06. part of the team
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oprah winfrey
―¿SEGURO DE QUE NO HAY PROBLEMA CON JOE?
―Estoy seguro, tienes todo el espacio para ti. ―Barry aseguró, señalando con su mano toda la cocina frente a ellos―. ¿Para qué dijiste que lo necesitabas?
La cara de Morgan se iluminó con emoción y entrelazó sus manos frente a su pecho.
―Te contaré un secreto.
―¿Un secreto? ―Barry frunció el ceño, tomado desprevenido.
―Un secreto, sí. ¿Listo?
Él asintió, ligeramente satisfecho ante la confianza.
―Claro.
―El cumpleaños de mi mayordomo es mañana. Se llama Northrop, Lewis Northrop. Se le hará un evento privado y él dará la noticia de la llegada de su jubilación, pero nadie sabe. Solo yo ―relató con tranquilidad, examinando la receta que tenía en su celular.
―Vaya. ¿Cuánto tiempo lleva trabajando contigo?
―Casi diez años ―respondió, todavía aparentando estar distraída, pero siendo atrapada por un aguijonazo en el pecho por la nostalgia.
―Wow ―exclamó Barry sin apartar la mirada de su semblante, captando su ligero cambio de energía―. ¿Y cómo te sientes al respecto?
Morgan le dio una mirada rápida de reojo y terminó por suspirar, tamborileando sus dedos en la mesa.
―Mal ―dijo con sorpresiva sinceridad―. Él era mi cómplice en todo. Pero, ¡bien! ―agregó pronto para que sus intenciones no se vieran confundidas―. Se mudará a Escocia con su hijo y su familia, así pasará más tiempo con sus nietos. Será estupendo, estoy muy feliz por él. Por eso le hornearé un pastel, así que... Ajá, eso haré. Será un buen detalle.
Él concordó con ella, acercó una silla a la isla principal de la cocina y se sentó ahí para hacerle compañía. Morgan fue sorprendida por este gesto, sintiendo su estómago removerse en nervios, pues no había contemplado que cocinaría bajo su observación. La inquietaba, porque nunca fue muy buena cocinando. Cada vez se decía que solamente era seguir una receta; haciendo todo al pie de la letra, ¿qué podría salir mal? Asimismo, cada vez todo salía mal.
Pero esta vez era diferente, solo tenía que seguir la receta paso por paso, ¿no? Una vez más, ¿qué podría salir mal? Morgan ya había traído consigo todos los ingredientes que ahora reposaban en la mesa y se encontraba buscando en los taburetes los recipientes que necesitaba. Lo miró de reojo un par de veces más, en caso de que hubiera cambiado de opinión y se hubiera marchado. No fue así.
―Entonces, ¿sigues quedándote en ese hotel?
Ella dio un Mmmh de aprobación, arrodillada frente a una puerta de la alacena, removiendo con cuidado los utensilios de cocina.
―Sí, todavía.
―Pensé que ya tendrías lugar donde quedarte.
Morgan se detuvo en su lugar un segundo y lo miró ladeando la cabeza con un bowl que parecía perfecto en sus manos.
―Pues... Arreglar una de las propiedades de Whitmore's Industries no me pareció muy práctico con un viaje tan corto ―explicó, poniéndose de pie y dejando el bowl en la mesa junto con todo lo demás―. Regresaré a Starling City el fin de semana.
Barry parpadeó varias veces confundido.
―Wow, espera ―alzó sus manos frente a él―, ¿por qué regresarías a Starling City?
Ella se encogió de hombros.
―Me parece lo mejor.
―Pero aquí tienes tu trabajo, ¿no?
―Tenía. ―No quiso explicarle el cómo daba la impresión de que en su ausencia su puesto se había disuelto y que su madre no había dado señales de restaurar las cosas a como eran antes. Hasta ahora solo la había animado a asistir a almuerzos con colegas, entre otros eventos sociales. Nada ejecutivo―. Es complicado. Mi tía me dijo que necesitaban a alguien con experiencia en la compañía en donde trabaja, quizás le dé una oportunidad.
