
028.
━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.
Taila se llevó a Grogu lejos del grupo principal de mandalorianos, quienes se agrupaban para volver a luchar, a la espera de refuerzos.
Aunque Din ya había conseguido matar a uno de los soldados que intentaba llevarle a uno de los calabozos, la Jedi mató al otro mientras Grogu, ayudado por IG-12, le rociaba cantidades inmensas de bacta y después liberaba al mandaloriano.
La chica se abrazó al hombre adolorido, con el corazón por fin volviendo a un ritmo de latidos normal.
—¿Estás bien? —murmuró agitada, sujetando su casco como si fueran sus mejillas.
Las manos de Din acariciaron su cuerpo para preguntar lo mismo.
—Sí, cyar'ika.
Grogu emitió un sonido feliz y ambos se pusieron en pie, decidiendo dejar los reencuentros para más tarde.
—Grogu, voy a necesitar que seas valiente por mí, ¿vale? —le dijo Din, y sus palabras hicieron que el corazón de Taila se encogiese, sobre todo cuando el niño entornó los ojos y balbuceó débilmente—. No podemos seguir huyendo. Si no eliminamos al Moff Gideon, esto no se acabará nunca.
Din miró a Taila en busca de su reacción. La chica se acercó a IG-12, e introdujo su mano dentro para acariciar las mejillas redondas de Grogu. Din le puso una mano en el hombro a la chica, quien le dijo primero al niño:
—Papá tiene razón, peque. Pero todo va a salir bien. —Se giró sobre su hombro para mirar el casco de Din—. Porque estamos juntos.
Grogu asintió, y Din posó su casco contra la frente de Taila en un beso mandaloriano. Después, reanudaron la marcha.
Aunque se pusieron en contacto con Bo, ella no pudo aportar información sobre el paradero del Moff Gideon, ya que estaba ocupada poniendo a las tropas a salvo hasta que llegaran los refuerzos.
Así que le pidieron a Errecinco (quien estaba en la superficie del planeta), que se conectara a la base para conseguirles la ubicación del centro de mando del Moff.
El droide replicó con pitidos asustados, pero antes de que Taila contestara, el mandaloriano le dijo:
—No hablo binario, lo siento. Cuento contigo.
Cortó la comunicación mientras avanzaban por la base.
—Decía que ni loco haría algo así.
Din giró el casco hacia ella.
—Lo sé, sí que hablo binario —sonrió bajo el casco—. Pero ahora no le va a quedar otra opción que hacerlo.
Taila se tragó una risa para que no les descubrieran. Siguieron ocultándose de los soldados imperiales mientras esperaban a que Rojo trabajara.
Cuando por fin recibió los planos, Din asintió complacido, mientras que Taila dijo, estirando los hombros:
—¿Ves? Te dije que teníamos que comprar a ese droide.
Errecinco respondió con pitidos contentos, mientras que Din no se molestó en contestar, aunque la Jedi percibía su diversión.
Se dirigieron al centro de mando de la base, donde las comunicaciones delataban que el Moff se encontraba. Tuvieron que volver a pedir ayuda al droide para desactivar unos escudos barrera y derrotar a una serie de imperiales que protegían el centro de mando, ya que Din no tenía armas y sólo Taila podía usar su sable láser, el cual no atravesaba las barreras.
Consiguieron atravesar el pasillo, y Din se armó de nuevo con los blásters de los hombres caídos.
Pero, al cruzar las puertas, vieron algo horrible.
Una sala llena de tanques, con personas, cuerpos, dentro.
El horror de Din igualaba el de Taila en la Fuerza.
—Espera aquí —le dijo el hombre a Grogu, con la voz entrecortada.
Mientras él se acercaba a la mesa de control, Taila no podía apartar la mirada de los cuerpos dormidos, flotando en aquella agua... Con la cara del Moff. Se le revolvía el estómago y tuvo que apartarse.
—Por la Fuerza... —musitó, cerrando los ojos.
Intentó apartar a Grogu antes de que lo viera, pero las piernas metálicas de IG-12 eran más fuertes.
