
005.
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Se subieron en un speeder en el que consiguieron atravesar gran parte de las rocosas y volcánicas llanuras de Nevarro. Durante el trayecto, Cara Dune le explicó a Taila su plan.
Planeaban volar por los aires la última base imperial del planeta. Si lo conseguían, entonces podrían liberar completamente Nevarro: incluso convertirlo en el núcleo comercial del sector. Eso mejoraría la vida de todos los habitantes.
Aunque Taila había creído que su tiempo como rebelde se había acabado hacía tiempo, sabía que la lucha real no había terminado.
Muchas células del Imperio seguían activas, y la Nueva República y sus oficiales no podían acabar con todas. En su trayecto (durante el cual el mythrol condujo el speeder), Taila supo que Dune era nativa del desaparecido planeta de Aldeeran. Había estado afiliada a la rebelión como soldado de choque antes de convertirse en mercenaria, y, más tarde, en la marshal de Nevarro.
Eso le dio a Taila respeto por la mujer. Los soldados de choque se infiltraban tras líneas enemigas sin apoyo alguno para desatar el caos. Si Dune había sido una de ellos y seguía en pie, entonces eso significaba que había sido una de las buenas.
Greef se giró hacia ellas, cortando su conversación antes de que Taila pudiera explicar su propio pasado en la rebelión.
—La base entera está alimentada por un reactor —les dijo.
Dune asintió.
—Nos colamos dentro, sobrecargamos el reactor y nos largamos.
Taila asintió.
—Suena fácil.
Definitivamente, ella y Ezra habían llevado a cabo planes más alocados en el pasado. Y ni hablar de la tía Ahsoka...
Mando la miró de reojo, pero ella no se dio cuenta.
—Hay que ser rápidos —les dijo él, antes de dirigirse al mythrol—. Y tú mantén el speeder en marcha.
—Está justo ahí arriba —señaló Karga mientras el vehículo se hacía paso por la garganta de un cañón—. ¿La veis?
Taila asintió. La base era enorme y oscura, colocada sobre lo alto del cañón que atravesaban sigilosamente.
—¿Cómo de cerca queréis que os deje? —preguntó el mythrol.
—En la puerta principal —respondió Karga.
Él tragó saliva.
—Eso es un poco cerca para un civil, ¿no?
—Te doy dos opciones —respondió el hombre más mayor—. Nos llevas hasta allí y te perdono cien años de deuda.
—¿O?
—O te dejo aquí en las planicies de lava, para que vuelvas con lo que te quede de tu chaleco de humedad, y que conduzca la chica, que parece capaz de ello.
Taila pestañeó. Le dio un segundo darse cuenta de que se refería a ella.
—No hay mucho donde elegir —se quejó el hombre azul.
Cumplió con sus instrucciones y les dejó en la base del cañón, delante de una puerta de metal que quizás era un ascensor y que debía de llevar al edificio imperial.
—Bueno, ya no podemos avanzar más —les dijo.
Los demás fueron hacia la puerta. Mientras Mando la abría, Taila miró hacia arriba, viendo la base desde abajo. La verdad era que parecía enorme, pero no creía que el trabajo fuera a ser muy complicado. Respiró hondo, uniéndose a la Fuerza.
—No va —se quejó Mando entonces—. Los mandos están fundidos.
—No estarán preparados para la lava —observó Greef.
—Chatarra imperial —coincidió Dune.
Taila se quitó la capa, estiró los hombros en círculos. La verdad era que hacía mucho que no se involucraba en algo así. Sentía los nervios agolpársele en el fondo del estómago, pero se serenó en cuanto pudo con un par de suspiros profundos.
—Bueno, yo me vuelvo —intentó el mythrol—. Avisadme por el comunicador y fijamos el encuentro.
—Aparca tus agallas aquí hasta que yo te lo diga —gruñó Greef.
—Me estoy deshidratando, jefe.
—¿Qué tal te suenan treinta años menos de deuda?
—¿Podríais al menos ir rapidito?
Taila asintió.
—Claro —respondió, cortando a Karga—. Si me disculpas...
Apartó a Dune y encendió su sable láser. El brillo verde del sable le dio la bienvenida al metal en cuanto Taila comenzó a perforar la puerta con él.
Dune y Karga la miraban fijamente.
—¿Qué...?
—Esperad aquí —dijo Mando, no muy impresionado.
Encendió su propulsor y voló hasta la base. Mientras, Taila seguía ocupada con la puerta.