Le apenaba un poco no tener una mejor respuesta y que la que daba sonara tan apagada y poco convincente. No había palabras para explicarle concretamente que la mayoría del tiempo ella no sabía por qué hacía lo que hacía, lo había dejado de saber hace mucho. Desde que su padre había muerto, lo único que Morgan había querido era complacer a Angelique y de alguna forma lograr hacerla feliz, tomando decisiones que eventualmente formaron su vida presente. Sin embargo, cada vez le parecía más insaciable la exigencia de su madre. Estaba algo derrotada y huir a Starling City, antes que enfrentarla, era su primera opción.
Con su velocidad, Barry se trasladó hasta que quedaron prácticamente hombro con hombro, apoyándose de espaldas a la isla de la cocina donde ella estaba maniobrando. Morgan dio un respingo; no estaba acostumbrada a que hiciera eso. Continuó enfocándose en intentar abrir la bolsa de harina en sus manos, dándole su perfil para evadir su mirada una vez más. En su vista periférica pudo alcanzar a identificar como sacudía la cabeza.
―¿Cuál es tu plan?
Ella vertió las tazas de harina indicadas en el recipiente.
―¿Mi plan sobre qué? ―dijo distraída, alcanzando el azúcar.
Él estiró su brazo para toquetear con la punta de sus dedos los aros que seguían descansando en las muñecas de la castaña, neutralizando la parte meta-humana dentro de sí. Ella miró las esposas que se había llevado de S.T.A.R. Labs con una mueca. Ah, su plan sobre eso.
―Oh. Ya veré, supongo.
Azúcar y harina listo. Siguiente, la cocoa.
―¿Habías usado tus poderes antes? ¿Sabes qué puedes hacer?
―No. No tengo idea ―se encogió de hombros para añadir―: Y no tengo mucho interés.
Se detuvo un segundo, después de vaciar las medidas del polvo marrón en la mezcla. Tomó la bolsa de plástico con ambas manos y leyó la etiqueta. Decía cacao. Acababa de echar cacao a la mezcla, en lugar de cocoa. ¿Era tan malo? Morgan lo meditó unos segundos. Eran casi lo mismo, ¿cierto? Solo que el cacao era más amargo... ¿Cierto? Se encogió de hombros y añadió más azúcar.
Eso lo va a contrarrestar, intentó convencerse a sí misma, sabiendo perfectamente que no tenía idea de lo que estaba haciendo.
Polvo para hornear, bicarbonato y una pizca de sal, los ingredientes secos: listos.
―¿Por qué siempre usas guantes?
Morgan suspiró. Su interrogatorio la estaba inquietando. No era usual que alguien preguntara tantas cosas sobre ella.
―Mmmh, ¿por qué no te haces útil y me ayudas a revolver todo esto? ―sugirió, pasándole el bowl con el utensilio correspondiente.
Era una actividad que terminaría en cuestión de segundos, pero Morgan esperó que distrajera su mente.
Él accedió y tomó lo que le tendía en sus manos. Comenzó a remover la mezcla de ingredientes secos distraídamente, enfocando su atención en ella. Ya había notado la resistencia que le ponía a sus cuestionamientos, pero por alguna razón, él no quería dejarlo así.
Morgan tomó un sartén y comenzó a derretir la mantequilla a fuego lento.
Verla tan serena lo turbaba aún más, pues demostraba que daba la decisión por tomada. Morgan no podía irse. Lo dejaría a solas intentando navegar por lo que su vida se estaba convirtiendo después de la explosión del acelerador de partículas y él ya se había hecho demasiadas ilusiones con su nueva presencia. Quería aparentar calma, pero indudablemente había un persistente sentimiento de desesperación que se le desbordaba por la garganta.
―Quédate en Central City ―soltó sin preverlo. La chica se frenó en su lugar con la espátula que estaba usando para remover la mantequilla en manos y lo miró con el ceño fruncido―. Quizás solo un tiempo, no lo sé, pero...
―Barry ―interrumpió, viendo cómo comenzaba a revolver con más velocidad.
―No, escucha, sé que todo esto puede ser aterrador. Literalmente he estado en tu lugar... ―Él no paraba de hablar con nerviosismo. Era como un vómito de palabras que salían y salían de él, que lo incapacitaba de poder escuchar las advertencias de la chica.
―Barry ―repitió con más urgencia, dejando de lado la estufa para caminar hacia él. No sabía qué lo tenía tan alterado, pero debía de detenerse.
―Cisco, Caitlin, el Dr. Wells y yo podemos ayudarte, Morgan...
―¡Barry!
