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🍓DOCE🍓


Unas semanas después de la inesperada visita del padre de Jungkook al departamento, algo en su interior lo había estado inquietando. Aunque las palabras de su padre lo habían dejado en un estado de confusión y vulnerabilidad, decidió que, si bien no quería tener una relación cercana con él, era necesario cerrar ese ciclo adecuadamente. Habló con Taehyung, Lisa, y Jennie sobre sus pensamientos, y finalmente decidió dar el paso de encontrarse con su padre en persona, esta vez en términos más controlados.

Llegó el día del encuentro. Taehyung lo acompañó hasta la puerta del apartamento de su padre, pero Jungkook decidió que la conversación la tendría solo. Sus amigas y su novio esperaban en el auto a la vuelta de la esquina, listos para apoyarlo una vez que todo terminara.

Con una profunda respiración, Jungkook tocó la puerta del pequeño y descuidado apartamento de su padre. El sonido de pasos vacilantes llegó desde el interior y, poco después, la puerta se abrió lentamente, revelando a un hombre mayor, algo cansado pero con una expresión menos tensa que la última vez. Su padre lo miró por un momento, como si no pudiera creer que su hijo realmente hubiera venido.

—Jungkook... —murmuró el hombre, dando un paso atrás para permitirle entrar—. No pensé que vendrías.

—Yo tampoco estaba seguro hasta hoy —respondió Jungkook con voz baja, entrando y observando el lugar. Estaba en mejor estado que la última vez que lo había visto, pero todavía mostraba los estragos del tiempo y la falta de cuidado.

Ambos se sentaron en una pequeña mesa del comedor, enfrentándose en silencio durante unos instantes. La tensión era palpable, pero Jungkook sentía una extraña calma, como si finalmente estuviera listo para afrontar todo lo que había pasado.

—He estado pensando en lo que dijiste la última vez que viniste —comenzó Jungkook, entrelazando sus dedos sobre la mesa—. Me dijeron que estás en rehabilitación, que has empezado a entender tus errores.

Su padre asintió lentamente, su rostro mostrando una mezcla de tristeza y arrepentimiento.

—Es cierto. —Su voz era más suave de lo que Jungkook recordaba—. He estado en rehabilitación estos últimos meses. Ha sido difícil, pero estoy empezando a ver las cosas con más claridad... todo lo que te hice pasar, lo mal que te traté. Yo... no tengo excusas, hijo. Solo quiero que sepas que lamento todo lo que te hice.

Jungkook lo observó por un momento, tratando de procesar las palabras que salían de la boca de su padre. Sabía que el camino del arrepentimiento y el perdón no era fácil, pero también sabía que, para avanzar, ambos necesitaban cerrar este capítulo de una forma u otra.

—Sé que no puedo borrar todo lo que pasó —continuó su padre—. No puedo pedirte que me perdones de inmediato, pero estoy dispuesto a trabajar en ello, a hacer las cosas bien si me das una oportunidad.

El corazón de Jungkook se apretó al escuchar eso. No estaba seguro de si su padre comprendía realmente el daño que había causado, pero al menos ahora parecía dispuesto a cambiar. Pero incluso así, Jungkook sabía que había límites.

—No sé si puedo perdonarte completamente —confesó, bajando la mirada hacia sus manos—. Fueron muchos años de dolor y decepción. No solo me lastimaste físicamente, también me hiciste sentir como si no valiera nada. Cuando mamá murió, yo... estaba solo, y cada vez que aparecías, solo empeorabas las cosas.

Su padre cerró los ojos, sintiendo el peso de esas palabras, pero no intentó justificarse. Solo asintió, aceptando la verdad de lo que Jungkook estaba diciendo.

—Lo sé —susurró—. Lo sé, y lo siento. No esperaba que me perdonaras de inmediato, pero quería que supieras que estoy tratando de cambiar. Que estoy dispuesto a hacer lo necesario para que algún día, si es posible, puedas verme de manera diferente.

Jungkook suspiró, sintiendo el peso en su pecho aligerarse un poco. No podía negar que había una parte de él que deseaba que las cosas hubieran sido diferentes, que hubiera tenido un padre presente y amoroso, pero sabía que eso ya no podía cambiar.

—No sé si alguna vez podamos ser cercanos de nuevo —dijo con sinceridad, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de su padre—. Pero te deseo lo mejor. Espero que sigas mejorando en tu rehabilitación, que encuentres la paz que buscas.

Hubo un largo silencio entre los dos, uno que no se sintió incómodo, sino lleno de aceptación. Era como si ambos hubieran llegado a un acuerdo tácito, un entendimiento mutuo de que el pasado no podía cambiarse, pero el futuro podía construirse de una manera diferente.

—Gracias, Jungkook —dijo su padre con un susurro quebrado—. Eso es más de lo que merezco, pero lo agradezco.

Jungkook asintió, sintiendo que ya no quedaba más por decir. Se levantó lentamente de la silla, sintiendo una extraña sensación de alivio al hacerlo. No era el final que había esperado, pero era el cierre que necesitaba.

—Cuídate —fue lo último que dijo antes de dirigirse hacia la puerta.

