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20. nowhere to be found


・:*:・゚☆∥ 20. nowhere to be found

❝ Nobody has ever measured, not even poets, how much the heart can hold. ❞*


Zelda Fitzgerald

EL HÉROE SE DESPERTÓ DE UN BRUSCO TIRÓN. Miró a su alrededor erráticamente, intentando comprender qué sucedía, pero su habitación seguía sumida en la oscuridad. Poco a poco su mente salió de su adormecimiento, identificando que su celular estaba sonando en un molesto e incesante pitido. Con el ceño fruncido revisó la hora en el reloj electrónico que descansaba sobre su mesa de noche: 3:26 de la madrugada.

            Y su móvil estaba al otro lado de su cuarto.

            Aún en calzoncillos y con los ojos a medio abrir, se puso de pie torpemente hasta llegar al ruidoso aparato y atenderlo. Apenas sintió que realmente despertaba, cuando revisó su identificador de llamadas.

            ―¿Morgan? ―respondió con la voz ronca.

            ―¿Barry Allen? Soy Nicholas Hunt, amigo de Morgan.

            Él se enderezó con el ceño fruncido y presionó el interruptor a su lado que bañó su habitación de luz.

            Algo andaba mal.

            ―Sí, soy yo. ¿Qué ocurrió? ¿Morgan está bien?

            Debido a su balbuceo y respiración entrecortada, Barry asumió lo peor.

            ―Y-yo... No lo sé, pensé que estaría contigo. Ella... no está.

            Algo andaba realmente mal.




ϟ




¿PODRÍAS REPETIRNOS EXACTAMENTE LO QUE PASÓ?

            No habían perdido ni un segundo, cuando Joe, Barry y Cisco ya se encontraban inspeccionando el pent-house que Nicholas y Morgan compartían. Con tan solo ver el estado del lugar, pudieron comprender la preocupación del rizado.

            ―Estaba afuera, cuando recibí una notificación del detector de incendios del departamento ―explicó, señalando el aparato mencionado en el techo―. Intenté localizar a Morgan, pero no contestó ninguna de mis llamadas, así que llamé a los bomberos.

            Las paredes de la cocina mostraban evidentes señales de combustión: estaban oscurecidas y el olor a chamuscado rondaba en todo el perímetro. Por fortuna, el fuego se había atendido a tiempo, evitando que este se esparciera significativamente.

            ―¿Qué provocó el incendio? ―preguntó Joe.

            ―Una tetera. Y ahí está la taza de Morgan, me aseguré de no tocarla ―señaló a una pieza de cerámica de un tono verde y pasó una mano por su frente con exasperación. Mostraba patentemente cómo el pánico comenzaba a carcomer su paciencia―. Su bolsa, sus llaves, su celular, todo está aquí, menos ella. ¿Dejar la estufa prendida? Joder, no tiene sentido. Y estos golpes...

            Nicholas cruzó la habitación para señalar los prominentes agujeros que marcaban su pared. Todos los habían notado desde que pisaron el escombro regado en el suelo al entrar. Nadie sabía qué tipo de explicación inventar para convencer a Nicholas de que eran hechas por alguna fuerza humana. Las perforaciones del concreto formaban círculos perfectos y una profundidad alarmante.

            ―No te preocupes, amigo. Nosotros nos encargaremos de aquí ―le aseguró Cisco, comenzando a ajustar los equipos que había traído consigo para evaluar la escena.

            Nicholas frunció el ceño incrédulo y los miró simultáneamente.

            ―¿Encargarse? ―escupió, esperando que alguien le dijera que fuera una broma―. ¿No tendríamos que estar mandando a un equipo de búsqueda o una mierda así? ¡Morgan podría estar en verdaderos problemas y no parece importarles un carajo!

            Su tono se alzó con enojo, tomando un paso con dirección a Cisco para evidenciar sus diferencias de estaturas amenazantemente. Barry se interpuso entre ellos con ímpetu, obligando a Nicholas a dar un paso atrás. Las miradas de ambos hombres chocaron, prácticamente sacando chispas entre ellos.

