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04| ¿Débil?

Su cuerpo sigue ahí, tendido sobre el piso del club nocturno, con una expresión de ira pura. Yo sigo ahí, viéndola, viendo el resultado de mis decisiones.

—Asesino.

Tapo mis oídos ante el susurro fantasmal… Yo no la mate, yo no fui, fue Piero, yo no hice nada… Yo.

—No eres más que una sucia sabandija.

Trago saliva, mi mirada se mueve hacia sus labios, ¿ella acaba de hablar? No, los muertos no pueden hablar… No pueden.

—¡Pequeña, sucia y desgraciada sabandija!

Caigo al piso por la sorpresa. Ella habló, el cadáver está hablando… ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que sigue aquí?

Sus labios se abren, un sin fin de bichos salen de su boca y con rapidez vienen hasta mí… No, no, no, no.

Intento huir, mi cuerpo no reacciona, grito, y al hacerlo mi voz se rompe. Siento las diminutas patas de los bichos, escalar mi cuerpo, sus mordidas, los gritos no salen, el cuerpo no reacciona, no, no… Duele, no quiero acabar así, no quiero… ¡No quiero!

—¡Ya muere!

                    [———————]

El ardor en mi mejilla logra asustarme, yo… ¿No estaba siendo cubierto por bichos? Se estaban metiendo por mi boca, mis oídos, mis ojos… Yo, ¿qué mierda fue eso?

—Reacciona, no es hora de dormir —replica mi acompañante.

Así que, ¿estaba dormido? ¿Solo estaba dormido?

Trago saliva y volteo a ver a mi compañero, de caballera cobriza despeinada, piel pálida, cual fantasma, alto y mucho más viejo que yo, vistiendo un simple, pero elegante traje negro.

—Lo lamento —susurro.

—Cierra la boca y vigila.

Desvío la mirada con rapidez y vuelvo a tomar los binoculares para vigilar bien el barrio de mala muerte donde estoy… ¿Por qué carajos, deje que me arrastrarán a esto?

Massimo se había empeñado en mandarme a hacer otro trabajo, uno más serio e importante; detener a un recién formado cartel de los barrios bajos, ¿por qué tengo que detenerlos? Quien sabe… Aunque la verdadera pregunta es, ¿cómo voy a detenerlos?

Esa pregunta se responde sola y con rapidez, Iván, el hombre de caballera cobriza, es mi compañero esta vez, y para parte de mi horror lleva dos rifles de francotirador. Así que, tendré que matar a alguien… Maldición.

—¿Podrías por cinco minutos concentrarte en lo que hacemos? —replica el hombre.

No respondo. Centro mi vista sobre las humildes fachadas que se alzan en este barrio, yo, nunca creí que existirían barrios como estos en mi país; casas construidas de forma tosca, otras a medio construir, calles en pésimas condiciones, muchos sitios sin luz, callejones dignos de una película de horror… Todo un barrio abandonado por el gobierno.

—¿Qué te pasa mocoso? —pregunta de mala gana.

¿Este tipo puede leer mentes? O ¿Mi expresión lo demuestra todo?

—Nada —miento.

—Eres un mentiroso de mierda — escupe dejando a flote toda su molestia.

Trago saliva, decido callar. Este tipo parece un maldito detector de mentiras, me pone los pelos de punta.

—Déjame adivinar. Un canadiense de ciudad más, disfrutando del clima templado del verano y llevando grandes chaquetas en invierno. Negándose a ver la realidad, lo corrupto que puede llegar a ser el país, ignorando los oscuros secretos de las calles. Eso eres, ¿no es así? Mikey —sentencia con un tono sombrío.

No sé si es su forma de hablar, o su tono, pero sus palabras se sienten jodidamente turbias, no parece que hablara con un humano, más bien parece que hablo con un demonio.

—Tal vez —susurro.

No quiero más silencio, no quiero que siga escudriñando mi ser. Centro toda mi atención en los edificios, Iván suelta un suspiro bastante pesado, pero no me atrevo a verlo, no quiero volver a verlo, deseo que esté trabajo de mierda, terminé y alejarme de esta persona… Este tipo es un verdadero demonio.

                    [———————]

Las horas pasan, la noche llega. Iván no vuelve a dirigirme la palabra, solo para ofrecerme algo de comer que recibo a regañadientes.

Ahora ambos vemos las oscuras calles, ni un alma se atreve a aparecer por aquí…

Varios hombres salen de las humildes moradas, vistiendo simples pantalones cortos y camisas oscuras, llevando bolsos y maletas; pocos segundos después un auto aparca delante de ellos, de el bajan unos cuantos hombres y adolescentes.

De reojo veo como Iván se acomoda, toma mejor el rifle y sin previo aviso apunta a uno de los hombres que sale de la casa; hago lo mismo con mis manos temblorosas, centro mi mirada sobre los recién llegados, estos le entregan un bolso a los dueños de la casa y ellos le dan un maletín… Están comprando drogas.

—Bien, esa es la prueba. Mata al que recibe el dinero, yo mataré el que está a su lado —ordena.

Trago saliva. Matar… Debo matar… Matar a alguien.

—Mikey, concéntrate —gruñe Iván.

Mis manos siguen temblando, siento mi garganta seca.

Matar a otra persona, no indirectamente, debo matar a alguien.

Cierro mis ojos con fuerza. Siento los bichos, escalar por mi cuerpo, sus picadas, oigo sus gritos.

—¡Mocoso de mierda!

Un disparo, dos, y el tercero es mío, un disparo al aire. Me espanto, mis manos tiemblan más que nunca, mi mente actúa a mil por hora, y en menos de un segundo siento el agarre brusco de Iván.

Termino estampado contra el piso, e Iván se oculta a mi lado. Una lluvia de balas rompe el silencio, todas vuelan sobre nuestras cabezas, ¡mierda! ¡Estamos jodidos!

—¡Maldita sea! —grita sin ocultar su rabia y me ve—. ¡Eres jodidamente patético!

Me trago el insulto bien merecido. Las balas cesan, ahora solo se oye un cuchicheo… Es ahora o nunca.

Me arrastro por el piso lo más rápido que puedo hasta las escaleras de emergencia e Iván al verme hace lo mismo.

—Mas te vale tener un plan —replica.

—Lo tengo —suelto confiando. Para convencerme a mí mismo.

Guardo silencio, viendo hacia el callejón, y pocos segundos después aparece un hombre, uno de los que había salido de la casa, uno de los “traficantes”. Camina por el estrecho callejón viendo a todos lados, en total alerta, sin saber que estamos arriba de él.

Veo como sostiene su arma, sus manos no tiemblan, su mente no duda, él está dispuesto a matarnos… Un jadeo escapa de mis labios, siento un ardor fantasmal recorrer mi brazo; tengo miedo, vuelvo a tener miedo de morir.

—¡Vuelve aquí mocoso!

Ese gruñido logra provocarme dolores de cabeza, lo imagino corriendo hacia mí, con sus garras como cuchillos al frente, “la bestia” está por matarme.

Un pequeño grito sale de mis labios, el traficante ve hacia arriba.

La adrenalina me impulsa, me lanzo al vacío. Mis rodillas caen sobre los hombros del traficante, su cuerpo cae; su cabeza golpea contra un pequeño contenedor de basura y escucho su cuello romperse; ambos quedamos en el piso.

Acabo de asesinar a alguien… Yo acabo de asesinar, yo… Yo… Yo lo hice para sobrevivir, si no lo hacía iba a morir, lo hice en defensa propia, lo hice para defenderme… Igual que aquella vez.

—Mikey

No logro responder, solo alzo mi vista para verlo.

—Viene otro —suelta serio, pero en su expresión hay sorpresa.

Mi cuerpo se tensa, con un movimiento rápido me escondo detrás de un pequeño muro. Escucho los pasos, más pesados de lo normal… Pasos de una “bestia”, tapo mi boca para evitar hacer ruido, veo el cuerpo de la persona que acabo de matar, oigo un gruñido, está aquí.

Me pego a la esquina, esperando que “la bestia” no me vea, esta se coloca delante de su compañero fallecido; otro gruñido escapa de sus labios y se pone alerta, me busca con su vista por todos lados, sus “garras” sostienen el arma de fuego con determinación, me va a matar, me quiere matar… Él también.

