V
El auto avanza suavemente por las calles de Kioto, y el silencio dentro del vehículo es apenas interrumpido por el sonido del motor. T/N, sentada en el asiento trasero, se pierde en la vista que ofrece la ventana. Los edificios antiguos y modernos se mezclan en una danza arquitectónica, y la ciudad, con su aire de historia y cultura, se despliega ante sus ojos como un lienzo en constante movimiento. Sin embargo, lo que más llama su atención no son las personas apresuradas que caminan por las aceras o las tiendas que iluminan las calles, sino las sombras que se aferran a algunos de ellos.
A medida que el auto pasa junto a una parada de autobús, T/N observa a una mujer mayor que espera bajo el refugio de vidrio. Una maldición pequeña, de forma amorfa, se aferra a su hombro, sus ojos brillando con una luz oscura mientras murmura algo inaudible en su oído. La mujer parece ajena a la presencia de la criatura, como si fuera un peso invisible que ha aprendido a ignorar con el tiempo.
Más adelante, un hombre de traje, aparentemente absorto en una conversación telefónica, también lleva una maldición en su hombro. Esta es diferente, más grande y con rasgos más definidos: una figura oscura con largas extremidades que se enroscan alrededor de su cuello, sus ojos rojos centelleando con una intensidad peligrosa. La criatura parece alimentarse de la energía del hombre, haciéndolo parecer más cansado y oprimido con cada paso que da.
— Yaga... — dice de repente, rompiendo la tranquilidad del viaje.
El hombre, que hasta entonces había estado concentrado en su celular, le lanza una mirada rápida por el retrovisor.
— ¿Sí?
— ¿Por qué algunas personas tienen maldiciones y otras no? — pregunta con un tono que mezcla inocencia y una profunda curiosidad.
Yaga se queda en silencio por un momento, reflexionando sobre cómo responder a esa pregunta. La ciudad de Kioto continúa pasando a su alrededor, los templos y santuarios antiguos ofreciendo un contraste con los modernos rascacielos mientras se acercan a la estación del tren bala.
— Bueno, T/N — comienza Yaga, eligiendo sus palabras con cuidado. — Las maldiciones se forman a partir de las emociones negativas de las personas, como el odio, el miedo o el resentimiento. Algunas personas son más susceptibles a ellas por la cantidad de energía maldita que generan, a veces sin siquiera darse cuenta.
T/N escucha atentamente, sus ojos fijos en las calles que pasan rápidamente por la ventana.
— ¿Y cómo se puede saber si una es más fuerte que otra?
— Eso depende de la intensidad de las emociones que la crearon. Cuanto más fuertes sean esos sentimientos, más poderosa será la maldición. Es por eso que algunas personas parecen estar más abrumadas que otras.
El auto se detiene finalmente frente a la estación del tren bala, un impresionante edificio de cristal y acero que refleja el cielo sobre ellos. Yaga sale del auto, agradeciéndole al chofer, y se vuelve hacia T/N extendiéndole la mano.
— No te preocupes demasiado por eso, ¿de acuerdo? — le dice, con una leve sonrisa.
La niña asiente, sale del carro tomando de la mano al hombre y entran al edificio.
La estación de trenes de Kioto es un vasto edificio que combina la modernidad con toques tradicionales. Los techos altos de vidrio permiten que la luz natural inunde el espacio, reflejándose en las superficies de acero y mármol. Los viajeros se mueven con prisa, arrastrando maletas y dirigiéndose a las plataformas que se alinean a lo largo de un amplio pasillo central. A lo lejos, el tren bala se alista para su próximo viaje, su diseño aerodinámico resaltando entre la arquitectura circundante.
T/N y Yaga caminan por el pasillo, buscando un lugar para esperar su tren. Encuentran un banco cerca de una de las plataformas y se sientan, observando el ir y venir de las personas. T/N, aún absorta en sus pensamientos, apenas presta atención al bullicio a su alrededor.
De repente, un alboroto capta su atención. Un hombre de mediana edad, vestido con un traje arrugado, está hablando de manera agresiva con una mujer embarazada. Su tono es autoritario y condescendiente.
— No me importa lo que digas, solo muévete. — espeta el hombre, su voz dura y despectiva.
La mujer retrocede un paso, claramente nerviosa, sus manos protectoras sobre su vientre. Su expresión muestra incomodidad y miedo, pero también resignación, como si estuviera acostumbrada a ese tipo de trato.
