CAPÍTULO VEINTIUNO
Dimos por finalizada la reunión alrededor de la una y media de la mañana, cuando notamos la manera en que JinYoung luchaba por mantenerse despierto después de haberse dejado llevar por el alcohol y cómo JiSung y BangChan terminaban evolucionando en una versión de sí mismos más payasa y cariñosa que nos sacó más de una carcajada al presenciar un ligue no solo entre ellos dos, sino que también con los otros dos muchachos presentes.
YuGyeom, el más sobrio de los tres, adquirió la tarea de subir a los chicos a un taxi y de llevarlos sanos y salvos a sus respectivos hogares. Y mientras me despedía de ellos sacudiendo mi mano y sonriendo, la fotografía que le tome a un JinYoung ebrio, durmiendo con su cara aplastada contra la ventana trasera del taxi, fue suficiente para hacerme sentir más que feliz y satisfecha por esta noche. Porque además de que con ella puedo restregarle en la cara el día lunes que no soy la única que comete deslices, también poseo algo con que poder fastidiarlo durante un buen tiempo.
Hasta que me aburra o él me amenace con despedirme. Lo que ocurra primero.
Con SooYeon —quien decidió no beber y se encontraba más que sobria —, decidimos compartir un taxi, aprovechando el hecho de que camino a su casa queda mi vivienda.
Llego a mi edificio con un nuevo número de teléfono agendado en mi móvil y unas tremendas ganas de lanzarme a mi cama para dormir hasta saciarme. Me subo al elevador y cuando las puertas se cierran ante mí, mi móvil vibra al interior del bolsillo de mi vaquero con un nuevo mensaje que decido leer de inmediato.
YuGyeom
Me ordenaste que te enviara un mensaje cuando llegara a casa...
Y ya estoy en casa ✌ Todos los demás también están en sus casas, sanos y salvos.
¿Y tú? ¿Ya llegaste?
Me apoyo contra la pared del ascensor y con una floja sonrisa, me dedico a responderle entretanto llego a mi piso.
Bomi
Es satisfactorio saber que eres obediente y que todos llegaron bien 😊
Y yaaaas, ya estoy en mi casa.
Guardo mi teléfono y abandono el elevador sintiéndome ligeramente mareada por el alcohol ingerido, y muy somnolienta gracias al mismo. No estoy ebria, pero mi cansancio parece haberse multiplico debido a los tragos que tomé y lo único que ansío, es dejarme caer sobre el sillón o mi cama para descansar mis ojos.
La verdad, con lo que me tope primero.
Abro la puerta sin problemas y entretanto me quito mis zapatos en la entrada, comenzando a cuestionarme si esta mañana he dejado o no la luz encendida de la sala, la figura de JaeBeom —vestido de la misma forma que la última vez que nos vimos — aparece en mi rango visual, resolviendo mis dudas con su sola presencia y sacudiendo mi interior.
— Al fin llegas.
No se me pasa por alto el tono con el que lo dice, que es una mezcla de preocupación, alivio y enfado, como si él fuera mi padre y yo me hubiera excedido en mi hora de llegada. Mis cejas se juntan con confusión y molestia y, consiguiendo por fin deshacerme de mi último zapato con el que tuve que batallar un poco más, lo increpo.
— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?
— La ventana — responde con simpleza, saltándose la primera pregunta y haciéndose a un lado cuando me interno en el departamento.
— Perfecto — digo, quitándome mi abrigo. — desde ahora no voy a poder dejar ni una puta ventana abierta.
— Eres una exagerada.
— ¿Por qué estás aquí, JaeBeom? — interrogo, dejando mi abrigo y gorro sobre el respaldo del sillón e ignorando el hecho de que mi gorra, terminó cayéndose al piso por haberla dejado mal.
— Estaba preocupado por ti.
— Ah, ahora te preocupas por mí — suelto con sorna.
— Siempre me he preocupado por ti — aclara, adentrándose a la sala.
— Perdón por poner en duda eso, pero no fue así cuando decidiste tomarme el pelo hace un par de días — le recuerdo.
Noto cómo su mandíbula se tensa y su mirada se endurece, luciendo afectado por lo que le acabo de soltar. Un pesado silencio nos consume y como no tengo nada más que decirle y él no parece tener intenciones de decir otra cosa, decido darle punto final a nuestro encuentro para poder irme a dormir de una vez por todas.
— Ya sabes que estoy bien, ahora puedes irte.
Sacudo mi cabello con una mano con algo de frustración al ver que no se mueve de su lugar y, suspirando, me dirijo a la puerta principal para abrírsela como una clara invitación, y presión, a que abandone el departamento.
Al pasar por su lado, su mano atrapa mi muñeca izquierda y con un poco de fuerza, sin llegar a herirme, me hace detener. Me giro a verlo, procurando ocultar el hecho de que mi corazón dio un ridículo salto dentro de mi caja torácica cuando su piel hizo contacto con la mía, y me dedico a observarlo en silencio. Esperando a que decida soltarme para que las fastidiosas sensaciones que me invaden, se esfumen tan rápido como llegaron.
— Lamento mucho lo de ese día, Bomi — Se acerca, rompiendo mi espacio personal con su cuerpo e inclinándose para verme mejor. Detalle que no puedo evitar que me ponga de los nervios y que me haga rememorar, nítidamente, la escena de hace tres días.
Paso saliva mientras siento cómo su mano libre se posa en mi brazo derecho y me recuerdo a mí misma que estoy enojada y herida con él, que debo quitar sus manos de encima de mi cuerpo y decirle que no acerque su rostro al mío de la forma en que lo está haciendo.
— Hueles a hombre... — murmura cerca de mi oído, haciéndome respirar profundo entretanto percibo su aliento golpeando mi sien.
— No sería raro.
— Y hueles a alcohol. ¿Sabes lo peligroso que son esas dos cosas combinadas?
— Lo son si no eres cuidadosa, pero yo puedo cuidar de mí misma, Jae. No tienes por qué preocuparte — farfullo, notando como se inclina más cerca, hasta el punto de que nuestras narices se rozan ligeramente.
La situación se repite, porque está tan próximo a mí como la última vez. Y se hubiera repetido la escena tal cual, sino hubiera sido porque en vez de cerrar los ojos como una tonta, en esta ocasión decido mantenerle la mirada con firmeza. Sintiéndome más despierta que hasta hace unos instantes y con el corazón latiéndome desbocado.
Porque el tonto con orejas y cola de gato, todavía me gusta.
— Estás haciendo lo mismo que la última vez. Tus disculpas no significan nada si te pones a hacer la misma estupidez.
Una sonrisa triste surca sus labios y su mano sube para acunar mi mejilla. Su dedo pulgar delinea mi labio inferior y me tenso, debido a que la sensación es gratificante, pero a la vez dolorosa. Porque está jugando otra vez conmigo y yo lo estoy dejando.
— Me pediste que te perdonara.
— Sí, pero quiero que me perdones por haberte metido... — bisbisea, antes de romper la distancia entre ambos y besarme con inseguridad, temiendo a que lo rechace.
Su boca se mueve con lentitud sobre la mía, tímida, y me toma un par de segundos ceder ante él y corresponderle, percibiendo como mi estómago hormiguea con emoción y como mi lado racional se adormece de forma tenue para dejarme disfrutar de las sensaciones que burbujean dentro de mí gracias a él. Puede ser que me esté tomando el pelo otra vez, pero por el momento no puedo concentrarme en ello, porque besarlo es algo que he querido más de una vez y al fin está pasando.
Sus manos se deslizan hasta mi cuello y, con suavidad, me hace ladear la cabeza para profundizar el beso. Su lengua se abre paso en mi boca y me divierte un poco el hecho de que JaeBeom sabe a yogurt de frutilla, lo que me dice que durante el tiempo que ha estado aquí, esperando mi llegada, no se ha quedado sentado sin hacer nada, sino que le ha dado una visita al refrigerador.
Mi anatomía se ve afectada por olas de placer que me sacuden y mis manos se aferran a su playera, sintiendo indirectamente lo formado que está su abdomen bajo esta, lo cual me hace preguntarme si durante el tiempo que no estoy en casa se dedica a ejercitarse, porque jamás lo he visto hacerlo como para tener un cuerpo como el que tiene.
— Dijiste que... no te gustaba... — le reclamo entre cortos y pequeños besos, apoyando mis manos en su abdomen y dejándome envolver más y más por la calidez y la suavidad de sus labios que me seducen con cada roce.
— Lo sé... Te mentí.
Me alejo para admirarlo mejor, sin ocultar lo desconcertada que me han dejado sus palabras a las que no le encuentro una razón justificable. Al menos, por el momento.
— ¿Me mentiste?
Humedece sus labios y asiente, entretanto los dedos de su mano izquierda juegan de forma ausente con un mechón de mi cabello con ternura.
Mi entrecejo se acentúa y me alejo un poco, sintiéndome muy perpleja e indignada con lo que me acaba de confesar porque: si él tenía una idea de que me gusta y yo le gusto, ¿cuál es la necesidad de mentir y hacerme sentir cómo una idiota? ¿De hacer que me enoje con él hasta el punto de echarlo del departamento y no querer verlo? ¿Acaso es masoquista o solo tonto?
