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II

Jungkook estaba preocupado.

La última vez que había visto a Taehyung fue hace dos días.

Félix le comentó que había visitado la propiedad de los Kim, y su propósito se vio truncado; el mayordomo le había recibido con la noticia de que Taehyung aún se encontraba indispuesto.

Las mismas palabras que cuando Jungkook probó suerte.

Pero su amigo parecía no querer ver a nadie, y mantenerse solo. A los Jeon les preocupaba que se ahogara en la tristeza de sus lágrimas.

Exactamente hace dos días atrás Taehyung, él, sus amigos y la distinguida burguesía habían presentado sus respetos en el funeral de los señores Kim.

La tragedia había tocado la puerta de la familia de su mejor amigo, y le arrebató a sus padres en un barco que zarpó rumbo al Mar del Norte y nunca más regresaría.

Si la noticia fue un balde helado para los Jeon, podía bien imaginarse el dolor y la pena que sentía en este momento Taehyung.

Durante el funeral tenía los ojos rojos y los labios resecos. Parecía un muñeco de arenilla con la expresión congelada. Fue duro de presenciar.

Aun si no le dirigió la palabra, o le miró una sola vez, Jungkook y los chicos se mantuvieron a su lado como una fuerza de apoyo tácita.

Estuvieron con él hasta que la última rosa blanca fue arrojada y Taehyung fuese llevado de vuelta en su carruaje.

Había sucedido antes, cuando su mascota de compañía, un cachorro de pelaje lacio murió, el entonces pequeño de once años se encerró en sí mismo y su alcoba.

El pelinegro entendió que esa era su manera de afrontar el duelo, aunque no fuese aconsejable. Supo que esta vez le tomaría todavía más tiempo sanar.

El pensamiento de que tal vez nunca lo haga le provocaba insomnio en las noches.

Por eso, se encontró gratamente sorprendido de que Taehyung, con su puño y letra haya enviado una carta pidiendo por su encuentro.

Jungkook revisó el sobre dos veces para ratificar que no era fruto de su imaginación.

Al comprobarlo, atravesó las puertas de la biblioteca en donde se encontraba en medio de sus estudios y se precipitó hacia los establos.


El caballo sorteó cada rama que se interpuso y cada tronco de los árboles elevados. Todo era verde y tierra, con algún que otro animalillo temeroso que huía por el repicar de los cascos.

Jungkook nunca cabalgó tan rápido en su vida.

Taehyung le había escrito en la nota como punto de encuentro el río que ambos ya conocían bien. A pie tomaba una hora completa para llegar a su cause, a caballo se podría reducir esa cifra a la mitad.

Jungkook estuvo seguro de que llegó mucho antes.

Taehyung le esperaba con sus brazos cruzados y mordiéndose los labios. Su cabeza se disparó hacia arriba en cuanto sintió el trote del caballo acercarse.

El pelinegro se bajó de la montura ni bien el caballo hubo disminuido su velocidad.

El menor corrió hacia él y Jeon lo envolvió en un abrazo, lo sostuvo con fuerza contra su pecho, como si por voluntad pudiera borrar sus pesadillas.

"Jungkook..." sollozó su amigo. "M-me duele. Duele mucho"

"Shh. Lo sé, mi amor. Lo sé" acalló con un beso en su sien.

Dejó que Taehyung llorara en su hombro, todo el llanto contenido que no había liberado frente al ataúd de sus padres, dejó que lo enjugara sobre la tela de su saco.

Mientras él no podía hacer más que acariciar su espalda y rodearlo con sus brazos.

Por encima de la cabeza color miel observó el agua tranquila y serena del río. La ironía parecía burlarse del momento.

Taehyung se deshacía en lágrimas con el vigor de alguien que lo ha perdido todo, de quien se encontraba varado en una línea de puntos cardinales sin saber cuál sería su dirección a partir de ahora.

Jungkook tenía la esperanza de hacerle saber que él aún estaba aquí, y no se iría.

Cuando el menor se separó, ya más calmado, dejó un casto beso en los labios opuestos.

"Gracias por venir" murmuró sorbiéndose la nariz.

"Eres un tonto si pensaste que no lo haría" aseveró con suavidad mientras escondía un mechón claro tras su oreja. "No he tenido noticias tuyas por dos días. Mi corazón se saltó un latido cuando recibí tu carta"

Taehyung agachó la cabeza apenado.

"Lo siento" envolvió sus brazos alrededor de sí mismo. "Han pasado cosas, Jungkook. Y... Estoy perdido. Ellos me hicieron firmar un papel y yo no tenía idea. Van a enviarme a Bristol en cuatro días, ni siquiera me dejarán llevar mis pertenencias y yo..."

"Espera, espera" el pelinegro lo sostuvo por sus hombros obligándole a mirarlo. "¿De qué papel hablas? Quién quiere enviarte a Bristol"

"Mi tío" contestó con desaliento. "Me engañó para que firmara unos papeles y le entregué toda mi fortuna. Todo lo que dejaron mis padres lo tomó y quiere deshacerse de mi" comenzó a alterarse una vez más. Con sus manos se aferró a las prendas de su amigo. "Yo no sabía, Jungkook. Él me dijo que mi firma faltaba para formalidades, yo no sabía"

Tragando el nudo que se formó en su garganta, tomó el rostro de Taehyung entre sus manos. Acarició su mejilla, haciendo que el menor ávido de su afecto se inclinase a su tacto.

Jungkook estaba enojado por la maldad de las personas en este mundo, y el alma podrida que había que poseer para aprovecharse de un joven inexperto en su momento más débil.

A pesar de toda la rabia contra Kim Im Kwon, palpó con delicadeza el rostro de su mejor amigo; como la fina y frágil porcelana que era.

"No fue tu culpa, amor" secó una lágrima solitaria que descendió. "Podremos ocuparnos de tu tío luego. Por lo pronto, no irás a ningún lado. El apellido Jeon está para ti, Tae" aseguró estrechando sus cuerpos una vez más. "Yo estoy para ti"

Un suspiro fue la respuesta, antes de enterrar la cara en el lugar entre su cuello y la cabellera negra y cerrar los ojos.

Desearía poder vivir en este espacio por siempre, deseó cubrirse con este abrazo por siempre.

Pero algunos anhelos simplemente no están hechos para ser complacidos.

Taehyung apoyó la barbilla en sus rodillas levantadas.

Parecía un infante desamparado. Esta autocompasión le estaba produciendo arcadas.

Yacía sentado, en medio de la madera añosa y agrietada, con hebras de paja desperdigadas por todo el suelo.

La luz de la luna que se colaba por la ventana más alta era su única fuente de claridad.

Había abandonado su casa, que ya no se sentía como suya. Mucho antes de que las acciones deshonestas del hermano de su padre se la robaran, había dejado de sentirse como un hogar desde la muerte de sus padres.

Ahora no era más que una mansión fría de piedra pulida y decoración valiosa. Él había salido de allí por voluntad propia.

Lo dejó todo atrás, solo trajo consigo sus recuerdos y un arma de caza.

Se había arrastrado hasta aquí, sus pasos no se sintieron tan pesados como su corazón lo hacía.

Había pasado esta tarde con Jungkook, rodeado de su calor hace tan solo unas pocas horas.

No había pedido su presencia para sobrecargarlo con sus problemas familiares. Le había enviado esa carta para tener un último momento con la única persona viva que le importaba en este mundo.

Había tomado una decisión, una empujada por la tierra austera y deprimente en que se había convertido su mente estos últimos días.

Tenía el apoyo de su preciado amigo, pero siendo honestos, Taehyung sabía que en algún punto Jungkook y él tendrían que separarse para armar su futuro. Como heredero de un Ducado, Jungkook tenía muchas más responsabilidades sobre sus hombros que él. No siempre podrían estar pegados de la cadera.

Y él no se creía capaz de afrontar la vida por sí mismo. Ni ahora, ni en diez años más. No veía más que un futuro negro desolado.

Jungkook entendería su decisión.

Con los movimientos pastosos pero decididos, se puso de pie con el arma en mano.

Hacía frío que se colaba por las rendijas de la madera. Había niebla alrededor de las copas de los árboles que eran visibles desde la ventana.

Sin embargo él solo vio la luna, tan sublime y brillante que nadie diría que su luz era prestada.

Colocó el cañón del arma bajo su barbilla y recordó.

El paseo en los hombros de su padre, la canción de cuna que le compuso su madre, las tardes de júbilo que pasó con sus amigos, los chistes malos de Jackson, las muecas agrias de Félix y Jungkook... Su amigo era su vida entera pero ahora la estaba aniquilando.

Antes de dejar espacio a la duda sus dedos se deslizaron.

Y entonces apretó el gatillo.

Ay :⁠'⁠(

Nos leemos el próximo lunes. Espero les haya gustado el capítulo (⁠^⁠^⁠)

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