CAPÍTULO DIECINUEVE
Lo miro comer por unos segundos en silencio, admirando y envidiando la serenidad con la que devora la cena mientras yo, apenas, puedo probar bocado alguno de lo que el muchacho ha preparado durante mi ausencia gracias al nudo de nervios que tengo en la boca del estómago.
«¿Cómo puede ser posible?»
Está tan tranquilo que me enferma. ¿Acaso no es capaz de percibir la tensión que pesa en el ambiente o solo soy yo?
— Estás muy callada. ¿Ha ido muy mal el encuentro con tu madre? — interroga, observándome por unos milisegundos para después volver a concentrarse en el plato con comida frente a él. Llenando su boca a toda su capacidad como si alguien fuera a arrebatarle el plato.
— Ha ido tan mal cómo me lo esperaba — Suelto con desinterés, alzando los hombros y jugueteando con un trozo de carne que en otro momento, no habría dudado en devorar.
— Que mal.
— Sí.
El silencio cae nuevamente sobre nosotros y se me hace agobiante. Quiero sacar el tema de una manera sutil y mi cerebro trabaja arduamente en busca de alguna forma para hacerlo, sin embargo, estoy en blanco y entrando de a poco en una crisis interna. Estoy casi cien por ciento segura de que JaeBeom es capaz de oír cómo los engranajes dentro de mi cabeza van a toda marcha y, eso, aumenta mi ansiedad.
«¿De verdad hay alguna forma sutil de sacar el tema o...?»
— ¿Por qué?
El azabache levanta la mirada en mi dirección con confusión, entretanto yo reacciono a que mi boca ha sido más rápida que mi cerebro y se ha lanzado a por todo sin autorización alguna.
— Porqué... ¿Qué? — pregunta sin soltar los palillos, pero centrando ahora toda su atención en mí.
Lo miro de reojo, sin dejar de jugar con la comida como reflejo de mi nerviosismo, y formulo la siguiente pregunta tras recuperar sutilmente el aire perdido con anterioridad.
— ¿Por qué no me besaste?
— ¿Cuándo?
— No te hagas el idiota. Sabes a qué me refiero — Gruño, con las mejillas coloradas y tensando los dedos alrededor de los palillos. — En mi habitación — aclaro, más que nada, para no dejar que continúe haciéndose el tonto.
— No pensaba besarte.
— Te arrepentiste y besaste mi mejilla.
Sus orbes se encuentran con los míos y noto a la perfección lo tenso que está. Exhala el aire que se encuentra en sus pulmones y alcanza con su mano libre su vaso de agua.
— Realmente, no pensaba besarte.
— ¿Ah? — cuestiono, sin poder creerlo. — Tus gestos decían todo lo contrario.
— Solo estaba probándote.
— ¿Probándome? — repito con indignación y elevando un tono más mi voz, dejando a un lado los palillos. — ¿Por qué querías hacer eso? ¿Ya sabías que me gustas?
No contesta de inmediato y, en su lugar, agacha la cabeza para comenzar a jugar de forma ausente con el líquido transparente que se encuentra al interior del vaso, irritándome.
—Tenía una idea — admite en un susurro, si no fuera la gran cosa e hiriendo algo más que mi orgullo en el camino. — Quería ver cómo reaccionabas. Aclarar mis dudas y... Bueno, cerraste los ojos así que me sentí mal y decidí besar tu mejilla para no terminar avergonzándote más de lo que ya podrías estar. Eso es todo.
— ¿"No terminar avergonzándome más de lo que ya podrías estar"? ¡Ja! ¡Pero que considerado de tu parte don atento! — bramo, para después recostarme en el respaldo de la silla y acariciar el puente de mi nariz. Cierro los ojos por un momento y, sin quererlo, revivo su mirada y tacto, los cuales no parecía ser en lo absoluto una broma como él tanto proclama.
Tenso la mandíbula y le mantengo la mirada por unos segundos para seguido, negar suavemente.
—No, me estás tomando el pelo porque tú no...
— Yo no, ¿qué? — me interrumpe, sonriendo de lado y negando, luciendo exasperado con la conversación. — Por favor, mujer. Bájale a tu ego y ve la realidad.
— ¡¿Ver la realidad?! ¡¿Cuál realidad?! — lo increpo, ya algo más alterada. — ¡Por favor, ilumina mi maldita ignorancia!
— ¡Que tú no me gustas y solo te estaba tomando el pelo! ¡¿Sí?! — vocifera, depositando con más fuerza de la necesaria el vaso sobre la mesa.
El sonido retumba por la habitación y nos quedamos viendo en silencio por un momento. Ambos, digiriendo lo dicho durante la discusión y esperando a ver quién es el que da el siguiente paso.
Estoy enojada. Con él por ser un maldito idiota y conmigo por tener no solo un nudo en el estómago, sino que también un sofocante dolor en el pecho que me dificulta el respirar con normalidad y que me hace querer abrazarme a mí misma mientras tanto, me recrimino lo estúpida que puedo llegar a ser por caer por un tipo tan insensible cómo ha demostrado que puede ser Im.
Mi corazón late con fuerza y no me he dado cuenta de que he contenido el aliento hasta que mis pulmones me piden que, por favor, les dé oxígeno nuevo para nutrir mi organismo y que no terminar desmayándome en la silla.
Paso saliva, sintiéndome herida, avergonzada y humillada gracias a un chico con cola y orejas que ni siquiera debería existir porque no es algo normal. Porque su presencia pertenece a un absurdo cuento de hadas o a un fanfic con temática de fantasía y no a la realidad.
— Lo siento, ¿sí? No creí que tú... — Rompe el mutismo, pero no continúa porque se ve interrumpido por mí, quien ni siquiera se voltea a verlo y concentra su frustración enterrando los dedos de sus manos en sus piernas para controlar así, las ganas de llorar de rabia y lanzar la mesa, con todo y cena, al piso como una forma de desahogo.
— Lárgate de mi departamento — le ordeno.
— Bomi... — comienza con suavidad, intentado apelar a mi lado sensible, el cual ha sido saturado por él y sus tonterías.
— Lárgate de mi puto departamento. No quiero verte, JaeBeom — digo, alejando el plato ante mí.
— Lo lamento. No creí que...
— ¡Que te largues! — chillo, alejando mi mano de la suya antes de que este pudiera alcanzarla por sobre la mesa. — Eres un idiota y no quiero verte. Así que vete.
Se encoge en su lugar y sus orejas se bajan. Luce triste y arrepentido, pero no me detengo a pensar en ello y desvío la mirada a otro lado, oyendo cómo se levanta en silencio.
Mis ojos se centran en un punto lejano mientras escucho cómo abre la puerta y — luego de suspirar con los ojos llorosos, porque estoy jodidamente dolida por su broma y su sinceridad — volteo a ver la puerta principal, encontrándome con su ropa, que ha estado utilizando con su forma humana, tirada en el suelo y sin rastro alguno de él en el departamento.
Me levanto con pesadez de mi lugar y me dirijo a cerrar la puerta con seguro. Tomo su ropa y la tiro sobre el sillón con rabia para después dirigirme a cerrar todas las ventanas con seguro, impidiendo de esa manera la entrada de JaeBeom al lugar.
Se dice que se necesita de al menos de veintidós días para crear un hábito y, supongo, que es verdad, porque pasar tiempo con JaeBeom se ha convertido en uno y ahora que no está, su ausencia duele. Y duele mucho más cuando llego del trabajo y el departamento se encuentra vacío y oscuro. Todo está silencioso y eso, me recuerda de una forma cruel que estoy sola.
Me quito el abrigo y lo dejo sobre el sofá con un suspiro que resuena por todo el living. Me siento en la orilla del sillón y observo con tristeza a mi alrededor, odiando el extrañar la presencia y los comentarios de JaeBeom cuando se ha burlado de mí y ha herido mis sentimientos.
"Bájale a tu ego y ve la realidad... tú no me gustas y solo te estaba tomando el pelo".
Todo el día le he estado dando vueltas al tema y no soy capaz de olvidar e ignorar sus palabras, porque duelen.
— ¿De verdad mi ego me hizo creer que él quería besarme en primer lugar? — me pregunto en un murmullo, apoyando mi mejilla contra la palma de mi mano y con mi vista perdida en la nada. Meditando lo mismo que he estado meditando todo el día mientas trabajo.
En verdad, no lo creía, sin embargo, aunque hubiera sido así me parecía que su manera de responder fue muy dura e hiriente.
«O... ¿Estoy mal yo?».
— ¡Ash! ¡No, claro que no! ¡Ya deja de pensar en ello! — me ordeno, sacudiendo mi cabello con frustración.
El sonido del timbre capta mi atención, haciendo que pare de maltratar mi cabello para levantarme e ir a ver de quién se trata. Pienso en algunas posibilidades rápidamente mientras me acerco a la puerta principal. Del otro lado puede estar mi padre, mi madre, YoungJae, el guardia del edificio o hasta JaeBeom. Las posibilidades son variadas como pocas y, a pesar de que no lo quiero, me siento ligeramente decepcionada cuando abro la puerta y me encuentro con un sonriente Jackson del otro lado. Porque, aunque no me gusta admitirlo, una parte de mí deseaba que fuera JaeBeom.
— Jackson, hola.
— ¡Bo-bo! — exclama con felicidad en forma de saludo.
— ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? — le pregunto con curiosidad, apoyando mi mano en el marco de la puerta.
Alza una bolsa que no había notado con anterioridad y habla.
— Traje helado de menta con chispas de chocolate, chocolate y las galletas que me gustan, porque no creo que tengas nada de esto ahora.
— Eso es muy lindo — digo con una sonrisa que no enseña mis dientes y un poco confundida. — Pero... ¿Por qué has traído todo esto?
Una sonrisa tenue y triste se dibuja en el rostro del castaño y me responde.
— Oí cómo ayer discutías con tu novio y... Creí que necesitarías un amigo — Frunce los labios y oculta sus manos tras de su espalda, luciendo adorablemente incómodo. — ¿Puedo pasar? Si es que no te molesta, porque...
— Claro que puedes pasar — Abro por completo la puerta y me hago a un lado para que ingrese. Sonríe de oreja a oreja y no lo piensa dos veces para entrar.
Cierro tras de él y mientras se quita los zapatos en la entrada, yo camino con la bolsa de compras que me ha entregado hasta el living.
— ¿Qué comemos primero? ¿Chocolate? ¿Helado? ¿Helado con galletas? Eso es delicioso.
— Lo que tú quieras — Me encojo de hombros, viendo cómo el chino toma asiento a mi lado y comienza a dejar todo sobre la mesa con un ánimo envidiable. — Jackson.
— ¿Sí?
— Gracias... Por venir — digo con sinceridad.
Choca su costado conmigo con suavidad sin dejar de sonreír.
— Está bien. Somos amigos, ¿no?
— Sí, lo somos — Asiento y veo cómo sus ojos brillan con una emoción que me impresiona y maravilla. Deja escapar un chillido extraño de emoción que me hace reír y lo ayudo a abrir la comida para comenzar a servirnos mientras vemos los Simpsons.
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