— ¿Por qué me mentiste si ambos nos gustamos? ¿Cuál es la necesidad de hacerlo, JaeBeom?
Las comisuras de sus labios tiran en una mueca triste que no deja ver su perfecta dentadura y sus ojos, en los que me puedo ver reflejada, me admiran con una tristeza que hace que sienta una punzada en mi pecho y que mi estómago se revuelva, presintiendo que algo doloroso sucederá.
— Porque no tenemos ningún tipo de futuro juntos, Bomi. No estando yo en este estado — Niega, acariciando mi pómulo con delicadeza, para suavizar el impacto de algo que, en sí, yo ya debería saber.
— ¿Qué? — cuestiono, y no porque lo haya oído mal y necesito que me lo repita, sino que como un acto reflejo al no saber qué más decir.
— Tú y yo no tenemos un futuro juntos como pareja — repite. — No cuando yo ni siquiera puedo salir de este edificio. Soy un lastre para ti, Bomi.
— ¡Claro que no! ¡Tú me ayudas! — me apresuro a decir, molesta por el hecho de que no valore su propio esfuerzo. — Haces la comida, mantienes ordenado y...
— Sí, pero eso no es suficiente.
— Para mí lo es.
Ríe incrédulamente entre dientes por mi argumento y niega, otra vez.
— Por el momento te lo parece, pero en un futuro ya no será así. No puedo conseguir un empleo para ayudar económicamente, no puedo ir a la tienda por víveres, no puedo salir a dar una vuelta por el vecindario contigo... ¡Ni siquiera por el mismo edificio! — exclama. — Estoy estancado aquí, Bomi. Y no puedo... No quiero... — se corrige a sí mismo. —, que tú te estanques conmigo.
Lo miro sin saber cómo responder a eso porque, al fin y al cabo... Tiene razón.
— ¿Y si encontramos una manera? ¿Alguna forma de que tu maldición desaparezca? — Lo veo esperanzada, tras unos segundos pensándolo, queriendo que él tenga el mismo optimismo que yo, pero su expresión me dice lo escéptico que está a la idea.
— ¿Y qué piensas hacer? ¿Buscar en internet a algún brujo y traerlo aquí?
— Si es necesario, sí — digo con firmeza.
— ¿Y si es un farsante? ¿Piensas traer farsante tras farsante y que me muestre ante ellos? ¿Ese es tu plan, que me dé a conocer?
Su noto revela lo que temo: no tiene fe. No tiene esperanza de algún día volver a ser lo que era. JaeBeom se ha rendido y, al parecer, mucho antes de conocerme, lo cual es muy triste de ver.
Muerdo mi labio inferior y respiro profundo, con mi pecho hundido por el dolor que me crea el verlo así, tan perdido en lo que se ha convertido.
— De verdad me gustas... — es lo único que digo con la voz ahogada, como si fuera una niña pequeña rogándole a su madre por algún juguete.
Toma mi cabeza y se acerca a besar mi frente, tomándose unos segundos demás mientras yo cierro los ojos, disfrutando de su tacto.
— Es mejor que continuamos como estábamos antes, Bomi. Tienes que salir, conocer a otras personas. Nos iba bien siendo amigos.
Arrugo el rostro, disgustada con la idea y cruzando mis brazos.
— Si querías que fuéramos amigos, no me hubieras besado — Gruño, porque ahora que lo ha hecho, quiero repetirlo.
Quiero besarlo, una y otra vez, hasta saciarme.
— Lo siento, pero no pude evitarlo. Prometo contenerme de ahora en más.
— No quiero que te contengas — me quejo, lanzándome contra él para rodear su torso con mis brazos y hundir mi rostro en su pecho.
Su pecho vibra a causa de su risa y corresponde mi abrazo, meciéndome con suavidad.
— Será mejor que vayas a dormir. Ya es tarde.
— Te quedarás, ¿no?
— ¿Me quieres aquí?
— Sabes la respuesta — digo, apoyando mi mentón en su pecho para verlo y sintiendo como mis mejillas adquieren un color carmín.
— Sí, pero quiero que lo digas.
Río entre dientes y escondo mi cara contra su pecho, aspirando su aroma.
— Quiero que te quedes, JaeBeom. Que vuelvas.
Me estrecha con más fuerza y roza su nariz contra mi cien para luego dejar un tierno beso ahí.
— Entonces, me quedo — sentencia y yo sonrío, satisfecha por tenerlo de vuelta, aunque no sea de la manera en que me gustaría.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro