Un músico adolescente
La música es más que un efecto sonoro, más que ondas viajando para llegar a nuestro canal auditivo, más que un par de dedos rasgando cuerdas o una palma golpeando un trozo de cuero. Es un pedazo de vísceras entregado en cada canción, cada riff. Es una lágrima del espíritu que cae, resbalándose en cada nota hasta tocar otro corazón. Es magia pura.
Nos inspira para crear; influye y acompaña. Nos empuja al límite, nos motiva. Nos recuerda olores, colores, sabores y amores. Nos transporta más allá del tiempo y el espacio, por el universo. Crea otros. Explota dentro de nosotros. Puede ser cruda, ligera, jocosa, pícara, quisquillosa, alegre, triste, melancólica, divertida, suave, caliente, fría.
Jan lo sabía. La había probado desde niño, en su hogar de Virginia. Su madre le había regalado una guitarra acústica para que se distrajera; compensaba su falta de popularidad con un hobbie. No lo dijo nunca, pero fue su escaparate de una familia rota, el divorcio era difícil, pero una solución; mejor que un infierno. Fue entonces que comenzaron horas de aprendizaje, estudiaba notas y sacaba fragmentos de los clásicos. Escuchaba las voces de adolescentes jugando en las calles, aventándose nieve en el invierno y jugando en verano.
Sí, apestaba el hecho de no tener amigos, pero la guitarra lo compensaba en parte. Soñaba con ser el protagonista en un concierto lleno de gente que lo adorara, trapear el escenario con su cuerpo y brincar hacia las personas para que lo carguen, como sus ídolos de Steel Maid. Proviniendo de Elma, un barrio de mierda según sus propias palabras, tendría una buena historia qué contar. ¿Cuándo una estrella había salido de Washington? King y Steel Maid son de Europa.
En la secundaria del pueblo no había nadie que tuviera el gusto ni la habilidad musical para iniciar una banda. ¿Quién daría un bledo por un niño guitarrista en una culicagá escuela de un culicagao barrio? Pero Higgins había dominado al mundo con su guitarra, la banda le quedaba de adorno. Stephanie McFlare, una chica tímida pero con un rostro, al parecer, tallado por los dioses, lo observaba cuando él estaba distraído. Jan no sé daría por vencido y practicaba en un salón desocupado hasta que, sin darse cuenta, Darryl Robinson lo escuchó.
—Oye, negro, tocas bien. Conozco un par de güeyes que tienen una banda. ¿Quieres que les diga? Andaba en busca de un bajista, o guitarrista, una mierda de esa.
—Eh, sí. Carajo, sí.
—Se reúnen en el garage de Martin y la tercera, los jueves por la tarde. Deberías ir un día, se ve que sabes lo que haces.
No había nada qué perder. Chris y Andy Williamson, junto con Russell Vandross, ya tocaban un cover insípido de Smiths, la banda de punk más famosa. Se recargó en la pared, escuchando el riff mal interpretado de la canción más famosa de la agrupación de Londres. En un barrio de mierda, donde ningún sueño se cumple, aún cuando se desee con el corazón y se trabaje hasta el hartazgo. Ahí, en ese pedazo de tierra que Dios no quiere, todos están destinados a fracasar. Ahí, uno más estaba dispuesto a triunfar.
—¿Qué se te perdió, negro?
—Nada. Smiley me dijo de su agrupación y que estaban buscando un bajista.
—Así es, bro. Enséñanos qué es lo que tienes.
Tomó un Jackson JS2 e interpretó medianamente bien un hit de rock de los ochenta. Soñaba bien y decidieron dejarlo para las futuras tocadas, las fiestas de los de preparatoria y una hora de fondeo con música en vivo en un bar de mala muerte; el Alibi, por lo general. Nunca nadie los consideró, siendo unos puertos sintiéndose The zepellins y siendo unos dones nadie, tocando en el garage de sus padres, sin novia. Su vida era peor que su música, que los demás consideraban una basura. Todos, menos Stephanie.
No le gustaba interpretar cualquier canción, se sentía como un simple cassette que reproducía y ya. Quería componer, inventar, crear su música y sacar un disco con canciones. Su ropa reflejaba su alma, su sentir. Jeans rotos, algo guangos; playera negra y deslavada, un montón de pulseras de estambre, pelo largo y sin cuidado, tapándole parcialmente la cara. Estaba creando un estilo, pero no reflejaba lo que interpretaba, temas alegres, de rock and roll alegre y enérgico.
Sus notas no eran sobresalientes. De hecho, todas estaban por debajo de la C; una que otra F invitaba la mala palabra. “Fuck!”, exclamaba al saber del sermón que le esperaba al llegar a casa. Stephanie, inteligente y alta en todas las pruebas, observaba las expresiones pesimistas de Ian y le ofrecía asesoría en casa, para que pudiera corregir y aumentar sus calificaciones.
—Eres muy linda. La verdad, no creo que tenga sentido, soy un caso perdido y no funciono en la escuela. Soy bueno tocando la guitarra, pero nunca seré alguien famoso, importante. Siempre seré un don nadie, porque a nadie le importo.
—A mí me importas. Y deberías pensar en tu futuro. Tocas muy bien la guitarra, pero es muy poco probable que puedas sobresalir y viajar, grabar discos y, en general, ser un rockstar. Deberías tener un plan A y que la guitarra sea tu plan B, pero sólo es un consejo.
Le conmovía que la linda niña se interesará en él. No es que fuera feo; de hecho, tenía un buen perfil para las adolescentes. Sin embargo, él creía que no necesitaba compasión y tampoco que alguien procurara su bienestar, sólo quería divertirse como el adolescente que era, tocar y divertirse en los ensayos, ya que pertenecía a una banda. Yell, representaba el grito de un joven que quiere ser escuchado y que siempre fue callado de niño.
Sólo por ponerse un nombre atractivo. No eran el grito de nada, sólo tocaban covers acartonados, y un joven Ian no pretendía quedarse por mucho. Las navidades las pasaba con su madre, con uno que otro pariente que los visitaba. Todo el día se encerraba y tocaba la guitarra, hasta que era tiempo de la cena y los abrazos. Un pequeño regalo, como camisas de leñador, shampoo para el cabello, o zapatos de vestir. Pequeñas indirectas para el descuidado muchacho.
El fin de la secundaria llegaba, y era tiempo de buscar nuevos rumbos. Todos se formaban las camisetas en señal de amistad e Ian esperaba en una esquina, sólo observando. Smiley le rayoneó su mochila, sin titubear y por sorpresa. Él le regresó el acto en la suya.
—Entonces, ¿Qué tal los ensayos, negro? ¿Encajaste bien en la banda?
—Sí. Ensayamos diario, tocamos algunos viernes. Todo bien con los hermanos.
—Me da gusto escuchar eso, hermano. La verdad, no me gusta el rock, pero esos negros son divertidos. Nos gusta pasear, ir a Aberdeen para dar vueltas por la playa, a veces tocan y me dejan rapear un poco. Es lo que hago. ¿Me sientes?
—Sí, negro. Te entiendo. Ojalá pueda ir un día.
—Bueno, por las vacaciones, me parece que tendrán pensado ir. Ahora que eres el nuevo bajista, deben llevarte. Les preguntaré y ellos te dirán. Te veo luego, negro. Paz.
Una mujer se acerca para firmar su mochila; no podía firmar una playera negra. Él la mira con una sonrisa. Sus facciones son agraciadas y combina con la mueca. Los de el salón de ella se preguntaban por qué lo seguía, si era pandroso, descuidado con su imagen.
—Podrías ser un buen modelo, si te cortaras el cabello y te vistieras bien.
—¿Quitarme mi hermosa cabellera? ¿Dejar de vestir así? Ni en un millón de años. Olvídalo.
—Lo sé. Es parte de tu personalidad. ¿Qué harás para las vacaciones?
—Posiblemente tenga una gira, un par de conciertos.
—¿Tocadas en un bar de cubetones, con pisos sucios y meseros malhumorados? Quiero ir. Probablemente no haga nada las dos primeras semanas de vacaciones, así que quiero escucharte.
Para el fin de semana, tomaron prestado el viejo Gremlin del padre de los hermanos Williamson. Apretados, emprendieron el viaje al NW Passage, en el Aberdeen sureño. Un bar hecho con contenedores, pero que brilla de curioso por dentro. Al llegar, una batería ya se encontraba instalada y una guitarra esperaba recargada en la pared. Al llegar, Chris y Andy saludan a dos jóvenes de su misma edad, aparentemente.
—Éste es Ian, toca con nosotros en el bajo. Ian, ellos son Robert keppler y Ned Jaitovic.
—¿Qué hay?
—Hey, hermano. Mucho gusto, somos de la banda Tantra. Oye, Chris, ¿No tienes un baterista? Sólo somos Ned y yo. Necesitamos a alguien.
—Yo. Si quieren.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro