12. oh, what a feeling!
・:*:・゚☆∥ 12. oh, what a feeling!
❝How much more grievous are the consequences
of anger than the causes of it.❞ *
—
Marcus Aurelius
―HEY... ¿Morgan?
La aludida concedió un pequeño asentimiento de la cabeza para reconocer que había escuchado, pero gran parte de su atención continuaba enfocada en la pantalla frente a ella. Después de semanas de estar entrenando con el equipo, finalmente habían reunido gran parte de sus resultados para entregárselos en un reporte con gráficas en las que mostraban sus avances, tal como ella lo había pedido. El primer vistazo dado esa mañana la había empujado a querer esconder esa vergonzosa información y jamás volver a saber de ella, pero pronto su tiempo se vio invertido en escrutar los números de inicio a fin con esmero.
―¿Sí, Cait? ―murmuró distraídamente.
―¿Sabes qué le ocurre a Cisco? Pareció extraño esta mañana ―mencionó cautelosamente, mientras tomaba asiento a un lado de ella.
Morgan suspiró, recogiendo la cortina de cabello que caía por su perfil derecho para acomodarla detrás de su hombro.
―Sí, creo. Desde que moví la motocicleta con energía cinética, hemos estado entrenando la habilidad con distintos ejercicios. Usamos objetos pequeños, grandes, densos, líquidos, todo ese tipo de cosas ―explicó dócilmente con su mirada todavía recorriendo minuciosamente el largo de una gráfica de líneas―. Últimamente hemos intentado jugar ajedrez con la regla de que yo no pueda tocar las piezas con mis manos, pero no he parado de tirar todo el tablero después de un par de movimientos.
―¿Por qué?
La meta-humana chasqueó suavemente los labios con cierta frustración.
―Porque tengo problemas con la precisión. Puedo llevar la pieza de un lado al otro con éxito, pero por alguna razón las piezas a su alrededor se disparan fuera del camino y... ―Morgan se hizo parar la oración abruptamente, cuando la velocidad en la que escupía las palabras había aumentado de más. Se recompuso y retomó―: Bueno, en fin. Me propuso... Él... Cisco intentó convencerme de retomar un entrenamiento con el Dr. Wells como instructor para complementar mi progreso.
―Oh ―soltó Caitlin suavemente.
Finalmente, Morgan separó sus ojos de la computadora y encontró la mirada de su amiga.
―Sí, oh.
Todo el equipo estaba consciente de la silenciosa situación que se había estado desenvolviendo por un tiempo ya. Morgan había estado deliberadamente evitando al Dr. Wells desde la muerte de Tony Woodward. Esto había dado inicio con la esperanza sembrada en la joven de que el científico eventualmente se arrepentiría de sus atroces formas, sin embargo no le tomó mucho darse cuenta de que eso jamás ocurriría. Ahora llevaba a cabo su pequeño cometido por simple comodidad, queriendo tomar su distancia de alguien como él.
―Bueno, ¿y qué le dijiste? ―atajó la doctora con amabilidad.
―Que no. Y discutimos un poco ―respondió con pesar, dejando caer su peso sobre su silla, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
―¿Es por eso que trajiste café ésta mañana? ―inquirió.
Morgan bufó con diversión.
―Sí. A pesar de haberme disculpado, él sigue creyendo que soy una necia ―murmuró amargamente, regresando su mirada el informe frente a ella. Los números y gráficas parecían burlarse de ella en su cara―. Debí de haberlo considerado más. ¿Tú crees que soy una necia, Cait?
Ella sopesó la pregunta, ladeando ligeramente la cabeza con un gesto pensativo.
―No, te comprendo. Lo que el Dr. Wells hizo contrarió tus propios valores y creencias, que es a final de cuentas lo que tanto intentas proteger. Sin embargo... Somos lo único que Wells tiene. Él ha perdido más de lo que a veces consideramos al momento de juzgarlo; es humano después de todo. No estoy de acuerdo con lo que hizo, pero creo que bajo las circunstancias adecuadas, cualquiera podría cometer el peor de los errores.
Morgan se abrazó a sí misma con más fuerza, no muy dispuesta a ceder, pero sí siendo empujada a considerarlo. Sin poder escapar del pensamiento intrusivo, contempló la posibilidad de que sus progresos hubieran resultado más fructíferos de lo que eran en ese momento, si tan solo ella no hubiera sido tan orgullosa.
La meta-humana concluyó que si alguien como Caitlin se esforzaba en mantener una buena noción del hombre, eso debería de valer de algo positivo. Estaba por expresarlo, cuando una ráfaga de viento las agitó a ambas, anunciando la llegada del velocista al Córtex. El forense repartió sus saludos con una energía más nerviosa de la que usualmente solía llevar consigo, compartiendo una corta conversación fútil como mera formalidad. Barry terminó por apoyarse en uno de los escritorios queriendo aparentar una actitud relajada, mientras reunía el valor para abordar el tema de real interés.
―De hecho, estaba esperando encontrarte, Morgan ―mencionó finalmente.
Nuevamente, la castaña se había sumido en la información del computador frente a ella, esta vez queriendo averiguar matemáticamente a qué proporción debería aumentar su desempeño para conseguir resultados más satisfactorios. Se había inclinado completamente en dirección al monitor, apoyando su cabeza en una de sus manos para tamborilear los dedos sobre sus labios con inquietud.
―¿Sí? ¿Por qué? ―respondió apaciblemente.
―Quería preguntarte si te gustaría ir a tomar un café conmigo ―dijo con una sonrisa, estudiando la reacción de la castaña con palpable anticipación.
―Oh, no te preocupes ―mencionó casualmente, alcanzando un pedazo de papel y pluma para garabatear un par de cifras que necesitaría para sus cálculos―. En la mañana pasé por Jitters y les traje café a todos. El tuyo debe de estar por el escritorio de Cisco.
Barry ladeó la cabeza con confusión, indeciso sobre cómo proceder de ahí. Intercambió una corta mirada con Caitlin, quien le dio un pequeña mueca debido a la omisión de su amiga.
―Vaya... Gracias.
―De nada.
―En ese caso... ¿Qué te parece si salimos a almorzar a algún lugar? Donde quieras ―propuso con buena actitud.
―¿Almorzar? ―cuestionó pensativa, mientras terminaba de anotar sus conclusiones en la última página del reporte―. ¡Ugh! Me encantaría, pero tengo una cita con uno de los inversionistas de la empresa. Al parecer tiene algunas disconformidades que quiere discutir conmigo ―se quejó con una mueca, sabiendo que el almuerzo sería largo y tedioso. Le tomó una foto a la pantalla con su celular, guardó el documento y terminó por ponerse de pie―. En fin, me tengo que ir, pero gracias por la oferta, Barr.
―Yo... ―Él quiso replicar de alguna forma, pero terminó cediendo con aire derrotado, dejando caer su cabeza hacia un lado―. No hay de qué.
―¡Déjame te acompaño a tu motocicleta! ―sugirió la doctora con una sonrisa nerviosa.
―Uh, gracias, Cait ―sonrió de regreso, sorprendida por la amabilidad de sus compañeros.
Se despidieron cortamente del velocista y emprendieron su camino fuera de las instalaciones, caminando a la par. Una vez en la privacidad concedida por el elevador, y después de que Morgan presionara el botón correspondiente al primer estacionamiento, Caitlin se atrevió a pellizcar con dos dedos el costado de su amiga.
―¡Hey! ―se removió la castaña, enarcando una ceja cuestionante―. ¿Eso por qué?
―A veces eres tan despistada ―suspiró con aire reprobatorio.
Ella formó una mueca.
―Vale, si esto es por lo del reporte de mi desempeño, ya me concentraré más. Puedes checar los cálculos de mejora que hice en el documento...
―¡Olvida lo del reporte! ―interrumpió con prisa―. Barry ha estado intentando invitarte a salir por días, ¿por qué no puedes darle la hora del día? ―le reclamó con cierta incredulidad en su voz, tomando a su amiga por ambos antebrazos.
Morgan abrió los ojos como platos, completamente tomada desprevenida por lo dicho.
―¿Barry qué?
―Vamos, no me digas que no lo has notado. Café, almorzar, patinar, cine, ¡el observatorio! El pobre lo ha intentado todo y por alguna razón has logrado esquivar cualquier intento con vagas respuestas que no se limitan a un sí o un no.
La meta-humana se había congelado en su lugar, recapitulando todas sus últimas interacciones con el velocista. Sus ojos continuaban bien abiertos, parpadeando con lentitud, y su boca se había entreabierto por la impresión. Paulatinamente se vio inundada por una ola de reconocimiento sin poder creer su ingenuidad.
―Oh, joder. Joder ―balbuceó perpleja―. Es cierto.
―Sí, es cierto —repitió Caitlin, aliviada de por fin intervenir. Como tercera persona en la situación, había sido totalmente agonizante―. Cisco lo sabe, yo lo sé y finalmente tú lo sabes.
―¿Y...? ¿Qué hago?
―Lo aceptas o lo rechazas, pero sé precisa ―dijo con serenidad―. Barry lleva rompiéndose la cabeza toda la semana.
Morgan cayó en silencio, envuelta en sus propios pensamientos. El elevador soltó un pitido antes de abrir sus puertas para mostrarlas en el piso deseado. Caitlin acompañó a Morgan unos pasos afuera, hasta que la segunda se detuvo. Poco a poco una sonrisa comenzó a adueñarse de su rostro: disimulada, pero resplandeciente.
