
004.
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Mando volvió a suspirar una vez más mientras Taila le observaba desde el fondo de la nave. El hombre pulsó un par de botones antes de girarse hacia uno de los paneles de control de las paredes.
—Está bien —dijo—. Probemos otra vez.
Taila se cruzó de brazos con mirada escéptica. Cuando Mando la había llevado a casa de sus padres no había reparado en el estado deplorable de la nave. Pero la verdad era que en cuanto habían salido de la atmósfera, la necesidad de repararla había sido evidente. No habían podido viajar durante mucho tiempo en el hiperespacio hasta que el panel de control había empezado a pitar.
El mandaloriano levantó el brazo para tocar más controles.
—Vale... ¿has? ¿Tienes el cable?
Grogu, desde dentro de la pared, en un hueco muy pequeño, intentó desconectar el cable. Un pitido de error sonó en la nave.
—No... —se quejó Mando—. Nada.
Se levantó de su asiento para acercarse al agujero donde Grogu estaba metido. El niño tenía un destornillador en una de sus manos, y aunque a Taila le daba ternura la escena, también le frustraba el comportamiento estúpido del mandaloriano.
—Eh... ¿Has sacado el cable? El cable rojo.
Señaló hacia dentro del agujero. Taila se tragó una risa.
Grogu hizo un sonido interrogante.
—No, no —respondió Mando—. El rojo. Enséñame el rojo.
Taila suspiro.
—Si me dejaras ayudar habríamos acabado ya —le dijo al hombre.
Él la ignoró completamente.
Grogu soltó otro sonido curioso.
—Sí. Ahora: vas a conectar ese cable rojo donde va el cable azul en el tablero. —Grogu le interrumpió con otro murmuro—. Conecta el cable rojo donde va el azul en el tablero, ¿vale? Pero no dejes que se toquen —añadió rápidamente.
Grogu hizo otro sonido que indicaba que no entendía. Taila suspiró, llevándose una mano a la frente.
"Menuda conversación de besugos", pensó Taila.
—¿Ves de donde has sacado el azul? Sí —explicó Mando—. Pues conecta el rojo... No, ¡no, no! No vuelvas a conectar el azul: conecta el rojo, donde estaba el azul. Y conecta el azul donde estaba el rojo. Pero ten cuidado: tienen cargas opuestas, así que no dejes que se toquen. Procura mantenerlos separados el uno del... —Oh, oh—. ¡No! ¡Sepáralos!
Sonó una explosión. Grogu soltó un grito sorprendido y Mando suspiró.
Taila se puso de pie. Apartó a Mando de un empujón y recibió en sus brazos al asustado Grogu cuando él gateo de vuelta hacia la salida del conducto, tosiendo, pero sonriendo divertido como si hubiera sido un juego.
Le pasó el niño a Mando.
—No necesito que alguien más pruebe a suertes con mi nave —le dijo él con voz dura.
Ella puso mala cara.
—¿Puedes hacer el favor de callarte?
Elevó la mano y conectó los dos cables fácilmente a través de la Fuerza. Mando se quedó mirando el conducto sin moverse mientras la nave producía un sonido de aceptación y los paneles se iluminaban en verde.
Taila se incorporó.
—Decías que tenías sopa, ¿no?
Minutos después estaban sorbiendo la sopa, sentados en banquetas que eran, en realidad, cajas de herramientas.
—No habrá manera de que lleguemos así a Corvus —suspiró Mando—. Aunque hayas arreglado el hiperpropulsor, nos fallan varias piezas más.
Taila le miró de reojo mientras él se levantaba levemente el casco y bebía de su vaso de metal. Lo hizo girándose para que ella no le viera, pero se dio cuenta de que tenía la piel algo morena al verle la mandíbula.
—Habrá que hacer algunas reparaciones —observó Taila entonces.
Mando asintió, dejando que su casco se cerrara de nuevo.
—Visitaré a algunos amigos para repararla —le dijo a la chica—. Después volveremos a ponernos en marcha hacia Corvus. —Se giró hacia Grogu—. ¿Qué te parece volver a Nevarro?
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El planeta parecía gris y rocoso, y Taila lo observó con detalle mientras Mando aproximaba la nave a la superficie, aterrizando justo a las afueras de lo que parecía una ciudad pequeña.
Mientras Mando se ponía de pie, Taila se inclinó sobre el escáner. Este era, al parecer, uno de los pocos asentamientos que había por allí.
Mando comenzó a descender la escalera hacia el nivel inferior y Taila le siguió. Mientras él cogía al niño e intentaba bajar la pasarela, ella se puso una capa con intención de seguirle afuera.
—Quédate en la nave —le dijo.
Taila elevó las cejas con sorpresa.
—¿Perdona? No soy una niña —dijo señalando a Grogu.
Él inclinó la cabeza hacia un lado. Habló con su tono de voz inexpresivo, pero ella se imaginaba una expresión divertida bajo el casco.
—¿Y cuántos años tienes?
—Veinte. —Hubo una pausa incómoda mientras ella intentaba poner una mueca desafiante—. ¿Tú eres un viejo?
Él echó la cabeza hacia atrás, ofendido.
—No. Pero soy más mayor que tú. —La pasarela crujió, incapaz de bajar hacia el suelo de todo. Mando se giró hacia ella—. Quédate en la nave —repitió.
Sin más, salió al exterior.
Taila puso los ojos en blanco. Aquel hombre era insufrible. Caminó alrededor de la nave cogiendo sus cosas. Se subió la capucha y escondió bajo la capa su sable láser.
—Se presentó en la tienda como si nada, aparentando ser un buen samaritano —comenzó a quejarse a sí misma en voz alta—. Pero en realidad es un cascarrabias vejete de mucho cuidado.
Se acercó a la trampilla medio abierta y saltó al exterior. Un par de trabajadores que estaban ya intentando arreglar la nave se sobresaltaron, sorprendidos. Taila alisó su capa para asegurarse de que nadie podía ver su sable y los miró con una sonrisa.
—Buenas tardes —dijo amablemente—. ¿Habéis visto hacia donde se ha ido el mandaloriano? Lleva a un niño verde.
La mujer de piel roja pestañeó un par de veces antes de señalar el gran arco de piedra que daba entrada a la ciudad. Taila le dio una reverencia de agradecimiento.
Comenzó a caminar tranquilamente hacia la ciudad, mirando a su alrededor con curiosidad. Parecía un lugar pequeño y no muy pintoresco, con casas de piedra y toldos rojos. Había un mercado y los habitantes de la ciudad caminaban entre los tenderetes y se sonreían mientras hablaban.
Parecía un pueblo feliz. A Taila le extrañaba que Mando el cascarrabias tuviera amigos en aquel lugar.
Se acercó a un tenderete que estaba dirigido por un hombre de piel amarillenta. Taila le sonrió por debajo de la capa y señaló una fruta morada.
—¿Cuánto por una de estas?
—Tres créditos, señorita.
Ella le pasó las monedas de la Nueva República, y el hombre los aceptó. Técnicamente valían en toda la Galaxia, pero algunas personas en el borde exterior se negaban aceptarlo.
Taila se alejó del tenderete, dándole un mordisco a la fruta, saboreando el jugo dulce que soltaba. Se sumió brevemente en la Fuerza, y no le costó encontrar la familiar presencia de Grogu.
Caminó por las calles tranquilamente hasta un edificio gris, como los demás, pero que era bastante grande y tenía un toldo azul en la puerta.
Entró y pestañeó un par de veces al darse cuenta de que era una escuela, y un droide de protocolo estaba dándole clase a los niños del pueblo.
Miró entre las mesas. Grogu estaba sentado entre los alumnos. Resguardada en el resquicio de la puerta, Taila sonrió para sí al darse cuenta de que el niño usaba la Fuerza para cogerle las galletas al niño de al lado.
Intentó no reírse. Se notaba que el niño tenía sus motivaciones.
Se dio cuenta de que Mando no estaba allí. Salió al exterior, sumiéndose en la Fuerza otra vez, y esta vez tuvo que andar concentrada durante minutos para dar con su presencia. El hombre tenía una firma muy discreta, quizás era porque no hablaba mucho ni mostraba sus emociones.
Dio con él en lo que parecían unas oficinas del gobierno de la ciudad. Se debatió durante un rato sobre si debería entrar.
Le había molestado que Mando le dijera que se quedara en la nave, pero la verdad era que quizás tuviera sus razones. ¿Y si sus amigos eran enemigos de los Jedi? La verdad era que, aunque Mando pareciera desconocerlo, los mandalorianos y los Jedi habían sido enemigos durante mucho tiempo.
Su parte racional le dijo que eso era poco probable. Se notaba que Mando se preocupaba por el niño, y dudaba que lo acercara a personas que pudieran desearle mal.
Decidió entrar al edifico. Se le daba bien enmascarar su presencia en la Fuerza, así que tuvo unos segundos para estudiar a los acompañantes del mandaloriano antes de que repararan en su presencia en el marco de la puerta.
Había un mythrol con cara de asustado. Eran unas criaturas humanoides con piel azul y rasgos de anfibio.
También había una mujer algo mayor que Taila, de pelo corto negro y en muy buena forma.
Mando estaba mirando un holograma que un hombre de cuarenta o cincuenta años y piel oscura estaba proyectando en una mesa.
Taila observó el holograma cortamente: era una proyección del mundo.
La mujer fue la primera en darse cuenta de que Taila estaba en la entrada. Frunció el ceño y dio un par de pasos hacia ella.
—No puedes estar aquí —demandó con tono duro.
Los demás se giraron hacia la puerta, sorprendidos. Mando suspiró y levantó una mano en dirección a la mujer.
—Está conmigo —explicó para detenerla.
Taila se bajó la capucha y miró de nuevo entre los presentes. Parecían confundidos.
—Esta es Taila —dijo Mando—. Me va a ayudar a llevar al niño con los Jedi.
La mujer dio un paso hacia atrás, pero aún estaba frunciendo el ceño.
—¿Cómo sabemos que nos podemos fiar de ella?
Taila inclinó la cabeza hacia un lado.
—Igual no puedes.
El mythrol parecía querer fundirse en su asiento.
—Yo me fío de ella —intervino Mando de nuevo, cansado ya de la corta conversación—. Nos puede ayudar con el plan.
Taila le sonrió a la mujer, que por fin pareció calmarse, aunque se notaba que aún tenía sus dudas.
—Yo soy Cara Dune, marshal de la ciudad de Nevarro, y él es Greef Karga —dijo señalando al hombre.
Taila miró al mythrol de reojo, pero no parecía querer formar parte de la conversación.
—Taila Unmel —se presentó ella—. ¿Qué plan?
Mando cruzó los brazos sobre la armadura.
—¿Cómo de bien luchas?
Taila elevó las cejas.
—Bien —declaró—. Puede que mejor que tú.
Dune y Karga se miraron, confundidos, entre ellos.
—¿Te apetece cargarte una base imperial?
AVISO: LÍNEA TEMPORAL
En este Fanfic he cambiado la línea temporal y las edades de los personajes principales para que se adecúen mejor a la trama y a los acontecimentos de la historia. Por eso, son algo más jóvenes de lo que deberían de ser si tenemos en cuenta el Canon establecido. Aun así este cambio creo que ayuda a la trama y al desarollo de los arcos de los personajes y espero que no afecte a tu experiencia de lectura.
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