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XXXII: "Los reyes de Beelzenia"

El carruaje camino a Beelzenia iba lentamente. Pronto llegarían, con una larga hora de retraso.

La princesa Rilliane, quien estaba dormida, se apoyaba plácidamente en las piernas del sirviente.

-Allen -llamó Elluka al chico-. ¿No te sientes cansado?

-Estoy bien, Lady Elluka. Gracias.

Allen sonrió en respuesta.

Gast y Elluka, quienes estaban enfrente del chico, se miraron, haciéndose señas.

Por otro lado, Scarlet y Emma no decían nada. Solo veían la situación con ternura.

El sirviente solo acariciaba la cabeza de la princesa, con una sonrisa en sus labios. Le parecía adorable, tan tranquila.

«Hasta que por fin descansas, Rilliane»

Cuando llegaron al palacio, Allen despertó a Rilliane tocando sus hombros con ligereza.

-Princesa -susurró-. Llegamos.

La joven se levantó con delicadeza, mientras tallaba sus ojos.

-¿Es muy tarde? -preguntó en un bostezo.

-No mucho.

-Oh, ya veo.

Todos bajaron del carruaje. Estaban en el palacio imperial de Beelzenia, y a su alrededor estaban miembros de la guardia. El mismísimo rey y su esposa esperaban en la entrada a la princesa escoltada por sus sirvientes y dama de compañía.

-Su real majestad, Princesa Rilliane, es un gusto volverla a ver -saludó el rey, inclinando su cabeza ante la chica.

-El gusto es mío, majestades -dijo Rilliane dirigiéndose al rey y la reina.

-Y Lady Elluka, Gast Venom, tbien es un gusto recibirlos -dijo la reina.

-Muchas gracias a ustedes, mis señores -agradeció Elluka.

-Bueno, pasen, por favor. Siéntanse cómodos.

Todos entraron al palacio.

Era mucho más pequeño que el gran palacio Lucifeniano, pero aún así se veía bastante imponente y grande. Resaltaba la riqueza material del lugar.

-Antes de hablar sobre nuestro tratado, su majestad, me gustaría ofrecerles una pequeña cena. Supongo que están cansados, por lo que creo que por hoy estaría mejor que descansaran y se diviertieran un rato.

-Oh, no es necesario. Bastante tenemos con su hospitalidad -respondió Rilliane.

-No es ninguna molestia, mi señora. Por favor, ponganse cómodos.

La "pequeña cena" -que en realidad no lo era- estaba llena de los alimentos más exquisitos que puedas pensar. La gastronomía de Beelzenia era de las mejores mundialmente hablando, impulsada por Banica Conchita, la mujer caníbal.

-Puede ordenar lo que guste -le dijo la reina a la princesa-. No tengas ningún reparo.

-Gracias, majestad.

Se sentaron en la mesa, a excepción de Allen y Scarlet. La reina y el rey eran realmente amables. De todos los políticos con los que había lidiado Rilliane, ellos eran los mejores.

-Princesa, ¿ha probado nuestra nueva cosecha de vinos? Son de la mejor calidad posible.

-No en realidad. No soy tan fanática del alcohol.

El rey mandó llamar a un sirviente e hizo que le sirvieran un pequeño trago a Rilliane.

-Oh, no es necesario, majestad -dijo Rilliane, negando con las manos.

-No pasa nada, majestad. Usted es bastante joven, pero en realidad nos gustaría que la probara.

Elluka, quien miraba la situación, asintió a Rilliane, como dándole autorización para que bebiera.

-De acuerdo.

-¡Entonces, brindemos! -exclamó la reina, levantando su copa.

La princesa tomó la copa y la elevó como todos los adultos. Chocaron estas, y Rilliane llevó el liquido a su boca. Un sabor amargo y dulce invadió su paladar. