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Puede traducirse como "tormenta e impulso" en alemán.
Cuatro pisos nunca fueron suficientes para mantenerlos apartados el uno del otro. A pesar de que Durmstrang no era pequeño —una cordillera completa en un costado, dos lagos, además del patio de la Eterna Primavera, no podía considerarse pequeño—, esos dos siempre encontraron un modo de dar con la mirada del contrario.
Era ahí a donde comenzaba el verdadero conflicto.
A los once años.
—¡Malfoy, quítate! —Un apresurado Harry Potter intentaba alcanzar las escaleras laterales, pero el niño rubio se interponía en su camino. Este le daba una mirada desagradable en respuesta.
—¿Es mucho pedir que esperes un segundo, animal?
A los doce.
—¡Harry James Potter! —Draco Malfoy enojado daba un poco de miedo.
Pero Draco Malfoy enojado, con su cabello y el uniforme cubierto del líquido pegajoso producto de la explosión de un caldero, era peor que Gellert Grindelwald en persona.
Su compañero de mesa, para salvarse de la regañina, empujó a Harry hacia adelante y lo utilizó de chico expiatorio. De cualquier modo, Draco ya pensaba que era culpa suya, así que tenía los ojos enfurecidos puestos en él desde antes.
—Oye- yo- lo…
—¡No quiero oír una disculpa! ¡¿Crees que esto —Se abarcó con un gesto completo— se va a resolver con una disculpa?! Espero que sepas hechizos de limpieza, porque te voy a servir de cena al kelpie si…
A los trece.
Podría decir que fue un accidente, pero como de costumbre, Draco no lo escucharía. Harry huía de una quimera; sí, es extraño, no deberían haber quimeras en un colegio de magia al que asistían niños, pero los estudiantes mayores hacían experimentos raros en grupos y él tenía mala suerte. Si aparecía una quimera en los terrenos, seguro que era el primero en encontrársela.
En su carrera por no ser devorado, tropezó con Malfoy. Los dos rodaron por una pendiente y terminaron metidos en uno de los lagos. El agua estaba helada.
Lo peor fue que llamaron la atención del kelpie.
Gracias a Gellert que Krum lideraba la práctica de Quidditch en el patio y los jugadores que daban vueltas en las escobas los divisaron, cuando la gigantesca criatura de algas se alzó sobre la superficie del agua.
A los catorce.
Bien, aquello también fue un accidente. Más o menos.
Discutían. Harry no pensó en empujarlo, sólo en alejarlo para tomar su bolso y salir de ahí. No pudo prever que Draco se tropezaría con el armario donde guardaban a los boggarts, caería dentro, y el cerrojo mágico, al reconocer una presencia que se quedaba atrapada, asumiría que se trataba de una de las criaturas y se haría imposible de abrir desde el interior.
Draco estaba terriblemente pálido, cubierto de una capa de sudor frío, cuando el profesor lo sacó. Le dio un manotazo al brazo de Harry cuando este quiso ofrecerle ayuda, recogió sus cosas y masculló que no volviese a hablarle por lo que le quedaba de vida, al pasarle por un lado. Temblaba.
A los quince, esa resolución resultó en una tontería.
Harry tenía problemas con los Jotun, uno de los grupos de estudiantes que experimentaban en el colegio. Draco había sido admitido ese año.
Tuvieron un duelo que Draco ganó al quemarle la mitad del rostro, sólo para deshacerlo con un hechizo, revelando frente a medio colegio que ni siquiera lo dañó y Harry se había asustado por no reconocer una ilusión de cerca. Su grupo se reía.
Puede que Harry lo hubiese mandado a volar fuera del castillo, con un hechizo en que utilizó más energía de la necesaria. También puede que Draco se hubiese lastimado y atraído al kelpie, de nuevo.
Fue un día duro para ambos.
A los dieciséis atacaron las hormonas.
Harry actuó como un inmaduro al salir con un chico sólo por ser consciente de que era el tipo de idiota que más irritaba a Draco. Pelearon en un pasillo. De algún modo, terminaron forcejeando y besándose en un armario de escobas, con más whisky de fuego en el cuerpo que sangre.
No hablaban del tema. Draco era hábil para fingir que jamás sucedió.
El verano entre el sexto y séptimo año trajo consigo algunos cambios importantes. Aunque para Draco, en particular, el comienzo no fue tan distinto de cualquier otro curso que hubiesen compartido.
—Malfoy —De forma involuntaria, sus hombros se tensan. A Potter le cambió la voz a los quince, y al principio, era divertido porque no sabía sobrellevarlo; debería estar penado por la Ley Mágica que ahora sonase así—, ¿será posible que dejes de abarcar todo?
