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No hay ni habrá lógica alguna, que explique los caminos mismos de la vida. Estas rutas, por más simples que sean, sin duda son difíciles o hasta extrañas de entender en su totalidad.
Ya sea gracias al uso del bendito sentido común o, a una tal "gran imaginación" bien guardada bajo la manga; esto, no siempre resulta ser como uno en verdad cree.
Aunque en este caso, era la segunda opción pues, no hay razón posible en la faz de la tierra para creer que el heredero al trono sea un vampiro, ¿verdad?
Es decir, era imposible. Jeongin conocía a Chan desde pequeño, era el único mejor amigo que tenía pese a la diferencia de edad que había entre ambos.
¿Pueden creerlo? Una criatura de la noche, de piel pálida como la porcelana, con una dentadura de colmillos afilados y, como si fuera poco, también es chupa-sangre. ¡Por favor!, es solo un cuento para niños. Un relato sencillo de pura fantasía creado por las madres para asustar a sus hijos y, que así, no hagan más sus travesuras de siempre o siquiera, causen molestia alguna a los vecinos del pueblo.
Min nunca le hizo daño a una mosca, ni siquiera se atrevió a ponerle una mano encima al menor, siempre lo cuidaba de hecho.
Un ser que tiene como debilidad el ajo, la luz brillante del mismo sol y las estacas de madera clavadas directamente en el corazón, por Dios, que miedo tengo querida madre.
Como todos en el reino pensaban, incluso el mismo Jeongin lo hacía, hasta esa noche, claro. La noche del baile real. Donde se nombraba al príncipe como sucesor, por su mayoría de edad.
Fiesta a la que fue invitada la familia Yang, claro. Ya que, por tradición, se convocaba a los familiares y amigos de reinos cercanos, con el objetivo de festejar juntos por el nuevo futuro rey.
(...)
Estaba también la familia Seo, Hwang, los Kim y otros más entre los invitados que reconocieron al llegar. Todos eran de reinos vecinos, por lo que se transportaron en carruaje hacia el palacio. Lugar el cual, se encontraba ahora lleno de caballos pura sangre y gente vestida de lo más elegante posible.
Siguiendo la gran alfombra roja que subía por las escaleras, pasaron las ya abiertas puertas de la entrada, siendo recibidos por un sirviente en el salón principal. Este resplandecía pura luz gracias a los candelabros del techo y paredes.
En el fondo de la habitación había tres tronos, el del medio era el más grande, o al menos así parecía desde lejos.
El ambiente, contaba con música y risas, todo era cálido y alegre, sin duda se respiraba aire de fiesta.
—Damas y caballeros, la familia Yang del reino Spring —exclamó el hombre en voz alta. Los aplausos no tardaron en llegar por eso.
(...)
Ya en sus lugares, observaron uno por uno, los incontables detalles de su alrededor más tranquilamente.
Las mesas redondas, fueron cubiertas todas de un mantel blanco, haciendo juego con las servilletas y platos, claro. En el centro, había flores de todo tipo y las paredes, tenían pinturas de personas desnudas colgadas en ellas. Algunos cuadros más grandes que otros, pero siempre se repetía la misma paleta de colores fríos en esas obras. Cómo si vinieran del mismo artista.
Casi se hundían más profundamente en sus pensamientos, cuando el fuerte sonar de las trompetas los interrumpió.
—Damas y caballeros, la familia real Bang —anunció un guardia mientras hacía un paso al costado y se aproximaban los nombrados.
Sus sonrisas eran igual de grandes que sus coronas, las cuales eran pesadas seguramente. Ambos iban tomados de la mano, mientras saludaban a la multitud.
Todos los presentes se pusieron de pie y aplaudieron al instante eufóricos. Vaya que el pelirrojo había olvidado como era el ruido del bullicio.
—Damas y caballeros, el príncipe y futuro heredero, Bang Chan —acotó nuevamente el mismo guardia.
Los invitados, procedieron a repetir la acción anterior, exceptuando a Yang, claro. Quien, estaba mirando fijamente al de tan conocida cabellera color menta. Estaba sorprendido por lo tanto que había crecido, se veía tan joven y atractivo.
—Cariño, siéntate —susurró Gayoon mientras le hacía una seña con su mano para que bajara.
—Queridos amigos y familiares, antes de cenar quiero proponer un brindis por mi hijo —dijo el rey, tomando su copa en alto para señalarlo con ella—. Larga vida al rey —gritó con la multitud al unísono.
A los pocos segundos, por ambos lados del gran salón, llegaron los meseros con las bandejas de comida. Panza llena, corazón contento ¿no es así?
—Príncipe Yongbok, usted no debería estar aquí —exclamó un hombre de traje negro y camisa blanca, con una mirada seria y tono lascivo.
—¿Perdón? —acotó al instante Yang. Sus puños estaban apretados y su semblante, cambió a uno muy despectivo. En serio estaba enojado.
Jeongin por su parte y buscando respuestas, miró a su madre, quien estaba igual de atónita que él. No estaba seguro, pero quería creer el hecho de que no era nada más que un simple error o broma alguna.
—Joven, debe disculparse con los Yang de inmediato —declaró una voz demandante y masculina, con una mano sobre el hombro ajeno.
En un abrir y cerrar de ojos, los tres miembros de la familia se levantaron de sus asientos llenos de nervios.
El menor no reconoció al sujeto sino hasta que dio media vuelta y vio aquel cabello verde menta frente a él.
Era Chan corrigiendo al mesero, quien hizo varias reverencias mientras se disculpaba avergonzado antes de marcharse veloz.
—Lamento la confusión, amigos míos, disfruten de la velada, por favor —respondió Bang con ambas manos en su pecho, siempre hacia eso cuando pedía perdón. Vaya que todavía era el mismo de siempre.
—Sabía que me odiabas, pero no me esperaba esto —comentó Tae de mala gana, recibiendo un codazo por parte de su madre en el proceso—. Felicidades —repuso luego entre dientes.
—No me invitaste a tu boda, ahora estamos a mano —remató Chan, haciendo que el peliazul, trague sus palabras por completo, mientras apretaba los puños indignado—. Gracias —agregó para luego irse. Sin duda nada había cambiado.
—Yang Yongbok —dijo Gayoon con los brazos cruzados, era momento del sermón maternal.
(...)
La noche avanzaba y el baile no terminaba. Ya era la sexta vez que la gente bailaba la misma canción. Estaba harto, debía hablarle.
—No le dijimos gracias —exclamó Jeongin levantándose del lugar al instante, yendo tras Bang corriendo.
A pesar de escuchar los no como respuesta de su madre y hermano mayor, lo buscó de todas formas, pues sabía dónde encontrarlo.
Atravesó la pista de baile, chocando con algunas personas de camino al segundo piso. Debía disculparse por eso, pero no había tiempo.
La última vez que el pelirrojo vio esas cuatro paredes ajenas, fue cuando era niño.
Chan estaba muy herido, una espada de plata casi atraviesa por completo su pecho. Sus padres lo habían visto, pero ninguno le daba buenas noticias al respecto.
El pequeño Jeongin tenía un nudo mismo en el estómago, no quería perder a su mejor amigo, por lo que las lágrimas, no tardaron en salir y recorrer sus suaves mejillas poco a poco.
Llevaba consigo una rosa blanca, Bang las amaba y quería dársela como muestra de cariño y apoyo.
Subió las escaleras, abrió la puerta y ahí estaba, el joven de cabello menta completamente dormido.
Había recibido instrucciones de no despertarlo, por lo que se acercó a paso lento hacia su amigo.
El torso del mayor estaba desnudo, aunque semicubierto por la gran venda que lo rodeaba.
—La corte de nuestro jardín —anunció como pudo el menor—. Si mi madre se entera, me matará —agregó para soltar una pequeña risa. La voz de su progenitora sonó en su cabeza, le fue inevitable reír.
Al dejar la flor blanca en el pecho del mayor, tocó por accidente una de las espinas, hiriendo entonces su dedo índice y manchando la rosa como consecuencia. Soltó una leve queja y llevo por inercia su dedo a la boca. La mujer sin duda lo mataría ese día.
(...)
Al irse corriendo, nunca supo si Chan mejoró o no. Además, Gayoon decidió enviarlo con su abuela paterna a estudiar en el extranjero. Lugar donde aprendió un nuevo idioma, el saber dominar varias técnicas de pintura, tocar el piano y por supuesto, visitar la tumba de su difunto padre.
Muerto en guerra, sin duda fue todo un héroe, dio la vida por su reino. Los enemigos querían ampliar su territorio.
Vaya giros da la vida, diez años fuera y ahí estaba, dentro de aquella habitación otra vez.
De pronto, el sonido del picaporte se escuchó. La puerta, se había cerrado por su cuenta lentamente. El joven curioso, se encontraba ahora asustado y a su vez, inmóvil. Cómo si, una fuerza mayor a él, le hubiera ordenado eso.
—Innie —dijo el piel pálida al salir de la oscuridad a paso lento, abrazando luego, al menor por la espalda y logrando así, acorralarlo contra el mueble.
Aunque estaban frente a un espejo, este último solo veía su reflejo; por lo que no sabía que decir o hacer al respecto. Ya que aquello significaba una cosa.
El pelirrojo estaba atónito, no solo debía acostumbrarse al apodo, sino también al hecho de que su amigo era un vampiro.
Todas esas historias y rumores eran ciertos, siempre lo fueron. No era nada más que una vil y sucia mentira su amistad y la vida de Bang, eran una farsa por completo. Ahora todo tenía sentido, el cuidarse del sol, aquella vez con la espada, que tonto fue Jeongin.
—Durante tu ausencia, fue difícil encontrar a alguien como tú —agregó el mayor antes de devorar el cuello de su, ahora víctima; haciendo referencia a su particular sangre. Aquella que solo probó a través de la rosa blanca.
Jeongin soltó un gemido fuerte por la acción y sintió como poco a poco, sus fuerzas desaparecían. Intentó gritar, zafarse, pero nada, era inútil, no podía hacer nada más que llorar y llorar.
Era extraño, algo completamente loco y sin precedentes. Aquella persona que nunca en su vida le causó rasguño alguno, ahora le causó daño por primera vez.
El superior se posicionó detrás suyo, dejando apenas unos centímetros entre ambos. Todo esto, mientras besaba los puntos recién hechos, en aquel lugar tan apetecible para él.
Jeongin continuaba en pie como podía, pues sentía a la vez, como se desvanecía casi por completo.
Su amigo algo apresurado y sintiendo los escalofríos instantáneos, decidió seguir adelante.
Con su mano izquierda, sostuvo con fuerza la cintura de Yang, atrayendo así su cuerpo hacía el suyo. Mientras que, con la derecha, comenzó a acariciar lentamente el miembro ajeno.
El pelirrojo no puedo evitar el sollozar más fuerte por ello y gimió por lo bajo al arquear su espalda.
—N-no, Chan... —exclamó como pudo, pidiendo que pare.
Su intento fue en vano, ya había perdido la poca cordura que tenía.
El reflejo de Jeongin en el espejo, con la tenue luz de la luna en su cuerpo, resaltando aquellas gotas de sudor en su frente y su pelo pegado en esta, era arte puro para el piel pálida.
Verlo así, a su total merced y únicamente para él, no era más que un sueño hecho realidad al fin.
Pues a pesar del tiempo que pasó entre ambos, el menor no había cambiado en absolutamente nada. Era el mismo chico de antes. Aquel que siempre lo defendía, el único que nunca le tuvo miedo. Ese el cual, se prometió a sí mismo que sería de su propiedad, solo suyo y de nadie más.
—Me... vengo —anunció Yang ya con ojos rojos. No soportaba más, quería que todo simplemente se acabe de una buena vez.
Al instante, el placer se volvió clímax al cumplirse lo dicho. Logrando así y entonces, según la ya antigua tradición de los primeros vampiros sangre pura, el segundo objetivo de la coronación real, la elección de una pareja.
Gracias por leer. <3
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