Su mano había trazado círculos con la pala dentro del bowl a una excesiva velocidad, provocando que su contenido saliera disparado en todas direcciones, cubriendolos a ambos de una fina capa de polvo marrón claro. Con sumo cuidado, Morgan se inclinó ligeramente hacia al frente para poder sacudir su cabeza y despejar sus ojos lo mejor que podía.
―Lo siento ―murmuró Barry apenado por haberse dejado llevar.
Ambos se miraron por un par de momentos hasta que el silencio se rompió por una sonora carcajada de parte de Morgan. Barry no tardó en unirse a sus risas tímidamente, dejando el bowl de lado para poder sacudir su ropa con las manos, sin dejar de repetir cuánto lo sentía. Sus risas fueron interrumpidas por el sonido y el humo que comenzaba a soltar la mantequilla en la estufa, quemándose. Barry y Morgan reaccionaron al mismo tiempo, uno más lento que el otro. Él llegó con súper-velocidad a apagar el fuego y ella, que se había precipitado a hacer lo mismo sin verlo venir, terminó chocando con su espalda y cayendo al suelo de sentón. Barry palmeó su frente con la mano extendida y preocupación en sus ojos.
―Joder, perdón ―volvió a disculparse, inclinándose hacia ella para revisar su estado.
Toda la harina que no había terminado en sus caras, ahora llenaba su overol largo de mezclilla y la playera verde claro que llevaba debajo. Estaba sosteniendo su estómago con ambas manos, alzando sus rodillas e intentando apaciguar el dolor que le causaba reír tanto. Barry conservaba la preocupación en su mirada, combinado con la diversión que le contagiaban sus carcajadas. Se había arrodillado a su lado, dudando en si tocarla para ayudarla o no.
―Lo siento, de verdad ―seguía diciéndole torpemente.
Ella intentó recobrar el aliento, aceptando las manos que él le tendía. De un jalón, Barry la ayudó a ponerse de pie y sacudió la harina de sus hombros junto con su cabello.
―Te perdono ―logró decir con una gran sonrisa apaciguándose en su rostro.
Los meta-humanos ahora se veían rodeados por humo, el feo olor de la mantequilla quemada y el desastre de todos los ingredientes secos regados por la cocina, lo que aun así no terminaba calificando como el desastre más grande que Morgan había protagonizado en una cocina. Cayeron en un nuevo silencio, mientras sacudían sus ropas y cabellos entre sí. Con un suspiro más tranquilo, Morgan subió la mirada y se encontró con los ojos verdes de Barry mirándola con extraña profundidad.
―No te vayas a Starling City. Quédate ―insistió.
―¿Por qué?
―Porque esas esposas no son una solución permanente. Porque te podemos ayudar, Morgan, lo digo en serio.
Ella tragó grueso.
―¿Cuál es el atractivo de todo esto? Ellos nos hicieron esto, Barry. ¿Eso no te da mala espina? ―murmuró con genuina curiosidad.
―No seas tan dura con ellos. Todos perdieron algo esa noche, créeme. ―Barry tomó aire y bajó la vista a sus pies en un semblante pensativo―. Ellos cuidaron de mí los meses que estuve en coma. Confío en ellos, de verdad.
―¿Tú quieres que regrese para que experimenten en mí? No lo entiendo.
―No es solo eso. S.T.A.R. Labs fue causante de todo esto, sí, pero han estado remediando las consecuencias negativas con mi ayuda. Tenerte con nosotros sería estupendo, Morgan. No solo te pondría a salvo de los posibles peligros que conlleva dejarte sola a descubrir tus nuevas habilidades, sino que también te daría la oportunidad de ayudar a las personas de formas que antes no podías.
Ayudar a las personas. Morgan bajó la vista y rascó distraídamente las costuras de sus guantes con duda. Había algo en Barry, algo especial. Se mostraba en cómo le brillaban los ojos al hablar y el cómo portaba su persona. Él era un héroe de pies a cabeza y Morgan no sabía si podría igualarle el paso. Era demasiado.
―Barry, mírame. No puedo ni siquiera cuidar de mantequilla en un sartén, ¿cómo podría cuidar de Central City? No soy lo que quieren que sea. Y las esposas no son tan incómodas como parecen...
―Pero sí lo eres. Lo sé. ―Morgan desvió la mirada con una mueca, sabiendo que no lo dejaría ir pronto―. Ve a S.T.A.R. Labs esta tarde. Deja que hagan un par de pruebas, que hablen contigo. Solo dales una oportunidad, ¿sí?
¿Cómo decirle que no a Barry Allen y a su palpable optimismo? Por más recelosa que se mostraba a la idea, no quería defraudarlo.
―Está bien. Iré ―asintió, cediendo.
La sonrisa que se formó en la cara del velocista fue suficiente para quitar el peso de sus hombros. Ambos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta principal de la casa abriéndose.
―¿Qué demonios pasó aquí? ―exclamó el detective Joe West, presenciando el desastre en su hogar.
―¡Joe, hola! Perdón, todo esto es mi culpa ―apresuró a dar un paso adelante, avivando su arrepentimiento.
―Estábamos a punto de recoger todo ―añadió Morgan, sintiendo sus mejillas calentarse.
El hombre los miró de arriba abajo y no pudo evitar soltar una risa.
―¿Qué sucedió aquí? ―preguntó con más calma y burla en su voz.
―Le pedí a Barry que me dejara usar la cocina para hornearle un pastel a mi mayordomo, porque su cumpleaños es mañana ―comenzó a explicarse rápidamente, viendo a un borrón rodearla de lado a lado. Era Barry recogiendo todo su desorden usando su súper velocidad―. Barry revolvió algo demasiado rápido, yo olvidé la mantequilla al fuego... ―continuó ayudándose de sus ademanes, pero su historia perdía relevancia poco a poco con Barry eliminando cualquier evidencia de que todo eso había sucedido. Se frenó al terminar y se paró a un lado de ella con las manos enlazadas detrás de su espalda―. Y bueno... Sí.
Los dos le sonrieron al hombre con inocencia, la cocina ahora impecable.
―Ya veo ―carraspeó, dejando su saco en el sillón de la entrada y comenzó a remangarse la camisa―. ¿Pastel dijiste?
Ella asintió.
―Sí, de chocolate. Morgan Whitmore, un gusto.
―Joe West. ―Se tomó un segundo para volver a inspeccionarlos juntos, antes de añadir―: ¿Sabes quién hacía un gran pastel? La abuela Esther. Déjame ver tus ingredientes.
Y así, regresaron a poner manos a la obra.
ϟ
―¿TODO LISTO, MORGAN? ―preguntó Cisco a través de un megáfono que hizo que su voz resonara en las cuatro paredes del lugar.
La mencionada asintió con una sonrisa y levantó sus pulgares.
Morgan había decidido confiar en las palabras de Barry, pero no solamente porque él era un orador bien dotado; sus esposas se habían averiado o eso imaginó, pues de un momento a otro dejaron de funcionar. Creyó que no sería muy importante, pero inevitablemente trajo una serie de incomodidades consigo que ella no sabía atender. Optó por no ser muy cabezota y aparecer la mañana siguiente en los laboratorios. Después de un par de cuestionarios y estudios, se le había acomodado una sala temporal en el ala oeste del edificio. Era un lugar espacioso con distintos tipos de equipamientos que por el momento no tenían mucha explicación. En la parte alta y trasera del lugar había una cabina que debía tener acceso visual a todo el espacio. Adentro se tenía una mesa de control bajo el manejo de Cisco y Caitlin, protegida por un grueso cristal.
―Esperaremos solo un poco más antes de empezar ―anunció Caitlin, revisando sus datos por segunda vez.
En ese momento y sin previo aviso, la imagen del Doctor Harrison Wells se hizo presente en la pequeña cabina. Venía en una silla de ruedas con ese semblante calculador que lo caracterizaba. Morgan tragó grueso ante su presencia, extrañamente intimidante. Sabía que tarde o temprano lo conocería, pero eso no lo hacía menos impactante. Por muchos años ella había sido gran admiradora de su trabajo; jamás imaginó que llegaría a resentirlo por la misma razón.
―Morgan, este es el...
―Dr. Harrison Wells ―interrumpió a Cisco con una pequeña sonrisa educada―. Lo sé.
―Señorita Whitmore, es un gusto. ―El Dr. se había desplazado frente al megáfono, posicionándose en medio de Cisco y Caitlin―. Me dijeron que había tenido un problema con sus esposas.
Ella asintió.
―Creo que se les agotó la batería. Desperté y habían dejado de funcionar.
Cisco apagó el megáfono para hablar sin que Morgan pudiera escuchar.
―Las esposas tenían una vida de 144 horas, apróximadamente ―explicó manteniendo una sonrisa prefabricada para la meta-humana en la habitación continúa.
―¿Cuánto tiempo las utilizó? ―preguntó el Doctor Wells.
Caitlin hizo una mueca.
―72 horas.
Cisco prendió el megáfono de nuevo para hablar por él.
―Bien, Morgan, haz lo tuyo.
Haz lo tuyo. No tenía idea de qué significaba eso. Ella ni siquiera sabía qué era lo suyo.
En un gesto nervioso, Morgan rodó sus hombros hacia atrás y comenzó a retirarse los guantes de las manos uno a uno. Con un suspiro, cerró los ojos para sondear sus alrededores. Reconoció cierto sentimiento que le llegaba las veces que sin intención se dejaba ir; era un cosquilleo por las manos, recorriendo partes altas de sus muñecas. Era insistente. Usualmente lo contenía, lo ignoraba, usaba cualquier estrategia para apagarlo, pero sabía que no estaban todos reunidos ahí para verla controlarse. Se tuvo que obligar a relajar sus músculos, siguiendo el hilo invisible de lo que venía después de esa sensación fantasma.
No habría forma de que ella lo supiera, pero el resto de los testigos estaban teniendo una visión bastante interesante. Habían comenzado como sutiles destellos hasta tomar fuerza: pequeñas cargas de electricidad danzaban entre sus dedos. Con un pestañeo, los ojos de la castaña se iluminaron del mismo azul neón que Barry les había descrito previamente.
Su instinto la llevó a juntar ambas manos, como si tuviera un imán en cada palma. Una esfera de llamativo color cerúleo conformó una circunferencia perfecta que no hizo más que ganar poder. Asustada ante el inmensurable crecimiento de sí, Morgan proyectó la energía inconscientemente hacia uno de los barriles de plástico que se encontraban más cerca. El barril salió expulsado con un estruendo, estampandose contra la pared y de vuelta al suelo en un golpe seco. Este rodó un par de segundos hasta dejar expuesto el lado que había recibido el impacto; el plástico se había comenzado a derretir con un agudo siseo en una plasta oscurecida que olía bastante desagradable.
Morgan quedó boquiabierta, petrificada en su lugar, sin poder creer que ella había sido responsable de lo que acababa de pasar.
―¡Joder...!
Eso había sido asombroso.
Las tres personas protegidas en la habitación contigua habían presenciado todo perplejos. Estaba confirmado. El poder de Morgan no consistía en apagar cosas como ella inicialmente había afirmado.
―Parecer ser que ha absorbido la energía de los campos electromagnéticos a los que ha sido expuesta y los ha metabolizado haciendo función de conector ―murmuró el Dr. Wells, dejando fluir sus pensamientos con miles de ideas.
―Eso podría explicar el apagón que causó en el evento de Whitmore's Industries, quizás fue una respuesta defensiva de su cuerpo ―agregó Cisco impresionado antes de volver a hablar al megáfono―. ¡Morgan, a tu lado hay una batería cargada! ¿Crees que podrías absorber su energía?
Esa era una petición que ella nunca hubiera creído recibir.
―Claro ―accedió.
Localizó la batería mencionada y la miró con escepticismo. Frotó sus palmas una contra la otra para alentarse a cumplir la previa petición. Con cautela alzó una de sus manos en dirección a su objetivo y prontamente su palma comenzó a picar en anticipación. Inesperadamente un recorrido fugaz de energía se conectó directamente a ella. Pudo sentir su fortaleza recorrer sus venas con apropiación, entrelazándose debajo de su piel hasta unificarse con su latente vitalidad. Había sido como estrenar un conjunto nuevo de órganos; sus pulmones se abrieron, absorbiendo su bocanada de aire como si fuera la primera vez que lo hacían correctamente y se sintió increíblemente despierta.
Soltó una carcajada de euforia al vaciar la batería en su totalidad y miró a sus tres observantes con entusiasmo. Sus manos habían comenzado a emanar una tenue aura azul de la cual ella no se había percatado.
―¿Cuánto fue eso?
―3600 Ah ―respondió Cisco impresionado―. El ser humano solo puede soportar hasta 250 Ah.
Los tres se miraron entre ellos. ¿Qué más podría hacer?