Imbécil.
—¿Vas a sacarme volando del pasillo si no me muevo? —Draco le echa un despectivo vistazo por encima del hombro, resopla y continua con su tarea. Tiene que terminar de anotar los nombres de los mejores promedios en la prueba inicial del año; era el encargado de seleccionar a los miembros de su equipo—. Estoy ocupado, ve a, no sé, jugar con tu escobita o algo.
—Estoy intentando, precisamente, ver la lista de los que quieren hacer las pruebas para los equipos de este año.
Draco enrolla su pergamino en cuanto ha terminado, se coloca la pluma detrás de la oreja y se da la vuelta. Aún tiene las palabras en la punta de la lengua cuando se topa con el extremo de una varita. Harry se sobresalta y se apresura a guardarla en una de las mangas de su uniforme rojo.
Tiene una sonrisa que pretende ser inocente, pero se tuerce hacia un lado y es justo lo contrario.
—Iba a ver a través de ti —Le jura. No iba maldecirte, es la aclaración entre líneas, ni a sacarte volando del pasillo. Pese a eso, Draco lo observa con los ojos entrecerrados.
Uno no puede confiar en un Potter. Tienen demasiado cabello y poca materia gris.
Harry, en especial, cumple con esta regla. Es el segundo año consecutivo que lleva el cabello largo y es difícil no fijarse en las ondas que se le forman en torno a las orejas, la caída suave sobre un hombro de la cola que lo sostiene para evitar la maraña en que se convierte al despertar.
No es que a Draco le importe cómo se ve en las mañanas. Es que, lamentablemente, compartieron habitación hasta mediados del sexto año.
Después del evento con el armario de escobas y el whisky de fuego, Draco prácticamente huyó a las habitaciones de los Jotun y pidió a uno de sus compañeros que trasladase sus pertenencias hasta allí.
Era lo mejor para su estabilidad mental.
Si en medio de un corredor, le cuesta mantenerse inexpresivo, no se quiere imaginar lo que sería de él con Potter pasando de un lado al otro de la habitación, medio desnudo, utilizando amuletos de calor y haciendo una pausa junto a cada cama para preguntar si alguno había visto su uniforme de Quidditch.
Desordenado, se dice, mentalmente. Le sirve recordarse los defectos de Potter cuando está por ceder. Inepto en áreas teóricas, sin gracia, poca clase.
Respira hondo, guarda el pergamino y decide ignorarlo.
Presiente que será un largo año.
—0—
Estalla sus calderos en Pociones, insiste para sí mismo. No es capaz de hacer ni el círculo de runas más simple, no sabría diferenciar un Grim de un pekinés, ni aunque los tuviese a ambos al frente y sólo uno tuviese un aura de muerte.
—¿Dragón?
Tampoco se le da la Alquimia. No importa qué tan bien se vea en el uniforme de Quidditch, Draco Lucius Malfoy, si ni siquiera pertenece a uno de los equipos de investigación.
—Dragón, dragón, dragón, dragón…
¿Y qué importa que sea ayudante del profesor de Artes Oscuras? Sí, no es malo en la materia. Tú tampoco lo eres, Draco.
El uniforme no cambia nada.
El uniforme no lo hace mejor.
¿Puedes dejar de verlo en el estúpido uniforme?
¡Deja de mirarlo!
¡¿Por qué lo sigues haciendo?!
Draco flexiona los brazos sobre el borde de la mesa y hunde el rostro entre ellos. Su sufrimiento es lo bastante obvio como para que enseguida sienta unas leves palmaditas en la espalda. Lo agradece, en el fondo.
Se traiciona a sí mismo al levantar la cabeza lo justo para que sus ojos queden por encima de los brazos y seguir viendo más allá del ventanal de la torre. Uno de los equipos de Quidditch practica sobre el lago más pequeño; en Durmstrang, los entrenan allí para asegurarse de que nunca dejan caer las Quaffles, que se perderían en el agua o dentro de la boca del kelpie, y que puedan mantenerse en la escoba, si no quieren sufrir el mismo destino. No ha sabido de un estudiante que haya sido devorado aún, pero varios han estado demasiado cerca de la criatura. El propio Potter cayó sobre su lomo un par de veces.
—Se ve bien cuando tiene puesto el uniforme, lo sé.
—¿Cómo podría Potter verse bien? —escupe Draco, no tan desdeñoso como le habría gustado. Recibe otra palmadita en la espalda, luego unos dedos se le enredan en el cabello, intentando relajarlo con un masaje.
Es bastante irresponsable; se retrasa con las tareas más sencillas. Siempre anda coqueteando.
Tú no debes interesarte por alguien que colecciona corazones rotos. Eres mejor que eso.
—No creo que Potter en serio se moleste en coleccionar los corazones que ha roto. Seguramente ni siquiera se ha dado cuenta de que las chicas menores lloraron cuando se enteraron de que le van los hombres.
Que sea gay no es una ventaja. Promiscuo. Inmaduro. Negligente.
Mi padrino lo llama "la copia de Sirius Black". He oído lo suficiente para saber que eso no es bueno.
—No conozco a ese Sirius Black, pero ha de ser familia tuya, por el apellido, ¿no?
Incluso cuando Draco no responde, el masaje en su cuero cabelludo no se detiene.
Maldito legeremante.
—Creí que te estaba ayudando, dragón…
Cuando se detiene, Draco lloriquea y extiende el brazo, tanteando el aire hasta dar con su mano. La vuelve a poner en su cabeza y se siente mejor con las caricias que se reanudan.
No te dije que leyeras mis pensamientos sobre Potter, Snotra.
—Bueno…no es mi intención, lo sabes. No lo puedo evitar —Su compañero ladea la cabeza y entra en el borde de su campo de visión, casi recostándose a un lado de él. El masaje continua.
Han pasado más de seis años desde que entró a Durmstrang y todavía no sabe si Snotra es un chico o una chica. Su voz y su personalidad lo hacen dudar; todo en su compañero de investigaciones es delicado, grácil y elegante, hasta que se bate a duelo con alguien. Nunca lo ha visto enojado y su actitud cuidadosa roza lo ensayado. Incluso a su padre le agrada.
Sería tan fácil si le gustase alguien como Snotra.
Draco gimotea y vuelve a enterrar el rostro en su brazo.
—Odio a Potter.
Snotra suelta un largo "hm".
—Yo no dedicaría tantos pensamientos a alguien que odie.
—Tú no odias a nadie.
Escucha que se ríe. No sabe lo que hace al moverse, hasta que siente el peso encima de él. Acaba de recargarse en uno de sus costados, aún le acaricia el cabello.
Le desagradaría tener a alguien más tan cerca. Uno al final se acostumbra a la manera de reconfortar de Snotra.
—¿Has pensado en hablarle, sin pelearte con él?
Draco resopla. Cómo si pudiese hablarle a Potty, sin que algo sucediese.
—Sólo porque una vez, por accidente, te metió en un armario lleno de boggarts, no…
Fue horrible.
—Lo sé, lo sé, dragón —El tono de Snotra cambia, presiona un beso en su coronilla. Cuando actúa de ese modo, no le da una sensación muy distinta de la que tiene con su madre—. Pero fue un accidente.
También hubo una quimera. Y las dos veces del kelpie.
—Bien, Potter no tiene suerte, eso lo tenemos claro. No creo que…
Metió a un chico mayor a nuestro cuarto una vez. Los encontré en el baño.
Snotra guarda silencio por unos instantes.
—Pobre dragón —Otro beso en su cabeza, más palmaditas en la espalda—, ya, ya.
¿Puedes dejar de tratarme como si tuviese cinco años?
Vuelve a reír. Lo está abrazando para entonces.
—Para mí —argumentó, con diversión—, tú siempre serás un niño de cinco años que necesita amor y cuidados, dragón.
No tenía idea de qué le había dado esa imagen de él. Tampoco le molestaba tanto, al fin y al cabo. Le daban mimos cuando estaba en el colegio, al menos.
—¡Atención! —La palabra se repite en búlgaro, alemán y sueco, llamando la atención de los estudiantes dispersos por la sala— ¡el concejo Jotun abre la sesión! Malfoy, ven a presentar tu parte primero…
Mátame. Sólo mátame. No hay reclutas interesantes para este año.
Snotra lo anima a ponerse de pie, dándole leves empujones.
—No debe ser para tanto —Tiene una sonrisa que es toda dulzura—, no pidas esas cosas, dragón.
—0—
—¿Sabes qué? Estaba pensando…
—Estabas pensando en pedirme la cama junto a la ventana —aclara Snotra, balanceándose sobre el asiento. No se pasaba más de unos segundos quieto—; la respuesta es sí. No tengo problema con dormir cerca de la puerta.
Draco arruga el entrecejo y deja de mordisquear la pluma en cuanto nota que lo estuvo haciendo. No le agrada. Es un gesto de poca clase.
—No, estaba pensando…
—Estuvo bien el informe que presentaste, tranquilo, los demás Jotun están contentos contigo.
—No, no, estaba…
—¡Oh, por Grindelwald! —exclama. Snotra era seguidor de su trabajo, a nivel intelectual, no de la práctica y el período en que el poder lo enloqueció—. ¡No puedo creer que estés pensando esas cosas de Po…!
Lo detiene cubriéndole la boca con la palma completa. Snotra se sacude por la risa contenida. Retira su mano y se dedica a jugar con los dedos de Draco, indicándole que hable.
Los dos están sentados en lo alto de las improvisadas gradas de madera, en torno a la pista donde los jugadores de Quidditch suelen realizar carreras sobre las escobas para completar sus entrenamientos. Potter hace llover con una nube que sólo cubre el área designada del equipo. Puede ser bastante desgraciado como capitán.
Draco no eligió ese lugar para verlo, no. El exterior le infundía paz.
No tenía nada que ver con Potter en uniforme de Quidditch.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar fingiendo que no te distrae tenerlo a unos metros, en uniforme de Quidditch? —Snotra se toma la molestia de resaltar la última frase. Draco aprieta los párpados un segundo cuando siente el ardor en el rostro.
Concéntrate en los defectos, los defectos. Inmaduro, promiscuo, irritante, prepotente. Incapaz de hacer una buena poción o pasarse la tarde leyendo. No le salen las runas. A mi padre le daría un ataque si lo ve comer como una bestia.
—Dudo que eso funcione —Snotra le enseña una sonrisita cuando él pretende dirigirle una mirada desagradable—. Amamos a las personas por sus defectos, a veces más que por las virtudes.
—Eso no tiene ningún sentido —masculla Draco, en cambio. Echa un último vistazo a la pista, luego decide concentrarse—. ¿Qué haremos con las investigaciones de este año?
Su compañero se encoge de hombros. Desde que soltó su mano, no para de juguetear con su collar del símbolo de las Reliquias de la Muerte, mismo que poseen el resto de los estudiantes del área de investigaciones.
—En el verano, hablamos de psicomagia cuando estábamos en la Mansión, ¿recuerdas? —Draco asiente al escucharlo—. Me gusta la psicomagia.
—Debe ser fácil para ti, eso nos da una gran ventaja. Podría diseñar los planes, y tú los aplicarías sin riesgo de daño a los sujetos.
—Hm, pero...—Snotra hace una breve pausa—. No es igual crear construcciones de magia oscura que luego dejamos en observación y hablar con espíritus que probar algo en personas, dragón.
—Lógicamente, se me ocurrió que…
—Oh, eres tan lindo —Ríe—. ¿De verdad quieres tomar ese experimento? El cuarto oscuro de Grindelwald fue bastante alabado en su época, pero era primitivo. No pensé que fuese tu tipo de estudio.
—No pretendo lastimar a nadie; podemos trabajar con ilusiones sensitivas…
—¿Voluntariados? ¿Cómo conseguirás voluntarios para alterar y ver los efectos de la exposición a la magia oscura en una persona?
—Bueno, supongo que…
—Ah, esa es una gran idea —Snotra asiente un par de veces, aunque mantiene su aire pensativo—. Me agrada. Hay tontos dispuestos por todas partes, siendo honestos.
—Sno.
—¿Hm?
—Deja que termine de hablar y para de tener ideas sádicas sobre magia oscura en personas.
Su compañero se echa a reír con fuerza, la acción le achica los ojos azules y causa que su nariz se arrugue. Parece un niño pequeño y feliz.
Realmente no necesitaba usar legeremancia para descubrir que el resto del equipo tenía buenos motivos para mantener distancia de Snotra.
—Yo no te digo que dejes de pensar en Potter —Lo codea y cabecea hacia adelante. Harry ya está reuniendo a su equipo en el suelo, pero por su expresión, no está seguro de cómo deshacer la nube de lluvia que puso encima de ellos.
No puede eliminar las consecuencias de su propia magia, agrega a la lista.
—Quizás es porque es una magia bastante fuerte —comenta Snotra, respondiendo a su conversación consigo mismo, sin esperar una invitación—; no quiere decir que tenga el mismo conocimiento mágico de un squib.
Draco le frunce el ceño.
—Sólo quiero verte con la persona que te gusta —Alza las manos en señal de rendición y suspira, su expresión relajándose—. ¿Cuándo empezamos?
—Tengo que investigar algunas cosas antes de pensar en cualquier…
Lib, una chica que está en su clase de Alquimia, se acaba de aproximar al equipo de Quidditch. Deshizo el hechizo de Potter sobre la nube. Mientras él le agradece, tiene una sonrisa preciosa y no deja de retorcer un mechón de cabello en su dedo.