— ¿Qué está pasando allí? — pregunta T/N, mirando con curiosidad hacia la escena.
Yaga sigue la dirección de su mirada y su expresión se endurece.
— Parece que ese hombre está molestando a la señora — responde en voz baja. Se pone de pie y agrega —. Iré a ver.
— ¿Puedo ir contigo? — pregunta T/N, ya poniéndose de pie.
— No, espérame aquí ¿De acuerdo? —
Se pone de pie y se acerca al hombre, su voz calmada pero firme.
— Oye, cálmate. No hay necesidad de hablarle así — dice tratando de calmar la situación antes de que escale.
— Largate — replica con arrogancia, cruzando los brazos frente al pecho. — No te metas en asuntos que no te conciernen.
Yaga mantiene su calma, pero sus ojos muestran una chispa de frustración.
— No hagas esto más difícil ¿Ok? Déjala en paz o tendré que responder — dijo serio.
— ¡A mí no me dirás que hacer, imbécil! — el hombre termina empujando a Yaga con fuerza, haciendo que retroceda unos pasos. Esto llama más la atención de las personas, que formaron un círculo alrededor de ellos.
Molesto, Yaga está a punto de responder, pero una voz le interrumpe.
— ¡Basta! Está siendo muy malo — T/N se pone en medio de Yaga y aquel hombre.
— ¿Qué crees que haces, niña? — pregunta el hombre, divertido por lo que considera una intervención ridícula. — Este no es lugar para niñerías.
T/N lo mira directamente a los ojos, su expresión endureciéndose.
— No es correcto lo que está haciendo — dice T/N, su voz firme pero calmada. — Discúlpese con la señora y con el hombre, y de rodillas.
El hombre suelta una carcajada, echando la cabeza hacia atrás. La situación le resulta tan absurda que no puede evitar burlarse.
— ¿Disculparme? ¿Por qué debería? — se burla, sus ojos brillando con una diversión cruel. — ¿Por qué una niñita me lo ordena?
Los ojos de la pequeña se tornan algo serios, pero manteniendo una expresión de supluca en su rostro.
— Discúlpese, ahora, se lo pido —
Los ojos de T/N, que hasta ese momento eran inocentes y suaves, adquieren un brillo dorado, fugaz pero intenso. Al mismo tiempo, los ojos del hombre reflejan ese mismo brillo, y su expresión se transforma de burla a confusión.
De repente, como si una fuerza invisible lo empujara, el hombre se arrodilla frente a T/N. La arrogancia desaparece de su rostro, sustituida por una vergüenza profunda e incontrolable. Sus manos tiemblan mientras se inclina hacia el suelo, sus palabras apenas un murmullo.
— Lo siento... — dice, con la voz quebrada y el rostro enrojecido.
La escena es tan surrealista que incluso Yaga se queda sin palabras por un momento. Observa, asombrado, cómo el hombre se levanta lentamente, su rostro rojo de vergüenza, antes de salir apresuradamente de la estación, sin atreverse a mirar a nadie a los ojos.
La mujer embarazada, sorprendida, pero agradecida, murmura un tímido "gracias" antes de alejarse rápidamente, claramente deseando dejar atrás lo ocurrido.
Yaga se acerca lentamente a T/N, su expresión una mezcla de sorpresa.
— T/N... ¿qué fue eso? — pregunta en voz baja, consciente de que han llamado la atención de algunas personas alrededor.
la niña, aún sorprendida por lo que acaba de ocurrir, solo puede encogerse de hombros.
— No lo sé... — responde en voz baja, su mirada perdida. — Solo... lo pedí.
Yaga, viendo la atención que han atraído, decide actuar rápidamente. Se agacha junto a T/N y, con una suavidad que contrasta con su imponente figura, la toma en sus brazos. La niña se deja abrazar, aún confundida por lo que acaba de suceder. El hombre se pone de pie, mirando a las personas que aún están alrededor, curiosas y susurrando entre ellas.
— No hay nada que ver aquí, todo está bien — dice con firmeza, su voz resonando con autoridad.
Las personas, que hasta ese momento habían estado observando con curiosidad, empiezan a dispersarse lentamente, susurrando entre sí mientras se alejan. Nadie parece querer desafiar a Yaga, y pronto el área alrededor de ellos vuelve a la normalidad.
Justo en ese momento, el tren bala llega a la estación, su llegada anunciada por un suave silbido. Las puertas se abren y los pasajeros comienzan a abordar, ajenos a lo que acaba de ocurrir.
Yaga, aún sosteniendo a T/N en sus brazos, observa el tren por un momento antes de mirar a la niña. Su mente está enredada en pensamientos, en particular, uno que empieza a tomar forma. Lo que acaba de presenciar, la forma en que ella logró controlar al hombre con solo pedirlo... ¿Podría ser que...?
El hombre camina hacia la plataforma, abordan el tren y toman asiento. "Tengo que comprobarlo..." penso justo en el momento en que las puertas del tren se cierran.
Tokyo- 5:00 p.m.
Después de un largo recorrido en tren, finalmente llegan a la ciudad de Tokio. Las luces brillantes y el bullicio de la ciudad contrastan con el silencio tenso que ha reinado en el interior del vagón. T/N se mantiene en silencio, con la cabeza baja, sus pequeños dedos jugando nerviosamente con el borde de su abrigo. Aunque Yaga no ha dicho nada, la niña siente que algo está mal. No puede dejar de pensar que hizo algo malo, pero no entiende qué pudo haber sido.
Al salir de la estación, Ijichi los espera con el auto. La ciudad está llena de vida, pero T/N apenas se da cuenta de su entorno. Su mente sigue atrapada en lo ocurrido en la estación de Kioto, en cómo sus palabras parecieron cambiar la voluntad de aquel hombre. ¿Por qué sucedió eso? ¿Fue culpa suya?
Yaga, por su parte, observa a T/N con preocupación. Durante todo el viaje, ha estado reflexionando sobre lo ocurrido. La posibilidad de que ella ya haya despertado su técnica maldita le intriga ¿Es posible que esto haya estado sucediendo durante más tiempo del que él imaginaba? ¿Acaso la niña lo sabía y no se lo había dicho? Aunque no quiere abrumarla con preguntas, siente que debe entender mejor lo que está ocurriendo.
Una vez en el coche, con Ijichi al volante, el silencio se convierte en una presencia palpable. T/N sigue mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos, mientras las luces de la ciudad pasan rápidamente. Yaga, decidido a comprender más, decide poner a prueba su teoría, aunque con mucho cuidado.
— T/N... — su voz rompe el silencio, calmada y suave. — Sobre lo que pasó en la estación... ¿Sabes por qué el hombre hizo lo que le pediste?
T/N levanta la mirada hacia él, sus ojos grandes y llenos de incertidumbre.
— No lo sé... — responde en un susurro. — Solo... lo pedí. Pero, ¿hice algo mal?
— No, T/N, no hiciste nada malo — asegura, colocando una mano reconfortante sobre su hombro. — Pero necesito saber más. Puede que... tengo el pensamiento de que esa puede ser tu técnica maldita.
— ¿En serio? — dice, tratando de entender.
—Dime ¿Recuerdas si alguna vez, cuando querías algo mucho, eso simplemente sucedió? Sin que tú hicieras nada más que pedirlo. —
La niña se queda pensando unos momentos, hasta que un recuerdo vino a su mente.
— Hoy le pedí a un chef pastelitos para compartir con Satoru. Cuendo el intentó pedirselo, se mostró recio y decidido, pero cuando yo lo intente... solo lo hizo y ya.
— ¿Se lo pediste y te lo dio?
— Si.
— ¿Y sus ojos se volvieron dorados brevemente?
— Si.
Yaga asiente, decidiendo explicarlo de una manera que la niña pueda entender.
— Es posible que cuando dijiste "se lo pido", algo en ti hizo que esa persona sintiera la necesidad de hacer lo que pedías, como si no pudiera evitarlo.
T/N asiente lentamente, pero la duda sigue presente en su expresión.
— ¿Y ahora qué? — pregunta en voz baja.
Yaga se recuesta en su asiento, sus pensamientos aún ocupados en cómo proceder.
— Ahora, quiero probar algo — dice, tomando una pausa antes de continuar. — No te preocupes, solo quiero ver si puedes usar ese poder de nuevo, pero esta vez, de una manera más controlada. ¿Te gustaría intentarlo?
La niña duda por un momento, pero luego asiente, confiando en Yaga. Él sonríe y le da una suave palmadita en la cabeza.
— Bien, cuando estemos en un lugar seguro, intentaremos ver cómo funciona.
Mientras el coche avanza por las calles de Tokio, Yaga sigue inmerso en sus pensamientos, buscando la mejor manera de ayudar a T/N a comprender y controlar su posible técnica maldita. Sin embargo, no tiene que esperar mucho para encontrar una oportunidad adecuada.
A medida que recorren un barrio más tranquilo de la ciudad, observan una escena en una esquina. Una mujer está parado frente a una pequeña peluquería, discutiendo acaloradamente con un empleado que parece estar a punto de cerrar el negocio. La tensión es palpable incluso desde dentro del coche.
— Ijichi, detén el coche — pide Yaga, su voz firme.
Ijichi, sorprendido, frena el auto a un lado de la calle.
— ¿Algo malo? — pregunta Ijichi, preocupado.
— No exactamente — responde Yaga mientras abre la puerta del coche. — Vamos a probar algo.
Yaga baja del coche y toma a T/N de la mano. Ella lo sigue, aún insegura de lo que está a punto de hacer, pero confiando en Yaga. Caminan hacia el grupo de personas, y el ruido de la discusión se hace más claro.
— Señora, se les aviso a nuestros clientes frecuentes que hoy cerraríamos más temprano.
— Escúchame, niño. ¡No me importa la hora, vas a atenderme porque lquiero mi corte pixie ahora! — amenaza la mujer, empujando alt joven contra la pared.
Yaga se agacha junto a T/N, hablando en un susurro.
— T/N, quiero que lo intentes ahora. Pídele que se detenga, pero con la misma intención que usaste antes. Recuerda cómo te sentiste cuando lo hiciste en la estación.
Ella asiente, sintiendo la presión, pero también confiando en Yaga. Da un paso adelante, acercándose a la mujer con una calma sorprendente para su edad. Cuando la mujer se da cuenta de su presencia, la mira con desprecio.
— ¿Y tú quién eres, mocosa? — gruñe, claramente irritada por la interrupción.
— Señora... — empieza T/N, su voz apenas audible al principio.
— Señorita, niña. A mí me respetas.
— Ahmm...Señorita, por favor, deje de gritar y váyase de aquí.
— La que tiene que irse eres tú. ¡Esto no es de tu incumbencía, ahora largate! — le grita enfurecida.
Los ojos de la niña no tardaron en cristalizarse, queriendo llorar. Pero, recordando las palabras de Yaga, respira hondo y vuelve a hablar, esta vez con más firmeza.
— Deje de gritar y váyase de aquí. Se lo pido — dice, sus ojos volviendo a brillar con un tono dorado, aunque ella no se da cuenta.
Por un momento, todo se queda en silencio. La mujer parpadea, como si algo en su mente se hubiera apagado. Luego, casi sin darse cuenta, su postura cambia. Baja los hombros y su rostro se suaviza. Sin decir una palabra más, se gira y empieza a alejarse de la tienda, como si la discusión nunca hubiera ocurrido.
El empleado, atónito, se queda mirando al hombre mientras se aleja, sin entender lo que acaba de suceder. T/N, por su parte, se vuelve hacia Yaga, sus ojos grandes y asustados.
— ¿Lo hice bien? — pregunta, su voz temblorosa.
Yaga la observa con una mezcla de asombro y orgullo. Se acerca a ella y se arrodilla para estar a su altura.
— Lo hiciste muy bien, T/N — le asegura, colocando una mano sobre su hombro. — Lo que acabas de hacer confirma lo que sospechaba. Tienes una técnica maldita, y ahora que lo sabemos, podremos trabajar en ello para que aprendas a controlarla mejor.
T/N asiente, aunque todavía parece un poco sorprendida, por lo que acaba de pasar. Yaga se levanta, tomando su mano con cuidado.
— Ahora volvamos al coche.— la toma de la mano y regresan al auto con Ijichi.
6:00 p.m.
El coche finalmente llega a los terrenos de la Preparatoria de Hechicería de Tokio. El cielo está cubierto de nubes grises, pero el paisaje que los rodea tiene una belleza extraña y etérea. Árboles desnudos se alzan hacia el cielo, sus ramas extendiéndose como dedos esqueléticos, mientras pequeñas plantas luchan por sobrevivir al frío, asomando apenas entre la capa de nieve que cubre el suelo.
Mientras caminan, la mente de T/N no deja de darle vueltas a lo que ocurrió durante el viaje. Aún intenta entender cómo su técnica maldita, ese "encanto" que podía influir en las personas... ¿Podía estar relacionado con lo que podía hacer con las flores? Recordar cómo le pidió al chef que les diera pastelillos, al hombre que se disculpara o la mujer que se calmara, y ver cómo lo hicieron sin cuestionar, la desconcierta. Piensa que lo que ella hacía con las flores siempre había sido suave, tranquila; algo que traía vida, no control cómo ahora. ¿Cómo podía esas dos cosas coexistir en ella?
