CAPÍTULO UNO
— Y, finalmente, este es el dormitorio... — La mujer abre la puerta de par en par y se hace a un lado, dejándome pasar antes que ella. — cómo puedes ver, es muy espacioso al igual que todo el departamento, además, posee una excelente iluminación gracias al balcón. El sistema de electricidad funciona bien y, estoy segura, de que estarás muy a gusto viviendo aquí.
Asiento como respuesta a la información que me entrega para que se dé cuenta de que sí la estoy escuchando y no ignorando. Me tomo el tiempo para analizar el lugar en silencio por unos minutos, fijándome bien en que las paredes no tengan manchas de humedad como las que vi hace un par de días en otro edificio y que el piso no tenga hundimientos.
— Es un lugar muy lindo, a decir verdad. Está en el centro de la ciudad, tiene buena vista, es espacioso, queda cerca de la estación de metro y es muy económico...— Me giro para ver a la mujer de piel bronceada que ronda los cuarenta años y que es la gerente del edificio. — Ya suéltelo, ¿mataron a alguien aquí?
— No. — Niega con suavidad y abraza la carpeta que carga. —, pero uno de los primeros dueños desapareció sin dejar rastro y tantos los vecinos como los dueños que le siguieron, se encargaron de correr rumores de que este lugar está embrujado. Esa es la razón por la que es tan difícil arrendar el departamento y el por qué el precio ha disminuido de manera considerable. Conseguir que alguien lo rente o se quede más de una semana es muy difícil.
— Entonces... ¿Me está diciendo que hay fantasmas aquí? — cuestiono, dando un rápido vistazo a mi alrededor como si de ese modo fuera capaz de ver una sábana sin piernas pasando por la estancia.
Porque sí, mi imagen de un fantasma es la misma que los monitos animados suelen enseñar.
— No. Te estoy diciendo que uno de los primeros arrendadores se fue sin dejar rastro ni pagar lo que le correspondía de renta y que, tanto los arrendadores que le siguieron y los vecinos, se aprovecharon de esa historia para entretenerse inventando rumores acerca de fantasmas — me explica con seriedad y serenidad. — te lo digo chica, he pasado la noche aquí para comprobar todas esas estupideces y nada extraño ha sucedido. No he visto ni oído nada fuera de lo común que compruebe la existencia de que algo sobrenatural ocurra aquí.
— Hum... Si lo pone de ese modo... — murmuro, acariciando de manera inconsciente el collar que cuelga de mi cuello y moviendo mi cabeza de un lado al otro mientras lo medito.
Necesito un lugar dónde vivir con urgencia y, de entre todos los lugares que he visitado estos últimos días, este es el mejor por mucho. La renta es un sueño hecho realidad y por lo único que debo preocuparme, es por un par de rumores que, en realidad, no parecen ser nada más que eso; simples rumores creados por gente con demasiada imaginación y tiempo libre.
No es un problema lidiar con los rumores y, la verdad, soy un poco fanática de lo paranormal como para salir huyendo tan fácilmente.
— Está bien, me lo quedo.
— Me parece perfecto. — Sonríe contenta. — pero antes de que firmes el contrato debo informarte que, en una de las cláusulas de este, está claramente estipulado que antes de mudarte, debes conseguir a otro arrendador. De otra forma, deberás pagar una multa — dice, caminando por el pasillo de vuelta a la sala conmigo detrás de ella.
— ¿De cuánto estamos hablando? — interrogo con cautela, enarcando una ceja claramente curiosa.
Deposita la carpeta sobre la isla de la cocina y busca en el contrato la cláusula para luego, deslizarla por la superficie hasta mí, señalando el monto estipulado.
— Holy shit! ¡Son demasiados ceros! — exclamo sin molestarme en disimular mi asombro.
— Así es... por eso, mi pregunta es... ¿Aún quieres vivir aquí? — me observa cuestionante.
"Mientras vivas bajo nuestro techo, acatarás nuestras reglas. Si la idea no te gusta, puedes largarte cuando quieras..."
Muerdo el interior de mi mejilla, aceptando el lápiz que la mujer me ha tendido y jugando con él entre mis dedos, reflexionando un poco más mi situación actual.
«Por dónde lo mires, este lugar es mejor a vivir con ellos o en la calle, Bomi»
Diablos, necesito un lugar en donde vivir.
Es una de las primeras cosas que se encuentra en mi lista y que, en realidad, es indispensable para seguir con las demás. Y no creo poder encontrar otro lugar mejor que este, al menos, no prontamente y tampoco tengo todo el tiempo del mundo como para darme el lujo de dejar pasar esta oportunidad.
«Al carajo con todo. No pienso seguir dejando que sigan decidiendo mi futuro, es momento de tomar las riendas de mi vida y hacer lo que YO quiera con ella »
— Me lo quedo.
Las comisuras de sus labios tiran en una gran y brillante sonrisa tras oír mis palabras.
— ¡Perfecto! Necesito tu firma en estos lugares...
Sigo sus indicaciones y firmo en todas las líneas que me indica, todo esto tras leer las hojas de manera cuidadosa y asegurarme de que estoy de acuerdo con los otros puntos estipulados.
Tras terminar, me regala una boyante sonrisa.
— Perfecto, acompáñame a la oficina para arreglar otros pequeños temas legales y podrás mudarte mañana mismo.
— Hum... claro.
Guarda todos los papeles en la carpeta que carga y camina en dirección a la salida. Tomo mi bolso que he dejado sobre la isla de la cocina y cuando me giro para seguirla, mis ojos se encuentran con los de un gato de brillante pelaje color azabache sentado sobre el sillón.
Mueve su cola de manera lenta mientras sus ojos se mantienen fijos en mí, como si estuviera analizándome.
— Y este gato... ¿Qué hace aquí?
— Oh, él es Leo. Es la mascota del edificio. — Camina hasta el sillón y soba la cabeza del minino, quien recibe gustoso la caricia de la mujer como si fuera lo mejor del mundo. — Es una ternura.
— Oh... bien — suelto con una mueca de desagrado, sin la menor intención de acercarme al animal o disimular mi disgusto.
— ¿No le gustan los gatos?
— No. Soy más de perros — admito.
— ¡Oh! Pues creo que Leo ya no podrá entrar aquí más. — Ríe. —Una pena que no te gusten los gatos. — Se encoge de hombros, dándole unos últimos mimos al animal. — Okey, ahora vamos a terminar con lo que nos concierne... ¡Adiós, Leo! — se despide, abandonando el departamento sin dejar de lado su buen humor.
Al parecer, el conseguir a alguien que rente el lugar la hizo muy feliz.
Camino hasta la puerta y antes de salir, me volteo para ver por última vez al gato, el cual, extrañamente, no quita su felina y oscura mirada de mí.
— Adiós, gato feo — digo arrugando la nariz para después salir, cerrando la puerta del departamento tras de mí en un ruido sordo.
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