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ㅤㅤ𝖼𝗁𝖺𝗉𝗍𝖾𝗋 𝗍𝗐𝖾𝗅𝗏𝖾

chapter twelve:
𓍼 Calma absoluta


ㅤRaramente, Amelie había decidido pasar la noche en su casa. Hacía días que no hablaba con su madre, ya estaba perdiendo la costumbre de amanecer y verla. No quería hacerlo. No quería que, a pesar de que no esperase que de pronto todo cambiara, su madre siguiese alejándose de ella. ¿Qué había sucedido, específicamente? ¿Dónde habían dejado su inquebrantable vínculo de madre-hija?

Una vez que sus ojos se abrieron, se lavó la cara para poder despertarse del todo y salió de su habitación. A la lejanía, oía las voces de Casiopea y Jake. Le pareció extraño haber contado una tercera, una que se le hizo irreconocible. Aunque notó algo vagamente familiar. ¿Dónde la había escuchado...?

Oh, claro que era familiar.

Al llegar al salón, se encontró con Jack, el chico que había conocido la noche de la fiesta de verano y el motivo de su discusión con JJ.

Él volteó a verla con una sonrisa abierta en cuanto se dio cuenta de su presencia.

──Buenos días, Amelie ──la saludó Casiopea, fingiendo una sonrisa. A Amelie le sentó como un balde de agua fría; su madre no se comportaba así cuando se encontraban solas──. Supongo que ya conoces a Jack ──dedujo, señalando al nombrado.

Amelie se dignó a ver al chico. Algo extraño había en él esta vez, no parecía el mismo alegre y entusiasta adolescente que había conocido en la fiesta. Aunque, en realidad, no lo conocía del todo.

──Sí, lo conozco ──confirmó Amelie, adentrándose a la habitación para dirigirse a la puerta principal.

──Me alegra saber eso ──continuó Casiopea, desbordando de emoción──. ¿A dónde vas, Amelie? ¿Te irás de nuevo? ──cuestionó, deteniéndola.

Amelie dejó de avanzar. Se volteó hacia su madre y, fingiendo la mejor de sus sonrisas, asintió.

──Sí, tengo planes ──contestó la castaña, aunque a su madre no pareció convencerla aquella poca información──. Iré a pescar con los chicos ──mintió descaradamente.

──Creímos que sería mejor que te quedes. Así podrías conocer mejor a Jack ──comentó la mayor de las Haylan.

Amelie dejó todo su esfuerzo en no ser dura con su madre.

──Creyeron mal ──murmuró.

──¿Qué? ──su madre, quien no había sido capaz de oírla, pidió que repitiese sus palabras.

Más a la distancia, Amelie supo que Jack si la había oído. Lo supo por la extraña sonrisa que demostró.

──He dicho que no puedo ──dijo Amelie──. No puedo cancelarles.

──Pues hazlo ──ordenó su madre, intentando mantener su paciencia a raya, no podría mostrarse como es realmente ante un Maxwell──. Cielo, por favor, Jack y yo te lo agradeceríamos mucho...

Amelie puso sus ojos en blanco, rindiendose. Casiopea supo que había ganado tras ver a Amelie retirar su teléfono del bolsillo trasero de sus pantalones negros cortos.

Rápidamente, tecleó la pantalla y envío un mensaje a JJ.

"No podré ir, lo siento. Mi madre me tiene encarcelada".

─¿Y bien...? ──habló ante el incómodo silencio que rápidamente se formó en el ambiente.

──¿Qué tal los Pogues, eh? ¿Qué han estado haciendo? ──interrogó Casiopea, como si en verdad le interesara──. No los he visto muy activos durante estos días. Siempre andan haciendo una de las de ustedes.

Amelie pensó seriamente en su respuesta. ¿Qué se supone que debería decirle? ¿Qué habían estado buscando el tesoro de un barco que se hundió hace años y que, por sorpresa, fueron los únicos de sus miles buscadores que lo encontraron? ¿Que casi mueren siendo atacados por una anciana ciega?

No, claro que no. Jamás se lo diría. Bajo ninguna circunstancia. Lo que pasaba con los Pogues, quedaba entre los Pogues. Además, cada cosa que hacía con ellos las sentía especiales, en caso de que vaya por la vida contando sus más recientes y emocionantes aventuras le quitaría todo lo misterioso y especial.

──Oh, ya sabes... Pescar, nadar, ir a la playa, surfear...

──Tú no sabes surfear ──señaló Casiopea, como si no fuese ya los suficientemente obvio.

──No, pero acompaño a los chicos a la playa de vez en cuando ──explicó la menor, manteniéndose en su postura.

──¿No sabes surfear? ──ese fue Jack, quien le recordó su presencia. No le pareció desagradable su pregunta. A diferencia de su madre, él no se molestaba en fingir. Amelie asintió──. ¿Quién vive en una isla sin saber surfear? ──preguntó con ironía. Desde el punto de vista de Amelie, no había pizca de burla en su tono.

──Bueno, JJ dijo que me enseñaría un día de estos...

──¿JJ? ¿JJ Maybank? ──quiso saber el mismo. Amelie, otra vez, asintió──. Oh...

Aquello logró despertar su curiosidad otra vez. ¿Cómo rayos era posible que JJ y Jack se conozcan?

──¿Conoces a JJ? ──y claro, no quiso quedarse con la duda.

──Pues, sí ──afirmó finalmente──. Él solía ser uno de mis amigos el año pasado, cuanto tú eras amiga de mi hermano ──expandió al ver la confusión de Amelie.

Claro... Jared, su hermano mayor.

Y el chico que falleció por intentar superar sus límites con respecto a su consumo a las drogas.

Aquella noche volvió a sus pensamientos como un recuerdo fugaz, pero el sentimiento agrio seguía allí. Aquella maldita noche. Amelie no recordaba lo suficiente, pues, podría considerarse que se encontraba igual de perdida que Jared.

Aunque eso es otra historia para contar en otro momento.