―Le diré que sí ―concluyó campante, mostrando una nueva decisión en sus ojos.
Caitlin fue contagiada por su sonrisa y le concedió un asentimiento de ánimo.
―Me parece una buena decisión.
Una serie de campaneos las interrumpió, haciendo que Caitlin palmeara por su ropa hasta dar con su celular. Le tomó un momento leer los mensajes en este para formar una mueca.
―Encontraron a otro meta-humano ―anunció, ya comenzando a caminar con dirección a los elevadores.
―¿Qué? ¡Espera!
―¡No, no! ―exclamó la doctora, introduciéndose en el elevador―. ¡Tú ve y arregla lo de Whitmore's Industries, te hablaré si es muy grave...!
Con esto las puertas se cerraron, dejando a Morgan sola en el estacionamiento. La castaña soltó un pesado suspiro, arrugando la nariz para finalmente patear el aire con disconformidad.
―Estúpidos inversionistas ―murmuró antes de retomar su camino hacia su motocicleta.
ϟ
UNA VEZ MÁS, el equipo de S.T.A.R. Labs estaba manos a la obra. El meta-humano al que se enfrentaban en esta ocasión poseía la habilidad de manipular las emociones de las personas. Para ser más específicos, les generaba una ira incontrolable. Como era de esperarse, Bivolo, alias Prisma, les había estado trayendo muchos problemas.
Afortunadamente, la situación se había alineado para permitir una colaboración con el equipo de Arrow. Tuvieron un reencuentro indudablemente afable, pero no tomó mucho para que se enfocaran en la problemática presente. Una cosa llevó a otra, y de repente Morgan y Barry se encontraban en un campo abierto con el justiciero de Starling City dándoles órdenes sobre cómo comportarse en batalla. Por más que hubiera sido un honor para Morgan ser entrenada por Oliver Queen, todo había resultado ser un desastre muy doloroso.
Hay una diferencia entre tener poderes y tener precisión, es lo que les había dicho.
El velocista y ella terminaron siendo atravesados por sus flechas.
El arquero había concluido con que lo mejor sería instruirlos por separado, pues ambos tenían distintas habilidades y fortalezas; además de que no paraban de distraerse el uno con el otro.
Ahí era donde Morgan se encontraba, entrenando uno a uno con Oliver, cuando en S.T.A.R. Labs encontraron la siguiente locación de Bivolo. La meta-humana no pudo ser notificada a tiempo, sino que fue Oliver el que recibió la llamada después de su calentamiento.
―Barry fue tras Prisma solo ―le informó con desaprobación, guardando el celular nuevamente.
Morgan frunció sus labios imperceptiblemente, teniendo el impulso de refunfuñar al respecto. Le resultaba verdaderamente frustrante intentar mantenerle el paso al hombre más rápido del mundo, siempre perdiéndose partes de la acción por su forma de transporte.
―¿Está bien? ―preguntó, ajustándose un par de mitones negros en las manos, debido al frío.
Oliver asintió con severidad.
―Caitlin ya lo atendió. Ahora terminemos aquí, concéntrate.
Bajo su orden, ambos retomaron la capacitación. A Morgan le pareció inevitable tomar gusto de entrenar con Oliver. El arquero era veloz y despiadado, siempre impulsándola a ser mejor con sus comentarios bordes. La mantenía en la punta de sus pies, pensando rápido y trabajando con la mente fría.
Su entrenamiento pasó en un pestañeo. Para cuando estaban a punto de concluir su encuentro, Oliver decidió complacer a Morgan con una última petición: le enseñaría cómo disparar de un arco. La joven terminó siendo más torpe en la actividad de lo que pensó que sería, pues él lo hacía ver demasiado sencillo. La flecha se desacomodaba de entre sus dedos con facilidad y terminaba apuntando a un lugar completamente distinto al deseado, arruinando la coordinación entre sus brazos para poder tensar la cuerda correctamente.
―Espera, a ver ―Oliver decidió intervenir, después de catalogarla como un peligro para sí misma en su manejo de la afilada flecha.
A una distancia prudente, se colocó detrás de ella para ayudarla a colocar sus brazos en la posición correcta. Morgan bufó con discreción al reconocer que lo estaba haciendo tan mal que el hombre había tenido que acomodarla como si de un crío se tratara, pero se dejó guiar por sus corregimientos con obediencia.
Por encima de ellos el cielo comenzó a colmarse de espesas nubes, oscureciendo los terrenos en los que se encontraban. Progresivamente las gotas de agua comenzaron a caer de las alturas, pero descendían con una suavidad gratificante, calificando como una mera brisa gentil. El tiempo meteorológico no llegó a molestarlos.
Oliver procuró darle instrucciones concisas al oído, ordenándole finalmente que tensara la cuerda. Gracias a su nuevo acercamiento al tema, Morgan pudo finalmente entender a qué se refería. Cuando fue su turno de soltar la flecha, ésta silbó por el aire hasta impactar el centro de un tronco perfectamente. Ella estaba consciente que de cierta forma la mayor parte del trabajo la había hecho el arquero a sus espaldas, pero eso no evitó que Morgan soltara un grito de triunfo.
Oliver negó ligeramente ante su absurda emoción, accediendo a regañadientes a chocar los cinco con ella.
―¿Acaso estoy en camino a ser la nueva justiciera de Central City? Sé sincero ―exclamó la castaña con un sarcasmo latente, sonriendo de oreja a oreja en satisfacción.
Él le dio una discreta sonrisa, mientras negaba con la cabeza.
―Sigue soñando, chispitas.
―¿Ya pensaste en nuevas formas de avergonzarme?
La voz de Barry los tomó por sorpresa, haciéndolos girarse para verlo de pie a unos metros de ellos. Su apariencia era inusual; llevaba un semblante serio, dando la clara apariencia de que no tenía deseo de estar ahí realmente. Morgan lo saludó con un gesto de la mano y una buena sonrisa, pero el héroe no correspondió. Oliver suspiró notablemente.
―Ahora vengo, quédate aquí ―le ordenó caminando hacia el cobertizo, donde Barry se había adentrado―. ¡No toques el arco!
Morgan arrugó la nariz en su dirección y dejó el arma en el suelo de mala gana, mientras los veía adentrarse al cobertizo. Ella realmente no encontraba problema esperando bajo la lluvia, pues como se fue establecido anteriormente, esta era la más suave de las lloviznas. Quiso aprovechar el tiempo para repasar todo lo visto en su entrenamiento, pero su mente divagó inevitablemente. Había estado buscando su oportunidad de retomar la conversación que había tenido con Caitlin en los laboratorios para llevarla a la acción, sin embargo, no muy propio de ella, se había visto acobardándose al último segundo.
Debatió consigo misma mentalmente, convenciéndose de que no había nada que temer. Sería solo una simple cita, eso lo comprendía. No obstante, no paraba de reflexionar sobre las distinciones que había entre Barry y todas las otras personas con las que había salido previamente. Era diferente, por ende provocándole cierta reticencia.
―Le dije a Felicity que no querías mi ayuda ―Fue la voz de Oliver la que logró sacarla de sus pensamientos.
Para su sorpresa, Barry parecía ir de salida.
―¿Sí? Al fin tienes razón en algo.
Verlo solo hizo que su voluntad se sellara, queriendo apresurarse para no cederle tiempo a la duda. Lo haría velozmente, como quitar una bandita: rápido y corto.
―¡Barry, espera! ―exclamó, andando con presura en su dirección. Al verla, el velocista rodó los ojos y siguió caminando, pero ese gesto pasó desapercibido―. Hey, ¿adónde vas?
―Ahora no, Morgan.
―Venía a disculparme, ¿podemos hablar? ―propuso, todavía intentando igualarle el paso.
―No quiero arruinar tu diversión con Oliver, así que no.
Finalmente, ella sucumbió a tomarlo del brazo para frenar sus zancadas y poder mirarlo a los ojos con preocupación. El calor que se había formado en su pecho de la emoción por tomar la iniciativa se hundió con pesadez al reconocer que algo no estaba marchando bien.
―Barr, ¿qué sucede?
Lo que ella no había anticipado era la ola de pensamientos intrusivos que abrumaban a Barry en esos momentos. Había estado evitando enfrentarla, porque no podía escapar el sentimiento de que ella terminaría por protestarle sus errores. Morgan usualmente comentaba sobre la falta de preparación que él demostraba antes de abordar una escena, que era exactamente lo que Oliver se había ocupado de recalcar.
―¿Puedes detenerte? ―espetó con severidad.
Morgan parpadeó confundida.
―¿Disculpa?
―Vamos, no me mires así. ¿Y qué si Prisma se escapó esta vez? Mínimo estuve ahí y no pasará de nuevo.
―Vale, lo siento. La próxima vez nos encargaremos mejor del asunto ―respondió con cautela, extrañada por el tono que había adquirido la conversación.
―Ni te molestes ―bufó con frustración, manteniendo una aguda mirada que disparaba dagas a matar―. ¡No soy un incompetente! Puedo encargarme solo, no te necesito. Ni a ti ni a Oliver.
―Pero... ―quiso confrontarlo ofendida.
―¡Dije que no te necesito! ―recalcó con altanería, interrumpiendo su posible replica.
Morgan se congeló en su lugar, intentando ubicarse en la situación. No comprendía nada. No comprendía por qué le hablaba de esa forma, ni qué había hecho para merecerlo. Las palabras quedaron atoradas en su garganta, viendo como Barry desaparecía usando su velocidad.