—Ese no es Gideon —le dijo Din al niño—. Esos son sus clones.
Grogu y Taila gritaron a la vez, cuando el cuerpo frente a ellos abrió los ojos de golpe. Din toqueteó los controles y todos salieron corriendo, mientras los tanques explotaban y los clones... morían.
A Taila le dolía el corazón. Porque aquellos clones no se diferenciaban en mucho de su padre y sus hermanos... Y no sabía cómo sentirse al respecto.
Aun así, sabía que usarlos para otra guerra, estaba mal. Había estado mal antes, y estaba mal ahora.
Taila encendió su sable láser cuando las puertas del centro de mando se abrieron. Estaba aparentemente vacío, sólo con unos hologramas proyectados en el centro, pero la Jedi sentía la presencia de su enemigo cerca. Le hizo una seña a Din, quien iba con los blásters en alto.
La puerta a sus espaldas se cerró. Mientras Din la comprobaba, Taila predijo que la opuesta se abría: así fue. Se puso en guardia cuando los hologramas se apagaron y la voz del Moff retumbó en la habitación, aunque Din y Grogu se ocultaron tras los pilares de la habitación:
—Mis clones por fin iban a ser perfectos —gritó el hombre con enfado, a la entrada de la sala, mirando a Taila con ojos en llamas—. Todo lo especial que hay en mí, pero mejorado. Añadiéndoles lo único que yo nunca he tenido: la Fuerza. Estaba aislando la capacidad de usar la Fuerza para incorporarla a un ejército imparable... Pero vosotros los asfixiasteis antes de que dieran su primera bocanada.
El hombre dio, con enfado, varios pasos al frente. Taila giró su sable, y el sonido rebotó en la habitación.
—Como Jedi, te digo que la Fuerza no es algo que te pertenezca, Moff. Como hija de un clon, te digo que las vidas de ellos tampoco lo hacían.
Atacaron. Antes de que se pusiera el casco, Din disparó, y Taila se encargó de reflectar los disparos de las armas incorporadas en su armadura con su sable.
El hombre usó sus propios brazos, recubiertos de beskar, para parar las estocadas de Taila cuando ella se acercó, con el horrible casco ya sobre la cabeza. Usó la fuerza sobrehumana de la armadura para lanzarles por la habitación, y aunque eran una Jedi y un mandaloriano contra un imperial, la batalla se alargó.
Todo se complicó cuando tres miembros de la Guardia Roja imperial (que antes habían servido en el senado de la República) aparecieron. Taila luchó contra los tres a la vez, batiéndose contra sus picas de fuerza, mientras que Din se enfrentaba al Moff y Grogu se mantenía escondido.
A Taila cada vez le dolían más los brazos, de girar, girar, luchar, luchar.
—¡No! ¡No! ¡No! —gritó Grogu usando a IG-12, cuando una vara le acertó en la pierna y la mandó de rodillas.
—¡TAILA! —el grito asustado de Din, quien estaba en el suelo debido a un golpe enorme del Din, sólo avivó más su furia.
Los Guardias la miraban, impasibles.
—Ríndete, Jedi.
Taila salió del equilibrio mientras oía a Din a sus espaldas defenderse a duras penas del Moff. Salió más cuando uno de los Guardias se giró hacia Grogu, quien trastabilló hacia atrás y cayó con IG-12, saltando fuera y huyendo rápidamente con la Fuerza hacia la sala contigua.
—Nunca —aulló ella.
El miedo lleva a la ira.
La ira lleva al odio.
El odio, lleva al sufrimiento.
El miedo es el camino al lado oscuro.
Dejó que el miedo de perderles a ambos la llenara. Que la ira de saber que aquel hombre quería usar a clones como su padre la consumiera. Que el odio hacia el imperio la levantara. Que el sufrimiento de perder el equilibrio la impulsara.
Dejó, así, que el Lado Oscuro la abrazara.
La onda expansiva de la Fuerza tiró al Moff al suelo, así como a los Guardias que la rodeaban, justo cuando Bo-Katan aterrizaba junto a Din (los refuerzos ya luchaban contra los imperiales sobre sus cabezas).
La mandaloriana le gritó:
—¡Yo me encargo, salva al niño!
Din corrió hacia donde Grogu había sido perseguido por el hombre de la Guardia, pero casi se detuvo al ver a Taila acabar con los otros dos hombres a sangre fría. Alargó sus muertes. Gritó con una voz que no parecía suya mientras acababa con sus vidas.
Pero Din no se paró, porque sabía que su hijo necesitaba más ayuda que su mujer.
Así que entró y se enfrentó al miembro de la Guardia con la ayuda del niño, que usaba la Fuerza, y cuando el soldado murió de un disparo bajo el casco, Din se giró hacia Grogu.
—Lo has hecho bien, chaval —asintió—. Ahora vamos a ayudar a tu madre.
Din salió a tiempo de ver al Moff Gideon lanzar a Taila lejos de un golpe en el torso, y de sujetar la muñeca de Bo-Katan en una mano, con la suficiente fuerza como para destruir la Espada Oscura.
Sin poder evitarlo, corrió hacia la Jedi, poniéndola en pie. Sus ojos parecían más claros, como si ya no fuera el monstruo que parecía hacía unos minutos.
—Estoy bien —le aseguró a Din.
Lo que él no entendía es que el equilibrio había vuelto a ella a los pocos segundos de abandonarla. Porque perderlo había sido demasiado peligroso, doloroso, y preocupante. Algo que no quería repetir, si es que podía evitar hacerlo.
—La Espada Oscura ya no está —oyeron al Moff decir.
Se giraron para ver a Bo-Katan de rodillas frente a él, sin casco y sujetándose la mano donde antes había estado el arma legendaria.
El Moff le dio un golpe tan fuerte que el cuerpo de la mandaloriana se desplazó varios metros.
—Lo has perdido todo —le dijo él. Taila intentó dar un paso y sus rodillas flaquearon. Din la sujetó mientras Grogu lo miraba todo, asustado—. Los mandalorianos son débiles cuando se los despoja de sus baratijas.
Din se aseguró de que Taila estaba más estable y sacó sus blásters. La chica asintió, llamando la Fuerza a su alrededor.
—Los mandalorianos son más fuertes juntos —declaró Bo-Katan.
Taila, al no poder casi avanzar, mantuvo al Moff Gideon lo más quieto posible, y Bo-Katan y Din se unieron para disparar hacia su armadura negra.
Pero lo percibía acercarse. El crucero entró por la abertura y se comenzó a precipitar sobre ellos. Todos cayeron al suelo, y Taila atrajo a Grogu contra su cuerpo. Din corrió hacia ellos, y Bo-Katan les cubrió con su escudo holográfico mientras las chispas llovían sobre ellos, igual que los disparos del Moff Gideon.
Taila sintió el terror de Din cuando les abrazó, sintió el miedo a morir de Bo cuando el fuego y los escombros se precipitaron sobre ellos.
Pero la chica había recuperado el equilibrio. Fue por eso por lo que no perdió la esperanza, que pudo encontrar su voz para gritar sobre el sonido de la muerte, mientras el Moff Gideon ardía frente a ellos y la destrucción se avecinaba sobre sus cuerpos.
—¡Grogu! —ordenó—. ¡Ahora!
Los dos Jedi levantaron las manos. Mantuvieron, juntos, la Fuerza a su alrededor. El equilibrio les protegió.
Les sanó.
Les salvó.
El fuego se extinguió, y gracias al poder de Grogu y de Taila, no rozó a ninguno de los cuatro.
El niño suspiró contra el pecho de la chica, quien se sujetó contra Din, cuando el poder se disipó de su alrededor.
Ella le besó la cabeza. Din le acarició la cabeza a la Jedi, tan sin palabras como Bo-Katan Kryze, al ver que les habían salvado de una muerte segura.
—Muy bien, mi niño —susurró Taila contra el rostro de Grogu—. Muy bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro