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Excesos




El triunfo llegó casi inmediatamente. Al parecer a la venta para el público, el disco se agotó a las pocas horas, y la siguiente semana, y lo mismo con el mes. El mundo entero proclamaba a los de Washington, pero a nadie le importó de dónde venían. Eran estadunidenses que cambiaron la forma de hacer música, de expresar su sentir mediante ella y todos querían expresarlo escuchándolos. Era más que la música, era el sentir de todos los jóvenes de la generación “X” en poco más de cuarenta minutos.

La gira comenzó de inmediato. Iniciaron con el génesis del grupo, en el T-Mobile. Todos los jóvenes, de los trece a los treinta y tantos, de los que iniciaron en la música ruidosa a los que habían comenzado con Zikk, esa banda de músicos pintados, Loaded Pistols y demás; todos querían escuchar a los locales. Querían ser parte de la historia.

—¡Joder! Llenamos el estadio.

—Te dije que apenas empezábamos. Seremos unas putas leyendas. Inicia con “Come to me”.

El inicio del concierto fue tranquilo, con esas notas suaves de la guitarra de Karl y los golpes despacios de las baquetas de Mark. Todos comenzaron a berrear de emoción, esperando por el gran éxito que querían escuchar y que inundó, en pocos días, la programación diaria del canal de videos musicales. Dejar lo mejor para el último siempre había funcionado para incrementar el ánimo de los fanáticos. Pero las otras canciones fueron coreadas de la misma manera.

Al llegar el final del evento, “Stinks” se esperaba con júbilo. Curiosamente, la Stratocaster de Karl se quedó en una orilla y tocó con una diferente. Botellas, mochilas, incluso sillas, volaban por encima del público, a través del recinto, algunos emocionados, otros desesperados. La tonada se escuchó y todos comenzaron a aventarse entre sí, hasta que venía la parte calmada, donde Karl no pudo contenerse de tanta energía. Una mancha evidente en sus pantalones, invisible para la multitud alejada y por la mala iluminación, indicaba la excitación del vocalista. En la batería, Mark tampoco pudo evitarlo y se orinó encima. Diferentes líquidos, mismo ocasionante.

Al llegar a la recta final de la canción, Karl tomó la guitarra y la azotó contra el piso, provocando el estruendo de los presentes y la sorpresa de todos el equipo y del par de músicos.

—¿Estás demente? Era una guitarra nueva, y no me preocupa tanto el precio de la guitarra. Los medios van a empezar a hablar, nos van a satanizar. -Un preocupado manager alcanzó a Karl y le expuso su opinión respecto al acto de rebeldía, anarquía y caos que había hecho recién, y desató la misma reacción en el público.

—Relájate, nena. Verás que lo que hice sólo nos convertirá en leyendas. Venderemos discos por las siguientes décadas, seremos eternos. Después me lo agradecerás.

Todo lo que decía, parecía convertirse en realidad. Permanecieron un rato en el camerino y, al salir, una multitud quería aplastarlos. Una chica pelirroja, de unos veintidós años, pero con rostro de niña y mirada perversa, se acercó y presentó como la Presidenta del grupo de fans de la banda. Atrás de ella había unas veinte chicas de la misma edad pertenecientes a dicho grupo. Con tal atrevimiento, les ofrecieron una fiesta en su honor, para celebrar el primer concierto oficial de Tantra.

Y sí, había muchas más personas en una casa justo en la zona presunciosa de Tacoma, Old Town, a unas cuadras del parque chino. Sólo rock, grunge, cerveza, whisky, maconha, crack y otro tipo de diversión. El éxtasis llevó a Karl a sumergirse entre los dulces, los jugos y la carne hasta perderse. Mark aún estaba consciente en otro cuarto, pero una chica llamada Yamileth le tocaba hasta perder la cordura. Una vez que el demonio se posesionó de él, no pudo pensar y la tomó, desabotonándole el pantalón con una fogosidad, que por poco rompe el botón. Mientras la besaba, terminó de quitárselo, hasta quedar en ropa interior, de la cuál también fue despojada. Las horas pasaron, hasta que el amanecer dibujó un Tiziano en el lugar.