            ―Nicholas ―intervino Joe con su placa policial en alto, antes de que la riña entre ambos llegara a ser física o más acalorada―. La policía ya está enterada de esto. Sabemos que es mucho pedir, pero tienes que confiar en nosotros. Eso implica tener paciencia y dejar que nos encarguemos.

            El mencionado continuó asestando su mejor mirada asesina hacia Barry. Cada vez le caía peor. Algo en él no lograba inspirarle confianza. Desde que el forense había llegado a la vida de Morgan, muchas cosas habían dejado de cobrar sentido. No podía explicar cómo sacaba esa conjetura, pero sabía que él no era tan honesto como se dejaba ver. Nicholas no lo apreciaba. El tan solo imaginar a su compañera de piso siendo dañada lo estaba enloqueciendo. Se sentía inútil y algo responsable.

            ―¿Están seguros?

            ―Viejo, ¿alguna vez has visto a alguien mejor preparado que nosotros? ―replicó Cisco, mostrando todo su equipo con convicción―. Sí, estamos seguros.

            Nicholas tensó la mandíbula antes de sucumbir ante la propuesta. La última vez que Morgan se había visto en problemas, la policía no había sido de mucha ayuda. Ojalá esta vez fuera distinto.

            ―Bien ―concluyó a secas y rompió el contacto visual con Barry.

            Joe tomó control de la situación, acordando los últimos detalles con Nicholas. Él pasaría la noche en un hotel, dándoles oportunidad de sondear el lugar en su totalidad. El joven presentó cierta resistencia, pero finalmente abandonó el edificio, dejándolos solos.

            Barry podía sentir su pecho martillar con todo tipo de emociones nocivas. Cada vez se le complicaba más mantener los estribos; la sangre le hervía furiosamente con el solo pensamiento de quién podría ser responsable de eso.

            ―El Capitán Singh accedió a llevar el caso con discreción, debido a la relevancia de las Whitmore en el ojo público. Así que... ¿Qué pensamos? ―preguntó Joe, finalmente pudiendo abordar la situación sin rodeos.

            ―Bien, empezando con los agujeros en la pared ―Cisco señaló, pasando sus dedos por la circunferencia de uno de estos―. Ella los hizo, los reconozco perfectamente. La sala de entrenamientos tiene unos cuantos.

            ―Ella los hizo ―repitió el detective en voz baja con un asentimiento, haciendo una imagen mental de la castaña atacando―. Entonces, ¿estaba intentando defenderse?

            Cisco hizo una mueca en dirección a Joe, pasando una mano por el largo de su cabello para mantenerlo fuera de su cara.

            ―Eso creería. Por el momento, realmente no hay indicios de quién o de qué se estaba defendiendo. No hay cámaras o rastros visibles de otra presencia. En el Lobby dijeron que nadie había subido después de Morgan y la única entrada accesible es por el elevador. Tendré que pasar algunas pruebas al lugar ―afirmó, enfocándose en comenzar a trabajar con su equipo.

            ―Cisco, ¿por dónde empiezo a buscar? ―El velocista se unió a la conversación, después de haber estado sumido en sus pensamientos.

            El ingeniero de cabello azabache abrió y cerró la boca un par de veces, encogiéndose de hombros. ¿No acababa de escuchar todo lo que había dicho? No tenían ninguna pista de qué había ocurrido ahí.

            ―Necesitamos más evidencia.

            ―¿No tienes manera de rastrearla? ¿Buscarla por satélite? ―apuró demandante.

            Joe frunció el ceño.

            ―Barr, Morgan es una chica inteligente, además de hábil. Estoy seguro de que está bien  ―intentó confortarlo, sabiendo que de nada les serviría que él no pensara con la cabeza fría.

            ―¿Realmente lo estás? ―acusó sin medir su volumen de voz―. ¿Cómo puedes decir eso, Joe? ¡Tan solo mira este lugar!

            Sus dos acompañantes se miraron entre sí, sabiendo que el héroe hablaba desde el miedo. Barry no tenía más tiempo que perder. Salió de ahí dispuesto a buscar en cada edificio, cada cuadrante, por cada rincón de Central City.

            Esto era su culpa.

            No había dejado de pensar al respecto desde el momento en el que Nicholas había llamado.