──Pero Rafe me dijo que no era seguro estar del lado de JJ. Es igual de indigno y peligroso que su padre ──Jack volvió a hablar, sacando a Amelie de sus pensamientos.

──Nadie creería lo que decis. Ni siquiera un Kook ──aseguró. En parte, la mayoría de los Kooks, conocían a JJ por su rebelde reputación, y algunas decían que no parecía tan mal chico, tan solo tenía una mala vida──. Además, Luke tampoco es un mal hombre...

──¿Estás insinuando que Luke Maybank es un buen hombre? ──preguntó Jack, como si no le hubiese quedado lo bastante claro. Confusa ante su duda, Amelie asintió nuevamente. Jack casi ríe──. ¿En serio crees conocer a JJ? Porque, por lo que yo veo, y siento decírtelo, no te ha contado todo sobre él.

──¿Qué debería saber? ──no se guardó la duda, Amelie siempre quiso saber porque todos se ponían así cuando Luke Maybank era nombrado.

Ahora que lo pensaba mejor, muchas veces JJ había evitado hablar sobre su padre. Rápidamente, recordó lo incómodo que se encontraba aquel día en la comisaría del condado.

──No es correcto que sea yo quien te lo diga ──respondió Jack, raramente amable──. Si JJ confía en ti como tú lo crees, en algún momento te lo dirá.

Amelie fue a responder, queriendo y exigiendo más explicaciones, pero su teléfono sonó, anunciándole la llegada de nuevos mensajes.

Sin tardarse, lo encendió. El apodo de JJ no tardó en aparecer en su pantalla.

"Muy tarde, princesa. Estamos afuera".

Ante aquello, Amelie no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa.

Sin detenerse a pensarlo, se preparó nuevamente para salir de su casa.

──Amelie ──su madre la llamó──. Puedes llevar a Jack contigo. Puedes presentarle a tus amigos y llevarlo a conocer la isla.

Antes de poder negarse, Jack se puso de pie con rapidez y caminó hasta Amelie, quien lo veía suplicandole que se negase.

──No se preocupe, señora Haylan, ya me iba, tengo cosas que hacer en casa. Ya sabe, la mudanza tiene sus complicaciones ──de cierta manera, se negó. Amelie se preguntó a sí misma si era verdad o había descartado la oferta de Casiopea.

──Que pena ──habló Amelie──. Otro día será. Adiós, mamá ──se despidió antes de salir de su casa acompañada por Jack. Su sonrisa decayó al saber que su madre ya no estaba atenta a ella──. Gracias por salvarme.

Jack sonrió mientras se alejaba.

──No tienes que agradecerme ──aseguró, dándose la vuelta levemente──. Me debes una ──señaló, finalmente alejándose, dejando a Amelie sin salvación.

Amelie rió, más no tuvo tiempo de negarse.

En realidad, Jack no parecía tan mal chico.

Al darse la vuelta para dirigirse a la camioneta de su amigo estacionada a unos pocos pasos de ella, se encontró con JJ, quien terminaba de acercarse a ella intentando ocultar su curiosidad.

──No es mal chico ──informó de pronto una vez la distancia no existió entre el rubio y ella.

──Como tu digas ──JJ decidió ignorar aquello y comenzó a caminar de regreso a la ban, esta vez siendo acompañado por la castaña──. Aunque no hay chico más malo que yo ──agregó, divertido.

──Sí, claro. No hay chico con peor reputación que la tuya ──Amelie le siguió la corriente, ganándose sacar una risa proveniente de su acompañante.

Amaba cuando sonreía, peor más amaba oírlo reír.

──Extrañamente, ese chiste me recordó a una canción de tu artista favorita que casi siempre me obligabas a escuchar porque, según tu, estaría más completo ──recordó JJ, sin dejar de sonreír. Sus ojos llegaron hasta Amelie de una manera fugaz.

Amelie también sonrió al tan solo recordarlo.

──Porque uno siempre necesita algo de Taylor Swift ──concluyó Amelie, subiéndose a la ban a la par de JJ.

── ─ ─| 𓆉 |─ ─ ──

──Buen trabajo con la fundición, doctora Frankestein.

Por la tarde, mientras Amelie intentaba sobrevivir a la tortura que era estar en su casa por la mañana, sus amigos se habían tomado el trabajo de fundir aquel lingote de oro que John B había logrado extraer del pozo en la casa Crain.

Ahora, se encontraban nuevamente reunidos en una pequeña tienda de empeños, un tanto alejada del corte y cercana al pantano para intercambiar su descubrimiento por dinero.

El grupo se bajó de la camioneta.

──Como si tú lo hubieras hecho mejor ──le reprochó Kiara, volteándose hacia JJ, quien había hecho aquella broma.

──Mucho mejor, de hecho ──aseguró el rubio, ajeno a la ofensa de Kie──. Tomé clases de soldaduras.

Se estaban dirigiendo a la entrada de la dichosa tienda, pero, antes de poder siquiera abrir la puerta de entrada, John B los detuvo.

──Oigan ──el castaño llamó su atención con facilidad──. Tranquilos, ¿okey?

──Es fácil decirlo para ti, tú no vas a vender esta mierda ──musitó JJ, señalando el oro mal fundido sobre una de sus manos──. ¿Cómo terminé aceptando esto? ──suspiró, dándose por vencido.

──Eres el mejor mentiroso ──señaló Pope lo obvio.

Por poco que a Amelie le gustara admitirlo, era cierto. JJ era el mejor mintiendo e inventando excusas.

JJ se adentró a la tienda y sus amigos no tardaron en seguirlo de cerca.

──Buenas tardes ──JJ se dirigió cordialmente al mostrador de la tienda, donde se encontraba una mujer morena.

──Buenas tardes ──correspondió la señora.

──Escuché que compra oro ──dijo el rubio, con total confianza. No parecía nervioso sabiendo la de mentiras que tenía para decir.

──Eso dice el cartel, ¿verdad? ──respondió la señora con obviedad y avaricia. No había rastro de diversión o broma.

──Bueno, espero que compre mucho, porque esto le volará la cabeza ──aseguró JJ, descolgando su mochila para dejarla sobre el mostrador. La abrió y comenzó a rebuscar dentro de ella el lingote fundido.

──No me queda mucha cabeza por volar, así que, adelante ──ironizó la mujer.

Al reconocer lo que buscaba dentro de su mochila, JJ sacó su mano del interior de ella y dejó sobre el mostrador el objeto obtenido atrayendo toda la atención de la señora.

──Es una placa sólida ──informó el menor, expectante ante la reacción de la señora mayor.

La mujer soltó una risa irónica, sin creer demasiado en sus palabras.

──Es imposible.

──¿Imposible? ──replicó JJ, con falsa sorpresa──. Mire lo pesada que es.

Obediente, la mujer se llevó el lingote. De manera casi automática, pudo reconocer el notable gran peso del oro fundido sobre su mano. Luego, se apartó unos segundos para tomar una pequeña linterna con una lupa delante para observar cada detalle.

──Sí, iluminemoslo bien ──animó JJ, siguiendo con sus atentos y curiosos cada movimiento de la mujer ante él.

──Esto es tungsteno pintado ──anunció la señora luego de terminar su análisis al oro aun sobre sus manos.

JJ, ante la notable mala información, se mantuvo pacífico.

──¿Tungsteno pintado? Okey, ¿por qué no se fija si es sólida? ──ideó el rubio. Claramente él sabe lo que hace.

──¿Te molesta? ──quiso saber ella, tomando ahora un pequeño martillo.

──No, adelante.

Cumpliendo con su objetivo, la mujer dio un firme y fuerte golpe al oro con la punta del martillo. Al alejarlo, descubrió que no había dejado marca alguna sobre el material.

──¿Qué le parece? ──se interesó JJ, cruzándose de brazos.

──No tan rápido ──alegó ella──. Aún no hicimos la prueba de ácido ──le recordó, tomando lo necesario para realizar la dicha prueba.

──Uh, la prueba de ácido ──copió JJ, sin demostrar sus nervios. La mujer lo observó con confusión──. Mi favorita ──añadió con orgullo, volteándose fugazmente a ver a Amelie con una sonrisa.

La mujer hizo su trabajo. Dejó caer una gota de ácido sobre el oro fundido y, como el dúo de amigos ante ella sabía que pasaría, no hubo manchas. La señora que los atendía intentó ocultar su sorpresa.

──No es una lámina... ni está pintada ──señaló lo obvio, pensativa, pasando su mano por encima del lingote con curiosidad.

──Señora, se lo aseguro, es totalmente real ──afirmó JJ nuevamente. Amelie descubrió ciertos rastros de desconfianza, pero no por él, sino por la mujer.

──Parece que alguien intentó derretirla ──informó, sin dejar de analizar el objeto que ya había dejado bajo el poder de JJ.

Ante idear una mentira, JJ no tardó en responder.

──Mamá tenía muchas joyas en casa y pensó que lo mejor sería fundir todo ──explicó el rubio──. ‹‹Consolidarlo›› ──añadió, formando unas comillas con sus dedos.

Al mismo tiempo en el que la mujer se daba la media vuelta con el oro nuevamente bajo su poder, JJ le dio otra mirada a Amelie, quien lo observó con orgullo y diversión. Era cierto que era bueno mintiendo.

──¿Tres kilos? ──interrogó la mujer, sorprendida, volviéndose a dar la vuelta. Aparentemente, lo había pesado──. Tenía muchos aros...

──Okey, la verdad, señora, es muy feo ver a mamá decaer por el alzheimer ──murmuró JJ, fingiendo debilidad. Su mirada estaba llena de aflicción.

Luego de unos segundos en silencio, la señora habló.

──Dame un momento ──requirió, abandonando la habitación.

──Tómese su tiempo.

La castaña junto a él tomó aquella distracción para acercarse a él y darle un leve golpe de hombros.

──Pope tuvo razón, eres bueno mintiendo ──felicitó, ganándose una sonrisa de superioridad por parte de él──. Me pregunto si es así como me mientes a mi...

──Sorprendente, y algo extraño, no recuerdo haberte mentido. Creo que jamás lo he hecho ──aseguró él. En realidad, Amelie tampoco recordaba haberle mentido. Se sentía bien sabiendo que era algo mutuo.

Además, si ella mentía, JJ podía descubrirlo con facilidad. Y, en caso de que él le mintiese a Amelie, ella siempre sabía que lo hacía.

──Bueno, hable con mi jefe.

Ambos dos se dieron la vuelta para poder dirigirse nuevamente hacia la mujer, quien terminaba de acercarse.

──¿Y bien? ──JJ quiso saber más.

──Y puedo ofrecerte esto ──contestó, dejando una corta cantidad de dinero apilado sobre el mostrador.

Amelie y JJ miraron el dinero con perplejidad al reconocer la cantidad de billetes que se encontraba ante ellos. Pero no era lo suficiente, ni tampoco la cantidad que querían llevarse una vez consigan todo el oro.

──¿Cincuenta mil? ──reprochó, incrédulo, elevando su ofendida mirada hasta la señora──. ¿Cree que vine sin saber cuánto vale? Señora, sé muy bien que esto vale, al menos, ciento cincuenta mil.

──Cariño, esto es una tienda de empeños, no estás en Zúrich ──alargó la señora, con ironía, casi riéndose de él──. ¿Tengo cara de ser suiza?

──Tiene cara de ser...

──Noventa mil y me voy ──habló JJ, interrumpiendo lo que Amelie tenía por decir.

──Setenta mil, la mitad ──planeó la señora──. Y, mhm... no preguntaré de donde lo sacaste.

Amelie resopló ante sus palabras. Claro que no debía preguntarle de donde lo sacaron. Y, aunque lo hiciese, JJ sería lo suficientemente rápido como para idear una mentira eficaz.

JJ le dio un leve empujón a Amelie, haciéndole saber que ni era momento de demostrar lo irritada que la tenía la señora.

──Que sean billetes de alta denominación, por favor ──requirió JJ.