Brincó por entre los obstáculos humanos, vistiéndose en el proceso. Era tarde y había quedado con Stephanie de celebrar el concierto la noche anterior; lo había olvidado por completo. Tomó las llaves de un Datsun y se apresuró para llegar a Elma, donde ya le esperaba su novia.

—Estuve esperándote toda la noche y no pude comunicarme con nadie porque nadie tiene celular. ¿Qué es lo que pasó? Hueles a alcohol, mota y perfume de mujer. La combinación me provoca asco.

—Bueno, sabes que no es por dejarte así, bebé. Es simplemente una fiesta que organizó el mánager para celebrar el concierto. Ya sabes cómo es esta vida de rockstar. Y sí, había una chica con un perfume bastante escandaloso que se me ha impregnado en la ropa. Pero sabes que hubiera deseado que estuvieras conmigo.

—Sabes que, tarde o temprano, la verdad sale a la luz. Más te vale que me estés diciendo la verdad.

—Por cierto, tenemos concierto mañana, en Vancouver. Está realmente cerca y seguro habrá mucha gente, será una locura. Me gustaría que fueras, pero este señor no pudo conseguir los boletos más que para los miembros de la banda.

El BC Place los recibía con el mismo júbilo que su estado natal. Una banda llamada Corpse On Stage (C.O.S.) abría con un par de canciones que, siendo los anfitriones, encendieron los ánimos con el hardcore punk que los caracterizaba. Aún con eso, todos querían escuchar a los vecinos. Su sonido no era tan pesado, quizá era eso lo que les fascinaba. Quizá era algo más.

Casi la misma lista. Y cada canción era acompañada por gritos que casi opacaban los sonidos de los micrófonos. Todo retumbó y tuvieron que repetir algunas canciones porque los asistentes no los dejaron bajar del escenario, excediendo el tiempo original del concierto. Al fin poder bajar, sufrieron el mismo asedio y la multitud quería un poco de Tantra en sus dedos.

Fiesta y mujeres. Un cuarto de hotel en el Georgian con diez jóvenes hermosas para pasar la noche. Los destrozos ocasionaron que el manager tuviera que pagar de las ganancias de la gira. Sin contar los gastos en excesos que las drogas le generaban. Comenzaban a disfrutar de la vida de una estrella a su corta edad. No podían desaprovechar, porque el tiempo no es misericordioso.

—Joder, hermano. Podría hacer todo esto por toda la vida y no me aburriría nunca.

—Debemos tomarlo con calma, hermano. Debemos recordar que la música es lo único que nos tiene aquí y, sin ella, regresaremos a ser los jodidos pueblerinos de un jodido rincón olvidado de Washington.

—Te preocupas demasiado, hermano.

Al par de días, viajaron a Los Angeles. Ahí, tras bambalinas, conocieron a Shuktac, uno de los principales raperos de lo que se denomina el gangsta rap, junto con Marvelous Huge pappa. Ambos representaban la guerra entre costas, la este y la oeste; pero ahí estaban, visitando a las nuevas estrellas, juntos. El primero se dirigió a Karl, el rostro de la banda.

—Negro, he escuchado su mierda. No soy tanto de rock, pero creo que la mierda que dicen es jodidamente cierta, negro. ¿Me sientes? Mierda, su letra es lo que los malditos negros jóvenes sienten ahora. Eres la voz de esta jodida generación, igual que nosotros, negro. Ve y dales lo que quieren.

Todo parecía convertirse en rutina y, a la vez, era igual de emocionante cada vez. Los Ángeles tenía su propio encanto, los fanáticos eran más entregados, más desinhibidos, más locos. Los músicos de Washington sabían que el mundo comenzaba a pertenecerles. Al terminar el concierto y salir, ya les esperaban los raperos, junto con Dr. Grant, el productor, y otros más, subiéndolos a una gran camioneta.

—Joder, negro. ¿Siempre llevas esa mierda contigo? Nunca había visto a un negro que llevará su guitarra a todos lados. Joder, hombre.

—Es un amuleto. No la puedo dejar por ahí.

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