|2| Hojas de otoño
Mirajane x Erza
Temática: Romance otoñal
OS2
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Mirajane se estremeció y no por el viento que abanicaba las ramas de los árboles. Cada vez que pensaba en ello el vello de la nuca se le erizaba. Había sido una mañana clara de un otoño apacible. Era la madrugada de la fiesta y nada turbaba la paz de la colina cubierta de hierba, donde el círculo de piedras permanecía vigilante.
Nada hasta que Erza tocó la gran piedra agrietada y se desvaneció hacia el otro lado del callejón. Aquel día, la tierra pareció desintegrarse bajo sus pies y el aire la arrastró con un rugido que resonó en su cabeza como un cañonazo. Le había cegado una ráfaga de luz a la que siguió una profunda oscuridad.
En un acto reflejo había cogido la mano de Mirajane y la había apretado. Fue como si le tiraran agua helada desde trescientos metros de altura, el vértigo fue tan terrible y la impresión tan intensa que no pudo sentir otra cosa.
Ciega y sorda, privada de sus sentidos, tuvo dos últimos pensamientos: me estoy moviendo -pensó con calma y luego-, no la sueltes.
El sol del amanecer había trazado un brillante camino a través de la grieta por la que había pasado Erza. Cuando finalmente Mirajane levantó la cabeza, el sol del atardecer brillaba con tonos dorados y lavandas detrás de la piedra, negra ahora contra el cielo brillante. La brisa y las leves ráfagas de viento provocaban la lenta caída de las hojas marchitas de los árboles, haciendo de aquel lugar un bello panorama.
Estaba encima de Erza, protegiéndola con su cuerpo. La joven estaba inconsciente pero respiraba, con el rostro terriblemente pálido en contraste con el negro azabache de su cabello. Era inútil intentar arrastrarla hasta el coche. Mirajane, digna mujer y compañera, medía casi metro ochenta, unos centímetros más que Erza.
Se quedó con la cabeza de la joven apoyada sobre sus piernas, tiritando y acariciándole la cara hasta que a la puesta del sol la de cabellos negros abrió los ojos oscuros como aquel cielo y susurró:
-¿Se ha ido?
-Todo ha ido bien -había susurrado Mirajane como respuesta, mientras le
besaba la frente-. Todo ha ido bien, yo te cuidaré.
Y lo decía en serio. Pero ¿cómo? Ya había oscurecido cuando regresó a su habitación. Se quitó la ropa mojada y se quedó desnuda, con la toalla en la mano, contemplando su escritorio y la caja de madera donde guardaba las cartas de Erza. Haría cualquier cosa para evitarle ese dolor. Y haría mucho más para salvarla de la amenaza de este mundo.
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