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CAPÍTULO DOS

— Así que... Aquí vivirás de ahora en adelante — dice Mark, depositando la última caja con mis pertenencias en el piso de la sala. Con el borde de su playera de manga corta se limpia las pequeñas gotas de sudor que decoran su frente, dándome una perfecta vista de su marcado abdomen sin pena alguna.

— Sí, es lo mejor que pude encontrar en tres días... — Me encojo de hombros, satisfecha con el lugar. — Y por lo menos aquí, el gerente no me pidió tener sexo con él para pagar la primera semana de renta — digo con una mueca de asco que representa a la perfección, el cómo me sentí al oír su propuesta ese día.

— Te dije que debía acompañarte a buscar departamento — murmura malhumorado, cruzando el espacio que nos separa para posar sus manos en mi cintura y pegar su pecho al mío.

— Tenías que ir a la universidad y yo tenía algo de prisa en buscar un lugar en donde vivir.

— Podría haber faltado y acompañarte

Rio con suavidad mientras niego al ver su insistencia. Entrelazo mis manos en la parte posterior de su cuello y lo miro divertida.

— Muy bien, podemos continuar discutiendo del pasado a pesar de que no sucedió nada malo o... Podríamos besarnos y continuar con nuestras vidas — hablo, fijando mis ojos en sus rosados y generosos labios.

— Hum... Me gusta discutir... — susurra juguetón, inclinándose más cerca. Su caliente respiración acaricia mi boca y las ganas por besar a mi novio solo aumentan. — pero más me gusta besarte.

Sonrío contra sus labios mientras nos encargamos de eliminar la distancia que nos separa. Cuando nuestros labios se encuentran a milímetros de distancia, un pequeño maullido revienta la linda burbuja en donde nos encontramos y nos obliga a separarnos para giramos en la dirección de donde proviene el sonido.

— Un gato... ¿Es tuyo? — cuestiona con el entrecejo levemente fruncido en confusión, viendo al felino de color negro con un poco de interés.

— Claro que no. Sabes que no me gustan los gatos — Arrugo la nariz con desagrado, mirando a la bola de pelos negra que no deja de mover su cola de manera lenta, con sus gatunos ojos puestos sobre mí como si tuviera algún problema conmigo. — Es la mascota del edificio. Según la gerente, le gusta estar aquí, pero ahora que yo vivo aquí, tendrá que buscarse otro lugar en donde vivir porque no quiero a un gato pulguiento acostándose en mi sofá o cama.

Mark ríe entre dientes.

— Tampoco es tan feo. — Se acerca a él y se hinca a su lado para acariciar su cabeza. El gato, gustoso, frota su cabeza contra la palma de Mark. — Es muy cariñoso...

— Sí, eso parece.

— Ya, lo dejaré afuera — dice riendo al ver mi expresión de disgusto y que a pesar de su comportamiento dócil, no lo quiero cerca.

— Gracias.

— Okey, amigo... Mejor búscate otro lugar en donde estar porque aquí ya no eres bienvenido — le habla al animal, caminando con este hasta la puerta principal y dejándolo en el pasillo. — Adiós — canturrea de forma tierna, sacudiendo su mano antes de cerrar la puerta en la cara del animal, con cuidado de no lastimarlo por si este desea intentar entrar de nuevo.

— Creí que a ti tampoco te gustaban los gatos.

— No son mis favoritos, pero de igual manera los acaricio y juego con ellos algunas veces. — Se encoge de hombros avanzando hasta mí. — Pero al igual que tú, los perros me encantan. — Sonríe de manera brillante, tomándome de la cintura otra vez. — Ahora sí... ¡Bésame, bebé! — Suelta de manera graciosa, logrando sacarme una suave carcajada.

— Encantada.

Lo tomo por las mejillas y, por fin, sin más interrupciones indeseables, lo beso.



¿Cómo te fue? — curiosea Mark desde el otro lado de la línea.

— Bueno, en los tres lugares que dejé mi curriculum... me dijeron que me llamarían así que... no encuentro otra palabra además de mal para describir el cómo me fue.

Una sonrisa sin gracia se dibuja en mis labios, porque me siento triste dado que necesito conseguir un trabajo lo antes posible para poder mantenerme.

El dinero que poseo algún día se agotará y eso, es lo que menos necesito si quiero entrar a estudiar en la universidad. Además de que eso, solo servirá para que mis padres me restrieguen con más ganas en la cara lo mucho que los necesito y lo poco que soy capaz de cuidar de mí misma. Y querrán que vuelva a casa.

Y yo no quiero volver a casa.

En lo absoluto.

Tranquila, ya encontrarás algo — Me ánima con dulzura, consiguiendo elevar un poco mi deplorable estado de humor. — No pierdas las esperanzas.

— Sí, intentaré no perderlas...

Perfecto. Hermosa, me encantaría seguir hablando contigo, pero tengo que terminar un informe y...

— ¡Oh, claro, claro! ¡No te preocupes! — Sonrío. — Podemos hablar luego.

— Gracias. Adiós, linda, te quiero.

— Adiós, Mark. Yo igual — le digo antes de colgar la llamada.

Guardo mi teléfono móvil en el bolsillo de mi abrigo en el momento justo en que las puertas del ascensor, se abren. Salgo al pasillo y camino en dirección a mi departamento mientras busco las llaves de la puerta en la profundidad de mi bolso que posee una gran cantidad de «por si lo necesito».

— ¡Hola!

Me detengo abruptamente por el susto que me causa escuchar esa animada voz de manera tan repentina. Alzo la mirada, topándome a un chico un par de centímetros más alto que yo, vistiendo ropa deportiva de color negro al igual que la gorra que oculta su cabello.

— Hola — saludo, imitando de manera más suave la gran sonrisa que él luce.

— Eres la nueva vecina, ¿no?

— Sí.

— ¡Oh, genial! ¡Un gusto conocerte! — exclama. — Mi nombre es Jackson Wang, soy chino y tu vecino del lado izquierdo. — Señala la puerta sin dejar de hablar.

— Un gusto, me llamo Bomi. — Inclino mi cabeza levemente.

— Lindo nombre. Espero que dures más de una semana viviendo en el departamento, pareces simpática. — Me halaga con descuido, ladeando la cabeza.

— Hum... gracias.

— Bueno, me encantaría poder quedarme a charlar más contigo, pero deberíamos dejarlo para otra oportunidad porque ahora voy de camino al gimnasio del edificio. Me guiña un ojo. — Deberías pasarte por ahí, te hará bien el ejercicio. Bueno, Adiós, Bo-bo — dice sin dejar de sonreír, despidiéndose de mí con una sacudida de mano mientras pasa por mi lado.

Correspondo su gesto algo aturdida, no solo por lo mucho y rápido que habla, sino que también por su nuevo apodo hacia mí, el cual me ha parecido muy malo e inesperado, considerando que nos acabamos de conocer. Además, de que tengo el gran presentimiento de que me ha dicho que estoy algo subida de peso, pero con palabras más sutiles.

— Muy bien... mejor ignorare ese comentario — bisbiseo para mí misma, abriendo la puerta de mi departamento.

Ingreso al lugar, cuelgo mis llaves junto a la puerta y me quito los zapatos en la entrada para cambiarlos por mis pantuflas. Tiro mi bolso y abrigo sobre el sofá y, antes de ir a la cocina a prepararme algo para cenar, decido ir a tomar una relajante ducha para que el agua tibia se lleve no solo el sudor, sino que también mis preocupaciones y las decepciones que me he llevado hoy.

Recorro el pasillo que da a mi habitación para ir en busca de mi pijama entretanto tarareo Woman Like Me de Little Mix y, cuando me dispongo a ingresar, me petrifico en el umbral de la puerta tras encender la luz y encontrarme con un completo extraño, durmiendo sobre mi cama.

Un completo extraño que posee orejas y cola.

¡UNAS PUTAS OREJAS Y COLA!

Mi corazón se da con fuerza contra mis costillas, produciéndome una ligera arritmia y retrocedo instintivamente, ahogando el grito que se precipita por mi garganta de manera veloz.

— Pero, ¿qué...? — Sin pensarlo más ni terminar la frase, salgo corriendo de ahí.

Paso por el living y tomo solamente mi bolso antes de abandonar el departamento con mi ritmo cardiaco por las nubes.

¿Qué diablos era eso? ¿Qué tipo de loco ha entrado a mi departamento? Y ¿Cómo fue que lo hizo?

Yo ya he firmado el contrato y pagado por adelantado la renta de todo el primer mes con parte de mis ahorros.

Todo, hace tan solos dos días.

Se supone que el departamento es mío y tengo un contrato que lo afirma, de manera muy clara, guardado en el primer cajón de mi escritorio. Y es por esto mismo, que no puedo entender qué hace ese extraño durmiendo en mi cama tan cómodamente como si estuviera en su casa y, mucho menos, el cómo diablos ha conseguido meterse ese chico a mi departamento sin llamar la atención de los vecinos o del guardia de seguridad del edificio.

Ya en el pasillo, recuperándome del susto y con mi vista fija en la puerta de mi departamento, le marco a la seguridad del edificio para que suban a sacar a ese loco con complejo de gato de mi habitación.  

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