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noches

Consiguieron una mesa en el restaurante italiano al que fueron. Beomgyu se sentó al lado de la ventana, mientras que Heejin ocupaba su lado derecho y Hyunjin el izquierdo. Con una sonrisa le tendió la mano a su novia, aceptada gustosamente por esta. Beomgyu se llevó las manos a la boca para no soltar sus risas. Hyunjin notó esto y le hizo cosquillas en la barriga a su hijo. Heejin les miró embobada, apoyándose en su propia mano para apreciarles. 

Un camarero les atendió de enseguida al ojear sus redes sociales. Prácticamente toda Seúl sabía que estaban ahí comiendo. Se apresuró en llegar a su mesa para tomar sus pedidos. Hyunjin se decantó por tallarines a la carbonara, extra de queso, extra de bacon. A su vez, Heejin pidió una pizza que compartiría con su hijo. Beomgyu la quiso de parmesano, jamón y hierbas encima. Como el adolescente anotó, fue corriendo a cocinas para informar de la persona estrella que estaba sentada a unos metros de ellos.

En cuestión de minutos, mucha gente llenó el local solo para ver a Heejin. Hyunjin dedujo que, de todas las chicas con las que se hizo fotos por el camino, una de ellas tendría que haberlas delatado nada más les vio entrar al restaurante. La pelinegra estaba incómoda al recibir miradas de muchas chicas de probablemente dieciséis años. Habían algunas también afuera esperando o tomando fotos por el gran ventanal que había. 

Se alegraba por la fama que Heejin consiguió, porque se lo merecía y quería que el amor de su vida tuviera el reconocimiento que se merecía, sin embargo no podía permitir que eso fuera un obstáculo para seguir con su vida. Quería a la castaña para ella y para su hijo, no quería que adolescentes pubertas se le tiraran encima, o que mujeres maduras le ofrecieran cosas para nada humanas...

En menos de lo que se esperaban, los platos ya estaban en su mesa. Acompañadas de un agua mineral importado de Sicilia, Heejin comenzó a trocearle la pizza a su niño. Beomgyu sonreía y llevó uno de estos a su boca, haciendo un ruidito de aprobación.

—¿Está bueno?— preguntó Heejin, quien parecía no haberse percatado de los fans que tenía a su alrededor. Cuando levantó la vista, vio a unas dos chicas delante suya. Alzó la ceja y se bajó las gafas para observarlas mejor.— ¿Sí?

—E-Esto...— le temblaban las manos, consiguiendo que Hyunjin rodara sus ojos.— S-Somos un-unas grandes fans t-tuyas.— le señaló su funda de móvil.— ¿P-Podrías fir-firmármela?— le dio un rotulador y sonrió con ansias.— ¿N-No querrás p-poner triste a una fan, v-verdad?

Heejin respiró con cansancio e hizo lo que la chica le pidió. Nuevamente, la contraria le puso la camiseta en la cara, firmándola también. Se hicieron unas fotos donde Heejin salía con un rostro serio. Le dieron un abrazo y siguió comiendo con su familia. La castaña se cansó de estupideces y fue al baño para tirar las gafas de plástico y la peluca, que poco a poco se iba rompiendo.

Dejó ver los tatuajes de sus orejas y detrás de ellas y se sentó de nuevo a comer con Hyunjin y Beomgyu. Más gente le vio con claridad, sacando sus teléfonos con rapidez. Era hora de volver a sentirse acosada. La primera vez que pasó eso fue en su primera gira a sus veinte años. Ahora con treinta y uno sabía lo qué era sentirse como un juguete, y pudo verlo segundos antes. Miró con vergüenza a su hijo y le abrazó para taparle la cara. Lo mantuvo apretado contra su pecho y Beomgyu reía por el dulce aroma a pizza que tenía Heejin.

Fue cortando más pedazos y se los dio al niño, siempre evitando que su los flashes le impactaran en los ojos. Hyunjin se sentía un trapo sucio al ver a tantas personas querer fotografiarles. Conocían perfectamente a Hyunjin y su trabajo, no por nada era de las diseñadoras de moda más influyentes del país. 

Estaba segura que iban a ser top en las redes sociales. De repente, una silueta familiar le robó el aliento al ver a Wonho entrar a paso apresurado. Quiso avisarle a Heejin cuando ya se encontraba delante suya. Tanto la castaña como la pelinegra miraron al hombre y Heejin notó cómo unos brazos le cogían de los hombros. Esto hizo que Beomgyu se tuviera que bajar de sus piernas y fuera corriendo hacia su madre. Hyunjin les gritó a los demás para que abandonaran el sitio, sintiéndose tonta cuando hicieron caso nulo.

—¡Tú! Me quitaste todo lo que amaba...— le levantó por los aires para estamparle contra la mesa en donde estaban comiendo. Hyunjin quiso ir corriendo hacia él, sabiendo que tenía a su hijo en brazos y sería algo mortal.— ¡Que todos se enteren!— gritó.— JEON HEEJIN ME QUITÓ A MI ESPOSA A MI HIJO.— riéndose sarcásticamente, volvió a cogerle de la camisa de tirantes y le lanzó hacia el otro punto del establecimiento.

Hyunjin alcanzó su bolso y llamó a la policía y a una ambulancia, bajo la vista de los demás. Grababan y no hacían nada, decían ser fans de Rioters, pero reían a carcajadas cada vez que Heejin recibía un puñetazo de Wonho. Beomgyu miró la rabia e impotencia en los puños de su "padre", que quiso correr hacia él para pararle. 

Heejin estaba tendida en los asientos de pared de una de las esquinas. Su labio estaba roto, sus párpados se sentían pesados y de su cabeza salía mucha sangre. Quiso levantarse para enfrentarse al hombre, viendo cómo un objeto sospechoso sobresalía de su pantalón. Wonho iba hacia la castaña cuando algo le impidió avanzar. Miró hacia abajo y Beomgyu estaba ahí abrazando sus piernas. Encontró su mirada igual a la de Heejin y empujó al niño hacia una silla.

Hyunjin vio al niño deslizarse sobre el suelo y le agarró a tiempo, o su cabeza hubiera impactado contra la pata de la mesa. Se fue alejando de ellos, no pudiendo hacer nada más que haber llamado a la policía y a los sanitarios. Habían miles de personas afuera grabando la pelea, conociendo las malas intenciones de algunos de ellos. Posiblemente la pareja sufriría de algún ataque de fake news...

—A-Aléjate...— se levantó del sitio donde le dejó y vio a Wonho sacar una navaja. Hyunjin gritó con todas sus fuerzas, dejando a Beomgyu conun empleado del restaurante. Fue una mujer quien se encargó de sacar al pequeño del local. La pelinegra corrió para abalanzarse sobre la espalda de Wonho, e hizo un esfuerzo por arrebatarle el objeto punzante. 

El hombre pudo quitársela fácilmente de encima, haciendo que Hyunjin cayera de culo contra el suelo. Se dolía porque sus huesos dieron fuertemente contra este. Gracias al despiste de Hyunjin, Heejin pudo apresurarse para forzajear con él. Fueron varios golpes y empujones que se dieron el uno contra el otro, acabando la navaja clavada en la piel blaquecina y tatuada de Heejin.

Wonho tenía un rostro cínico encima, sonriendo porque había cumplido lo que se prometió; destrozar a Heejin. Ahora tenía su navaja en su estómago, viendo la sangre derramarse por todo el suelo. Tres agentes de policía entraron armados apuntando hacia Wonho, uno de ellos sacó las esposas para arrestarlo mientras se ocupaba en decirle los derechos que tenía... Hyunjin corrió hacia Heejin, quien se encontraba intentando mantener los ojos abiertos. 

—No, no, no te duermas por favor. ¡¿Y la puta ambulancia?!— gritó hacia los agentes de policía, haciéndoles la señal de que pronto llegaría.— Heejin...— se abrazó a su cuello sin dejar de besarle las manos.— N-No me dejes, tú n-no...— volvió a reunir el coraje para hablar.

Inesperadamente, Beomgyu entró al restaurante escapándose de las manos de la empleada y corrió hacia sus madres. Hyunjin trató de tapar toda la sangre del estómago de Heejin con su cuerpo, pero Beomgyu retiró a su madre de ahí y vio con sus propios ojos la navaja incrustada en Heejin.

—Mami...— llamó la atención de la castaña, sonriéndole débilmente.— ¿Por qué tienes esto metido?— apuntó al arma blanca.— ¿Qué es?

—Es mi... Varita mágica.— hizo todo el esfuerzo de contestarle, sabiendo que así agotaría oxígeno.— Y... Esto es mi... Mi pócima.— señaló a la sangre.— L-La mía es roja por... Porque me gusta el rojo... E-En cambio, la tuya...— tosió.— La tuya, cariño... Cariño, la t-tuya es de arcoíris.

Hyunjin estaba llorando a mares, levantándose cuando escuchó otras sirenas. Los médicos ya habían llegado. Heejin seguía con sus ojos entreabiertos mirando a su hijo, sin quitarle ojo de encima a su chica tampoco.

—¿La mía es de colores?— preguntó inocentemente Beomgyu. Heejin asintió.

—A-Amor, la ambulancia ya está aquí... Hee-Heejin.— le sacudió un poco viendo cómo la castaña no reaccionaba y se quedaba con los ojos abiertos.— A-Amor de mi vi-vida.— acariciando su rostro, derramó más lágrimas al ver cómo Heejin seguía mirando hacia el techo.

Cuando los sanitarios llegaron, cargaron con el cuerpo de Heejin, esta aún luchaba por no dormirse. Se pellizcaba las piernas, se daba golpes en las rodillas... Hasta que no pudo más y dejó que la oscuridad le reinara.

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