Se muerde el labio, indecisa sobre si debería mencionarle a Yaga lo que puede hacer. Siente que si se lo dice, podría ayudarla a comprender mejor su poder, pero también teme que no la entienda. Yaga siempre ha sido paciente con ella, pero esto era algo que ni siquiera ella podía comprender del todo. Mientras sigue a Yaga hacia el edificio, la decisión empieza a tomar forma en su mente. No quiere ocultar nada. Quiere mostrarle todo, tal como él siempre ha sido honesto con ella.
Al llegar al patio central, donde un sendero de piedra lleva hacia la entrada principal de la escuela, T/N se detiene. Yaga se da cuenta de que la niña ya no lo sigue y se vuelve a mirarla con una ceja levantada.
— ¿Qué pasa, T/N? — pregunta con suavidad, notando la expresión concentrada en su rostro.
T/N no responde de inmediato. En cambio, baja la mirada hacia el suelo cubierto de nieve y se arrodilla. Con cuidado, coloca sus manos sobre la tierra fría. Siente la conexión con la naturaleza, ese lazo profundo que siempre la ha acompañado. Cierra los ojos por un momento, concentrándose en lo que quiere hacer. Piensa en la vida, en la calidez que hay dentro de ella, incluso en el invierno más frío.
Y entonces, sucede.
Bajo sus manos, el suelo comienza a cambiar. La nieve que cubre la tierra empieza a derretirse suavemente, revelando un verde vibrante que no debería existir en esta época del año. Pequeñas flores invernales, con pétalos blancos y delicados, brotan tímidamente de la tierra, seguidas por otras más grandes y coloridas.
T/N sonríe poco a poco. Ella solo sabía que podía curar las flores marchitas o dañadas, pero esto fue algo distinto, y la llena de emoción. Se para y, riendo de entusiasmo, corre por el camino de la prepa. Sus botas golpeando el suelo en un ritmo alegre.
El frío del invierno parece desvanecerse a medida que la naturaleza responde a su energía, floreciendo en un espectáculo de vida y color. Las plantas trepadoras que bordean el sendero se entrelazan con las enredaderas que se han vuelto más verdes, llenando el aire con una fragancia dulce y fresca. El ambiente alrededor de ellos cambia con la manifestación de su poder. El aire parece volverse un poco más cálido, más acogedor. Es como si la misma naturaleza respondiera a su presencia, floreciendo incluso en la temporada más inhóspita.
El paisaje invernal, que antes era gris y frío, se transforma en un paraíso de flora invernal. Las flores invernales brotan en todo su esplendor, acompañadas de musgo verde que cubre suavemente el suelo y pequeñas plantas que se levantan con fuerza, desafiando el frío.
Yaga la observa, maravillado, mientras el sendero a su alrededor se convierte en un jardín encantado. No puede evitar sonreír al verla tan feliz, tan llena de vida. Cada flor que brota, cada planta que crece, es un testimonio del poder que reside en ella, y Yaga sabe que ha sido testigo de algo extraordinario.
Finalmente, T/N se detiene, respirando con agitación pero con una sonrisa radiante en su rostro. El sendero, que antes era simple y austero, ahora está cubierto de flores, musgo y hojas verdes, creando un contraste impresionante con el entorno invernal. Es un paraíso de flora invernal, un milagro de vida en medio del frío.
Yaga se acerca a ella, aún asombrado por lo que acaba de presenciar.
— Yo... Puedo hacer esto desde hace un año — dice en voz baja, casi como una confesión. —.
— ¿Lo qué hiciste hoy también lo sabías?
— No, ese lo acabo de descubrir hoy.
— ¿Y por qué no dijiste nada? — el hombre la mira con desconcierto.
— No sabía como reaccionarías. Nunca se lo dije a nadie, ni a mi familia, para mí era mi secreto mágico. Así que me quede callada... hasta ahora. — mira al suelo avergonzada, con miedo.
Yaga se arrodilla junto a ella, mirando las flores que han brotado del suelo. Una sonrisa suave cruza su rostro. Con su mano hace que la niña lo vea a los ojos.
— Me alegra que me lo dijeras — le dice con sinceridad y ve el sendero detrás de sí. — Esto... es increíble. No solo eso, sino que también muestra el alcance de tu poder. Esto, junto con lo que vimos antes, es parte de ti.
T/N siente un alivio al escuchar esas palabras. Finalmente, ha mostrado lo que puede hacer, y no es vista con rechazo ni temor. Al contrario, la mira como siempre imagino que sería: comprensión y cariño.
— Entonces... ¿Crees que pueda usar ambos poderes juntos? — pregunta, su voz cargada de esperanza.
— Estoy seguro de que sí — responde Yaga, levantándose y tendiéndole la mano para que ella también se levante. — Pero lo descubriremos con el tiempo.
Con una sonrisa, T/N toma su mano y se levanta, mirando por última vez el sendero florecido. Juntos, continúan su camino hacia el interior de la Preparatoria.
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16 de diciembre
"Noticiero Nocturno - Última Hora"
"Interrumpimos la programación para traerles una noticia de último momento. El renombrado juez Takeo Nishida, conocido por su trabajo en numerosos casos de alto perfil, ha sido encontrado muerto en su residencia en Shinjuku. Según los informes preliminares, el juez Nishida fue asesinado de manera brutal. La policía ha acordonado el área y se ha negado a dar declaraciones oficiales, pero fuentes cercanas a la investigación revelan que la escena del crimen presentaba un símbolo extraño dibujado con sangre en una de las paredes."
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22 de diciembre
"Hace unas horas, el abogado de la estatal, Katsumi Yamamoto, quien había sido recientemente detenido por el asesinato del juez Takeo Nishida, fue encontrado muerto en su oficina. Yamamoto, quien estaba bajo una fuerte custodia, fue hallado colgado, y su oficina mostraba signos de una lucha intensa. Lo que ha captado la atención de los investigadores es que, una vez más, un símbolo extraño fue encontrado dibujado con sangre en la pared."
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3 de enero de 1995
Hoy, el sacerdote Haruto Nakamura y su esposa, Akiko Nakamura, fueron encontrados muertos en su santuario en las afueras de Tokio. Los cuerpos de la pareja presentaban signos de una muerte violenta, y el santuario, que era un lugar de paz y recogimiento, se ha convertido en una escena del crimen espeluznante. En un patrón que ya se ha vuelto trágicamente familiar, un símbolo extraño fue hallado dibujado con sangre en el altar principal. Las autoridades están investigando si este incidente está relacionado con los recientes asesinatos del juez Takeo Nishida y el abogado Katsumi Yamamoto.
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12 de octubre de 1996
"En un desarrollo escalofriante, el periodista de investigación Yuto Tanaka ha sido encontrado muerto en su apartamento en Shinjuku. Tanaka, conocido por su trabajo en casos de accidentes y asesinato, fue hallado en circunstancias violentas. Su apartamento estaba en completo desorden, con muebles volados y documentos esparcidos por el suelo. Tanaka mismo fue encontrado colgado de un candelabro. El simbolo extraño, que ha aparecido en otras escenas del crimen, fue dibujado con sangre en todos los reportes del periodista."
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26 de agosto de 1999
"Un trágico accidente de tráfico en las afueras de Osaka ha cobrado la vida de cinco personas, incluyendo al conocido scritor de terror, Kenji Saito. El accidente ocurrió en una carretera desierta cuando dos vehículos colisionaron violentamente, causando que ambos autos se incendiaron. Los cuerpos de las víctimas, quemados e irreconocibles, fueron encontrados en los restos humeantes de los vehículos. En la escena, la policía encontró el mismo símbolo extraño, dibujado con sangre en uno de los autos. Las investigaciones están en marcha para determinar si hay alguna conexión entre este accidente y las series de muertes violentas que han estado ocurriendo en el país durante los últimos años."
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5 de novimebre del 2000
"Último minuto: El santuario de la familia Matsumoto en Tokio ha sido escenario de otro evento violento y trágico. Los cuerpos del sacerdote Haruto Matsumoto y su esposa, Akiko Matsumoto, fueron encontrados en el interior del santuario en un estado brutal. Ambos fueron descubiertos en el suelo del altar, con signos claros de haber sido atacados con un arma afilada. Las autoridades creen que la pareja se atacó a si misma a muerte dado que no fubo forcamiento a la entrada. Testigos aseguran haber visto a un hombre joven salir corriendo de la escena del crimen jsuto antes de que llegara la policía.
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