—¿Eres una Jedi? —le preguntó Dune.
Ella negó con la cabeza, los dientes apretados por el esfuerzo de cortar la puerta. Le parecía interesante que aquella gente la reconociera como tal sólo por tener un sable láser, pero supuso que lo único que sabían de los Jedi era lo que Mando también sabía, y eso no parecía ser mucho. Ahora no había tiempo para darles muchas explicaciones.
—No... No completé mi entrenamiento de Padawan, así que...
Un grito y un impacto a sus espaldas la interrumpieron. Elevó las cejas al ver que un soldado imperial había caído desde lo alto de la base.
Mando parecía estar ocupado.
Cortó la puerta del todo y saltó dentro. Karga y Dune la siguieron, mirando al mythrol después.
—¿Vas a venir o qué? —le dijo Greef con mala cara.
—Prefiero jugármela aquí abajo, gracias.
Taila acercó la mano a los botones del ascensor antes de responder:
—Cuando suba la marea de lava, grita y te echaremos una cuerda.
Dune se tragó una risa. El mythrol agachó la cabeza y se metió en el ascensor.
Cuando llegaron a lo alto, Mando estaba esperándolos. Había cuerpos de soldados imperiales por todos los lados. Taila intentó no pensar en que estaba impresionada. Quizás estaba equivocada y el mandaloriano sí que luchaba tan bien como Bo-Katan...
—Una base vacía, ¿eh? —se quejó.
Karga apretó los dientes.
—El reactor debería estar en el túnel térmico —respondió—. Si drenamos los tubos refrigerantes, la base entera reventará en minutos.
—Mirad —interrumpió el mythrol—. Un merodeador trexler casi nuevo. Nos sacaríamos un dineral.
Estaba señalando al tanque con ojos brillantes. A Taila le pareció gracioso.
—Se va a desintegrar como el resto de la base —interrumpió Mando—. Vamos.
El mythrol sacudió la cabeza.
—Qué desperdicio.
Taila sonrió.
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Como siempre, el plan parecía más fácil cuando uno aún no lo está llevando a cabo. El grupo se hizo paso hasta el puente de mando, donde consiguieron desactivar las cámaras y encontrar el conducto, el cual era su objetivo.
Siguieron caminando por los pasillos, con Mando a la cabeza, y Taila se sorprendió de que nadie, en ningún momento (ni siquiera Dune o Karga, que habían diseñado el plan), contradijesen su liderazgo.
Se escondieron de algunos soldados de asalto, porque no querían dar a conocer su posición. Cuando llegaron a la compuerta, el mythrol la abrió utilizando el cilindro de código que le habían quitado a un oficial.
Atravesaron las puertas hasta llegar al tubo, que tenía lava en el fondo.
—¡Hala! —exclamó el anfibio.
Karga asintió.
—Sí, "hala", es correcto. Ahí está —señaló después, girándose hacia el mythrol—. Ve a los controles y drena los líquidos refrigerantes. Nosotros vigilaremos.
—¿Yo?
—Sí, ¡tú!
Taila suspiró mientras él se quejaba.
—Me dan miedo las alturas, y el calor y la lava...
—¿Qué tal si te vuelvo a meter en carbonita? —amenazó Karga—. ¡Venga!
El mythrol se subió en la estructura poco a poco, con miedo, mientras los demás se volvían a girar hacia la puerta.
Taila cerró los ojos para concentrarse en la Fuerza, pero cuando el anfibio consiguió activar los botones, tuvieron que salir por patas.
Tenían diez minutos hasta que la base explotara.
Ahí fue, exactamente, donde se torcieron las cosas.
Las alarmas se dispararon y la base se llenó de imperiales. Taila puso los ojos en blanco.
—Otra vez este sonido... No me trae buenos recuerdos.
Dune la miró de reojo.
—Luchaste en la rebelión, ¿verdad?
Ella asintió, después se giró hacia Mando.
—¿Luchamos?
Él negó con la cabeza, señalando otro pasillo.
—No, por aquí.
Ella frunció el ceño, pero no dijo nada. Entendía que, aunque estaba acostumbrada a hacer más bien lo que le daba la gana, Mando era el jefe y era mejor no llevar la contraria.
Llegaron a una zona de control, donde dos oficiales estaban trabajando en una mesa de comunicaciones. Uno sacó un arma, gritándole a su compañero que destruyera la información.
