━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.
Taila dirigió a Mando hacia un caminante en la superficie de Seelos. Él miró de reojo a la chica, pero ella no sé dio cuenta por el casco. Aun así, parecía incómoda. Quizás sí había reparado en su mirada gracias a sus poderes Jedi, aunque estuvieran desentrenados, porque cuando estaban descendiendo sobre la superficie, ella advirtió:
—Mis padres no son gente normal —suspiró mientras se ponía en pie—. Puede que tú seas mandaloriano y que las armas sean tu religión, pero ellos fueron soldados toda su vida. Si creen que eres una amenaza no llegarás a subirte al caminante.
Mando intentó no suspirar con escepticismo. Después de todo, aquella chica era su única manera de llegar hasta los Jedi. Y por mucho que ella tuviera los mismos poderes que Grogu, a simple vista, no le parecía alguien amenazante.
—¿Por qué vivís en un caminante imperial?
Ella no respondió, se limitó a bajar por las escaleras a la parte inferior de la nave. Mando la siguió, decidiendo dejar atrás su rifle y cogiendo a Grogu (quien estaba dormido y al que aún no acostumbraba a llamar por su nombre) en brazos.
Taila esperó a que Mando accionara la trampilla y después bajó primero. Si dijera que no se sorprendió un poco cuando ella encendió el sable láser que llevaba en la mano, estaría mintiendo.
Sin embargo, el brillo verde del arma destacaba en la superficie clara y seca del planeta, donde los soles cada vez brillaban con menos fuerza.
Se dio cuenta de por qué había desplegado el arma: había tres figuras en lo alto del caminante imperial modificado, el cual contaba con una plataforma de aterrizaje en lo alto.
Una de las figuras bajó un rifle al reconocerla y se giró hacia los demás. Las tres figuras desaparecieron de la vista de Mando.
—Podemos aterrizar en el caminante, ahora que nos han visto y saben que soy yo.
Mando frunció el ceño. Alargó la mano hacia la chica, quien le miró con cara rara, y él suspiró, señalando la mochila propulsora.
—Odio esas cosas.
Aun así, se acercó a Mando y se apretó contra su armadura. Él le rodeó la cintura con los brazos tras pasarle el niño, y se elevaron por los aires. Grogu gritó de emoción al despertarse, pero Taila no emitió sonido alguno mientras su pelo castaño revoloteaba en el aire violentamente.
Mando aterrizó en la plataforma, soltando a Taila de inmediato. Ella le pasó de nuevo el niño, quien movió las orejas con felicidad por volver a estar en los brazos de Mando, y entonces él pudo observar las figuras que los esperaban cerca de una trampilla.
Había dos hombres idénticos. Eran altos, morenos, con barba y pelo blancos respectivamente. El que no estaba rapado llevaba un bigote espeso. Parecían mayores, pero a la vez se veía que no dudarían en usar los blásters que llevaban en las manos.
La otra persona era una mujer. Era más joven que aquellos hombres, y se parecía bastante a Taila. Tenía el pelo castaño, como ella, aunque más corto. Compartían la misma nariz y la misma boca, aunque en la cara de la mujer había algunas arrugas dadas por la edad. Lo que más impactó a Mando era la armadura que llevaba. Se notaba que estaba desgastada por el tiempo, pero aún parecía entrarle perfectamente. Sujetaba un rifle sobre un hombro.
—Hija —dijo la mujer, alternando la vista entre ella y Mando—. No te esperábamos.
Taila suspiró. Dio un par de pasos hacia su familia, asintiendo.
—Siento presentarme sin avisar.
El hombre de la barba le sonrió.
—Siempre eres bienvenida, cariño.
Mando observó incómodamente cómo el hombre abrazaba a Taila, y cómo después la mujer le daba un beso en la mejilla. Después, Taila se giró hacia el otro hombre, el cual tenía un ojo cibernético rodeado de una cicatriz, y le abrazó también.
—¡Echaba de menos a mi sobrina favorita! —exclamó él.
Los padres de Taila miraban a Mando con escepticismo y seriedad. Supuso que, en aquellos momentos, estaban esperando a que se quitara en casco y se presentara. Grogu meneó la cabeza hacia los lados, pero Mando no dijo palabra.
—¿Podemos hablar adentro? —preguntó Taila—. Es sobre la tía Ahsoka.
Todos intercambiaron miradas sorprendidas y preocupadas, pero aceptaron a entrar en el caminante.
Después de bajar las escaleras de la trampilla, Mando tuvo que admitir que estaba sorprendido. El caminante estaba acondicionado como un hogar, con una zona de cocina y comedor y, por lo que podía ver, al menos un par de dormitorios.
La mujer dejó su casco, decorado con un rayo azul en la parte frontal, sobre un armario. En este había otros dos cascos. Uno tenía unos ojos Jaig pintados en el frente, y Mando no pudo evitar mirar hacia los hombres de nuevo. Creía comenzar a entender lo que estaba pasando allí.
Se sentaron alrededor de una mesa, y Taila miró hacia el bebé fijamente antes de hablar.
—Estos son Grogu y... Mando —empezó—. Mando, estos son mis padres, Rex y Riane Unmel, y mi tío, Wolffe.
Rex, sentado al lado de su hija, frunció el ceño en dirección al mandaloriano. Su hermano tenía una sonrisa en la cara.
—No le puedo ver la cara, pero yo creo que nunca ha visto a dos clones antes —dijo el tío de la chica.
Riane puso los ojos en blanco.
—Mi padre y mi tío Wolffe son clones —explicó Taila—. Formaron parte del Gran Ejército de la República, al igual que mi madre, que fue soldado voluntaria en la Legión 501.
—Sí —interrumpió el padre de Taila—. Así que tú nos puedes llamar capitán, comandante y teniente —dijo señalándose a sí mismo y después a su hermano y a su mujer.
La teniente estaba mirando al niño, como si lo reconociera.
—Necesito su ayuda —les dijo Mando—. Necesito llevar al niño con los suyos, y Bo-Katan me dijo que sabríais dónde encontrar a Ahsoka.
La seriedad se renovó en la habitación. Taila jugaba con sus manos sobre la mesa, y los clones se miraban entre ellos con seriedad. Riane seguía mirando al bebé, quien alternaba la vista entre todos en la habitación.
—¿Es como tú? —le preguntó a su hija.
Ella asintió.
—Su presencia en la Fuerza es muy poderosa —dijo en voz baja—. Ahsoka sabrá qué hacer con él.
Grogu soltó un murmullo, como si la entendiera. Mando le recolocó en sus brazos, porque estaba intentando agarrar un tenedor que estaba encima de la mesa.
—Entonces, conoces a Bo-Katan —dijo el padre de Taila.
No era una pregunta. Aquel hombre hablaba con la seriedad dada por la edad y por la experiencia de una dura guerra. Mando comenzaba a entender más cosas al darse cuenta de que era un clon: por eso su mujer parecía considerablemente más joven que él, y por eso había varios cascos en la sala.
Sin embargo, recordar las guerras clon le llevaba a un momento doloroso de su vida, así que se limitó a responder la pregunta.
—Sí —soltó—. La ayudé en una cosa y, a cambio, ella me dijo dónde encontraros.
Riane suspiró.
—Creo que paso de saber en qué está metida Bo.
Taila había fruncido el ceño.
—Pues, seguramente, en algo parecido a en lo que está metida la tía Ahsoka: sigue teniendo que ver con el Imperio.
Mando volvía a perderse, pero la verdad es que le importaban poco las condiciones de encontrar a la Jedi. Mientras lo hiciera y ella pudiera cuidar y entrenar a Grogu, le valía. Aquella era su única y más importante misión.
—Taila —advirtió su madre con tono duro.
Ella se puso de pie. Lo que sea que estuviera pasando entre los presentes, que se miraban con tensión, la había alterado.
—Dadle las coordenadas de Ahsoka al mandaloriano y que se vaya con el niño —escupió—. Que Tano decida qué hacer con Grogu.
Se dio la vuelta, como para salir de la habitación, pero se giró en el último momento para mirar a Mando sobre su hombro. Él se dio cuenta en ese momento de que lo fieros que eran sus ojos caramelo, que brillaban aún a metros de él y que podía distinguir perfectamente a través de su visor.
—Ya he hecho lo que me pediste —le dijo a él con más calma—. Mis padres te dirán dónde encontrar a Ahsoka y ella cuidará del niño. Puedes confiar en ella.
Mando iba a darle las gracias, pero la chica se dio la vuelta y abrió la puerta sin tocarla, solo moviendo la mano ligeramente. Después se encerró en el dormitorio donde había entrado.
Wolffe carraspeó.
—¿Queréis que vaya a hablar con ella? —les preguntó a sus padres.
—No —respondió Rex, con cara cansada—. Ya sabes que este tema es algo delicado...
La conversación quedó en el aire, y Grogu se acurrucó contra la armadura de Mando, con ojos tristes y la boca inclinada hacia abajo.
La madre de la chica volvió a hablar.
—Encontrarás a Ahsoka Tano en el planeta boscoso de Corvus, en la ciudad de Calodan.
Mando asintió. Aquella pieza del puzle había sido más fácil de lo que esperaba, y se sentía complacido.
—Muchas gracias por su ayuda.
Rex sacudió la cabeza, poniendo las manos en la mesa para ayudarse a ponerse de nuevo de pie.
—Confiamos en el juicio de Bo-Katan, hijo —le dijo con voz ronca—. Y, si de verdad quieres devolver al crío a donde pertenece, debes tener buenas intenciones. Te deseamos suerte.
No dijo nada más. Él y su hermano se levantaron de la mesa y salieron de nuevo a la plataforma que había encima del caminante.
La mujer frente a Mando parecía más mayor cuando volvió a mirarla. Era como si le hubieran aparecido arrugas donde hace momentos no tenía casi ninguna.
—Taila perdió el contacto con su tía a propósito —le explicó al mandaloriano en voz baja—. No está en mi mano explicarte por qué, pero te agradecería que intentaras convencerla de acompañarte. Quizás, si vuelve a ver a Ahsoka y hablan entre ellas, los problemas en nuestra familia se solucionen.
Mando estuvo a punto de negarse, pero la mujer miraba su visor con sorprendente intensidad, como si estuviera acostumbrada a tratar con hombres que se refugiaban tras un casco. Luego Mando se dio cuenta de que había luchado durante años junto a los clones, y de que había dado a luz a la hija de un capitán marshal, así que ese era exactamente el caso.
No pudo evitar asentir. Además, tampoco tenía ninguna esperanza de que la chica aceptara.
—Partiré de inmediato —le dijo a la mujer—. Pero hablaré con ella antes si es lo que quiere, teniente.
La mujer asintió, complacida, y se levantó de la mesa también.
—Vor entye —le agradeció ella en mando'a.
Él no pudo evitar sonreír bajo el casco, sorprendido y complacido.
—Kih'parjai.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro