07. great things together
・:*:・゚☆∥ 07. great things together
❝ I cannot do all the good
that the world needs.
But the world needs all
the good that I can do. ❞ *
—
Jana Stanfield
QUÉ VISTA.
Ajustándose contra su aterciopelado sillón de color blanco, Morgan subió sus piernas contra su pecho y ciñó sus manos alrededor de su taza de té. Podía sentir pequeñas pulsaciones en sus músculos, cada uno de ellos, consecuencia de su extenuante labor física de las últimas semanas. Frente a sus ojos se desplegaba la gran ciudad, tan ajetreada e insomne, pero eternamente pacificadora para la incansable mente de la castaña.
Acababa de pelearse con su compañero de piso, como solían hacer, por lo que las punzadas de enojo aún se reflejaban en su tensa mandíbula. La facilidad en la que Nicholas y Morgan se deslizaban al meollo de una discusión era bastante formidable hasta para ellos. Afortunadamente, cada vez era con menos frecuencia. El vivir juntos les permitía coincidir en pequeños momentos en los que ninguno de los dos se veía con deseo de perturbar la paz que llegar a su temporal hogar les entregaba después de un largo día de trabajo.
Era extraño. Morgan había encontrado un peculiar conforte con Nicholas. Eran contadas las veces en las que ella se permitía explotar su mal genio con una persona por el miedo a disgustarlas. Eso no pasaba con él. Ella podía alzarle la voz, llamarle nombres, hacerle muecas y el circo completo. A cambio, Nicholas podía apretar los puños, rodarle los ojos y desacreditar todas sus ofensas. Minutos después acordaban qué tendrían para cenar y a quién le tocaría lavar los platos con completa naturalidad. Era una anormal libertad, un espacio seguro para que Morgan explotara y que el tiempo continuara con su usual curso sin ninguna severa consecuencia.
Esa noche en específico ella necesitaba la liberación, por lo que agradeció internamente cuando Nicholas la interceptó en la entrada del pent-house para reclamarle su falta de responsabilidad al olvidar pagar la cuota de mantenimiento antes de irse esa mañana. Lo habían discutido un par de minutos como niños pequeños, ninguno usando argumentos realmente buenos. Por último, ella lo amenazó con cocinar la cena, si no la dejaba en paz. En interminable silencio, se prepararon unos tés de manzanilla para la noche y ella decidió ir a refugiarse en su habitación, dejando a Nicholas rebuscando en la alacena por algo de cenar.
Le tomó unos momentos darse cuenta de que ni siquiera hacerle una rabieta a su compañero de piso había ayudado a reducir la opresión en su pecho. Es por eso que se había hecho un nudo en la esquina de su cuarto para observar la escenografía citadina con vivaz nostalgia.
Días atrás habían localizado a una nueva meta-humana. Ex-militar, letal y completamente hermosa, Bette Sans Souci los había sorprendido siendo una bomba humana: todo lo que tocaba, volaba en pedazos en cuestión de segundos. Con ayuda del equipo en S.T.A.R. Labs, pudieron disuadirla de hacer algo de lo que podría arrepentirse después, además de evitar que sus habilidades cayeran en las manos equivocadas. Es decir, que cayeran en las manos del General Eiling, quien guardaba perversos planes para ella.
Fue difícil desde el principio. Morgan había intentado con todas sus fuerzas mantenerse a raya con su participación en el escuadrón protector de Central City. Había dejado claro desde el principio que su objetivo no era ir corriendo por ahí a derrotar el crimen, sino aprender a controlar sus habilidades para no ser un peligro para sí misma y otros, además de concederles información científica con los posibles estudios que decidieran hacer a su costa. Al conocer a Bette, rompió el límite impuesto por ella misma. Se involucró de más.
Ella sabía que una vez terminado su entrenamiento, sus asuntos en los laboratorios estaban acabados y que tendría que regresar a atender el resto de su vida allá afuera. Era algo que había cumplido religiosamente día tras día, sin embargo, con Bette ahí, no tuvo el corazón de dejarla sola. Se había atrevido a entablar una conversación personal con ella, teniendo como objetivo que dejara de sentirse como un bicho raro; o en su defecto, como un bicho raro que no estaba solo. Hasta le había regalado sus guantes favoritos en un intento de hacerla sentir más cómoda. De un momento a otro ya se encontraban unidas por la cadera, juntas de lado a lado, usándose como apoyo emocional.
A pesar de todos sus intentos, asimilar lo que le estaba sucediendo no se convirtió en una tarea más fácil para Bette y ella llevaba razón. No había punto de comparación entre las gestionables habilidades de Morgan y Barry, contra la naturaleza tan destructible de las suyas. Por más optimismo puesto en el futuro de la ex-militar, ninguno de sus planes pudo prever que Bette iría a enfrentar al General Eiling por su cuenta. No solo enfrentarlo: lo mataría.
Barry falló en detenerla. Escuchando desde el Córtex, Morgan testificó el cómo poco después de llegar a la confrontación, Bette fue disparada y murió casi al instante. Dejó de escuchar en ese momento, incapaz de lidiar con la situación en manos. Con lágrimas en los ojos, tuvo que refugiarse en algún lugar privado. Fue posteriormente, cuando se enteró de que el cuerpo de la meta-humana había puesto en peligro a la ciudad entera al activar su propia autodestrucción. Para evitar esto, Barry había completado la impresionante hazaña de correr sobre el agua hasta depositarla tan lejos en el mar que no dañaría a nada ni a nadie. Como era de esperarse, la explosión alcanzó grandes magnitudes, borrando cualquier rastro de lo que una vez fue Bette Sans Souci.
Morgan tenía el corazón roto.
Por más que quisiera desatarse de la ocurrencia y convencerse que no había sido su batalla por pelear, la culpa se había enganchado con acero alrededor de su conciencia. ¿Por qué no habría de adjudicarsele la culpa, cuando ella estuvo ahí, sentada en el Córtex, y a pesar de tener una ventaja biológica sobre los demás, había tomado la deliberada decisión de no involucrarse? ¿Cómo no podría tener una responsabilidad ante los demás, teniendo tantas herramientas en sus manos para hacer una diferencia? Quizás ella no había disparado el arma que había acabado con la vida de Bette, pero aún con sus habilidades no había hecho nada para intentar detenerlo.
Morgan no tenía ningún complejo de heroína, jamás lo había tenido, pero no era completamente insensible e indiferente ante el prójimo.
Después de limpiar las lágrimas de su rostro con el dorso de su mano, tomó un generoso trago de su té, recibiendo en respuesta un sentimiento de calidez que viajó desde su garganta hasta esparcirse por su pecho. Alcanzó su celular, atravesó su larga lista de contactos y marcó el número deseado.
―¿Hola? ―contestó, después de un par de timbres.
―Hola, Barry.
―Morgan, ¿todo bien? ¿Estás bien?
La palpable alarma en su voz la hizo soltar una pequeña risa.
―Tranquilo. No tengo que estar en un peligro inminente para llamarte, solo quería saber si estabas ocupado.
Se le escuchó respirar con alivio y reír por su precipitada reacción.
―Claro. No estoy ocupado, ¿por qué?
Morgan dudó unos segundos en la línea, asegurándose de querer tomar esa importante decisión con ese mal hábito suyo de mordisquearse el labio inferior. Eventualmente, reunió la valentía suficiente.
―¿Puedes venir?
Barry consideró la idea dubitativo. Había tenido un día bastante largo, pero no se animó a negarse. De hecho, el atractivo de la idea creció paulatinamente dentro de sí hasta que casi le hizo ilusión el poder verla antes de dormir.
―Claro, voy enseguida. Central City Inn, ¿verdad?
El corazón de Morgan latió con fuerte voluntad contra sus costillas.
―No, regresé a mi antiguo lugar. Te mandaré la dirección, ¿de acuerdo?
―De acuerdo. Iré rápido.
Morgan rio sin poder evitar encontrar el comentario gracioso.
―Créeme, lo sé.
ϟ
DESPUÉS DE QUE EL ELEVADOR LO SITUARA EN EL ÚLTIMO PISO, Barry se adentró en el vestíbulo del lugar. Ahí fue recibido por una decoración interior bastante moderna e impoluta. Sus pisos daban la apariencia de ser de piedra gris y lisa, extendiéndose hasta la sala de estar que llamaba más la atención con sus majestuosos sillones oscuros. Las esquinas de las estancias eran adornadas con frondosas plantas verdes, contrastando con la monotonía en la gama de color restante. El lugar se caracterizaba por sus grandes espacios, además de sus altos y amplios ventanales que cubrían toda la pared posterior.
Su mirada siguió paseando hasta caer en la cocina que se extendía a su mano derecha. Había un hombre castaño en pijama, recargado en el marco de la entrada de la cocina con un gran bowl de cereal en sus manos. Una pieza de música clásica se escuchaba a un volumen decente, dándole más quietud a la residencia. Barry consideró brevemente haberse equivocado de piso, pero el castaño no parecía sorprendido de verlo.
―¿Vienes con Morgan? ―le preguntó, metiéndose otro bocado de cereal a la boca.
―Hola, sí. Soy Barry. Barry Allen.
Él asintió cortamente, mirándolo de arriba abajo con desinterés.
―Nicholas Hunt ―se presentó en respuesta y señaló las escaleras con un dedo―. Arriba a la derecha. La puerta blanca.
―Gracias.
Barry subió las escaleras indicadas, girando a la derecha y topándose con la mencionada puerta blanca. Dio un par de toques con sus nudillos y esperó hasta que una pequeña voz le indicó que pasara. Al entrar, lo primero en detectar fue el agradable olor a algo parecido a lavanda con más especies, resultado del par de velas aromáticas ahí encendidas. Tenía una pequeña estancia en la entrada con una selección variada de lugares donde sentarse alrededor de una mesita de cristal. Más atrás se presentaba la cama, vasta y majestuosa con una elegante cabecera. Por último, fuera de su vista, estaba el vestidor y el baño. Ni siquiera ahí se exentaba de las altas ventanas que les brindaban una exquisita vista.
Como centro de atención estaba Morgan en un formidable sillón de color crema, hecha un ovillo en medio de todos sus cojines y decoraciones. Lucía unos pantalones para dormir de satín en un tono azul metálico con una playera negra de manga larga evidentemente holgada. Su cabello caía suelto, enmarcando su cara con suavidad. Barry jamás la había visto fuera de sus planeados atuendos, ni en un escenario tan íntimo como en su propia habitación. Le tomó desprevenido lo agradable que fue.
―Hey.
―¡Barry! ―contestó complacida por su llegada, dándole una sonrisa educada―. ¿Quieres algo? ¿Agua, té? ―Él negó sus atenciones con agradecimiento―. Bueno... Perdón por llamar tan tarde, es solo que no he parado de pensar en lo que pasó hoy ―admitió con una voz ligeramente ahogada, obligándola a aclararse la garganta.
Barry metió ambas manos a su chaqueta y ladeó la cabeza, dejando salir un suspiro. Él mismo no le había dado un descanso al tema de Bette. Si él hubiera sido más rápido, más hábil, más meticuloso...
―Quiero que las cosas cambien ―añadió de imprevisto.
―¿Que cambien? ―respondió con confusión.
Morgan frunció los labios y apretó sus piernas contra su pecho con más fuerza, asintiendo con la cabeza. Estiró una de sus manos y palmeó un par de veces en el sillón, invitándolo a sentarse. Barry, aunque lo dudó en un principio, aceptó la invitación y se acomodó a una distancia prudente de su lado.
―Creo que todo este tiempo has tenido razón, pero yo he estado demasiado asustada como para concedertelo ―comenzó a explicar con cautela―. Me dijiste que con mis habilidades podría ayudar a personas de formas en las que antes no podía y no lo he hecho.
―No digas eso ―intervino Barry con una risa ligera―. No sabes lo mucho que has estado ayudando con la investigación de Caitlin, lo que podría ayudar a miles de personas en el futuro. De verdad apreciamos tu cooperación, Morgan. Sabemos que no es fácil.
Ella bufó suavemente ante su intento de amabilidad y le dio media sonrisa.
―Sí, lo sé... Pero estamos hablando de un futuro, quién sabe qué tan lejos sería eso. Quiero comenzar a hablar del presente ―aclaró con paciencia―. Hoy observé cómo arriesgabas tu vida allá afuera desde la seguridad del Córtex. Y-yo... Yo estaba inútilmente sentada, cuando asesinaron a Bette. ―Los ojos de Barry la detallaron con un sútil pesar, intentando descifrar a dónde quería llegar con eso―. Ya no quiero ser esa persona.
―¿Qué es lo que sí quieres? ―atajó con curiosidad.
―Quiero que formemos un equipo. Te quiero ayudar. ―Morgan se apresuró a adelantar sus palabras al ver la instantánea contrariedad en el rostro del velocista―. ¡He estado entrenando diario! He tenido avances, te lo prometo. Puedo con esto, quiero hacerlo, no sabes cuánto. Te sería de mucha utilidad y lo sabes.
Lo vio inspirar con profundidad, apoyando sus codos sobre sus rodillas con semblante pensativo. La castaña lo observaba con expectación, maquinando en su mente más argumentos para convencerlo.
―Acompáñame ―se limitó a decir.
