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―morgan + barry


・:*:・゚☆∥ 0.1. morgan + barry

❝ you were unsure which pain
is worse— the shock of what
happened or the ache for what
never will. ❞ *


*:・゚✧*:・゚✧


― act Ⅰ. meeting

MORGAN RECORDABA PERFECTAMENTE EL DÍA EN EL QUE CONOCIÓ A BARRY ALLEN. Se había organizado una cena especialmente para esa ocasión. No es que su padre se lo hubiera dicho explícitamente, pero Morgan sabía lo importante que era para él. Desde que había amanecido había merodeado por toda la casa con una gran sonrisa, silbando distintas tonadas y cambiando su corbata múltiples veces. No paraba de gritarle a su madre: "Hey, Ange, ¿recuerdas cuando Henry y yo...?" seguido de variadas anécdotas de su juventud.

            Su madre la había vestido en un conjunto rosa con su cabello recogido en dos coletas bajas. Nunca la dejaban elegir que ponerse, todo era lo que su madre dijera. Morgan tenía que estar perfectamente pulida todo el tiempo: nada de pulseras de plástico, colores no combinados, estampados tontos o zapatos sucios. Aunque ella odiaba ese conjunto, hacer berrinche nunca le había conseguido nada.

            Morgan no estaba muy emocionada por reunirse con el susodicho hijo de los Allen. Tomaban clase juntos y aunque nunca habían hablado, ella esperaba lo peor. Todos los chicos a los que conocía eran desastrosos, molestos y ruidosos.

            El gran momento de la noche llegó cuando se encontraron frente a frente. Barry estaba pálido con su cabello castaño muy corto y una inamovible sonrisa en sus labios. Su saludo fue algo incómodo, siendo minuciosamente observados por los dos pares de padres. El resto de la noche no fue tan sencilla con Morgan tratando al niño como si tuviera la peste, pero eso sí, cuando un adulto se acercaba ella ponía la mejor de sus sonrisas.

            Para la pequeña Whitmore, Barry no tenía nada muy innovador qué ofrecer y le parecía forzado el cómo insistían en juntarlos. Ella tenía los amigos que necesitaba. Aún así, por más que Morgan se resistiera a levantar su frío exterior, la tarea se dificultaba con sus padres haciendo planes tras planes para que ellos pasaran tiempo juntos.

            Eventualmente Barry logró atraparla en momentos de vulnerabilidad en los que a la castaña se le escapaba una cálida sonrisa o algún comentario genuinamente amable. Llegaron a compartir momentos escondidos en áticos o sótanos, donde casi por descuido se compartían secretos furtivos o malas bromas. Eso sí, llegaban los lunes de regreso a clases y Morgan aparentaba como que la existencia del pequeño Allen no significaba nada para ella. Era una extraña dinámica a la cual ambos tomaron costumbre. Cada uno por su lado con sus mágicas excepciones.

            Entonces Morgan comenzó a darse cuenta que quizás la compañía del castaño era mucho más agradable que la mayoría de sus brutos amigos. Quizás, solo quizás, Barry y ella eran mucho más compatibles de lo que Morgan hubiera querido o hubiera planeado.

            Así fue cómo Barry convenció a Morgan de comenzar a participar en las ferias de ciencias, cosa que su padre Piero había intentado por años. Ella era buena para las ciencias por naturaleza, pero no se había animado a usar su talento competitivamente, porque no se consideraba socialmente aceptable entre sus amigos. ¡Al diablo sus cerrados amigos! Barry y Morgan eran los más feroces competidores en esas ferias. Cada que uno tomaba la delantera, el otro lo empataba con otra brillante idea. Barry lograba estimular su mente y sus cuestionamientos sobre lo que la rodeaba como nadie más había hecho. Hasta la había convencido de unirse al equipo de robótica.

            Indudablemente, Morgan debió hacer pases con que las tácticas de sus padres no habían sido tan inútiles como ella hacía parecer. Ella quería a ese niño en su vida. No en el sentido casual de la expresión, sino en el sentido de que se encontraba queriendo hacer todo lo posible para mantenerlo a su lado.

― act Ⅱ. hard times

LOS TIEMPOS DIFÍCILES LLEGARON, cuando perdieron a Nora. Esa noche, Piero y Angelique habían dejado a Morgan y a Barry en casa con una niñera, mientras ellos se apresuraban a la comisaría a arreglar lo que se pudiera arreglar. Los dos niños se habían hecho un ovillo en la cama de Morgan, siendo devorados por la oscuridad perturbadora de los recientes sucesos. Lo dejó llorar y lloró con él. Ella no entendía por completo la muerte; era un concepto que la consumía y la devastaba sin tomar una forma completamente racional en su mente. No podía ni imaginar lo que Barry estaba pasando, solo sabía que no quería dejarlo solo.

            La niña permaneció a su lado durante el funeral también. Así como lo estuvo los días siguientes. En la escuela estaba dispuesta a enfrentar a todo aquel que fuera a mencionar lo sucedido o que intentara manchar el nombre de Henry Allen. Era fácil ser fuerte por otra persona, estar para él y dar apoyo, pero todo eso se le olvidó cuando su padre fue diagnosticado con cáncer.

            Piero le aseguró que no había nada de qué preocuparse, sin embargo los meses pasaban y él solo parecía hacerse más débil. Morgan lo acompañaba a sus quimioterapias, donde le leía o atendía sus molestias. Juntos terminaron montones de libros y se hicieron amigos de todas las enfermeras que había, ganándose así gelatinas extra. Nadie le decía mucho a Morgan, pero las buenas noticias parecían no llegar.

            Cada vez veía menos a Barry, dejándola con el pendiente de si él la estaría pasando tan mal como ella. Se había convertido en un pacificador; alguien, en alguna parte de su escuela, de cierta forma podía entender lo que ella estaba pasando. Si en esas estaban, ella en realidad se estaba alejando de todas las personas que conocía. Quería darle todo su tiempo y energías a su padre, estaba consumida.

            Cuando sí llegaba a asistir a sus clases, lo cuál era raro, se sentía completamente alienada. Al inicio de todo, las personas la checaban constantemente y salían de sus rutinas para extender sus preocupaciones hacia su familia. En su momento le molestaba la atención, pero ya no sabía qué era peor: recibir la lástima o presenciar cómo todos parecían olvidarlo por completo. Y es que aunque el tema se fuera desgastando de su interés, Morgan nunca paraba de vivirlo.

            Una tarde de verano, Morgan vio a su padre arreglarse para salir tal como lo hacía cada poco tiempo. Ésta vez no se fue solo, le pidió que lo acompañara. Su padre le mostró cómo visitaba a Henry en Iron Heights paso a paso: cómo tomar el transporte público, hacia dónde, qué decir al llegar a la prisión y dónde esperar indicaciones.

             Morgan sabía que Henry Allen estaba en la cárcel, pero ir y verlo detrás de un grueso cristal con su uniforme anaranjado lo hizo todo real. Por más que le intimidaba Iron Heights, ver al amigo de su padre con sus ojos tranquilos y su cálida sonrisa le calmó los nervios. La calma en medio de la tormenta. Le recordó a cuando le había dado varicela junto a Barry. Ellos dos cubiertos en ronchas, pero él completamente sereno al tratarlos. Quizás era parte de los gajes del oficio de ser doctor.

            Más aún, verlo simplemente confirmó lo que su padre no paraba de recordarle desde el principio de todo. Henry no debería estar ahí.

            —¿Recuerdas lo que te dije? —solía consultar con ella de vez en cuando.

            Morgan asentía con determinación antes de contestar:

            —El señor Allen es inocente.

            La apremiaba cada vez.

            Su padre comenzaba a tener problemas para caminar, pero aun así iban. Nadie nunca pensó en quitarle sus visitas, porque todos sabían lo mucho que lo animaban y en enfermedades como estas, tener buen ánimo siempre ayudaba. De todas formas, Morgan nunca vio a su padre decaído, siempre le pareció optimista. Había algún tratamiento y lo aceptaba. Su madre le preparaba un licuado grumoso, asegurando que en algún lugar había leído que ayudaba, y él se lo tomaba. No parecía ni un poco derrotado por el cáncer y eso hacía que Morgan tuviera esperanza.

           Esperanza. Un arma de dos filos.

            Desafortunadamente, lo inevitable llegaba a la luz. Por más sonrisas que su padre repartiera, su físico lo delataba. Morgan abrazaba a su papá durante más tiempo que antes, comenzaba a llorar inesperadamente a mitad de clases, no dormía bien y sentía cómo se marchitaba su espíritu. Una vida sin su padre era inimaginable, le estaba rompiendo el corazón. Comenzó a faltar a clases, cuando su padre fue programado para otra operación; la peor de todas.

            Por su parte, Barry no tenía manera de comunicarse con Morgan. Estaba dispuesto a dejarla ganar ese año en la feria de ciencias solo por verla animada. Nada se sentía igual. El robot que ella había dejado a medio terminar en el equipo de robótica le regresaba una mirada triste cada tarde como interminable recordatorio de su ausencia. Él sabía que su padre había enfermado, es decir, toda la escuela lo sabía, pero Barry no estaba informado sobre qué tan grave y Joe no tenía noticias al respecto. Todo parecía desmoronarse para ambos.

― act Ⅲ. goodbyes?

LA MUERTE DE SU PADRE LA ROMPIÓ EN MANERAS QUE NO SABÍA QUE PODRÍA ROMPERSE. Él era su persona favorita y Morgan ya no sabía cómo existir sin su guía ni podía terminar de digerir su ausencia. Su mamá pareció perderse a sí misma un poco también, pero fue solo por un segundo antes de crear una coraza gruesa e insensible. Cuando más necesitaba su consuelo, su madre se cerró y Morgan supuso que ella tendría que aprender a hacer lo mismo, pero no podía. El dolor la superaba.

            Ya no viviría en Central City. Tras el funeral, su mamá empacó todo y tomó la decisión de formar un nuevo hogar en Starling City, donde ella sería educada en casa. Ahí vivía su tía y aunque no lo dijera, Morgan sospechaba que su madre necesitaba el apoyo de su hermana. Aunque llegaba a sentirse como si estuviera intentando alejarla de todo lo que pudiera revivir la memoria de su padre.

            Se ocuparon de hacer los arreglos necesarios para que su traslado fuera lo menos complicado posible. Eso es lo que Morgan estaba haciendo: recogiendo sus pertenencias tras darse de baja en la escuela, cuando una voz en el pasillo la llamó.

            —Morgan. ¿A dónde vas?

            Barry Allen estaba parado a unos cuantos pasos de ella con un semblante preocupado, claramente fuera de clases. A primera vista, era sorprendente lo mucho que había crecido en las semanas que no se habían visto. La magia de la pubertad.

            Morgan guardó lo poco que quedaba dentro y finalmente cerró su casillero, colgándose la mochila a hombros. Inspiró lentamente hasta llenar sus pulmones y pasó un mechón de cabello detrás de su oreja.

            —Me mudaré, Barry. A Starling City.

            Ella estaba a punto de darse la vuelta, queriendo huir de esa incómoda despedida, pues ya había tenido suficiente de esas, pero Barry la detuvo pronunciando dos palabras importantes con la incomodidad característica de un puberto:

            —Te extrañaré.

            Se formó un vacío en el estómago de Morgan, sintiendo la nostalgia crecer en su pecho. Recordó todo ese tiempo que malgastó intentando evitar formar un lazo con Barry por razones que ahora parecían nimiedades. Porque cuando ella se sentía sola, no pensaba en los recesos que compartía con sus amigas o las notitas que se pasaba con los chicos de su clase. Ella pensaba en los momentos compartidos a escondidas con Barry, donde hablaban del universo, de su existencia y de qué personaje de historietas sería el más poderoso en una invasión zombie; todas esas conversaciones en las que se sintió realmente descubierta como si fuera la primera vez que alguien la escuchaba de verdad.

            Ojalá no hubiera sido tan caprichosa y se hubiera dado cuenta de lo que tenía en manos. Ojalá tuviera las palabras para poder explicarle a Barry lo mucho que lamentaba todo lo que les estaba pasando y que a final de cuentas, después de todo, él significó para ella mucho más de lo que alguna vez le demostró. También decirle que se sentía unida a él por la pérdida. Que en éste nuevo mundo en el que ella se sentía una alienígena, probablemente él era el único que podría hablar su mismo idioma, pero que ya no había manera de saber.

            El tiempo y su extraña manera de funcionar le habían dado su primera gran lección: nunca es suficiente.

            En vez de hablar, Morgan acortó la distancia entre ellos y plantó un casto beso en sus labios.

            —Cuídate, ¿sí? Nos vemos pronto, Barry.
            Con una oleada de confianza, Morgan salió de ese lugar sin mirar atrás. No le quedaba nada en Central City y creyó que no volvería nunca.

            Así fue hasta que su madre comenzó a construir lo que sería su imperio: Whitmore's Industries. Con el paso de los años, una oportunidad de negocios las hizo regresar a Central City.

            Y Barry Allen no fue lo único en llegar por sorpresa.

* "No estabas seguro de qué dolor es peor: el impacto de lo que sucedió o el dolor por lo que nunca sucederá."

(n/a) ¡holaaaa, personas hermosas! espero que estén teniendo un gran gran día.

¡gracias por todos sus comentarios y votos! no saben lo feliz que me hace que interactúen con la historia.

cualquier pregunta, comentario o crítica constructiva es bien recibida <3

les manda un beso virtual,
niam roca

[ editado 30 de agosto, 2021. ]

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