──Bueno... hay un problema ──comenzó a decir la mujer, atrayendo con rapidez la preocupación de JJ──. No tengo tanto efectivo. Al menos, no aquí. Puedo hacerte un cheque.

──¿Cheque? No, señora, quiero efectivo ──discutió JJ, sin darse por vencido. Además de ser buen mentiroso, era difícil de convencer──. Eso dice el cartel ──le recordó, señalando la ventana donde se encontraba dicho cartel──. Efectivo por oro. Eso es lo que quiero, efectivo en mis manos.

──Bueno, tendrás que ir al depósito ──informó la señora, ignorando la mirada confusa que Amelie le otorgó──. Tenemos el dinero allí, ¿te parece? ──preguntó.

──No ──Amelie fue quién alzó su voz para negarse de inmediato a la propuesta.

JJ, tras oírla, le dio una mirada que, si fuese posible, la habría enviado tres metros bajo tierra.

──¿Dónde está el depósito? ──quiso saber JJ, volviendo a ver a la morena.

La señora volvió a darles la espalda para poder tomar lo necesario.

──Esto no pinta bien, JJ ──susurró Amelie, acercándose a JJ para que nadie más que él pueda escucharla.

──Lo estamos haciendo bien, no arruines nada ──pidió JJ en un mismo susurro.

Cuando la señora volvió, Amelie se distanció.

No entendía porqué no se sentía feliz u orgullosa como sus amigos parecían estar. Iban a tener el dinero que se merecían luego de días de esfuerzo. Pero, aún así, no se sentía cómoda con la idea. Algo de la situación no le aspiraba la suficiente confianza.

──Bien, aquí está ──señaló la mujer, dándose la vuelta──. Aquí tendrán su dinero en efectivo ──dijo, dejando un papel con la supuesta dirección.

Efectivo mis dos tetas, señora. Y con todo respeto.

Eso fue lo que quiso responder Amelie, pero claro, no pudo hacerlo. Primeramente porque no creía querer rebajarse a discutir con una señora solo porque no le transmitía la suficiente confianza. Y porque JJ, tras ver sus intenciones, se apresuró a despedirse de la mujer y arrastrarla afuera de la tienda.

Una vez todo el grupo se reunió fuera de la tienda de empeños JJ le enseñó a John B la dirección que la señora había escrito sobre aquel trozo de papel que le dio. Se subieron a la camioneta nuevamente, ocupando los mismos lugares en los que habían llegado.

──Eres bueno mintiendo, JJ ──habló Pope, como si aque hecho no fuese ya lo suficientemente notorio. JJ sonrió con orgullo.

──Lo sé.

──Sí, y esa señora también lo era ──añadió Amelie, cruzada de brazos. No estaba para nada de acuerdo en seguir las instrucciones de la desconocida.

JJ puso sus ojos en blanco.

──Deja de ser tan negativa ──pidió el rubio.

──No soy negativa, estoy siendo realista.

Dicho aquello, John B encendió el motor y partieron del lugar, alejándose de la pequeña tienda. JJ decidió no decir nada más al respecto, cuando Amelie era difícil de convencer, ya no había forma de poder lograrlo.

Aunque, de cierta manera, no pudo evitar pensar en la conversación que había tenido con la mujer y las muchas veces que también había dudado de ella. No quería ponerse paranoico como lo estaba siendo Amelie, pero JJ también supo que tal vez, solo tal vez, la señora también había sido buena a la hora de mentirle.


𓆟𓆝𓆟


Después de estar unos cuantos y largos minutos más sobre la ban en busca del supuesto depósito y de haber estando escuchando todas las advertencias de Amelie, habían llegado a su destino. El cual no parecía muy convencional y prometedor.

Amelie se acercó hasta una de las ventanas para observar con más atención aquel ‹‹depósito››. Algo de aquel lugar se le hacía vagamente muy familiar. Más de lo que quería pensar.

──Creo que conozco esa casa ──indicó Amelie, secando la indicada con su dedo índice sobre la ventanilla.

──Digo lo mismo ──dijo ahora Pope, acercándose también a la misma ventana por la que veía Amelie──. Entonces... ¿guardan dinero ahí? ──preguntó, tampoco muy convencido.

──Es lo que dijo y escribió ──informó JJ desde su asiento, frente a Amelie──. Es lo que dijo ──soltó una sarcástica risa.

──Ya basta ──ordenó Pope con su típica seriedad y su mirada perdida en la avaricia y JJ.

JJ agachó su mirada con decepción, ya que al parecer, su chiste no había sido muy disfrutado por sus amigos. Esbozó una pequeña sonrisa reconfortante y vergonzosa al oír la alegre y familiar risa de la chica sentada delante de él. No iba a admitir en voz alta lo mucho que le gustaba oírla.

──Ni siquiera había escuchado de La carga de resurrección ──habló Sarah desde el asiento copiloto, llevando su mirada hasta sus amigos detrás.

──Porque eres rica ──señaló JJ con obviedad, aún con diversión ni tampoco ser molestó o cruel.

──Tampoco sé qué es ──defendió ahora Amelie, ganándose una mirada de suplica por parte de la rubia.

──Porque también eres rica, duh ──repitió el rubio con su mirada ahora puesta en Amelie.

──Yo tampoco la conocí ──indicó ahora Kie con molestia gracias a la respuesta de JJ para con sus dos amigas.

──Gracias ──agradecieron Amelie y Sarah al unísono al no oír las defensas de JJ.

──Aquí solo hay vegetación ──informó Kie, acomodándose en su lugar para poder ver el exterior.

──Solo porque haya vegetación no significa... que... ──intentó defender JJ, pero se vio interrumpido por la cosa que seguramente empeoró la situación.

Aquella familiar sirena se escuchó por detrás de ellos, causando que por curiosidad y temor, los completos sobre la ban se voltearan hacia la gran ventanilla trasera, confirmando la presencia de la patrulla policial.

──¿Policías? ¿Aquí? ──cuestionó Kie con curiosidad y duda.

──¡Dios! ¿Es una broma? ──se quejó JJ en un largo bufido mientras se rendía con sus brazos decaídos.

──¡Se los dije! Ella nos engañó ──reprochó Amelie alzando su voz, pero ninguno de sus amigos la escuchó o quiso responder.

──Solo son policías, Amelie ──aseguró Pope, quien fue el unció digno de responder a la queja de su amiga.

John B detuvo la ban de inmediato, para después darse la vuelta hacia sus amigos.

──Escondan eso ──ordenó John B al instante de poder ver a sus amigos, refiriéndose al oro.

──Odio a los policías ──masculló JJ, escondiendo el oro debajo de su mochila, la cual se encontra a en el piso de la ban.

──¿Trajiste el arma? ──preguntó John B casi en un murmuro agitado, en dirección a JJ.

──No, ¿okey? Me dijeron que la dejara en la casa ──negó JJ con obviedad, terminando de esconder el oro.

──Gracias al cielo ──murmuró Kie──. Por favor, guarda todo en la mochila ──ordenó ahora──. ¿Cuánta marihuana tienes encima?

──¿No tienen algo mejor que hacer? ──se quejó navegante JJ, ahora, con referencia al auto de policía detrás.

Pope se encargó de terminar de guardar todo lo que podía dejarlos en un lugar peor dentro de la mochila. Básicamente, todo lo que tenían que era ilegal.

Antes de que pudieran soltar otra queja y de que John B pudiera terminar de abrir la puerta para bajar, la cargada de una escopeta apuntando directamente hacia el último nombrado alarmó su atención.

──¿Por qué no levantas las manos ahora mismo? ──cuestionó el chico detrás del arma, quien llevaba un pañuelo de calaveras hasta la altura de su nariz.

Pero ninguno de los presentes se inmutó, compartieron miradas asustadizas y confusas a la vez, ya que no se aseguraban de que eso en verdad fuera real.

Siempre que las cosas parecían ir realmente bien para el grupo, una mínima de ellas lo arruinaba todo.

Esa maldita vieja...

──¡Todos levanten las manos ya mismo! ──replicó el mismo, forzando su agarre alrededor de la escopeta.

Aun más asustado y alarmado, John B alzó ambas de sus manos con lentitud para que el chico pudiera comprobar esto.

──Sal del vehículo, ¡vamos! ──ordenó, señalando con su mirada a John B sobre el asiento conductor.

John B finalmente se detuvo a tomarse su tiempo para abrir la puerta a su lado, bajando con igual lentitud e inseguridad con la que había alzado sus manos, las cuales incluso seguían en el aire después de dejar sus pies sobre la tierra.

──¡Que salgan! ──ahora, el chico alzó su dedo índice señalando en un corto movimiento a los que seguían sobre la ban──. ¿Qué esperas? ¡Que salgan! ¡Todos!

John B se acercó hasta la puerta de Sarah aún con sus manos elevadas y notorias en el aire. Sarah estaba igual de confundida, pero aún así, decidió obedecer e intentar controlar sus nervios.

Mientras que sus amigos bajaban de la ban con sus manos también en el aire, Amelie no terminó de hacerlo porque notó algo que ninguno de sus amigos en la parte trasera lo había hecho.

Maldito JJ y Pope con su maldita estupidez...

El oro. El maldito oro otra vez. Al parecer, JJ y Pope no habían escondido bien el oro, ya que había sido lo único que dejaron fuera de la mochila de JJ. Amelie se acercó con rapidez y agachada hasta este, tomándolo entre sus manos para dejarlo dentro del pequeño escondite que dejaba la rotura de la tela del asiento copiloto delante de ella.

──¿Y tú qué haces? ──llamó su atención el chico llegando a su lado──. ¡Baja de la van! ──reiteró, acercándose a la puerta de la ban para tomar a Amelie de uno de sus brazos y bajarla por la fuerza.

Amelie casi cayó a la tierra por la brusquedad del tirón, pero se mantuvo de pie con todo el equilibrio que pudo obtener a pesar de no tener demasiado.

──Oye, ten cuidado ──advirtió JJ, quien se había movido para estar junto a Amelie para ayudarla a ponerse completamente de pie.

Así que no había sido gracias al evidentemente no equilibrio de Amelie que se mantuvo de pie, sino, por los brazos de JJ que sostenían con seguridad su cintura.

──¡Cállate! ──amenazó el desconocido, apuntando con advertencia a JJ, quien dio pasos rápidos hacia atrás──. ¡Acuéstate en la zanja! ──volvió a ordenar──. ¡De rodillas y manos en el suelo! ¡Abajo!

El chico recorría su frente con rapidez y la punta de la escopeta apuntando a cada uno de los adolescentes que obedecían con lentitud y terror de que ese gatillo fuera presionado en cualquier dirección de los presentes.

──¡Es lo único que tienen que hacer! ──terminó en un mismo grito, alejándose del grupo para adentrarse al interior de la van.

──Tenías razón ──murmuró JJ, intentando ser lo más precavido posible, a diferencia de Amelie en aquella tienda──. Soy un idiota.

──Está bien, JJ. Todo estará bien ──aseguró Amelie en un corto balbuceo, a pesar de que no estuviera tan segura de esto.

──Debimos escucharte ──aún así, JJ volvió a contradecir, todavía murmurando──. Debí escucharte.

──John B, no te hagas el héroe ──suplicó Pope, llamando la atención de los dos adolescentes.

──Ganenme tiempo ──pidió John B.

John B se había puesto de pie con igual de lentitud, pero más seguridad. Calló a sus amigos, quienes ordenaban que volviera a su lugar y se alejó dando pasos lentos hacia atrás. Cuando estuvo lejos, corrió hasta entrar al supuesto auto de policía.

El chico volvió a salir de la ban, pero parecía mucho más furioso que segundos antes. Por alguna extraña razón, tomó a Amelie nuevamente de su brazo y la puso de pie, y con el mismo agarre, la acompañó otra vez hasta la puerta de la ban.

──¿Dónde está? ──cuestionó él amenazante. Amelie supo a que se refería, pero no iba a darle su respuesta──. ¡Di donde está el maldito oro, Haylan!

──¿Barry? ──balbuceó Amelie con curiosidad al reconocer la voz detrás del atacante.

Sinceramente, se sintió un tanto traicionada y confusa por la aparición del nombrado. Barry solía ser su amigo cuando ella... Bueno, todos sabemos a qué me refiero.

──¡Dime dónde está el oro! ──Barry sacudió a Amelie por el agarre sobre su brazo, sin soltarlo ni un segundo.

──¡Suéltala! ──ordenó JJ desde la sucia tierra, aún estando como Barry les había ordenado hace tan solo segundos.

──¡Cállate! ──alzó su voz Barry, otra vez──. Dame el oro, porque no querrás saber y ver que le pasará a tu amiguito si no lo haces ──masculló de entre dientes.

Amelie no pudo siquiera pensar en la cruda idea de JJ ser... No, no podía pronunciar la palabra ni en sus pensamientos. No cuando se trataba de JJ.

Por esto mismo fue que logró cambiar rápidamente su decisión y postura, estando delante de la puerta de la van, cruzó por esta para adentrarse otra vez a la camioneta, acercándose a su escondite en el que había dejado el oro. Sacó este casi al mismo tiempo en el que. Barry se acercaba con emoción u brillo en sus ojos.

Antes de cumplir con la orden de Barry, soltó un bufido de rendición. Evidentemente no era de lo más ideal entregar algo que les había costado tanto esfuerzo conseguir.

¿Traicionaria a John B si eso hace? No. No traicionaría a John B por salvar a uno de sus... amigos.

Cuando dejó el oro bajo poder de Barry, bajó de la van y él volvió a tomar de su brazo para dejarla nuevamente junto con los demás presentes todavía atemorizados en el suelo.

──¡No se muevan! ──ordenó Barry otra vez, alejándose de los adolescentes que no se inmutaron en siquiera mirarlo.

──Lo siento ──esta vez, fue Amelie quien murmuró para JJ──. No debí darle el oro, pero él dijo que...

──Está bien ──JJ respondió en un susurro como respuesta, recorriendo la mandíbula de Amelie con su pulgar──. Hiciste lo correcto.

Antes de que Amelie simplemente correspondiera con su tacto, John B, quien estaba atacando a Barry en el auto de policía, llamó su atención. Los presentes se pusieron de pie con rapidez y duda, aún sin saber cómo reaccionar.

Desde el interior, se podía notar como John B forcejeaba manos contra Barry, para su buena suerte, terminó ganando su amigo.

──¡Chicos, tengo el arma! ──soltó John B en un grito animado, aún dentro del auto.

Ahora, fue JJ quien no dudó en ponerse de pie al oír aquella indicación. Ignoró a sus amigos todavía sobre la tierra para correr en ayuda a su amigo.

Cuando llegó, Barry estaba saliendo por la puerta del conductor, y claramente, JJ aprovechó y tomó esto como oportunidad, dejando un fuerte golpe a puño cerrado sobre él. Pareció afectarle, pero un segundo corto después, fue Barry quien dio el golpe, dejando a JJ sobre la tierra, otra vez.

Mientras que los otros cuatro restantes se acercaban a sus amigos con preocupación, Barry tomó con brusquedad a Kie, empujandola con furia de allí.

John B volvió al rescate, golpeando la espalda de Barry con la punta del cañón del arma, y ahora, fue Barry quien cayó a la sucia tierra.

──¡Tengo el oro! ──gritó Pope a todo volumen desde la puerta trasera del auto.

Pero sus amigos estaban concentrados en derribar a Barry. Mientras que Sarah golpeaba a este moviendo la puerta abierta del auto, Kie dejaba patadas en su estómago repetidas veces. Es ese momento, Amelie no supo qué hacer, quería ayudar, pero no sabía cómo. Sabía que era buena dando golpes, pero sus dos amigas la habían dejado impresionada.

Cuando Barry se rindió con su espalda sobre la puerta ahora cerrada, Amelie tomó eso como señal. Se acercó a Barry hasta estar arrodillada ante él, y sin pensarlo, dio un fuerte golpe que fue directo hacia la nariz de Barry, quien se retorció de dolor.

Después de todo, era buena dando golpes en narices.

──¡Maldito! ──soltó Sarah, con furia y su mirada puesta sobre el Barry rendido ante ellos.

JJ se acercó y apartó a Amelie, con la intención de no dejar que esta salga más lastimada. Pero él no se alejó. Tomó el pañuelo que escondía la mitad de la cara de Barry y tiró de este hacia abajo, dejando ver su horrible cara completa.

──¡Conozco a esta basura! ──alarmó JJ, ya de pie junto a sus dos amigos──. Es un traficante ──indicó con el mismo enfado.

──Debe conocer a mi hermano ──habló ahora Sarah, pasando una mano por su cabello con exasperación.

De pronto, algunas miradas parecieron caer en Amelie, y a pesar de que esta no esté prestando atención a las impacientes que les daban, sentía con incomodidad los ojos sobre ella. Y peor aún, sabía porqué estaban sobre ella.

──Con Rafe... solíamos comprarle a él.

──Le vende coca a papá ──añadió JJ, quien parecía aun más coraje del que sus amigos aún controlaban.

──Escuchen, podía haberlos lastimado...

Antes de que Barry pudiera terminar su frase, JJ le dio con el cañón de la escopeta nuevamente, pero con la diferencia de que este también fue a su cara. John B lo empujó con sopresa y enfado.

──¡JJ!

──Amigo, cálmate ──dijo Pope en un mismo intento de tranquilizar a JJ.

Amelie no pudo reconocer como se sentía en ese momento, pero no por ella, sino, por JJ. Nunca había presenciado esa faceta de él, donde la furia se podía notar a kilómetros. Donde no le importaba que el rojo humo saliera de sus orejas para delatarlo.

Empujó a Pope y por su paso, soltando el agarre que el le daba para impedirlo. JJ se acercó al Barry casi inconsciente sobre el suelo y hurgó dentro de uno de sus bolsillos. Cuando liberó su mano y sacó de allí una pequeña bolsa de tela marrón.

Y observó de esta lo que sacó a continuación: una tarjeta que indicaba cada detalle sobre Barry.

──Haremos una última parada ──anunció JJ, para después dejar caer la pequeña bolsa y alejarse con la tarjeta en mano.

──¡Hey! ──bociferó Barry desde su incomodidad, con su mirada de furia puesta en JJ.

──Veamos donde vive este maldito ──agregó el rubio, pasando por en medio de sus amigas para caminar hacia la van.

──¡No me olvidaré de esto! ──Barry volvió a alzar su voz.

Antes de irse, Amelie le dio una mirada significativa a Barry, quien elevó su mirada hasta ella al aún sentir su presencia delante de él.

──No te saldrás con la tuya, princesa ──murmuró Barry, de entre dientes.

──Ya lo hice ──respondió Amelie, aún sin apartarse, se agachó hasta él-──. Barry, eres un traficante que se gana la vida con ese trabajo de mierda. Y yo... una adolescente que te resta unos cuantos años y aun así, tengo todo lo que necesito para vivir.

Con la mirada de Barry puesta sobre ella, Amelie se puso de pie, manteniéndose intimidante.

──Creí que serías buen chico cuando nos juraste a mi a Rafe que dejarías esto ──continuó, ahora de pie──. Al igual que también creí que lo sería él cuando nos juró dejar de consumir. Fui la única que cumplió. Y si no dejas esta estupidez, te será peor, Barrs.

No mentía en una cosa. Solía confiar demasiado en Rafe y Barry, eran como el trío de los drogadictos. O así los llamaban los vendedores y consumidores. Eran buenos amigos, pero como suelen decir; Todo lo bueno, tiene un final.

Amelie casi corrió hasta la puerta trasera de la van aún abierta para ella y entró a esta, sentándose en el lugar que había ocupado antes de su interrupción.

──¡Volveremos a vernos! ──los gritos y amenazas de Barry no dejaban de escucharse mientras que la van se alejaba del lugar.

── ─ ─| 𓆉 |─ ─ ──

Estuvieron unos kilómetros más sobre la ban, sabiendo a al perfección cual sería su siguiente parada.

No estaban muy seguros de si eso era lo correcto, pero entendían que, a pesar de sus nervios e inseguridades, Barry merecía aquello, y que ellos merecían tener de alguna forma lo que habían ganado.

──Bienvenidos a la guarida de los adictos ──habló Sarah con sarcasmo, recorriendo con su mirada el lugar.

A diferencia de Amelie, quien apartó su vista de la ventanilla con incomodidad y la intención de no tener vista clara del lugar. Recordaba que allí había dado su primera mala decisión, la cual habría acabado con su vida si no hubiera también tomado su última decisión allí. No quería aquellos recuerdos rondeando por su mente.

Simplemente no quería recordar el sentimiento de rechazo que sentía por su pasado allí.

──Esto no me gusta ──murmuró Pope a su lado. Amelie elevó uno de sus dedos, apoyando el comentario.

──Hermano, ¿por qué vinimos aquí? ──cuestionó John B sobre el asiento copiloto, con si curiosidad puesta sobre JJ de conductor.

──Solo me tomará un segundo ──respondió JJ abriendo la puerta a su lado para bajar de la van con tranquilidad y rapidez.

──¿Deberíamos...? ──comenzó a preguntar Amelie, sin saber muy bien cómo reaccionar.

John B pareció dudar durante unos segundos, pero terminó por preguntar:

──¿A dónde vas? ──interrogó John B desde su asiento y comodidad.

──Voy a hacer justicia ──indicó JJ en un animado grito, para después abrir la puerta de la casa y perderse en el interior de esta.

──¿Saben qué está planeando? ──volvió a murmurar Pope, inseguro por las repentinas decisiones de JJ.

──¿Saben? Alguien debería... ──inició Kie, pero dio a entender con lo que quería terminar.

──Sí. Yo voy ──interrumpió John B, abriendo también la puerta junto a él para también bajar de la van.

Este siguió los pasos de JJ, caminando hasta la entrada de la casa y entrar sin dudar por la puerta principal. Al igual que JJ, se perdió al cruzar el mural, dejando a sus amigos con la curiosidad y la duda sobre lo que pasaba ahí dentro.

Los segundos y minutos pasaban rápidamente, y aún no había rastro de ninguno de sus dos amigos. De vez en cuando se escuchan algunas cosas de metal caer, pero esto les importó poco. Tan solo querían que salieran y den explicaciones y respuestas. O, al menos que las dé JJ.

──Estos idiotas... ──susurró Amelie de entre dientes, bajando de la van gracias a la puerta abierta delante de ella.

──Amelie, espera ──Pope fue quien la detuvo, también bajando de la van.

Cuando Amelie volteó para verlo, Kie y Sarah también habían bajado, quedándose allí paradas, igual de inquietas e impacientes que Amelie.

──Un minuto más ──indicó Amelie, volviendo a pararse junto a sus amigos──. Un solo minuto más en el que no salgan, y entraré a...

Como si los hubiera convocado, JJ fue el primero en salir de la casa con un pequeño bolso colgado sobre uno de sus hombros. Ninguno de los presentes debía ser Einstein o Pope para saber que se encontraba dentro.

──Bien, son cinco mil para cada uno de compensación por daños y prejuicios ──informó JJ con tranquilidad──. ¿Nos vamos? ──cuestionó, dando pasos hacia la van.

──¿Eso haremos ahora? ──comenzó Kie con su queja──. ¿Robarle a traficantes? Ese Barry se enterará.

──Sabes que sí ──apoyó Pope mirando directo a JJ, quien había detenido su paso──. No es momento de causar problemas.

──¿Les gusta que les apunten con un arma? ──preguntó JJ con ofensa e incrédubilidad, comenzaba a desgastar su enojo sobre sus amigos.