Ella lo miró sin comprender. Cuando Barry le señaló el ventanal con un gesto de la cabeza, se limitó a seguirlo sin rechistar. Acto seguido, ambos se encontraban abrazados por una ráfaga de aire frío, expuesto a la maravillosa vida nocturna en Central City que se presenciaba desde el balcón de su habitación. En silencio absorbieron la vista por un par de momentos, permitiendo que sus cabellos se alborotaran furtivamente por el viento.
Morgan ya se encontraba pegada a la orilla con ambas manos aferradas al barandal. Lo miró por encima de su hombro para seguir sus movimientos, viéndolo acercarse lentamente a ella hasta apoyar su mano izquierda a un lado de la suya con su pecho rozando el hombro izquierdo de la joven.
―¿Ves esto? ―preguntó.
Eso funcionó de recordatorio para que ella se abstuviera de observar el delineado perfil de Barry, regresando a enfocarse a la ciudad que se desplegaba frente a ella. A estas alturas, Morgan prefería asumir que Barry no comprendía lo que causaba su cercanía. La manera en la que él se manejaba a su lado era poco intencional; parecía ser que siempre tenía el control de la situación, pero al mismo tiempo no le molestaba en ceder el mismo. Su serenidad la mantenía en la punta de sus pies.
―¿Ver qué exactamente? ―murmuró, recibiendo un deje ligero de la colonia del castaño.
―Central City. No pudimos ayudar a Bette, pero allá afuera hay muchas personas que nos necesitan. Probablemente no logremos ayudarlas a todas, pero estoy seguro de que lo intentaremos. Creo que seríamos un excelente equipo.
Los ojos de la joven se iluminaron notablemente bajo sus pestañas. Morgan inspiró con fuerza, inevitablemente sintiendo un pinchazo de esperanza crecer en su pecho ante la posibilidad de que hubiera verdad en sus palabras.
―Eres muy bueno para expresarte ―señaló con simpleza, girando su cabeza para escudriñar su expresión. Él asintió y se encogió de hombros―. Gracias.
Tímidamente, la chica colocó una de sus manos sobre el brazo del héroe y lo acarició esperando que le resultara reconfortante. Bajo esas luces, Barry comunicaba grandes oleadas de calidez y confianza, haciendo que Morgan se sintiera afortunada de haberlo encontrado a pesar de las extrañas circunstancias en las que lo hizo. Era bizarro que a sus 14 años ella solía saber los datos más aleatorios y detallados sobre su vida: como que su sabor favorito de jugo era el de uva, que no podía abstenerse de patear roquitas cuando caminaba o que cada que ponía National Geographic para dormir, el sueño le huía y terminaba por verse programas completos. Como un drástico contraste, actualmente ella era demasiado cobarde como para abrazarlo siquiera.
Morgan se preguntó cuándo tendrían la confianza suficiente como para que ella se pudiera burlar de que usaba mallas como traje. Ella no sabía, pero la respuesta era pronto.
ϟ
DESCARGA TRAS DESCARGA, Morgan impactaba un tablero de latón frente a ella, dejando agujeros donde traspasaban sus esferas de energía. Había decidido que si iba a cumplir con su deseo de formar parte oficial del equipo del rayo, entonces tendría que poner más compromiso a sus entrenamientos. Quería practicar la puntería de sus ataques, porque sabía que sin mucha movilidad (mínimo no tanta como Barry), sería recurrente que solo contara con una oportunidad en la cual ser certera.
Dio un suspiro, apenas satisfecha con su trabajo, para después amarrarse el cabello en una coleta baja. Podía sentir un calor picarle en el cuello, uniéndose en una fina capa de sudor que comenzaba a cubrir su cuerpo. Se estaba haciendo hora de que terminara ahí para llegar a dormir a casa, pero no se veía con la voluntad de irse antes de conseguir un lanzamiento perfecto.
―Has mejorado mucho.
Se giró soltando un respingo, encontrándose con el Dr. Wells observándola a un par de metros lejos de ella. Le sorprendía no haber escuchado el deslizar de su silla a sus espaldas. Le dio media sonrisa, queriendo aparentar amabilidad y asintió, asumiendo que lo decía por cortesía.
―Lo intento ―respondió a secas.
Harrison Wells entrecerró los ojos ante el extraño recibimiento de su cumplido. Miró con detenimiento todos los blancos puestos en un tablero lejano a él.
―No deberías perder tanto tiempo en estas cosas ―declaró, cruzando los brazos sobre su pecho.
Morgan ladeó la cabeza, masajeando su cuello.
―¿Estas cosas?
―Cosas como la puntería ―rápido se corrigió, alzando un dedo―: No me malentiendas, la puntería es vital, sí, pero no creo que te des cuenta de lo poderosa que eres. De lo... trivial que te resultará esto algún día.
Era la primera vez que mantenía una conversación a solas con el gran científico, lo que la inquietaba un poco. Su plan siempre había sido mantenerse al margen de la órbita del hombre por cuestiones de desconfianza, pero muy a su pesar lo que decía logró interesarla.
―¿Cómo puede estar tan seguro, cuando el futuro es tan incierto? Mis poderes podrían tener miles de limitantes, aún no lo sabemos.
El hombre soltó una risa complacida que la impaciento solo un poco. Tenía la mirada de una persona que sabía algo que los demás no y ella solo quería que se lo dijera de una buena vez.
―Me tienes verdaderamente intrigado, pero no me adelantaré a mí mismo. Tenemos tiempo.
Ella suspiró profundamente, alcanzando su botella de agua para tomar un trago, mientras ordenaba sus pensamientos. Le daba la impresión de que estaban manejando dos conversaciones completamente diferentes.
―¿Qué es lo que ve en mí exactamente?
―Bueno, te hemos visto trabajar mucho con la electricidad, parece ser el tipo de energía con el que tu cuerpo se siente más cómodo. ―Morgan asintió cortamente, pues él estaba estableciendo lo obvio―. Sin embargo... No creo que tus capacidades terminan ahí. De hecho, estoy seguro de eso. Tu habilidad engloba todo tipo de energía, pero tú ya sabías eso.
Ella evadió su mirada y distraídamente colocó la tapa de regreso a su contenedor de agua, como si eso requiriera su total atención en el momento. No iba a negarse. Dentro de ella sabía que la energía eléctrica no era su límite, pero había tenido miedo de siquiera probarlo.
―Se podría decir.
―Energía cinética, energía potencial, gravitacional, térmica, nuclear... ―se frenó a sí mismo y rio con un brillo hambriento en sus ojos―. La posibilidades son inmensas.
―Las posibilidades son inmensas. ―Ella repitió pensativa. Sentía un fuego en su interior que moría por probarse a sí misma: quería mejorar y exceder en sus capacidades. Sabía que ella podría poner el trabajo, estaba comprometida en hacerlo―. Quiero aprender ahora.
El Dr. Wells rio, complacido con su entusiasmo.
―Paciencia, señorita Whitmore. La ayudaré con gusto, pero por ahora lo mejor sería que vaya a descansar ―sentenció con calma. Ya se disponía a salir de la habitación, cuando se detuvo a sí mismo, volviendo a capturar la atención de la meta-humana―. Créame, usted y yo vamos a lograr muchas cosas increíbles.
Le habían pedido absorber la energía de tantas cosas distintas y explorar todo tipo de propiedades de la electricidad, pero que le pidieran tener paciencia era sin duda lo peor. Lo detuvo antes de que emprendiera su marcha nuevamente.
―Me da miedo que me sobreestime, no estoy buscando decepcionar a nadie.
―Al contrario. Me equivoqué con usted, señorita Whitmore. La subestime erróneamente, pero jamás volveré a cometer la misma equivocación. Confíe en mí.
Su conversación finalizó con esas palabras y el hombre se alejó por donde vino. Morgan no podía explicarlo, pero escucharlo decir tal declaración le había provocado una serie de escalofríos.
* "No puedo hacer todo el bien que el mundo necesita, pero el mundo necesita todo el bien que pueda hacer."
(n/a) BIENVENIDOS A OTRO SÁBADO DE ACTUALIZACIÓN <3
¡Gracias por 920 leídas y 119 votos, me parece una locura! No saben lo mucho que me alegra que formen parte de mi primer obra. TIENEN TODO MI CORAZÓN.
creoooo que este capítulo estuvo un poco meh, sin sazón, pero fue importante en distintos aspectos:
1. Armar bien la relación de Barry y Morgan. Como pueden ver todavía están un poco tiesos lol jajajajas
2. Esa conversación con Dr. Wells uuuh, ¿cosas increíbles juntos? omg jajajaj
IMPORTANTE: He estado pensando en tener dos días a la semana para actualizar (ej. sábado y miércoles), porque ya tengo muchos capítulos escritos, pero no sé. ¿Qué opinan? ¿Les gustaría? Si no, con los sábados de actualización está bien <3
¡no olviden dejar su precioso voto y comentar! ¡cualquier crítica es bien recibida!
les ama y les manda un besazo,
niam roca
[ editado 11 de octubre, 2021. ]
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