La sesión que llevaban fue interrumpida por la voz de Lady Gaga cantando Poker Face de Lady Gaga, parte del tono de llamada de la celular de la joven. Ella se disculpó con dificultad, corriendo a alcanzar el pequeño aparato velozmente. Estaba dispuesta a dejar que la llamada entrara a buzón hasta que cayó en cuenta de que era su madre llamando.
―¿Mamá? ―respondió de inmediato.
―¡Hola, cariño! ¿Qué tal todo?
―Bien, todo en orden. ―Acabo de explotar un cilindro de plástico con un rayo de energía que se disparó de mis manos―. ¿Y tú? ¿Qué pasó?
―Recibí la llamada más curiosa de tu tía ―mencionó con una risa que aparentaba sonar despreocupada―. Dijo que todavía no te habías decidido por el puesto que se te fue ofrecido por su compañía en Starling City, quiso preguntarme si sabía algo al respecto.
Morgan soltó una risa semejante a la de su madre, pero con un tono de histeria que ella esperaba que no se hubiera notado. Mordiendo su labio inferior ligeramente, caminó lo más lejos que pudo de Cisco, Caitlin y el Dr. Wells, quienes ya se encontraban discutiendo posibles escenarios, herramientas y experimentos que giraban alrededor de la castaña y sus habilidades.
―Oh, eso. Me lo mencionó y dije que lo pensaría, pero no tomaré el puesto para mí. Le mandaré un par de recomendaciones personales esta noche. ―En ese momento, Morgan agarró firmemente sus ovarios―. El plan es regresar a mi antiguo puesto en Whitmore's Industries lo más pronto posible. ¿Ya lo has notificado? Porque quisiera una oficina en el penúltimo piso.
Se hizo un silencio al otro lado de la línea que duró unos cuantos segundos.
―¿Regresar? ¿No crees que es muy pronto? Nicholas...
Ante la simple mención, ella la interrumpió.
―Vamos, mamá. El accidente fue hace más de nueve meses y estoy bien. Nicholas no puede hacer las cosas como yo, lo sabes. Por algo se hizo el evento para asegurar la confianza de nuestros inversionistas, sus formas son toscas y deficientes.
―Bien. Está bien. ―Morgan se contuvo de mostrar mucha emoción, porque no quería arruinarlo―. ¿Te quedarás en ese hotel o qué harás?
―Estaba pensando regresar a nuestro viejo pent-house.
Su madre lo meditó unos segundos.
―Tendría que llamar al nuevo inquilino. Creo que aceptaría que te quedes, pero no sé qué tanto te gustará la idea.
Eso frenó a Morgan. ¿Aceptar que se quede en su propio pent-house? ¿A qué se refería?
―¿Nuevo inquilino?
―Sí, bueno, lo estoy rentando. ―Antes de que su hija dijera algo más, se corrigió―: Lo estamos rentando.
―¿Por qué querrías que yo comparta vivienda con el extraño al que le rentas el pent-house? ―preguntó desconcertada.
―Oh, pero no es ningún extraño. Estoy segura de que Nicholas dejará que te mudes, será fantástico. Muy conveniente.
La sangre bajó su piel hirvió de pies a cabeza. Todo para Nicholas, todo. Su trabajo, su mérito, su oficina, ¡y ahora su pent-house! ¡No había parte alguna en la vida de Morgan que Nicholas no pudiera infectar con su asquerosa presencia! Todo lo había tenido que compartir bajo su sombra.
Simplemente magnífico.
* "Rodéate solo de personas que te llevarán más alto."
(n/a) HOLA, HOLA, ¡sábado de capítulo! Oigan, neta se mamaron 😭 en el buen sentido 😭
Mi objetivo para febrero era llegar a los 550 leídas y llegamos a los 620 leídas <3 Gracias por todo su apoyo, me alegran la vida. OJALÁ QUE TODO LES SALGA BIEN ESTA SEMANA, RECUERDEN QUE SE MERECEN TODO LO BUENO DEL MUNDO.
¡no olviden votar y dejar su comentario!
ya por fin vimos un poco más de los poderes de Morgan, pero apenas es el inicioooo. Además les di una escena de Barry y Morgan que, en mi opinión, fue muy cute (!!!!).
les amo mucho, ¡nos vemos el siguiente sábado! cuidense mucho y tomen agua,
niam roca
[ editado 06 de octubre, 2021. ]
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