―¡Idiota! ―le gritó al aire, reaccionando demasiado tarde.
La lluvia, por más delgada que fuera, ya se había acumulado en los cabellos de la castaña, humedeciéndolo de más. Sus dientes se encajaron en su tembloroso labio inferior, notando lo entumidas que sus manos se tornaban por el frío. Se sentía pisoteada. Era la primera vez que se encontraba en el extremo recibidor del desdén del velocista y no lo disfrutaba ni un poco.
―No lo escuches ―Oliver habló a sus espaldas―. Vámonos, te llevaré a casa.
ϟ
EVIDENTEMENTE BARRY HABÍA SIDO AFECTADO POR PRISMA. Su cuerpo estaba luchando contra el efecto, lo que logró ralentizar su enojo, pero poco a poco se hacía más notorio y fuerte. Habían pedido que Morgan y Oliver lo detuvieran, pero la meta-humana se negó. No quería tener nada que ver con eso y sabía que Arrow se las arreglaría perfectamente solo. Caitlin la mantuvo al tanto a través de mensajes. Al final del día Barry estaba normal de nuevo y Prisma aprisionado. Parecía ser que él tenía razón: no la necesitaba.
En cambio, regresó a casa para furiosamente cocinar la cena más asquerosa posible. Le sirvió como recordatorio mensual de que ella no podía ni hervir agua correctamente. Mínimo pudo desahogar su humillación cortando vegetales en rodajas, imaginando que eran los dedos de Barry. O quizás algo peor y más doloroso.
Tuvo la oportunidad de despedirse de Oliver, Felicity y Diggle antes de que se fueran. Les prometió avisarles si algún día regresaba a Starling City y también prometió mantener la identidad de Arrow secreta.
Cuando la noche se adueñó del escenario, y Morgan quedó escasa de formas en las cuáles ocupar su enfado, la joven terminó sentada en la oscuridad de la cocina. El ventanal frente a ella le regresaba el más agradable panorama de la deslumbrante ciudad, la cual estaba siendo cubierta por pequeñas gotas de lluvia. Se había acomodado sobre su asiento abrazando sus rodillas contra su pecho con una mano y sosteniendo una desmesurada copa de vino con la otra.
Usualmente a esas horas estaría ocupada con Casper, el perrito que había rescatado de la calle, pero eso ya no sería posible. Casper se había recuperado perfectamente después de un par de semanas de usar un adorable yeso. Por el momento se había mantenido bajo los cuidados de Morgan y Nicholas, pero ambos sabían que sería algo temporal. En primera, porque su edificio no aceptaba mascotas. Tan solo se les había concedido una excepción gracias a lo convincente que podría llegar a ser la castaña, pero no era una solución definitiva. En segunda, porque ni Morgan ni Nicholas tenían el tiempo necesario para cuidar de una mascota apropiadamente, por lo que tuvieron que encontrarle un nuevo hogar.
La inevitable separación había llegado, Nicholas se encontraba en esos mismos momentos confiriendo al adorable Casper con su nueva familia. Morgan se sentía como una madre abandonada: la casa silenciosa, un hoyo en el corazón y ese extraño sentimiento de tener el nido vacío. La combinación de todas las circunstancias la tenían sintiéndose deplorablemente.
―¿Qué haces?
La voz de Nicholas causó que Morgan soltara un respingo y diera un pequeño salto en su lugar. Ni siquiera lo había escuchado llegar.
―¡Santo cielo, me asustaste! ―le espetó con una mano en el pecho. Superó su susto inicial al recordar de dónde venía su compañero de piso―. ¿Recibieron bien a Casper?
―Bastante bien. Hicimos una buena elección de familia.
En la oscuridad, Morgan pudo escuchar el titileo de sus llaves siendo guardadas en un cajón, el sonido sordo de su mochila al caer al suelo y sus pasos aproximándose. Una vez más cerca, su silueta fue iluminada por las luces de afuera. Se quitó la chaqueta y la dejó colgada en una de las sillas para después buscar en los gabinetes y sacar una copa. Ella agradeció mentalmente que no disrumpiera su ambiente al evadir exitosamente el interruptor que prendía las luces.
―¿Puedo? ―preguntó señalando la silla a su lado. Morgan asintió mirándolo tomar asiento y servirse el mismo vino que ella tomaba―. Veo que estuviste cocinado. ¿Día largo? ―le preguntó después de dar su primer sorbo.
―Un poco, ¿el tuyo?
El joven dejó salir un profundo suspiro cansino.
―Tuve unos problemas con el padre de Jasmine Colton ―Morgan lo cuestionó con la mirada, pues el hombre era uno de los inversionistas más importantes de Whitmore's Industries―. Terminé con Jasmine hace una semana.
―No sabía que habían regresado.
Él se rio.
―Ya sabes lo que dicen, la tercera es la vencida. No funcionó.
Ella formó un pequeño mohín ante la noticia. Morgan podría ser mayormente despistada en ciertas cosas, pero si algo había notado en su tiempo viviendo con Hunt, era su innegable soledad. A pesar de su carismática fachada, Nicholas era demasiado selectivo con las personas a las que le compartía su tiempo. Era cerrado, siempre cargando una armadura consigo. Cuando se trataba de su ex novia Jasmine, las cosas cambiaban. Era la única persona a la que Nicholas complacía con atesoramiento. A Morgan le disgustaba que él perdiera esa calidez.
―¿Y arreglaste las cosas con el señor Colton? ―Nicholas acercó la copa lentamente a sus labios y le guiñó un ojo. Morgan lo tomó como un sí―. ¿Y estás bien?
―Sí, lo estoy ―respondió banalmente.
―¿Puedo preguntarte algo?
Él se encogió los hombros y asintió.
―Dispara.
―¿Qué te hizo regresar tantas veces a ella? Es decir, no funcionó una vez, ¿por qué intentarlo otras dos veces más?
Él suspiró y desvió su mirada de ella, meditando su respuesta.
―Me ha constado la existencia de personas que te hacen sentir más vivo que otras. Te hacen sentir más real de lo que te sientes lejos de ellos. Jasmine era una de esas personas ―explicó pausadamente, recapitulando su experiencia para ponerla en palabras adecuadas―. De alguna forma ella sabía escucharme, verme y percibirme mejor que cualquier otra persona que conozco. No me sentía auténtico hasta que estaba con ella. Ese tipo de cosas hacen que te aferres a las personas, pero hay cuestiones que simplemente no puedes enmendar y he llegado a la aceptación de eso.
Morgan se mantuvo completamente en silencio, extrañada por la claridad de su respuesta. Le tomó por sorpresa lo mucho que llegaba a comprender sus palabras, aunque conservaba ciertas reservas al respecto.
No muy acostumbrados a mantener conversaciones de sincero peso, Morgan buscó en su mente una forma de disipar la tensión. Cambiar de tema sería adecuado.
―Uh, por cierto. Angelique me pidió que le respondieras los mensajes cuánto antes.
Esto pareció alarmarlo ligeramente.
―Angelique, claro. Lo olvidé completamente ―dijo, palpando sus bolsillos hasta dar con su celular.
Ella le frunció el ceño.
―¿Cómo olvidas responderle a tu jefa?
Él lo descartó negando con los ojos pegados a su celular.
―No son cosas de trabajo. Angelique y yo somos buenos amigos.
Morgan sintió náuseas ante la idea de que ese castaño y su madre estuvieran fomentando una amistad, así que terminó el contenido de su copa de un trago.
El tiempo que pasaron conviviendo se les fue en charlas de motocicletas, comentarios sobre la pésima cena que Morgan había preparado y estrategias para hacer la compra de víveres que requerían. Después de un rato, los alcanzó un sonoro zumbido de parte del Lobby del edificio. Nicholas se ofreció a atender el llamado, dejándola sola nuevamente, hundida en su asiento con cierta amargura hacia su aislación.
―Es para ti, Morgan, lo dejé pasar. ―Después de una pausa agregó―: Iré a tomarme una ducha, ¿sí? Buenas noches.
―¡Buenas noches! ―clamó de regreso.
Seguido de esto, Morgan pudo escuchar sus pisadas al subir las escaleras. Con curiosidad palpable, procedió a guardar su bebida para recibir a su visitante. Ella realmente no estaba previendo la aparición de nadie, menos a esas horas de la noche. Espabiló su estado de estupor echando todo su cabello fuera de su cara, alisandolo con sus manos, mientras escuchaba las puertas de su elevador abrirse de par en par. Finalmente se animó a asomarse fuera de la cocina, solo para encontrarse con Barry Allen de pie en el umbral de su entrada.
El héroe llevaba el cabello visiblemente húmedo, consecuencia de haber estado corriendo bajo la lluvia. Portaba una camisa oscura debajo de un blazer negro, y en sus manos sostenía un pequeño ramo de adorables flores azules llamadas Nomeolvides. Su semblante no comunicaba nada más que arrepentimiento.
La boca de Morgan se secó instantáneamente, al mismo tiempo en el que su corazón se desembocaba dentro de sí con frenesí. Sus puños se cerraron fuertemente a sus costados, cuando eventualmente pudo pronunciar:
―Hola.
―Hola ―respondió simplemente. Se aclaró la garganta con cautela e infló su pecho de aire para reunir coraje―. Morgan, vine a disculparme.
Con una disimulada tensión en su entrecejo, ella negó.
―No estoy de humor. Podemos hablar mañana.
―No me iré de aquí hasta arreglar las cosas ―aseguró e hizo una mueca fingida―. No me obligues a ponerme a cantar. Porque lo haría, Morgan. Me pondré a darte una serenata.
―Tú no vas a darme una...
―Lo haré, te juro que lo haré ―le insistió.
―¡No, Barry, tú...!
―¡OH, MORGAAAN AYN WHITMORE! ―cantó a todo pulmón aguantando las ganas de reír―. ¡PERDONAME POR FAV—!
La meta-humana se precipitó hacia él, alcanzando a aplastar su mano contra su cara. Había ahuecado su mano para cubrir exitosamente sus labios, obligándolo a callarse. Sin poder contenerse más, giró su cabeza para pegar su hombro contra su boca y ahogar su propia risa.
Cuando volvió a alzar la mirada, alcanzó a distinguir el brillo de diversión en los ojos de Barry. Si las flores no habían logrado sacarle una sonrisa, cantar como cantante de ópera seguro lo había logrado.
El héroe no dejaba de complacerse con lo encantadora que se veía Morgan esa noche, cosa que cada vez hacía con más frecuencia. Su remera de seda color dorado con delgados tirantes que recorrían sus hombros resaltaban exquisitamente el tono olivo de su piel. Asimismo, el vino que había estado consumiendo esa velada le había traído enrojecimiento en las mejillas que añadía a su vívida presencia, resaltando aún más el cerúleo de sus ojos. Él se aseguro de captar cada pequeño detalle que apreciaba de su apariencia, logrando aumentar su cariño por ella insoportablemente.
La vio tomar una bocanada de aire que pretendía estabilizar su ataque de risa, recomponiéndola poco a poco. Morgan conectó una mirada de reproche con la del héroe y tomó el ramo azulado para inspeccionarlo, quitando la mano de sobre su boca.
―Las flores están bien ―determinó usando todas sus fuerzas para no sonreír más.
―Vengo a disculparme por todo lo que pasó. Dije muchas estupideces.
―Muchas estupideces, sí. Entiendo que estabas bajo la influencia de Bivolo ―concluyó sin mucha expresión en su rostro. Se dio la vuelta y se dirigió de regreso a la cocina para buscar un florero entre los gabinetes―. Lo entiendo.
Las palabras de la joven no sonaron nada convincentes a los oídos del contrario. Con disfrazada inquietud, el velocista siguió sus pasos de cerca, incapaz de abandonar el asunto y pasar la noche sin que la cuestión estuviera totalmente resuelta.
―Tienes que aceptar mis más sinceras disculpas, fui un completo idiota.
Morgan enarcó una ceja, acomodando las pequeñas flores en un recipiente de cristal.
―Las acepto, Barry. Afortunadamente, ahora sé cómo te sientes con respecto a mí y ya podemos olvidar esto como adultos.
Satisfecha por la apariencia del ramo expandido a las anchas del florero, lo tomó en manos y emprendió camino de regreso al vestíbulo, pasando de largo al velocista. Pretendía acomodar las flores como centro de mesa, pero usando su velocidad, Barry se encargó de la tarea para poder posicionarse justo enfrente de ella, evitando que escapara más de su presencia. La meta-humana inevitablemente se vio aprisionada por sus demandantes ojos verdes y tragó grueso, temiendo que si él insistía, ella terminaría perdonándole lo que fuera.
―Vamos, escúchame un momento. ―Ella asintió tenuemente, dándole la palabra―. Todo lo que dije no tenía nada que ver contigo y todo que ver con mi propia inseguridad. Sigo intentando arreglar las cosas bajo mi propio mando, cuando en realidad te necesito más de lo que podría admitir. Ceder ese tipo de control no es muy sencillo.
Ella mordisqueó el interior de su mejilla con tozudez, reprimiendo las ganas de pasar sus manos por el húmedo cabello que le caía por la frente. Tener esa cálida versión de Barry de regreso disolvía sus aflicciones con reconfortante dulzura. Le era incapaz mantener el recuerdo del Barry enfadado con vida.
―Dime que lo comprendes ―pidió ante su silencio, ladeando la cabeza en busca de su mirada. Una sonrisa se escapó en sus labios, dándole un brillo de sorna―. ¿O quieres que te cante de nuevo?
―¡No, no! Suficiente de eso ―intervino con una corta risa. Inspiró aire llenando su pecho de este e hizo una mueca ladina. Sus palabras había resonado sonoramente dentro de su cabeza—. Sí, lo comprendo. Gracias por venir a disculparte. Si soy sincera, es un alivio.
Esto último lo confesó con una nueva ligereza posada en su pecho. No podía explicar la procedencia de esto, pero el saber que Barry sí la necesitaba la había llenado de una inexplicable oleada de consuelo que mitigó su testaruda angustia. Sin más tapujos la castaña deslizó sus brazos alrededor del cuello del mayor y lo acercó a ella en un gratificante abrazo. Barry se relajó al tacto y pronto se derritió dentro del gesto, rodeándola con firmeza.
―¿Estás bien? ―preguntó con una nueva dulzura en su voz, sintiendo cómo el cabello del contrario humedecía el largo de su mejilla a su cuello, dándole escalofríos.
―Puede que haya recibido un par de buenos golpes de Oliver, pero sí. Estoy bien.
―Me alegro.
—¿Por lo de los golpes o por mi bienestar?
—Un poco de ambos —admitió con una sonrisa.
Se sostuvieron unos momentos más en silencio, dejando que sus anatomías se fundieran unas con otras. Morgan absorbió la humedad y frescura que él había traído consigo de afuera, mientras que Barry disfrutaba de lo cálido y acogedor que resultaba el mantener su cercanía. Los dos parecían muy a su gusto como para advertir la falta de formalismos puestos por sus previos límites.
―¿Hay algo más que quieras decir? ―insinuó la meta-humana en voz baja.
―¿Algo más?
Para su desagrado, Morgan rompió sus posiciones para poder tomar una distancia que les permitiera verse a la cara.
―Sé que has estado intentando invitarme a salir. Bueno, lo sé ahora ―explicó, queriendo ocultar su insistente pudor―. No sé por qué la propuesta me ha estado pasando por encima de la cabeza tantas veces, perdón si te he enloquecido.
Barry no pudo evitar reír cortamente, pasando una mano por su cara con cierta impaciencia.
―¡Al fin! Agotaste todos mis recursos, Morgan, lo digo en serio. Ya no sabía qué más hacer.
Ella se tapó la boca con vergüenza.
—¿Tan mal fue?
Él negó en su consuelo.
—No, no. De hecho, fue mi culpa. Debí de haber sido más claro al respecto, dame otra oportunidad ―replicó, aclarando su garganta sonoramente―. Morgan Whitmore, me preguntaba si te gustaría salir a una cita conmigo. Tú y yo solos, algo de comida, podemos hacer lo que quieras. En una cita. Para ser más específico, quiero realizar una actividad social honrado de tu exclusiva compañía con el objeto de evaluar la idoneidad mutua que...
Morgan echó su cabeza hacia atrás con una carcajada, alzando las manos frente a sí para pedir que se detuviera.
―¡Sí, sí! ¡Ya lo entendí! ―exclamó entre risas. Volvió a contener su respiración con diversión antes de responder―: Antes que nada, quiero que sepas que si vuelves a dejarme con la palabra en la boca, mientras desapareces usando tu velocidad como lo hiciste hoy en el campo de entrenamiento, te freire vivo. Lo digo en serio ―aclaró con severidad, batiendo sus pestañas con un aire falso de inocencia.
—Entendido —asintió transigente.
—Y sobre lo otro... —se tomó una pausa para reflexionar, achicando los ojos en su dirección—. Hay un nuevo lugar de comida tailandesa que me gustaría probar. Está a un par de cuadras de Jitters.
La meta-humana asintió con satisfacción y se impulsó hasta estar sobre las puntas de sus pies para plantar un suave beso en la mejilla del velocista. Sin más que decir, se dio la vuelta para comenzar a ascender la escalinata que conducía al segundo piso del pent-house.
―¡Oye, espera! ―la llamó sonriente en un tono juguetón―. Solo para ser completamente concisos, eso es un rotundo sí, ¿verdad?
Ella rodó ligeramente los ojos.
―¡Sí, Bartholomew! Ahora vete ―le ordenó con una risa antes de desaparecer por el piso superior, dándole a Barry la privacidad necesaria para que pudiera celebrar a sus anchas.
* "Cuanto más dolorosas son las consecuencias de la ira que sus causas."
(n/a) YA LLEGAMOS A 2.3K LEÍDOSSS AAAAAAA. ¡Gracias por su increíble apoyo! Aprecio un chingo todas sus interacciones con esta historia.
5800 PALABRAS, NO AGUANTO. Este capítulo está ridículamente largo y YA LO ODIO AJSJHAJJA. Decidí dejarlo así, porque juro que si lo releía una vez más para editarlo, perdería la cabeza. El nombre del cap. me recuerda a una canción de one direction, so that's cute.
se me hizo extremadamente difícil escribir a Barry molesto con Morgan JAJSJA, pero bueh. Hablo mucho en las n/a, noooo.
btw, me sigo planteando si publicar dos veces a la semana akkskahjas, veamos cómo me siento este miércoles.
¡no olviden votar y comentar, me encantaría escuchar de ustedes!
con muchísimo amorrrrr,
NIAM ROCA
[ editado 8 de diciembre, 2021 ]
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