CAPÍTULO VEINTINUEVE
Han pasado dos semanas desde el incendio y diez días desde que comencé a asistir al trabajo otra vez. No es como que tenga ganas de trabajar o algo parecido; porque, a decir verdad, solo lo hago debido a que no puedo darme el lujo de perderlo ahora que las cosas han empeorado, ya que eso sería la asquerosa y perfecta guinda para decorar el desastroso pastel en el que se ha convertido mi vida.
Hay muchas cosas de las cuales podría quejarme, como, por ejemplo: que mis padres luego de enterarse acerca del incendio ni siquiera me llamaron y les bastó con que YoungJae les dijera que estoy en una sola pieza o, que parte de mi último pago, se convirtió en cenizas. Pero también tengo que reconocer que a pesar de lo oscuro que se vea mi vida ahora, existen pequeños haces de luz que me ayudan a hacer todo más soportable, como el hecho de que mi hermano mayor se preocupa por mí lo suficiente como para tenderme su mano en esta complicada situación.
Estoy viviendo con YoungJae mientras consigo volver a poner de pie económicamente, y mientras todo a mi alrededor ha comenzado a proseguir con normalidad, yo me siento atrapada en un bucle lleno de una agotadora cotidianidad que he dejado que me consuma. Estos últimos diez días mi rutina ha sido la misma: levantarme; trabajar y soportar el día fingiendo que la pena que cargo en mi corazón no existe; salir del trabajo acompañada de mis compañeros y separarme de ellos a mitad del camino; dejar que mis pasos me guíen hasta el edificio en dónde comenzó todo para sentarme en la banqueta de la calle de frente y llorar hasta cansarme, luego de ello, regresar a casa y fingir con YoungJae que todo está bien para cenar juntos e irme a dormir.
Porque fingir es más fácil que tener que explicar lo que sucedió o cómo me siento. El sentimiento es tan potente que se me es complicado ponerlo en palabras y me siento muy agotada como para siquiera intentarlo.
No tengo ganas de hacer nada. Y entretanto me siento en la banqueta, con la mirada perdida en el edificio frente a mí que posee carteles y cintas con la advertencia de no entrar y de que pronto será demolido, mi mente masoquista se entretiene imaginando a JaeBeom saliendo de la destruida edificación con su brillante sonrisa. Listo para iluminar y reconstruir mi destrozado mundo.
Porque, aunque no lo diga en voz alta, aún tengo la esperanza de verlo otra vez y, es esa misma esperanza, la que me lleva todas las noches a sentarme a esperar en el mismo lugar y llorar por su ausencia. La realidad es cruel y es ella, la que me lleva a soñar con escenarios fantasioso en donde todo salió bien y lo que estoy viviendo ahora, es tan solo una pesadilla de la que no soy capaz de despertar todavía.
— ¿Por qué tiene que doler tanto? — me cuestiono, utilizando las mangas de mi abrigo para secar mis heladas mejillas ahora que mis ojos, parecen haber dejado ir todo el líquido que poseían.
El silencio me abraza y tras sonarme con uno de los pañuelos desechables que llevo en mi cartera, me pongo de pie. Sacudo mi pantalón y cuelgo mi bolso en mi hombro derecho, dispuesta a emprender camino en dirección a mi hogar temporal en donde mi hermano debe estar esperándome para cenar. Alcanzo a dar apenas dos flojos pasos cuando una voz familiar me llama con vacilación, haciéndome girar sobre de mi propio eje.
— ¿Bo-bo?...
— ¡Jackson!
— ¡BO-BO! — grita el castaño con emoción pura y desbordante, sin importarle en lo absoluto llamar la atención de los pocos transeúntes que hay. Corre hacia mí y me levanta entre sus brazos en un ferviente abrazo que me obliga a aferrarme a su cuello, sorprendida por su acción y temerosa por el hecho de que mis pies ya no tocan el piso. — ¡No sabes cuánto quería verte! ¡Me alegro mucho de que estés bien!
— Yo también me alegro de que estés bien... — bisbiseo con la voz rota y queriendo llorar otra vez porque hasta ahora, que mi pecho respira con alivio, me doy cuenta de lo preocupada que me sentía por Jackson al no poder contactarme con él. Nunca intercambiamos números telefónicos y, supongo, que se debió a que ambos dimos por garantizados de que continuaríamos siendo vecinos por un largo tiempo. Algo muy erróneo.
Me aferro a él y entierro mi cabeza en el espacio de su cuello para que su olor me salude.
— Me alegro de que hayas podido escapar del fuego — digo con la voz ahogada y los ojos llorosos, tomando una profunda respiración y rompiendo el abrazo para limpiar las pocas gotas saladas que consiguieron escurrirse de mis ojos a pesar de que creía que ya no era posible que salieran más.
— Yo no escapé de las llamas, Bo-bo. Esa noche ni siquiera estaba en el edificio.
— ¿No?
— No. Me enteré del incendio cuando volví — Frunce los labios con tristeza, escondiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo. — No fue una agradable sorpresa el llegar y ver el edificio envuelto en llamas.
— Me imagino...
Bajo la mirada, fijándola en las puntas de mis zapatos y perdiéndome momentáneamente hasta que alzo la cabeza para verlo con lamentación.
— Tu serpiente... — digo al recordar la existencia de su peculiar mascota.
— ¿BamBam? Oh, no tienes que preocuparte por él. Está bien — Sonríe y al ver cómo yo no lo hago, me toma por los hombros y se inclina para quedar al nivel de mi rostro. — Bo-bo, no tienes que preocuparte por él. Está sano y salvo en nuestro nuevo hogar.
— ¿Có- cómo salió? ¿Lo rescataron los bomberos?
— No es idiota. Aunque lo parezca —Ríe. Y sé que le gustaría verme reír junto a él, pero apenas y sí soy capaz de forzar una sonrisa a medias. Un pesado mutismo cae entre nosotros y yo me pierdo nuevamente en mis pensamientos. — Lamento mucho lo de JaeBeom. También me agradaba — se lamenta con sinceridad al notar mi estado, haciéndome fruncir el ceño con pena al oír su nombre.
Tomo aire y humedezco mis labios, viendo la vivida imagen de su rostro en mi cabeza con solo escuchar su nombre y recordando las frecuentes pesadillas que me han estado atormentado todas las noches.
— Es tan inju... Espera. ¿Cómo sabes de JaeBeom? — pregunto al procesar bien lo que ha dicho.
En cosa de un chasquido de dedos, su expresión pasa de una de lamentación a una de estupefacción al percatarse de lo que él mismo ha dicho y que, en consecuencia, se ha dejado al descubierto. Aún no sé de qué, pero lo ha hecho.
— Yo...
— ¿Tú...?
— Porque también conocí al gato del edificio. ¿Lo olvidaste? — Y ríe de forma estúpida, haciéndome ver con facilidad a través de lo que ha utilizado como una salida de emergencia. Está ocultando algo y lo que ha dicho, es una mentira a medias. Porque sí, el chino conocía al gato, pero nunca le dije que se llamaba JaeBeom porque se suponía que se llamaba Leo. Tanto él — que ha vivido más tiempo que yo en el edificio— como los demás inquilinos, lo conocía de esa manera y yo jamás lo llamé por su verdadero nombre frente a los demás.
Era un secreto entre ambos.
— Me estás mintiendo.
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué te mentiría?!
— No lo sé, tú dime — Alzo mis hombros, viéndolo con seriedad y desconfianza.
Nos observamos mutantemente en silencio, sumiéndonos en una batalla de miradas en la que al final, Jackson termina dándose por vencido con un suspiro de resignación al darse cuenta de que no me ganará.
— Porque durante dos años, antes de que llegaras tú al edificio, JaeBeom y yo fuimos amigos.
Enarco una ceja y dejo escapar una risa seca, rebosante de incredulidad.
— Es broma, ¿no?
— No me gusta mentir, Bo-bo. Y ahora estoy siendo sincero al ciento por ciento contigo.
— Entonces, ¿antes me mentiste?
Tensa los labios con disgusto y mueve su cuerpo de un lado al otro, dubitativo.
— Más que mentir, fue omisión de información.
— Omisión de información importante — puntualizo. — ¿Qué otra información me has ocultado? No lo entiendo, ¿por qué JaeBeom no me dijo que eran amigos? ¿Por qué me mintió sobre estar solo y...?
— Porque en su cabeza así se sentía — me interrumpe. — Él no te mintió. Porque JaeBeom tampoco recordaba que nos conociéramos y, mucho menos, que fuéramos amigos.
Sacudo mi cabello con frustración y paso ambas palmas de mis manos por mi cara, estirando mi rostro en el proceso.
— No entiendo. ¿Cómo no va a ser capaz de recordarlo?
— Porque borré sus recuerdos de nuestra amistad cuando te mudaste al edificio y te encontraste con él en su forma humana.... Bueno, semi humana y averiguaste su secreto.
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué hiciste eso?!
— Porque era peligroso dejar que JaeBeom supiera que soy un mago e interactuara contigo — bisbisea, desviando la mirada y luciendo como un niño al que están reprendiendo.
— ¡¿Mago?! ¡¿Estás jugando conmigo?! — Sueno escéptica y sé, que teniendo en cuenta todo lo que ha sucedido hasta ahora, debería tener una mentalidad más abierta, pero se me sigue haciendo complicado el llegar y aceptar las cosas sin tener pruebas de ello. Porque mentir es muy fácil y los humanos solemos hacerlo la mayoría del tiempo.
— No — Pero la mueca que hay dibujada en mi cara le dicen que no le creo al ciento por ciento y, tras chasquear le lengua y verificar que somos los únicos en toda la calle, saca su mano izquierda de su bolsillo y abre su puño.
Una exclamación de asombro se ahoga en mi garganta cuando un pequeño y rechoncho pajarito, que parece estar hecho de escarcha color verde y una luz propia que es capaz de iluminar casi de la misma forma en que lo haría una ampolleta, sale volando de su mano y revolotea a mi alrededor. Lo sigo con la mirada, maravillada con su sola existencia y, en el instante en que se posa en mis manos y me sonríe de forma adorable, explota al igual como lo hacen los fuegos artificiales.
Me quedo unos segundos viendo el sitio vacío entre mis extremidades donde la artificial ave se posó y me giro con lentitud a ver a Jackson, quien alza una de sus cejas y me ve con una expresión que dice: "¿ahora me crees?".
«Un mago. Jackson es un mago. Yo estaba buscando un mago y siempre lo tuve como vecino...»
— ¡¿Por qué diablos nunca me lo dijiste?! — le reclamo enojada.
— ¡Nunca preguntaste! — me chilla de vuelta con indignación y previo a que pueda decir algo frente a su estúpido argumento, continúa hablando. — Además, no es como que le vaya diciendo a cada persona que conozco que lo soy. Eso me metería en grandes aprietos, ¿sabes? Se lo dije a JaeBeom porque él estaba encerrado en el edificio, se sentía solo y las posibilidades de que interaccionara con otras personas y terminara contándoles mi secreto eran muy bajas. Casi nulas. Pero eso cambió cuando tú llegaste y se volvieron... Íntimos. No podía arriesgarme a meterme otra vez en problemas con el congreso de magos.
— Espera... Espera... Dame un par de segundos para procesar todo esto — le pido, sonriendo de la misma forma en que lo haría una loca y caminando un par de veces de ida y vuelta mientras acaricio mis cienes. — Eres un mago...
— A veces creo que no eres tan lista como pensaba.
Golpeo su hombro.
— Y si eres un mago, ¿por qué no ayudaste a JaeBeom con su maldición? Dijiste que eran amigos, ¿por qué no ayudaste a tu amigo?
— Porque ese tipo de maldiciones solo pueden ser quitadas por la persona que las hizo. No creas que no quise ayudarlo, pero esto de la magia no es tan fácil, Bo-bo. No es como que pueda chasquear los dedos, decir un par de palabras raras y arreglar todo — me explica, mirando como si yo fuera una pobre ilusa. — Hay cosas que ni la magia puede resolver. Cuando llegué esa noche, utilicé mi magia para ayudar a los bomberos a pagar el fuego pensando en JaeBeom, pero ya todo el edificio estaba en llamas y él ya... Tú sabes...— farfulla lo último, volteando a ver a otro lado con pena.
— Pero tú... ¡¿Puedes traerlo de vuelta?! — interrogo con el corazón latiéndome con ansiedad al interior de mi pecho y girándome a ver fugazmente el edificio.
Niega lentamente, haciendo que la decepción caiga en mi pecho como una pesada roca que me deja sin aire.
— No podemos interferir con el curso de la vida. No es que sea una regla impuesta por alguien, simplemente, no tenemos el poder para revivir a las personas. — Toma mi mano y su dedo pulgar acaricia el dorso de esta. — Lo siento, Bo-bo. Pero la muerte, entre otras cosas, están fuera de mi alcance.
Quiero llorar, porque la herida en mi corazón todavía está fresca pero no puedo hacerlo porque, al parecer, ya alcancé mi límite de hoy y mis ojos ya están cansado de derramar lágrimas, por lo que, en silencio, me dejo abrazar por Wang. Apoyo mi mejilla en su hombro y nos quedamos de esta manera hasta que recuerdo a su boa y BamBam.
— BamBam es...
— La boa que te dije que se escapó. Es un desordenado.
— ¿Es igual que JaeBeom?
— No. BamBam no tiene una maldición. Todos los magos podemos hacer pactos con criaturas mágicas y convertirnos en compañeros. A BamBam yo le di la habilidad de adquirir la imagen de un humano a voluntad, debido a que la vida de un brujo puede ser... muy solitaria — me explica, ordenando algunos mechones de mi cabello tras mi oreja con dulzura.
— ¿Es por eso por lo que te emocionas tanto con que seamos amigos?
Las comisuras de sus labios tiran en una sonrisa que deja ver sus dientes y asiente.
— Así es, linda.
Suspiro pesadamente, rodeando el brazo de Jackson y apoyando mi cabeza en su hombro. Ambos admiramos sin mediar palabra la edificación que, en su momento, fue nuestro hogar y nos dejamos arrastrar por nuestros propios recuerdos que nos arrastran a una dolorosa nostalgia.
— No me gusta verte así.
— Fingiría una sonrisa para ti y así intentar que no te preocupes como lo hago con mi hermano y los demás, pero me siento muy agotada para hacerlo ahora. Lo siento.
— ¿Lo amabas?
— Te diría que no... Pero el dolor en mi corazón me dice que sí.
Asiente, en señal de que lo comprende. Una fría brisa pasa entre nosotros y de reojo, después de unos segundos, lo veo morder con vacilación su labio inferior, meditando algo que desconozco pero que parece ser importante.
— Yo... Puede haber una manera para que JaeBeom viva — susurra, lo suficientemente alto para que pueda oírlo y reconstruir parte de mí ya, destrozada, esperanza.
— ¡¿En serio?! ¡¿Cuál?! — Me inclino a verlo con interés.
— Pero no sé si te va a gustar.
— Quiero saberlo de igual forma — hablo con firmeza y con ansias de oír lo que tiene que decir.
— Retroceder el tiempo hasta antes de que lo maldijeran. No puedo quitarle la maldición, pero puedo retroceder el tiempo hasta ese punto.
— Pero... ¿No se repetiría lo mismo otra vez?
— Hum... Hay probabilidades de que sí como probabilidades de que no. O sea, hay pequeñas decisiones que influyen en tus decisiones futuras tanto de manera directa como indirecta. Así que, si tan solo se cambia una, se podría cambiar el desastroso final que tuvo por otro, ya sea bueno o malo — Arruga el rostro, meditándolo. — Aunque el tipo de final que tenga su vida, no podría garantizarte que sea bueno.
— Pero... vale la pena arriesgarse y...
— Pero también... — me corta, alzando su dedo índice en señal de que me calle y lo escuche porque aún tiene mucho más que decirme. — tienes que saber que, a pesar de que JaeBeom pueda sobrevivir, tú no lo recordarás ni él a ti. Porque en ese punto de tu vida y la de él, nunca se conocieron y, puede ser, que nunca se conozcan.
Mi mandíbula se tensa al procesar sus palabras y admiro el edificio a unos metros de mí, recordando al chico que me robaba el aliento con solo mirarme.
— Pero... JaeBeom vivirá, ¿no?
— No puedo asegurártelo, pero está la posibilidad de que sí lo haga.
— Entonces vale la pena. Incluso si no llegamos a conocernos, él estará vivo. Y eso es lo que importa — murmuro con una mezcla de felicidad y tristeza. — pero... ¿no te meterás en problemas por ello si lo haces?
Lo piensa y se termina alzando de hombros, restándole importancia mientras ríe entre dientes como si fuera un niño pequeño tramando una travesura.
— No es nada que ya no haya hecho antes — me guiña un ojo. — Tú tranquila y yo nervioso. Entonces, ¿quieres hacerlo?
Asiento con firmeza, sin dudarlo.
— Por favor... Oye... ¿A ti tampoco te recordaré?
Sé la respuesta, es obvia, pero quiero que él me lo diga. Avanza un paso más cerca de mí, haciendo que las puntas de sus botines toquen las puntas de mis zapatos y atrapa mi rostro entre sus manos tomándome por sorpresa. Sus fríos y rosados labios se aproximan hasta dejar un largo y tierno beso en mi frente, que parece ser su respuesta.
— Gracias por ser mi amiga, Bo-bo. Nunca te olvidaré.
Nos observamos y nos sonreímos de forma sincera, los dos con las miradas cristalizadas por la despedida que se encuentra a la vuelta de la que esquina y que solo Jackson, será capaz de recordar.
Tomo una de sus manos con fuerza, inspirando hondo por la nariz que me pica y hablo.
— Gracias a ti... Por todo. Eres raro la mayoría del tiempo... pero aun así eres el tipo de amigo que muchos querrían tener.
— Lo sé, soy genial.
— Muy genial — confirmo, previo a que el mundo a mi alrededor se detenga por unos segundos para seguido, comenzar a girar sin control y eso, sumado a la sonrisa de Jackson, es lo último que veo previo a que mi consciencia se apague.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro