Le sonríe abiertamente a Harry—, todo esto fue idea suya, de cierto modo. Cada experimento que hemos hecho ha sido suyo.
Harry cambia su mirada hacia él, incrédulo. Draco carraspea y deja los pergaminos a un lado, apilados, para ser examinados después.
—Mi idea no era incluirte. No habíamos decidido con quién lo haríamos…
—Fue mi decisión elegirlo a él; era la única persona que estaba seguro de que me descubriría y no perdería la cabeza, sin importar qué le mostrase —explica Snotra. Draco rueda los ojos, aunque se siente un poco halagado. De forma retorcida—. En el verano —Ya que vuelve a contestar a una pregunta no realizada, tiene que esperar a que prosiga para tener una idea de lo que Harry quiere saber—. Este verano, mi tía intentó envenenarme, así que Draco me invitó a su casa. Pasé casi todo el mes de agosto allí y tuvimos tiempo para hablar de esto; ya habíamos trabajado con escudos de oclumancia y Draco estaba muy interesado en la manera en que el miedo o el estrés golpea esos escudos, las reacciones mágicas naturales cuando somos sometidos a eventos que nos sacan de nuestro 'curso', y me había dicho que quería encontrar una manera de combinar la psicomagia con los encantamientos ofensivos, para que un mago pudiese mantener la calma de un duelista profesional en situaciones de crisis. Podría ser muy útil para la guerra que se libra en Gran Bretaña justo ahora.
Draco en verdad estaba sorprendido de que le hubiese dado tantas vueltas.
—Claro que te escucho cuando divagas —Snotra le frunce el ceño, respondiendo a sus pensamientos—, incluso te escucho cuando no lo dices. A veces eres una tortura. No debería ser posible que una persona piense tanto. Sí, puedo oír lo que estás pensando —Se dirige a Potter entonces, quien da un brinco en su silla—, sí, lo he podido hacer toda mi vida, y sí, sé sobre esos pensamientos. Pero Draco me pide que no le cuente sobre cosas que él no me pregunta, algo sobre invasión de la privacidad y bla, bla, bla. La verdad es que lo que podamos sacar de este experimento ya no depende de mí —Vuelve a mirarlo de reojo—, ¿qué dices? ¿Lo hice bien sin tu ayuda, dragón? Intenté todo lo que tú haces, pero no estaba seguro acerca de esta parte, y aquella, uh, y cuando estaba haciendo lo de…
Harry los ve cuando discuten sobre un punto de los informes, luego los apartan de nuevo. Parece que va a preguntar algo, pero Snotra alza la vista en su dirección y sacude la cabeza.
—No, Potter, eso no lo hice yo. Ustedes controlaban sus propias acciones. No es que me importe meterme a tu cabeza, pero si intentase controlar a Draco, terminaría muy mal para mí —Niega varias veces.
Tras un largo suspiro, Harry se pasa las manos por el cabello, le frunce el ceño a nada en particular y niega.
—Sí, puedes irte ahora, estando seguro de que no encontrarás nada extraño afuera —confirma Snotra, a lo que fuese que le hubiese preguntado—; borraré los símbolos más tarde, pero no los voy a usar más para esto, tranquilo. Deja de hacer eso, no me gusta. Le diré a Draco cómo me estás llamando dentro de tu cabeza y a él tampoco le gustará.
Harry se pone de pie para marcharse, sin decir adiós. Draco observa su trayecto hasta que sale por la puerta, después vuelve a tomar uno de los informes e intenta concentrarse en lo que dice.
—Aunque no es seguro que funcione en una verdadera situación de vida o muerte, tengo que admitir que la sensación de miedo fue bastante buena y realista. No quiero probarlo en personas sometidas al efecto de la magia oscura, si no podemos determinar, a partir de estas primeras muestras, que…
Sólo atina a parpadear cuando el pergamino levita lejos de sus manos. Se gira hacia Snotra, con una protesta en la punta de la lengua, que no termina de brotar.
—Sé que me dices que no te cuente cosas que no me preguntaste sobre otras personas —recuerda, en un tono tan suave que lo calla. Suele hablarle así cuando quiere que lo escuche y tiende a ser importante que lo haga—, pero la cabeza de Potter es un desastre. Cree que lo de la cocina y cuando te besó pudo ser parte del cuarto oscuro, que pudiste haber jugado con…
—No quiero oír sobre-
El toque de legeremancia le cosquillea en un costado de la cabeza. Snotra lo ve con el ceño fruncido y un puchero; no luce amenazador en lo absoluto. Tampoco es como que Draco crea que sí le haría algo, pero sabe que va en serio y deja caer los hombros, pidiéndole que siga con un gesto.
—Creo que deberías ir con Potter y escuchar lo que tiene que decir.
Draco resopla. Cuando hace ademán de tomar otro de los pergaminos, Snotra vuelve a levitarlo lejos de el.
—Sé que no me comporto bien y no siempre soy tan buen amigo como quisiera, pero no te pediría algo si creo que puede lastimarte o resultar mal para ti —Con otra floritura, lleva los pergaminos a un cajón, uno a uno, flotando—. Eso seguirá aquí cuando te desocupes; leeremos, revisaremos y prepararemos una propuesta para el profesor Schrödinger. Deja de mirarme así. Porque me importas, te digo que lo que tienes que hacer en este momento es ir detrás de ese idiota, oír cómo se te declara, porque obviamente eso es lo que pretende, corresponderle, reírse de los ciegos que son con respecto a las cosas más simples, y luego, bueno, lo que sea que venga luego de la declaración, no sé, no he llegado a ese punto. Pero espero que te vaya bien y le quede claro que se lo voy a servir de cena al kelpie si te hace daño. Eso suponiendo que no se lo des de comer tú mismo.
Era molesto cuando Snotra sabía de lo que hablaba.
—Gracias —Se estira para depositar un fugaz beso en su mejilla, recoge su maletín y corre fuera de la sala de investigaciones.
No tarda en encontrar a Potter. De pie junto a uno de los ventanales, mirando la tormenta que comienza a apaciguarse en el exterior, con los brazos cruzados y mascullando para sí mismo, de un modo que habría causado que Draco se riese, si estuviese de humor para ser malvado. No lo está.
Se detiene a su lado. Harry lo observa de reojo, y a pesar de titubear, su expresión se relaja.
—Supongo…que también te habrá dicho lo que pensaba —balbucea, desordenándose el cabello con una mano. Draco lo frena, al sujetar su muñeca.
Se le ocurre que, sin importar lo que hacía o qué tan mal se llevaron, siempre le parecieron que los ojos de Harry eran preciosos. Mágicos. A Draco le encanta el simple concepto de la magia.
No le ha sucedido con nadie más que pueda relacionar "magia" a una persona. Pero si se imagina que Harry Potter es magia, todo resulta mucho más sencillo, y le sonríe, sin darse cuenta, con un toque de diversión.
—Me gustan los volcanes de helado.
Harry boquea por unos segundos.
—¿Qué?
—Me invitaste a salir —Tiene que carraspear para que la voz le salga. Le hubiese gustado tener tiempo de organizar sus escudos de oclumancia y armarse de valor—, y me gustan los volcanes de helado. Pero si me quieres llevar al pueblo en la montaña, tendré que decirte de inmediato que no llamaría a eso "salir" porque es…
—Volcanes de helado —Harry asiente, deprisa. Una sonrisa se extiende por su rostro—, a mí también me gustan. Volcanes de helado, la horrible cocina del castillo y hablar. Sería perfecto. Sólo hablar.
A Draco también le suena perfecto.
Falta el epílogo /corazón, corazón.
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