— Chris... Ábreme — pedía entre llantos —. Lo siento, no quise gritarte... Seré bueno, lo prometo.

Pero esa noche Felix durmió en el jardín. Pues no tenía teléfono y era tarde, no podía ir caminando a ningún lado.

Al día siguiente Chan lo despertó con un beso sobre su frente.

— Perdóname — dice con una voz arrepentida.

Felix no podía saber sí era en serio o tal vez sólo estaba mintiendo.

— Ven, vamos adentro — Chan lo tomó en brazos, como si fuera un bebé. Pero claro, era su bebé.

Una vez dentro, él lo llevó a su habitación y lo recostó sobre la cama. Felix notó que Chan tenía ojeras y sus ojos estaban más rojos que nunca.

— Has llorado — afirmó sin creerlo.

— Pues claro — Chan asiente —. No pude dormir sin tí, no he dejado de llorar — confiesa —. Por favor, no te vayas jamás.

Chan abraza a Felix como sí fuera a perderlo en cualquier momento. Y es que su más grande temor era perder a Felix, que un día él consiguiera a alguien mejor y lo dejase sólo.

Pero Felix está dolido.

— Quita las estúpidas cámaras.

— Lo haré, bebé.

Felix entiende que él que depende del otro aquí no es él, es Chan, y hará que se arrepienta.

Felix se cansó de ser estúpido.