Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO QUINCE

— Cuando pensaba en mi futuro, jamás se me pasó por la cabeza el terminar teniendo a un chico mitad gato como sirviente — admito con sinceridad, irrumpiendo en la cocina luciendo solamente mi cómodo pijama y cargando unas tremendas ganas de faltar al trabajo hoy.

— Y sigues sin tenerlo.

Me da una rápida mirada con el entrecejo fruncido, viéndose un poco ofendido por mi comentario, para seguido volver con lo suyo.

— Hum... Sí, claro... — Asiento y camino hasta llegar a su lado, obteniendo una mejor vista de lo que el chico está haciendo. — Entonces, ¿me podrías decir que estás haciendo? — cuestiono con fingida inocencia.

— Tu desa... Mi desayuno — se corrige de inmediato al notar como estaba a tan solo cuatro sílabas de darme la razón.

— Oh, ya veo. ¿Y te comerás todo esto tú solo?

Señalo con mi dedo índice todas las cosa que está preparando, solo para continuar fastidiándolo porque he descubierto, hace unos días, que hacerlo me trae una gran satisfacción. Y aunque todo sea en plan broma, la verdad es que no puedo evitar asombrarme con la cantidad de comida que ha preparado para solo dos personas. Es realmente una exageración de su parte. Porque sí, ambos somos buenos para comer y gracias a Zeus el té de canela me ayuda a tener una buena indigestión, pero estoy completamente segura de que no seremos capaces de comer todo aquello.

— Sí.

— ¡Oh!... Asombroso. Pues, cuando termines deja limpio para yo poder preparar mi desayuno con tranquilidad — le indico, girándome dispuesta para ir a mi habitación y arreglarme de una vez por todas para ir a trabajar, siendo consciente de que tendré que abrigarme un poco más de lo normal ya que el clima el día de hoy está perfecto para quedarse en casa. Aunque siendo sincera, no me importa mucho el clima que haya, porque me gusta quedarme en casa.

Antes de que pueda marcharme, JaeBeom tira de mi muñeca de forma sorpresiva hacia sí mismo, consiguiendo que mi cuerpo impacte contra su dura anatomía de manera torpe. Uno de sus brazos me abraza por el cuello mientras que el otro rodea mi cintura, sin dejar posibilidad a que me escape fácilmente de su agarre. Se mueve de un lado a otro en un lento y simpático vaivén, el cual me obligada a seguir hasta que pueda deshacerme de él y sus repentinas ganas de tener contacto físico conmigo. Hace todo aquello con una soltura y naturalidad que dejan ver, claramente, que nuestra relación se ha vuelto más estrecha con el pasar de los días, llegando al punto en que el contacto físico entre nosotros se ha convertido en algo más común. La ligera capa de incomodidad o inseguridad que antes nos envolvía en determinadas circunstancias — cuando invadíamos el espacio personal del otro de forma inconsciente — parece haber desaparecido casi por completo, y es obvio que eso solo se ha logrado gracias al hecho de que compartimos vivienda desde hace casi un mes y medio y que pasamos muchas horas juntos.

Y es genial, porque ahora compartir departamento con JaeBeom se siente igual que compartirlo con un amigo. Gracias a él no me siento sola, me alimento bien y el aseo del departamento se mantiene impecable — porque me he podido percatar de que el chico mitad gato posee algún tipo de tic cuando de la limpieza y del orden se trata —, lo cual es maravilloso, porque si no fuera por él estoy segura que estaría sobreviviendo a base de ramen instantáneo, o en su defecto comida a domicilio, y que el orden de mi hogar no sería algo por lo cual poder sentirme particularmente orgullosa.

No digo que sea una desordenada de primera que deja todo regado por todos lados, pero a veces tengo mis momentos y, con lo cansada que me siento la mayoría de veces gracias al trabajo, lo último que quiero llegar a hacer a casa es el aseo.

— Ya, deja de rogarme. Compartiré mi fabuloso desayuno contigo.

— No te he rogado.

— Ya, ya, ya... Shh... No tienes que continuar. Ya dije que acepté compartir mi comida contigo.