Bueno, ella es así. Draco se dice que no significa nada.
Cuando Snotra se percata de su línea de pensamiento, también observa en esa dirección. Draco no lo ve sacar la varita, sólo el pequeño aro de fuego que se genera a los pies de Potter y lo hace saltar, sin lastimarlo.
—No era necesario.
Snotra se encoge de hombros.
—De todas formas, me aburría —Luego se pone a canturrear:—. Y Potter se va a quemar, se va a quemar, se va a quemar…
No me gustaría un Potter rostizado, piensa. Snotra hace desaparecer el aro de fuego.
—Oh, bien. Nada de Potty rostizado entonces.
—0—
Los Jotun eran el grupo de investigación más pequeño del colegio; tenían permiso para tomar las habitaciones de una torre antes inutilizada que fue recuperada por el equipo unas décadas atrás, trabajaban bajo la supervisión del profesor Schrödinger, que lucía más como una especie de zombie de una mala película muggle, que un fantasma, y se les concedía el acceso ilimitado a los terrenos del castillo de Durmstrang. Siendo justos, algunas salas tenían buenos motivos para ser de paso restringido o encontrarse selladas.
Si Draco fuese el tipo de persona que fue Grindelwald a su edad, ya habría repartido algunos crucios sólo para ver cómo reaccionaban los magos ante la tortura. Si fuese como Snotra, incluso, estaría bastante feliz con la idea del cuarto oscuro.
Su padre había pensado que Durmstrang lo haría más fuerte, más severo y más astuto. Que la cercanía a su casa, la presencia constante de su padrino y los estudiantes que iban a Hogwarts, no lograrían jamás ese efecto en él. Aún recordaba sus discusiones cuando era un niño; su madre lo quería cerca, él lo quería preparado, en sus propias palabras.
—¿Preparado para qué, padre? —Siempre le preguntaba.
—Para lo que venga —Era su respuesta.
Bueno, su familia estaba llena de magos oscuros. No era una novedad. Por supuesto que Lucius Malfoy no habría esperado que su hijo pasase un viernes por la tarde en el jardín de la Eterna Primavera, recortando los tallos de unas mimosas mágicas y recogiendo claveles que luego pondría en un mortero.
El jardín de la Eterna Primavera consistía en un espacio amplio, rectangular, que debió ser pensado como un invernadero en sus inicios, pero el efecto de la magia, año tras año, para mantener paredes de energía alzadas, lograron que el ambiente siempre estuviese en la temperatura ideal para las plantas que nunca brotarían por aquella zona sin algo de ayuda. Poseía hileras de piedra para avanzar entre las zonas de tierra y las macetas, y era un requerimiento esencial portar guantes; uno no sabía si alguna flor decidía morderlo. O si un pétalo estaba maldito. La verdad era que los estudiantes de los equipos de investigación hacían las cosas más extrañas.
Durmstrang no impartía programas de Herbología, por lo que era extraño encontrar allí a alguien fuera de los grupos selectos, o los encargados del mantenimiento. Y entre todos ellos, el último que habría esperado que se parase detrás de él, sería Harry Potter.
—Eh —Carraspea. Draco se tensa porque reconoce esa voz, pero se asegura de que las manos no le tiemblen, mientras continua recolectando lo que necesita para sus pociones; Snotra y él deben trabajar en adormecedores leves, que no entren en la categoría de somníferos—, Malfoy…
—¿Te perdiste?
Él se ríe.
—Sí —No le sorprende. Oye que se vuelve a aclarar la garganta—, sí, yo…creo que sólo he entrado aquí como dos veces…
Y en una de esas, agrega para sí mismo, estabas besuqueándote con uno de los jugadores de tu equipo rival detrás de un arbusto. Draco les había dado con un látigo de fuego no-dañino, en un momento de absoluto pánico, para sacarlos de allí. No podía creer que alguien tuviese el descaro de hacer algo como eso en donde ellos cuidaban de sus plantas mágicas.
O de regresar al mismo lugar donde estuvo haciéndolo. Pero le quedaba claro que a Potter le faltaba un sentido básico de la decencia.
—Bueno —Suspira. Realiza un veloz recuento de su material. Todavía le faltan unos ejemplares que sólo puede hallar en el pasillo contiguo—, aquí no se juega Quidditch, así que…
Draco podía admitir que había estado entusiasmado, en primer año, por entrar al mismo equipo de Quidditch donde jugaba Viktor Krum, la estrella de Durmstrang. Se lastimó el tobillo esa semana —Potter lo había empujado, por accidente, por las escaleras que daban a su dormitorio— y no se presentó a las pruebas. Potter entró. Él no tuvo oportunidad.
No estaba particularmente molesto. Dedicarse a las investigaciones también era interesante y a sus padres les agradaba que utilizase su tiempo en cosas útiles; el año anterior, los Jotun enviaron a un par de hospitales mágicos una pomada que eliminaba cicatrices de magia negra en el cuerpo. Aún tenía marcas en las manos por los experimentos.
Le gustaba la parte del reconocimiento internacional y la atención.
—Estoy buscando estas plantas, uhm, ¿pu…?
Consciente de que no se iría si no lo veía, Draco echa un vistazo a la lista que le enseña. Enumera los ingredientes y su mente trabaja a toda velocidad para buscar las recetas que conoce que los necesiten, mientras sus manos ralentizan los movimientos.
—¿Vas a conseguir ungüentos para el equipo de Quidditch?
Potter emite un vago sonido afirmativo. Se nota que no se peinó esa mañana; el cabello sobre sus hombros forma ondas descontroladas, una parte le cae en el rostro. Lo está observando por debajo de los mechones, a pesar de que es Draco quien sigue agachado junto a la tierra.
Desde el evento del armario de escobas, Potter ha tenido esa mirada de crup frente a él un par de veces. Le hace pensar que se siente tímido a su alrededor o no está seguro de cómo actuar; no puede culparlo. Se ha convertido en un experto en huir cuando lo ve cerca, para evitar pensar en cosas que no deberían estar dentro de su cabeza.
—Para después de los entrenamientos de los nuevos —explica Potter, en voz muy, muy baja—. Los he forzado un poco estos días y me siento mal ahora, no soportan los callos de las manos y uno se lastimó las piernas por no haber ido al entrenamiento con el uniforme…
Draco resopla.
—Qué idiota.
Harry casi sonríe.
—Tiene sólo trece, Malfoy.
Él se encoge de hombros, vuelve a asegurarse de que tiene todo lo que puede conseguir en esa parcela y se levanta. Siente los pasos que lo siguen cuando camina hacia la siguiente.
—Por allá encuentras los primeros tres, ¿los reconocerás? Unos frutos rojos del tamaño de una uña, aplanados, unas hojas marrones de dientes picudos y un par de tallos de canela…
—¿Canela?
—¿No sabes cómo se ve la canela mágica? Púrpura, creciendo en tallos pequeños de un arbusto ancho y bajo, con flores blancas. Tomas las que no tengan flores o capullos por abrir. Huele igual que la canela normal, así que usa el olfato si no estás seguro…
Está murmurando sin siquiera mirarlo. Se concentra en cortar unos tallos para su cesta y acomodarlos uno junto al otro, alineados; con ciertos materiales, es mejor tener las precauciones necesarias para que no se toquen entre sí. Con el paso del tiempo, se convirtió en una costumbre.
Escucha sus pasos alejarse. Asume que el quejido se debe a un pinchazo. Tal vez debió decirle que los dientes eran reales y podían herir a quien los tocase.
Bueno, supuso que se había enterado por su cuenta.
Para el momento en que tiene casi todo en su lista, Potter se detiene en un extremo del pasillo de piedra y le hace un gesto para pedir que se acerque. Le enseña la lista de nuevo; tachó los ingredientes ya recogidos.
Draco respira profundo y se pregunta qué le habrá dado la impresión de que puede dedicar su tiempo a ayudarlo y no tiene que ir a ningún lado. Puede que sólo sea Potter siendo Potter y creyéndose el centro del universo.
Relee la lista.
—Las mimosas te van a sisear cuando te acerques, pídeles permiso. Las algas las sacas del estanque, las verdes no, esas te quemarán; toma las que son un poco más amarillas, se harán verdes cuando estén afuera, si dejas que se sequen por sí mismas…
Necesita repasar sus defectos para no caer frente a la pequeña sonrisa que se le dibuja a Harry al oírlo. Les toma alrededor de diez minutos más, porque el idiota se pone a pelear con una mimosa que crece de forma desproporcionada, amenazando con sisearle más y golpearlo con sus hojas. Para entonces, Draco ya lleva un rato con su cesta completa y está sentado en un mesón vacío, triturando hierbas en uno de los morteros.
—¿La mimosa sigue invicta? —indaga, mirándolo de reojo cuando regresa a su lado. No sería el primero que veía fracasar en su intento por tomar algo de ella; es una de sus plantas vivientes favoritas.
Potter alza un frasco con un líquido verde. Jugo de mimosa mágica. Lo secretan desde los pétalos, le cubren los tallos, y puede paralizar los músculos en grandes cantidades.
Nota que Harry tiene dificultades para moverse y se le escapa una risita por la que él le frunce el ceño.
Se cubre la boca, aunque no considera disculparse. Cuando sus hierbas están en el punto que quería, las guarda en un frasco y se baja del mesón de un salto. Al pasarle por un lado, le deja en las manos un frasco de antídoto para relajar los músculos tras el contacto con la mimosa.
Se diría que fue simple lástima. En verdad no significaba nada.
—0—
—…adivina qué fue lo que me pasó ju-
—No sé si sea gran cosa haber pasado unos minutos con Potter en el jardín de la Eterna Primavera sin que haya aparecido una quimera, el kelpie o algún otro monstruo que los ponga en peligro mortal, dragón.
Draco se abre un espacio entre Snotra y otra de sus compañeras de los Jotun, y deja la cesta en la mesa frente a ellos. El comedor de Durmstrang es todo piedra gris y madera sin lijar, rústico y helado. Como el resto del castillo. La comida tampoco es buena, pero les brinda la energía suficiente, y la mayor parte de los estudiantes le echan encantamientos para mejorar el sabor.
—¿Estuviste con Potter en el jardín de la Eterna Primavera? —Guri alza las cejas. Es un año menor y le gusta fastidiar a los profesores llevando a las clases una bufanda muggle con los colores del arcoíris, alegando que se muere de frío, porque no creció en un clima como aquel.
—Sí, lo que pasa es que-
—¿De verdad Potter piensa hacer un ungüento? —Snotra arquea las cejas en esa ocasión—. ¿Potter sabe hacer un ungüento? —Se ríe—. Sí, yo tampoco lo creo, dragón. Pero siempre puede pedir ayuda, tienes razón en eso…
—Les decía —Draco le frunce el ceño por la interrupción— que estuvimos unos quince minutos allí sin que nada ocurriese, e incluso se comportó. Ya saben, tan bien como se puede comportar Potter. Fue casi como-
—La verdad es que él ya ha estado tímido a tu alrededor desde eso —Snotra ladea la cabeza, está entretenido con la cucharilla dentro de su helado. Es el único lo bastante loco para comerlo con ese frío—, no es nuevo.
—Potter no-
—No han peleado desde el año pasado, intenta no acercarse demasiado, baja la voz cuando te habla, pretende no molestarte, se aleja si te irritas —Enumera con calma, luego levanta la mirada hacia él—. Sus pensamientos son bastante cuidadosos cerca de ti, a veces…
—No hagas eso —Draco lo señala con un dedo acusador—, hemos hablado de esto, Sno. No me importa que siempre estés viendo mis pensamientos más superficiales mientras no te metas a mi cabeza, pero no quiero que me cuentes cosas de otros que yo no te he preguntado.
—Lo siento —Forma un puchero—, creí que te interesaría saber lo que él piensa de ti.
—A mí me interesa —Guri alza una mano, como si pidiese permiso para hablar, pero la baja de inmediato frente a la mirada que Draco le dirige.
—La legeremancia es un tipo de invasión. No la practico porque no quiero saber todo el tiempo lo que las personas piensan —Draco menea la cabeza—. Realmente no me interesa qué forman tengan sus pensamientos cerca de mí, sólo que ese comportamiento…
—Si yo me hubiese besuqueado con alguien que se supone que odio, en un armario de escobas, y me hubiese gustado, también me pondría tímida frente a esa persona —Guri apoya los codos en el borde de la mesa, la barbilla sobre las palmas.
Draco observa a su compañero, esperando una explicación. Cuando Snotra se da cuenta, niega.
—Oh, no, yo no le conté…
—Tú me lo contaste la semana siguiente —Ella se ríe—; volviste a pasarte con el whisky de fuego cuando veníamos de la ciudad que está debajo de la cordillera, te ayudaba a caminar y me sostuviste el rostro como si fueses a besarme. No dejabas de decirme "Harry, Harry, Harry".
—Si te sirve de consuelo —añade Snotra, cuando él entierra el rostro en las manos para evitar que el rubor empeore—, yo también me avergoncé escuchando eso.
Draco le da una patada sin fuerza por debajo de la mesa. Lo oye reírse.
—¿De verdad podría haberle afectado tanto ese…evento? —murmura, dándoles una ojeada por encima del nivel de sus manos, con las que todavía se cubre a medias. Había estado convencido de que no significó nada, seguro de que Potter podía arrastrar a un rápido revolcón a más de la mitad del colegio, con su sonrisa torcida y algunas palabras.
Guri se encoge de hombros.
—Como dije —puntualiza ella—, yo también me pondría un poco más tímida cerca de esa persona.
Gira la cabeza y busca auxilio en su compañero, que se dedica a comer lo que resta de helado.
—Sabes que yo no beso a nadie de esa forma —susurra Snotra—, planeo llegar al matrimonio sin ser tocado para hacer el mismo enlace mágico que tuvieron mis padres y mis abuelos. No sabría decirte cómo reaccionaría.
—Probablemente intentarías ver sus pensamientos superficiales cuando deje de besarte para reaccionar en base a eso…
Snotra señala a la chica y asiente un par de veces.
—Eso me agrada, sí, pienso que podría hacerlo. Pero tú no eres yo —Apunta a Draco con su cucharilla ya limpia— y besar a alguien en un armario de escobas tampoco es algo que yo haría. ¿Por qué lo hiciste tú?
Se encoge de hombros.
—El alcohol.
Tras darle una larga mirada, observa a Guri y le hace un gesto para que los deje solos. La chica se despide con un beso al aire para cada uno, se pone unos libros bajo el brazo y se marcha. Snotra suelta un largo suspiro, estirando los brazos por encima de su cabeza.
—¿Alguna vez has visto que una persona ebria se coma su mierda? —Lo ve de reojo. Draco niega, arrugando el entrecejo—. Es porque saben lo que es. Incluso en ese estado donde el alcohol invade su mente, saben lo que es. Existe un nivel de consciencia que se mantiene. Te podrá decir que no lo recuerda, pero es mentira, sólo lo bloquea, lo ignora; en su momento, estuvo consciente. Me preocuparía si me hubieses dicho que te metiste a la boca del kelpie estando ebrio, porque significaría que ni siquiera tenías ese nivel mínimo de consciencia…pero, dragón, siendo honestos, tú eres listo y sabes que el alcohol no fue lo que hizo que lo besaras en primer lugar.
Suelta un bufido, aunque no suena tan ofendido como le habría gustado.
—¿Esta es otra de tus charlas sobre el funcionamiento de las mentes y la consciencia, y cómo obviamente sabes más del tema que yo, porque puedes ver los cambios en cada uno de los es…?
—No —Una pausa. Snotra sonríe un poco—. Tal vez. En realidad, sólo quiero que seas honesto contigo mismo. Puedes mentirte cuánto quieras, puedes ocultarme ciertos pensamientos detrás de tus escudos de oclumancia e ignorar lo que te digo, pero —Le toca la sien con el índice, leve, tentativo— está aquí. ¿Por qué besaste a Harry Potter, dragón?
Él traga en seco. Ha pasado meses intentando no pensar en el tema; ahora siente que el corazón se le descontrola nada más escuchar que lo menciona.
Le tiemblan un poco las manos y se siente idiota.
Los estudiantes de Durmstrang no saben ser sutiles ni considerados, incluso si son buenas personas. Hablan con fuerza, gritan sin reparos, hacen sonar sus botas al entrar y salir, los platos, los vasos. El equipo de Quidditch que entrenó por la tarde se reúne en torno a una de las mesas más grandes; aún llevan uniformes, y en ese preciso instante, escuchan lo que su capitán tiene para decirles.
El capitán es Harry.
Draco suspira.
—Puede que…sí me guste un poco Potter —Hace un especial énfasis en el "un poco". Snotra se limita a recargar la barbilla sobre sus manos y sonreír.
—Ya lo sabía. Te lo he dicho por dos años.
—Presumido.
—¿Todavía no quieres que te diga lo que piensa acerca de ti?
Sacude la cabeza.
—¿Tú invadirías la privacidad de alguien que te guste de esa forma?
—Bueno, no lo puedo evitar, dragón.
Rueda los ojos.
—No me digas nada, no quiero saber.
—¿Seguro?
—Sí.
—Bien.
Mientras ellos conversan, alguien los mira desde la mesa donde se reúne el equipo de Quidditch.
Después de todo, ganó este por sobre el Harry bottom. Aquel lo publicaré después <3
Creo que el resumen de esto podría ser: Draco teniendo gay panics de a montones. Les aviso desde ya que es bueno que presten atención a las conversaciones de esta parte, porque aquí se explica toda la trama que viene después ¿?
Por cierto amo mucho, mucho, mucho, el concepto de un Harry con el cabello como Sirius, ¿ustedes no?
Como siempre, gracias por leer /corazón, corazón.
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