Aunque, en ese momento, tenía razones para desgastarlo sobre ellos.

──Relájate ──ordenó John B en un bajo murmuro, acercándose a JJ otra tomarlo levemente por sus hombros.

──La tenías en tu cabeza, hermano ──respondió JJ, con su dedo índice sobre el lugar indicado.

──Oye. Tenemos que buscar el oro, ¿okey? ──defendió John B, bajando de un golpe el dedo de JJ──. Dame esa mierda. La devolveremos.

En cuanto John B tomó el bolso de entre las manos de JJ y se alejó en nuevamente dirección hacia la casa, JJ detuvo su paso otra vez, empujando a John B hacia atrás hasta que su espalda estuvo pegada sobre la puerta de la van. Aun con John B allí, JJ no bajó el fuerte agarre que le daba sobre el cuello de su camisa.

Todos los demás que los acompañaban se sorprendieron por la repentina reacción de JJ, ya que nunca había reaccionado así ni de frente, ni para sus amigos.

──¿Eres un chico rudo? ──interrogó John B con avaricia──. ¿Qué harás cuando venga por nosotros?

──Lo golpearemos en la garganta ──respondió JJ con obviedad y su ceño fruncido ante el rencor.

──Sí, excelente, JJ ──felicitó John B con falso orgullo──. ¿Qué harás cuando vaya por Amelie y tú no estés ahí?

JJ pareció dudarlo esta vez. Como si por un momento, recapacitara y quisiera obedecer, dejando el dinero y dejando a Amelie en paz y seguridad. Cuando volvió a alzar su mirada, la cual reflejaba molestia, enfado, avaricia e incrédubilidad hasta John B nuevamente, supo que no se daría brazo a torcer.

──No lo devolveré ──advirtió JJ, volviendo a dejar la bolsa con dinero bajo su poder. Se subió a la van y se sentó en uno de los asientos traseros──. ¿Vienen o qué?

Pero nadie parecía querer hacerlo. Todos sabían que eso estaba mal. Se querían vengar, claro que sí, pero sabían que así terminarían peor parados y más expuestos para el peligro.

JJ volvió a bajar de la van rápidamente, poniendo sus brazos sobre su cadera con intimidación.

──¿Qué? ──habló igual de rápido en cuanto la curiosidad atacó al estar con sus dos pies sobre la tierra.

──Estamos hartos de tu mierda ──masculló John B, dando pasos hacia JJ, quien soltó una risa incrédula.

──Oh, mi mierda ──replicó JJ con incredulidad, manteniendo su sonrisa antipática.

──Sí. Tu mierda ──recalcó John B con obviedad.

──Sí, te estás escudando en la mierda de los demás ──agregó ahora Kie, con igual de obviedad y enfado por JJ.

──Te estás comportando como un maldito maniático ──añadió Pope, confirmando y apoyando los comentarios de sus dos amigos.

──¡Pope, asumí la culpa por ti, amigo! ──aclaró JJ alzando su voz y señalando a Pope con ofensa──. ¿Sabes cuánto dinero debo por ti?

──¡Te lo devolveré! ──alargó Pope en un grito──. ¡Y ni siquiera te pedí que lo hicieras!

──¡Ya lo hice! ──respondió JJ con un mismo grito.

──JJ, dije que iba a pagarlo. Fuimos los tres, no es justo que seas tú quien cargue con la culpa ──habló ahora Amelie, con la intención de sembrar la semilla de la paz.

──¿No te quedó claro, Amelie? ──JJ preguntó con falso interés y verdadera crueldad──. No queremos tu sucio dinero.

Al igual que sus amigos, Amelie quedó descolocada por la respuesta que le dio JJ. Ninguno tenía por seguro si JJ era capaz de ser así de inconsciente e irresponsable con ellos, pero estaban seguros de algo. Era imposible que sea así con Amelie, pero al parecer, estaban equivocados.

──¡Conseguí el dinero! Justo aquí y ahora, yo solo ──continuó JJ, ahora hacia Pope──. ¿Y saben que? ──su mirada recorrió a cada uno de sus amigos, excepto a Amelie. Se acercó nuevamente a la van y tomó el pequeño bolso──. Eso es exactamente lo que haré. Me iré. Yo solo ──murmuró con decepción, colocando el bolso otra vez sobre su hombro, para alejarse de allí.

──JJ... ──Amelie dio un paso rápido hacia el nombrado, intentando detenerlo, pero John B a su lado la detuvo, atrayendola por su brazo.

──Nada de eso, Amelie ──JJ también la detuvo, alzando su voz──. Ya quedó claro que todo lo que se construye, pronto se destruye.

JJ volvió a darse la vuelta, dejando a sus amigos y , y como consecuencia, a Amelie detrás, para comenzar un camino solo y lejos de las disputas y peleas con sus amigos.

Amelie sintió de inmediato la necesidad de correr hacia él, decirle que lo apoyaba y acompañarlo en cualquier cosa que quisiera hacer con ese dinero, pero sabía que no debía ser así, sabía que no era lo correcto.

Después de darle una última mirada borrosa a JJ, quien a cada paso que daba, su presencia se hacía más distante y lejana, Amelie subió a la ban, alejándose lo más rápido que pudo del lugar, sentándose en el asiento copiloto. Nunca se sentaba allí, pero algo tenían en cuanto sus amigos y era que, siempre que Amelie necesitaba escapar, lo hacía más rápido sentándose ahí, indicando que ella sería la primera en bajar y huir de la situación.

Con sus ojos húmedos y hundidos por la tristeza y decepción, Amelie, a pesar de cuanto quisiera alejar a JJ de sus pensamientos, no lograba hacerlo. Y lo que más le había afectado no fue que haya escapado con el dinero, sino, las palabras que dejó en reemplazo de su presencia.

Y si, Amelie había comenzado a creer que algo concreto y real podía suceder entre ellos, pero eso, ahora solo era algo que solo pasaría en sus sueños, o incluso en sus pesadillas, ya que estas podían atormentarla aún más de lo que debían.

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