            El Dr. Wells le había advertido no alterar la línea del tiempo y él no había escuchado. Evitó que Mardon causara todas esas tragedias, además de impedir la cita de Morgan con Nicholas, y este era el precio que tenía que pagar. Si tan solo hubiera podido escuchar y obedecer, si no hubiera dejado guiarse por sus sentimientos. Si tan solo... ¡Si tan solo no hubiera sido tan idiota!

            El precio que él tenía que pagar lo terminó pagando Morgan, y todo era su culpa.





ϟ




POR FIN COMENZABA A GANAR LA LUCHA CONTRA SÍ MISMA, recuperando paulatinamente la conciencia. Sentía a su cuerpo oponer resistencia, como si de repente la gravedad jalara de ella con mucha más fuerza o como si su cuerpo quisiera fundirse en la dura superficie debajo de ella. Intentó abrir los ojos, pero el brillo a su alrededor se lo impidió; era tan fuerte que la obligaba a sellarlos nuevamente. Sus párpados parecían pegarse a sus globos oculares con incomodidad.

            Poco a poco, recobró cierta sensibilidad en sus extremidades. Alguien estaba frotando algo frío contra su piel. En su cuerpo se detonó una descarga de noradrenalina, recordándole que estaba en peligro. Morgan quiso lanzar su peso hacia arriba en un intento de reincorporarse, pero algo se encontraba inhibiendo su acción.

            Con su pecho subiendo y bajando violentamente, se forzó a parpadear múltiples veces, mirando a su alrededor aterrada.

            ―Sh, sh, tranquila. Llevas mucho tiempo dormida ―Morgan frunció el ceño hasta que un agudo dolor de cabeza la llevó a cerrar los ojos nuevamente―. Estás deshidratada.

            Con desesperación la castaña comenzó a removerse en su lugar sin éxito. Había cuatro cinturones de piel atándola con fuerza a una camilla. Una que cruzaba sobre su pecho, la segunda por sus caderas, otra por sus muslos y la última en sus tobillos.

            Antes de poder racionalizar su situación, la desesperación comenzó a inundarla como un ácido que arañaba sus entrañas. De sus ojos comenzaron a salir lágrimas, mientras pataleaba y se removía incansablemente. Sin poder evitarlo, de su garganta comenzaron a escaparse gruñidos y gemidos de abatimiento.

            ―Sapphire, deja de moverte. ―El hombre le ordenó con calma, pero solo recibió más alboroto de su parte―. ¡Sapphi...! ¡Morgan, detente!

            Con un suspiro de frustración ante el caso omiso que la meta-humana le prestó, el científico se puso de pie. Caminó hasta una mesilla cerca de ellos, tomó una jeringa y sin dudarlo dos veces la inyectó en el abdomen. Morgan lo miró con los ojos bien abiertos y llenos de lágrimas. Soltó un respingo que tensó todo su cuerpo, para posteriormente volver a relajarse contra su voluntad. Un cosquilleo recorrió todas sus extremidades hasta llegar a nublar ligeramente su mente. El terror seguía gritándole mentalmente, pero físicamente ya no presentaba ninguna reacción.

            ―Mucho mejor ―la apremió, antes de volver a tomar asiento en la silla a su lado.

            ―¿Qué haces? ―murmuró con un hilo de voz.

            Por un segundo creyó no haberse dado a escuchar, pues sus labios estaban realmente pesados y adormecidos. Su voz salió con gran esfuerzo, ronca y rasposa.

            ―Limpiando tus heridas.

            El Dr. Wells la miró con sus cautelosos ojos azules por un segundo, mientras alzaba un algodón húmedo para mostrárselo. Con un corto asentimiento prosiguió con su tarea. Ella no podía verlo en su totalidad, pero todo su cuerpo representaba cortes y rasguños, además de marcas variadas. Su sanación acelerada se veía interrumpida junto a la neutralización de sus poderes.

            No tenía idea de dónde estaba. Las paredes y el suelo que la rodeaban no presentaban ninguna diferencia entre ellos: blancos, lisos y molestamente brillantes. Ya no llevaba su pijama rosada como recordaba estar vestida. Ahora usaba un top corto y pegado, junto a unos shorts elásticos de color negro.

            ―¿Qué me pasó? ―volvió a hablar como pudo―. ¿Qué me hiciste?

            Sus ojos se nublaron nuevamente con una avalancha de lágrimas. El hombre pareció darse cuenta, por lo que su ceño se frunció con preocupación.

            ―No, no, tranquila. Nada malo. Gajes del oficio. Estarás bien, de verdad.

            Hasta ese momento, Morgan acababa de analizar que el hombre se había parado por la jeringa. Harrison Wells, paralitico en silla de ruedas, había cruzado la habitación a zancadas.

            Sus lágrimas pasaron de ser una exclamación de terror a una de enojo de un segundo a otro. Gruñó entre sus dientes ante la inutilidad de sus músculos, pues ninguno respondía ante ella. Apenas contaba con la sensación fantasma del algodón pasando por su abdomen o las cálidas lágrimas surcando su rostro.

            ―Hijo de puta ―escupió con disgusto.

            Wells detuvo su acción. Apoyó uno de sus puños en su muslo correspondiente y la miró en forma de reclamo. Negó con desaprobación, mientras se quitaba los lentes de la cara.

            ―Cuida tu tono, Morgan.

            ―¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! ―le gritó más claro que antes, dándose cuenta de que el esfuerzo por vociferar le generaba un ardor en el pecho.

            Él formó una mueca, estirándose hasta alcanzar un guante de látex blanco. Lo deslizó por su mano derecha, manteniendo la calma ante los gritos de la menor. Con un suspiro estampó su mano contra la boca de la castaña y la cubrió, ahogando todos los sonidos que podrían salir de esta.

            ―Déjame presentarme correctamente. Mi nombre es Eobard Thawne. Reverse Flash, si gustas. Ahora no vas a entender, si no me dejas hablar.

            Lentamente, el hombre despegó su mano de la boca de Morgan. Ella se limitó a observarlo con un odio palpable. El científico lo pasó de alto, y procedió a contar un corto relato para ponerla al tanto de todo lo que había estado ocurriendo realmente.

            Así que la persona frente a ella, a pesar de verse como tal, no era el Doctor Harrison Wells. Realmente, el cuerpo lo estaba ocupando Eobard Thawne, un hombre del futuro. Él era Reverse Flash, y se había quedado atascado en esta temporalidad, después de asesinar a Nora Allen. En el futuro, él y Flash son archienemigos, lo cual fue más que claro desde el principio, dado al tono de desprecio que utilizaba al mencionarlo.

            Con todo en suma, él llevaba quince largos años planeando su venganza.

            ―Eso... ―Morgan respiró con pesadez, luchando contra la resequedad de su boca―. Suena bastante patético.

            Eobard rio sin gracia, desechando los algodones que había utilizado en ella.

            ―¿No quieres saber por qué te tengo aquí?

            Ella carraspeó. Desvió la mirada de él antes de soltar una afirmación que, muy a su pesar, terminó escuchándose más como una interrogación:

            ―¿Me matarás?

            El pelinegro frunció el ceño con genuina confusión.

            ―¿Qué? No. Dios, no Morgan, ¿por qué pensarías eso? ―Ella simplemente rodó los ojos, incapaz de poder controlar todo su enojo. La estaba carcomiendo―. ¿No lo has entendido, de verdad? Soy Eobard Thawne.

            La manera en la que volvió a pronunciar su nombre hizo que tomara una pausa. Los ojos del científico se mostraban tan quietos, pero tan comunicativos al mismo tiempo; parecían estarle entregando toda la información que necesitaba.

            Entonces todo conectó.

            Ella quiso resistirse a la posibilidad, pero poco a poco se hacía más probable hasta gritar lo innegable.

            ―Ten, toma.

            Él le acercó un vaso de agua con una pajilla, el cual no rechazó. Su cuerpo demandaba algo de hidratación. La corta ingesta de líquidos le permitió poder hablar con más facilidad.

            ―La nota que recibí la noche en la que el acelerador de partículas explotó...

            Él asintió con cierta satisfacción en su mirada.

            ―"Agradécemelo después –E" ―recitó, como si de un placentero recuerdo se tratara. Se veía bastante complacido de finalmente asumir la responsabilidad de sus acciones―. E de Eobard, sí.

            ―¿Qué te agradecería?

            Eobard se tomó un segundo para detallar el miedo reflejado en los orbes azules de la menor.

            ―Todo, Morgan ―pronunció con una calma que hervía la sangre de la meta-humana.

            ―Los hombres... Benedicto y Gustav ―balbuceó.

            ―Yo los mandé. Y los maté después, también. Una pena.

            Morgan arrugó su nariz y dejó caer su cabeza contra la camilla debajo de ella. Después de tomarse un momento para absorber la información, volvió a alzar el cuello como pudo y conectó sus miradas. Sus orbes zafiros parecían soltar dagas.

            ―Entonces, ¿creíste que estaría agradecida contigo?

            ―Efectivamente.

            ―¿Agradecida por qué?―pronunció incrédula―. ¡Estás jodidamente loco!

            Ahí, Thawne explotó. Se puso de pie y con un brusco movimiento lanzó la silla en la que estaba sentado al otro lado de la habitación. Ésta produjo un terrible estruendo al impactar contra la concreta pared a su derecha, rebotando al caer en el suelo. Furioso, la señaló con un dedo acusador, pronunciando las siguientes palabras como si fueran veneno.

            —Sin mí, tú estarías muerta. Si así lo deseas, puedo cumplir esa realidad fácilmente, así que recomiendo que cooperes.

            Congelada en su lugar, Morgan no despegó los ojos de él, queriendo atrapar un atisbo de que estuviera mintiendo. Él suspiró, reprendiéndose a sí mismo por haber perdido el control, mientras pasaba una de sus manos por su cabello.

            ―¿Muerta? ―repitió extrañada.

            Tomándose su dulce tiempo, Thawne caminó a donde había quedado la desgraciada silla. La levantó con cautela, revisando su estado. Decidiendo que el daño era mínimo, emprendió su camino de regreso a colocarla a un lado de la camilla y tomar asiento en esta.

            ―Una disculpa. Comprenderás el por qué quince años podrían afectar la paciencia de un hombre. Ahora, recapitulemos, ¿sí? Esa noche tú ibas a ir a la inauguración del acelerador de partículas en representación de Whitmore's Industries, pero te quedaste dormida y mandaron a alguien más, ¿me equivoco?

            ―Joseph ―respondió automáticamente―. Mandaron a Joseph Mendez.

            Él hizo una mueca fingida y asintió, corroborando la información.

            ―¿Ahora él está...? ―Sin esperar una respuesta, él mismo completó su cuestionamiento―. Muerto, sí. Realmente no fue nada difícil deslizar un somnífero en tu almuerzo. Logró que durmieras toda la tarde. Nunca llegaste a S.T.A.R. Labs esa noche y aquí estás ―afirmó con media sonrisa, enfocando su vista en el suelo y haciendo memoria de sus acciones―. Con respecto a Benedicto Adoni y a Gustav Hassan... No había mucho que pudiera hacer, cuando te mandaron a Starling City. Los contraté para que te echaran un ojo, ¿sabes? No quería perderte de vista. Cuando regresaste a Central City tuve que encontrar una forma en la que terminaras en S.T.A.R. Labs, traerte directo a mí. No fue difícil tampoco. Recuerdo haber dicho las palabras: Whitmore's Industries, mujer y secuestro. Barry ya estaba de camino en un pestañeo.

            Thawne rio satisfecho.

            Morgan sentía que la respiración le faltaba.

            ―¿P-por qué...? ―intentó pronunciar con un jadeo silencioso.

            ―¿Por qué salvaría a alguien que lleva muerta para mí siglos? ―Eobard posó un par de dedos debajo de su barbilla en un gesto pensativo―. Excelente pregunta, verás... Al quedar aquí varado me tuve que poner muy creativo. Sí, ayudé a Barry a ser lo que es, lo convertí en Flash, así como creé el arma más poderosa en su contra. Tú eres parte de algo mayor, quiero que lo sepas.