Su padre solo asintió, observándolo salir con una mezcla de tristeza y gratitud en los ojos. Cuando la puerta se cerró detrás de Jungkook, el joven sintió como si una gran carga hubiera sido levantada de sus hombros.

Apenas salió del edificio, vio el auto de Lisa estacionado en la esquina, y al acercarse, vio las caras preocupadas de Taehyung, Lisa, y Jennie a través de la ventana. Taehyung fue el primero en salir del auto, corriendo hacia él y envolviéndolo en un abrazo firme.

— ¿Estás bien? —preguntó Tae, su voz suave pero llena de preocupación.

Jungkook asintió lentamente, sintiendo el calor y el consuelo que le ofrecía el abrazo de su novio. Jennie y Lisa se unieron poco después, rodeándolo en un círculo de apoyo silencioso.

—Sí... estoy bien —murmuró Jungkook, permitiéndose por primera vez en mucho tiempo sentir que todo estaba, de alguna manera, en su lugar—. Creo que necesitaba esto.

Lisa le dio una palmada en el hombro con una sonrisa tranquilizadora.

—Lo hiciste increíble, Kookie. Estamos orgullosas de ti.

Jennie asintió, mientras Taehyung se inclinaba para dejar un beso suave en la frente de Jungkook.

—Estamos todos contigo —le susurró Tae, entrelazando sus dedos con los de Jungkook.

El grupo se quedó en silencio por unos momentos más, abrazándolo y brindándole todo el apoyo que necesitaba. Y por primera vez en mucho tiempo, Jungkook sintió que, aunque las heridas del pasado aún estaban allí, ya no tenía que enfrentarlas solo.

De camino a casa, en el asiento trasero del auto con Taehyung a su lado, Jungkook no pudo evitar perderse en sus pensamientos. Observó el perfil de su novio mientras miraba distraídamente por la ventana, las luces de la ciudad reflejándose en su rostro, dándole un aire casi etéreo. Tae tenía la cabeza apoyada en su hombro, como si ese simple contacto fuera suficiente para que ambos encontraran tranquilidad después de lo vivido.

Jungkook se quedó mirando las suaves mejillas de Taehyung, recordando la primera vez que le había dado aquel apodo de "mejillas de fresa". Cada vez que pensaba en Taehyung, lo hacía con esa sensación cálida, dulce, como la primera mordida de una fresa madura. Tae había sido esa dulzura en su vida, algo tan pequeño al principio, pero que con el tiempo lo había transformado todo.

Su vida antes de Taehyung había sido un cúmulo de dolor, dudas, y un vacío constante que no sabía cómo llenar. Aún cuando sus amigos lo apoyaban, había una parte de él que siempre se sentía desconectada, como si no pudiera permitirse el lujo de ser completamente vulnerable. Pero entonces, Taehyung había aparecido, con su risa fácil, su cariño, y esas mejillas rosadas que tanto adoraba.

Había cambiado todo para él.

Jungkook nunca había imaginado que alguien pudiera hacerlo sentir tan seguro, tan completo. Gracias a Tae, había aprendido a abrirse, a confiar, y lo más importante, a permitirse ser amado de la forma en que merecía. Recordó todas esas mañanas en las que se despertaba con el aroma de fresas en el desayuno que Tae siempre preparaba para él. Recordó sus conversaciones nocturnas, los momentos tranquilos en los que se abrazaban en el sofá después de un día largo, y cómo, a su lado, el mundo parecía un lugar más soportable, más brillante.

Sus manos, aún entrelazadas, le transmitían una sensación de estabilidad que nunca había tenido antes. Jungkook sonrió para sí mismo, sabiendo que no era solo una cuestión de amor romántico; Taehyung había sido el catalizador que lo impulsó a sanar, a enfrentarse a sus miedos, y a reconstruir las partes rotas de su vida. Había sido su pilar silencioso, siempre allí, siempre dispuesto a ofrecer su apoyo sin pedir nada a cambio.

Mientras acariciaba suavemente la mano de Tae, Jungkook supo, sin lugar a dudas, que su vida había cambiado para bien gracias a él. No solo porque lo amaba, sino porque Taehyung le había mostrado una manera diferente de ver el mundo, una donde no tenía que cargar con el peso de todo solo. Le había demostrado que estaba bien ser vulnerable, que estaba bien necesitar a alguien, y que él también merecía ser feliz, tal como era.

Inclinándose suavemente hacia él, Jungkook dejó un beso en la parte superior de su cabeza, llenándose del aroma familiar y reconfortante de su cabello.

—Te amo —murmuró, su voz apenas un susurro.

Taehyung levantó la mirada, sorprendido por la repentina declaración, pero le sonrió con esa calidez que siempre lograba derretir todas las inseguridades de Jungkook.

—Yo también te amo, Kookie —respondió Tae, y esa simple respuesta fue todo lo que Jungkook necesitaba para saber que, a pesar de todo lo que había vivido, finalmente estaba donde debía estar.

Junto a sus mejillas de fresa, en un futuro que se sentía infinitamente más brillante.

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