Taila fue lo más rápida que pudo.
Dio un salto potenciado por la Fuerza, desplegando en el proceso su sable para luego partir el bláster de uno de los hombres, pero el otro disparó el suyo contra los controles. Enfadada, atravesó el pecho de uno con su sable. Uno de sus compañeros disparó al otro.
Arrugó el gesto al ver los cadáveres en el suelo, pero no quiso pensar en ello. Ni en sus emociones.
Todos se giraron a lo que había en las paredes. Algo... ¿vivo, biológico? En tubos enormes, llenos de agua o quizás bacta, flotando dentro.
No parecía humano, pero tampoco animal...
—Pero, ¿qué?
—¿No era esto una base de operaciones avanzada? —preguntó Dune.
Karga negó con la cabeza.
—Eso pensaba.
—Esto no es una base militar —dijo Taila, asqueada—. Es un laboratorio.
Dune asintió.
—Hay que entrar en el sistema y averiguar de qué va esto.
El myhtrol se giró hacia ella, sorprendido.
—¿Y el reactor?
—¡Hazlo! —le gritó la mujer.
—Esto no me gusta —advirtió Mando.
Taila se acercó al cristal, posando la mano contra él y cerrando los ojos para concentrarse.
—¿Qué hace? —le susurró Karga a Mando.
Él se encogió de hombros. Taila abrió los ojos, negando con la cabeza, y girándose hacia el grupo.
—Están muertos... —suspiró—. Es como si la Fuerza estuviera callada a su alrededor.
Karga y Dune arrugaron la cara con confusión. El casco de Mando la miró fijamente, pero, evidentemente, Taila desconocía su expresión.
El mythrol consiguió proyectar un holograma en la mesa.
—Se han replicado los resultados de los demás ensayos, y también han sido un fracaso absoluto —decía un científico en la imagen—. Hubo efectos prometedores durante quince días, pero, por desgracia, el cuerpo rechazó la sangre. Dudo que encontremos un donante con un nivel M tan alto. Recomiendo suspender toda la experimentación. Temo que el voluntario corra la misma fatídica suerte si seguimos con la transfusión. Por desgracia, ya hemos agotado el suministro inicial de sangre. El niño es pequeño, y sólo pude extraerle una cantidad limitada sin matarlo. —Taila miró a Mando, sorprendida, pero él parecía tener los ojos clavados en la transmisión, muy atento mientras escuchaba—. Si los experimentos continúan como pidió, necesito de nuevo acceso al donante. No le volveré a defraudar, Moff Gideon.
Taila pestañeó varias veces.
—Tiene que ser una transmisión antigua —dijo Mando—. El Moff Gideon está muerto.
—No —dijo de inmediato el mythrol—. La grabación es de hace tres días.
—Si Guideon está vivo —respondió Mando—, entonces...
La Fuerza despertó a la chica de su ensoñación.
Taila dio un salto. Desplegó su sable y comenzó a devolver los disparos de los soldados de asalto que acababan de aparecer en la puerta.
La sala se llenó de disparos.
—¡Poneros a cubierto! —aulló Taila mientras devolvía los disparos de los blásters como podía.
Los demás hicieron caso. Gracias a los disparos de sus compañeros, Taila pudo acercarse y acabar con algunos de los soldados.
—¡Cuidado con la Jedi! —gritaban algunos.
Cuando acabaron con ellos, la chica se giró hacia Mando. Su corazón latía con fuerza, en parte por la lucha, que hacía mucho que no vivía, y también por pensar que el niño podría estar en peligro, solo en la escuela del pueblo, si tenían en cuenta que aquel hombre le estaba buscando para su experimento.
—Tienes que ir a por Grogu.
Él asintió.
—Con el propulsor iré más rápido.
Taila asintió también. Se estudiaron, y Mando pareció pensar en si era buena decisión dejar a sus amigos con ella, a quien, en realidad, no conocía de nada.
—Nos reuniremos contigo en la ciudad —le dijo Taila.
Él pareció decidir que se podía fiar de ella.
Y así fue cómo el grupo se separó.
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Mataron a gente. A muchos soldados que eran el enemigo, así que Taila no se dejó llevar por las emociones que eso despertaba en ella.
Tampoco se dejó reparar en los gritos de los soldados cuando veían su sable.
"¡Acabad con la Jedi!" y similares era lo que decían cuando la divisaban en el grupo.
Consiguieron llegar a la parte exterior de la base. Taila se dijo que estaban casi allí, que conseguirían salir por patas antes de que todo aquello volase por los aires...
Se dirigieron al ascensor, y este se abrió antes de que pudieran accionar su puerta, lo cual no era nada bueno.
—¡Ahí están! ¡Fuego!
Taila devolvió los disparos de los soldados que salían del ascensor mientras sus compañeros intentaban encontrar dónde resguardarse.
Taila atrajo a un soldado a través de la Fuerza y le decapitó con el sable.
—¡Madre mía! —gritó el mythrol a sus espaldas.
Ella reconocía que aquel movimiento no era uno que Tano hubiera aprobado... pero bueno. Tano no estaba allí, ¿verdad?
Aunque Taila y su sable ayudaban considerablemente en la situación, era verdad es estaban rodeados.
—¡Unmel! —le gritó Dune desde atrás—. ¡Cúbreme!
Taila lo hizo mientras la otra mujer se acercaba al tanque en el que el mythrol había reparado al llegar.
—Pero, ¿ésta qué hace? —gruñó el anfibio.
Taila no respondió. Dune parecía haber llegado dentro del tanque y lo había accionado. Eso hizo que los propulsores de la máquina se encendieran y los cañones se activaran. Taila se sonrió a sí misma.
—¿Qué queréis, una invitación? —gritó Dune desde dentro—. ¡Subid!
Los dos hombres le hicieron caso. Taila dio un salto hacia atrás con la Fuerza, pero le hizo un gesto a Dune para que moviera el bicho. Ella no necesitaba el tanque para bajar. Dune maniobró y disparó, pero consiguió que los tres escapasen lanzando el tanque desde lo alto de la base al fondo del cañón.
Taila esperaba que estuvieran bien.
Los pocos soldados que quedaban en pie miraron a la chica. Taila movió su sable con su muñeca. Estaba sudando.
—Creo que es hora de irme.
Extendió las manos hacia afuera y empujó a la mayoría de soldados con la Fuerza. Algunos se precipitaron al vacío.
Taila cogió carrerilla, esquivando gracias a la Fuerza los disparos que le mandaban, y cogió aire antes de saltar.
Aterrizó sobre el tanque, en el que los otros la estaban esperando abajo. Taila clavó su sable en el techo para no salir disparada cuando Dune lo accionó para alejarse de la base.
Taila no sintió la explosión a sus espaldas, quizás era muy pronto para eso, pero sí percibió a los soldados en speeders tras ellos. Suspiró. Se agarró con una mano al techo, lista para devolver disparos de nuevo mientras uno de sus compañeros se colocaba en el cañón trasero.
El sable verde se encendió de nuevo. Pensó en Grogu.
Por favor, que Mando haya llegado a tiempo...
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Llegaron a Nevarro como pudieron. La base explotó, y tras acabar con los soldados en los speeders, Taila entró en el transporte sólo para darse cuenta de que les seguían en cazas TIE.
Escaparon de ellos a duras penas, hasta que vieron la nave de Mando sobrevolando la zona y acabando con los cazas.
Los compañeros de Taila celebraron con vítores, pero ella sólo sonrió con alivio. Percibía a Grogu en la nave. Mando había llegado a tiempo.
Salieron del tanque en la entrada de la ciudad, y observaron desde el suelo (con ayuda de prismáticos) cómo Mando pilotaba la nave y destruía todos los cazas.
Los amigos del mandaloriano volvieron a gritar. Taila sonrió, riendo quedamente, de nuevo sorprendida por la habilidad de lucha del hombre. Puede que le hubiera subestimado.
Karga contactó a Mando por el transmisor, intentando convencerle de que se quedara.
—Lo siento, tengo que ocuparme de un tema de mantenimiento a bordo, y tenemos que irnos antes de que Guideon se entere. Dile a Taila que esté lista para irnos en cuanto aterrice.
Karga y Dune se giraron hacia la chica. El mythrol le sonrió incómodamente también.
La nave de Mando descendió en la superficie a sus espaldas.
—Gracias por tu ayuda —le dijo Dune.
Taila sonrió. La mujer asintió en su dirección de nuevo y ella supo que de verdad estaba agradecida.
—No hay de que. —Suspiró, mirando a los amigos de Mando, supuso, por última vez—. Que la Fuerza os acompañe.
Con eso, se dio la vuelta y caminó hacia la trampilla abierta del Razor Crest.
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