Pasa muy cerca de mi escondite, pero la oscuridad me arropa, no puede verme; “la bestia” me da la espalda, saca algo de su extraño pelaje, un teléfono y se dispone a marcar, va a llamar al resto, si vienen me jodo, si vienen estoy muerto…

Mi cuerpo se mueve solo, no sé de donde sale la fuerza, pero para cuando lo noto he golpeado a “la bestia”, de un solo golpe he logrado tirarla contra la pared.
Me gruñe con ira, mueve su mano, pero mi cuerpo reacciona más rápido; 1, 2, 3… 6… 10, pierdo la cuenta, solo oigo como mis puños chocan contra su rostro y como su cabeza golpea la pared, siento que algo me salpica tras cada golpe… Y por primera vez en mucho tiempo me siento libre.

—Ba-basta…

El susurro casi inaudible logra asustarme, ¿quién…? ¿Quién acaba de hablar?

Veo mis manos, mis nudillos están cubiertos de sangre, yo… Alzo la vista, las náuseas llegan, retrocedo aterrado de forma torpe hasta alejarme lo más posible del traficante, caigo al piso.

No era “él” no era “la bestia”, era uno de esos traficantes… ¿Qué demonios hice?

No puedo apartar la vista, por más que mi estómago me lo reclama, no puedo; ahí está el traficante, con su rostro desfigurado gracias a los golpes, ahora no es más que una masa amorfa de carne y sangre, y la pared de la cual se apoya está bañada por su propia sangre, yo…

«¿Qué mierda hice…? Dios».

—¡Mikey! —grita Iván.

No sé en qué momento baja, pero está delante de mí, portando un arma entre sus manos; dispara varias veces, no puedo ver bien a donde, pero ahora el caos ha vuelto. Las balas viajan hacia nosotros, Iván responde disparando; veo al pelirrojo sacar algo de sus bolsillos, y sin más lo lanza.

—¡Granada! —gritan nuestros atacantes.

El humo aparece en cuestión de segundos, escucho gritos y tos, una granada lacrimógena.

—Nos vamos —suelta, Iván.

Sin cuidado alguno me levanta del piso por un brazo, y sin más me saca del sitio con brusquedad

«Fallamos, fallé… Volví a hacerlo… Soy un asesino».

                    [———————]

Perdimos. No sabemos nada de los traficantes, no pudimos detenerlos, no hicimos más que caos… Y todo es mi culpa. Massimo no parece feliz, Iván tampoco, estoy en problemas, lo sé… Estoy jodido.

Nadie me habla, me han dejado solo en mi miseria, ¿Massimo les ordenó ignorarme? ¿Se prepara para matarme?

Dejo de vagar por la mansión, mi estómago duele, mi cabeza igual; veo mis manos cubiertas de sangre, veo a “la bestia” transformándose en humano, lo masacré… Su susurro lastimero de piedad, lastima mis oídos, su sangre sobre mis nudillos arde, su sangre sobre mi rostro me da la apariencia de otra bestia, de un monstruo…

Mi cuerpo reacciona por sí solo, corro hasta el baño, a duras penas logro quitarme la máscara, y en menos de un segundo vómito, dejo salir el lastimero desayuno de esta mañana, las lágrimas de dolor, la frustración.

Soy patético… Soy tan jodidamente patético. Verme en el espejo solo me provoca náuseas; mi boca abierta intentando tomar grandes bocanadas de aire, mis ojos cristalinos gracias a las lágrimas de dolor al no poder respirar bien, mi rostro lleno de cicatrices…

No, no más. Limpio mis lágrimas, me pongo la máscara para recibir una bocanada de aire fresco, empujo todo el dolor y la lástima al rincón más profundo de mi mente. No puedo seguir así, ya no más.

No puedo seguir pretendiendo que soy normal, ya no lo soy… Ahora soy un Salvatore.

Salgo del baño, oigo por última vez el susurro fantasmal: “basta”. Sí, basta, esto acabó.

Voy directo a donde están Massimo e Iván, preparado para cualquier consecuencia, decidido a cumplir cualquier trabajo.

Siendo un verdadero Salvatore de una vez por todas.

Condenando para siempre mi destino.

Continuará...

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Hasta aquí el capítulo, votar y compartir ayuda mucho, espero que les haya gustado. Y hasta otra.

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