            Se sumieron en un silencio por una pausa. Morgan se encontraba visiblemente contrariada y Thawne no pudo evitar añadir:

            ―Puede que lleve años planeando esto, pero... No todo salió acorde al plan. Tú no saliste acorde al plan, tómalo como buenas noticias.

            Morgan frunció el ceño.

            ―¿Eso qué significa?

            ―Que me encariñe contigo, Morgan. Jamás pensé que el salvarte la vida me acercaría a la verdadera grandeza como lo ha hecho. El plan que inicialmente tenía para ti resultó ser algo primitivo, lo comprendo ahora. No te hacía la justicia que debía, te subestime. Y Barry... Él jamás lo entendería. No, él es un burdo ignorante, pero tú... Tú lo entiendes. Nos esperan cosas mucho más grandes, créelo ―admitió, dándole una sonrisa sincera que solo le causó náuseas a la joven―. Te daré un momento para que puedas procesarlo.

            Entonces, otros quejidos comenzaron a resonar en la habitación. Tomó desprevenida a la meta-humana, pues habría jurado que estaban solos. Estos sonaban graves y erráticos, pero no claros. Morgan solo podría asumir que el sujeto tendría algo tapando su boca, pero debido a su posición, no podía girarse adecuadamente para comprobarlo.

            ―¿Hay alguien más? ―preguntó alarmada.

            ―Un hombre, nada importante ―murmuró. Sus ojos habían cambiado de un comprensivo azul a uno de desprecio―. Dame un segundo.

            Usando su velocidad, Thawne desapareció de su vista panorámica y en un par de segundos volvió a aparecer. Se sumieron en silencio otra vez. Sea lo que sea que acababa de hacer, había logrado cesar los quejidos del hombre.

            ―¿Y él es...? ―insistió con aprensión.

            ―Inútil, él no te concierne.

            La respiración de Morgan comenzó a hacerse más irregular. Sabía que estaba logrando dar cortas inspiraciones y exhalaciones, pero seguía con el agobiante sentimiento de que no podía respirar por completo. Sus ojos volvieron a llenarse de cálidas lágrimas que hicieron su visión borrosa, hasta desbordarse por sus mejillas. De su boca soltó un gemido de desesperación, y como pudo tensó sus manos en dos puños.

            ―Eres un sucio mentiroso, ¡ugh! Dame una razón por la cual no deba explotar todo el lugar y encarcelarte yo misma ―amenazó en un tono de voz más alto, hablando entre dientes.

            ―Tengo muchas razones. La principal siendo que el tranquilizante que te di no dejará de hacer efecto pronto.

            ―Barry vendrá por mí.

            Él la miró con compasión.

     ―Lamento decepcionarte, pero eso me parece poco probable ―Thawne tomó sus lentes para volver a colocarlos sobre el puente de su nariz―. Espero que pronto entiendas que todo lo que he hecho, lo he hecho por tu bien. La mayoría, mínimo. Por ahora esto deberá bastar. Sé que probablemente surgirán muchas preguntas, que serán contestadas todo a su tiempo. Nos vemos, Sapphire.

*"Nadie ha medido jamás, ni siquiera los poetas, cuánto puede contener el corazón."

(n/a) HOLA HOLA HOLA.

POR FINNNN. Estaba muy impaciente por develar todo el show de Thawne y Morgan lol, es como una de las tramas que he querido armar desde los primeros capítulos.

Así que sí, el té de manzanilla de Morgan casi quema todo su piso.

Barry se culpa por cambiar la temporalidad lol.

MORGAN MORÍA EN LA TEMPORALIDAD ORIGINAL. Literal una siesta salvó su vida lsjsja

¿Quién es la otra persona que Thawne tenía cautiva? Mmmh, tendrá importancia en el futuro ok.

GRACIAS POR TODO SU APOYO, son increíbles. Más si ya llegaron hasta el cap 20 LIKE OMSNAJAK GRACIAS.

¡no olviden votar y comentar, me encantaría escuchar de ustedes y sus opiniones! <3<3<3

con mucho amor,

NIAM ROCA

[ editado el 6 de marzo de 2022 ]

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