— Es lo mínimo que deberías hacer teniendo en cuenta que yo he pagado por esa comida — Gruño con mi rostro enterrado en su pecho gracias a él, inspirando su peculiar aroma que, ahora, me hace sentir casi igual de cómoda que el de YoungJae o Mark.

— Yo... — Levanto la mirada como se me es posible para poder verlo. Alzo una ceja y lo admiro mientras los orbes de Im se pasean por la estancia, en busca de qué poder decir para contrarrestar lo que he dicho anteriormente. — No sé qué responder. Mejor ve a vestirte — Me suelta con un ligero empujón, sonriendo avergonzado.

— No puedo creer que lleve un mes y medio soportándote.

— Lo dices como si en verdad yo fuera el fastidioso en este departamento — suelta con notable indignación, pero sonriendo de manera tal que sus ojos se convierten en dos finas líneas que lo hacen lucir adorable.

— Lo eres.

— Claro que no. Soy adorablemente sexy.

Rio, y como sé que saltar en una absurda discusión con él es lo que menos necesito si quiero llegar temprano para que JinYoung no me regañe, me interno en el pasillo.

Tras terminar de arreglarme a paso apresurado, me siento junto a JaeBeom en la mesa del comedor para desayunar una comida contundente, preparada especialmente por él con "todo su amor y talento".

— Debo admitir que esto está bueno.

— Lo dices como si te sorprendiera.

— Estoy sorprendida — bromeo, ganándome un pequeño empujón de su parte que consigue desestabilizarme un poco en mi asiento. — Eres un sensible.

— No tanto como tú.

— Yo no soy sensible.

— Ya, ahora dilo sin llorar — me fastidia y yo respondo lanzándole mi servilleta en la cara.

Se carcajea por mi reacción, que no ha sido más que intencionada, y seguimos comiendo mientras mantenemos una tranquila charla que es interrumpida por cómodos e intermitentes silencios. Me echo a la boca lo que defino como mi último bocado de este delicioso desayuno, ya que mi estómago ha llegado a su límite y vomitar camino al trabajo no es una idea muy atrayente que digamos, y entretanto me dedico a masticar correctamente la comida que hay en mi boca para después ir al baño a lavarme los dientes, JaeBeom me llama. Desvío la mirada hacia él y doy un respingo casi imperceptible al notar como su mano se encuentra extendida hacia mi rostro, quedando a centímetro de este.

«¿Y a este qué le pasa...?» Me pregunto a mí misma, congelándome en mi lugar y mirándolo expectante para que explique a qué se debe su repentina cercanía.

— Pareces un hámster con las mejillas así de rellenas — comenta jocoso, y con su dedo índice y pulgar quitan algo de mi rostro con suavidad; que luego reconozco como un grano de arroz. Tras sacarlo, su dedo pulgar vuelve a rozar la zona con ternura dos veces continúas, como si quisiera eliminar de manera definitiva todo rastro de que en algún momento hubo comida en mi cara. — Tenías un grano de arroz en la mejilla — explica, alejándose y volviendo a tomar sus palillos.

— Oh, sí. Gracias — suelto, tragando y asintiendo de manera torpe. Comienzo a ordenar las cosas que he utilizado para llevarlas al lavaplatos, pero Im me detiene en el acto.

— Yo recojo. Tú vete.

Un poco atontada, asiento.

— Está bien. Iré a lavarme los dientes. Ya voy tarde.

— Siempre vas tarde.

— ¡Mentira! — Le saco la lengua antes de abandonar el recinto con dirección al único baño del departamento.

El frío aire que arrasa con la capital me cala los huesos en mi regreso a casa, en el que me he topado con una fuerte chaparrada que se ha encargado de dejarme empapada de pies a cabeza en unos cuantos segundos, todo por no haber ver visto como estaría el tiempo el día de hoy y no haber cogido un puto paraguas antes de salir. Aunque, sinceramente, no creo que deba atribuirle todo a la incesante lluvia que ha azotado la ciudad a último momento, porque el hecho de que este tan mojada también se debe a que un imbécil en automóvil ha decidido que es divertido pasar rápido junto a una gran posa de agua y mojar a unos cuantos transeúntes que intentan volver a sus hogares lo más secos que se les sea posible.

Mis dientes castañean de forma incesante e involuntaria y, por más que tense la mandíbula y muerda mi labio inferior como una pobre medida para detener tan molesto efecto que tiene el frío sobre mi cuerpo, no soy capaz de lograrlo. Mis brazos se encuentran rodeando mi cuerpo desde que abandone el metro; dejando atrás todo ese calor humano y repugnante que trae al estar en espacios cerrados con tantas personas a la vez y que jamás me ha gustado.

Cruzo el paso peatonal que da a la calle en donde se encuentra mi edificio, todo sin dejar de temblar como un puto chihuahua. Las luces de la avenida se han encendido desde hace un rato, y ver desde lejos la calidez que emana la arquitectura en una noche tan gélida como en la que se ha convertido esta, me hace apresurar el paso.

— Buenas noches — saludo al guardia que se encuentra sentado detrás del mostrador y quien corresponde mi saludo junto a una sonrisa amable.

— Que temporal, ¿eh?

Mi contestación es un flojo sonido acompañado de un intento de sonrisa entretanto continúo caminando hasta el ascensor, destilando. Presiono el botón llamando al aparato, entretanto veo cómo las gotas que caen de mi ropa y cabello van humedeciendo el piso bajo de mí.

Las puertas del ascensor se abren de par en par unos segundos más tarde y MinHyuk, el guardia a quien no he podido olvidar y que continúa sin agradarme completamente, aparece en mi capo de visión.

— Buenas noches.

— Buenas — es lo único que digo, pasando por su lado cuando él abandona el ascensor y yo, por poco, me lanzó al interior de este.

Presiono el botón para que las puertas se cierren y así no tener que ver su fastidiosa sonrisa burlesca que me hace querer golpearlo en la cara. Hago un pequeño y poco elaborado baile en mi lugar mientras el ascensor sube hasta mi piso, todo con la intención de que la temperatura de mi cuerpo se eleve un poco.

El calor del departamento me abraza apenas cruzo la puerta principal y el olor a comida casera me da la bienvenido. Me quito los zapatos en la entrada con gran maestría, lanzándolos a un lado, para luego deshacerme de mi bolso y abrigo que no dejan de destilar agua y manchar el piso.

— Oh, dios, ¿qué te ha pasado? — interroga JaeBeom desde el sillón, parando la película que está viendo en Netflix y haciendo ademan de levantarse y acercarse a mí.

— Me ha dado por tirarme a la piscina del edificio antes de subir hasta aquí — contesto con rebosante sarcasmo.

— Con lo subnormal que eres, aquello no me parece algo difícil de creer.

Sonríe con una actitud brillante, recibiendo mis cosas sin rechistar y observando en silencio la patética y corta batalla que tengo contra mi suéter gris.

— Maldición, tus labios están morados, Bomi — dice con un deje de preocupación tintando sus palabras, arrebatándome de las manos la prenda que me acabo de quitar.

No me extraña lo que me acaba de decir ya que de por sí, soy alguien que sufre de presión baja, así que está situación me está jugando en contra.

— ¿Me queda bien? — bromeo.

— No. Te va mejor el color natural que estos tienen.

Su brutal sinceridad y seriedad me desconcierta ligeramente, pero intento que no se dé cuenta de aquello obligándome a mí misma a sonreír.

— Ve a darte una ducha. Te prepararé una sopa.

— Muchas gracias, Jae.

— No es nada — responde y, antes de que pueda marcharme a la ducha, toma mi mentón con su mano izquierda para seguido, alzarlo. Sus cálidos labios, que contrarrestan la temperatura de mi cuerpo, entran en contacto con mi frente en un dulce y corto beso que consigue dejarme en blanco.

«What?»

Se separa de mí dedicándome una abierta sonrisa, que deja en claro que, a diferencia de mí, aquel gesto le ha parecido de lo más normal y cómodo a pesar de que sea la primera vez que lo realiza. No espera una reacción de mi parte para abandonar la estancia en dirección al cuarto de lavado, dejándome sola y con la vivida sensación de sus labios en mi piel.

— Okey... — digo, frunciendo suavemente los labios para encaminarme al baño, rezando por no terminar cogiendo un resfriado, lo cual es muy probable teniendo en cuenta que mi sistema inmunológico no es el más fuerte de la nación. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro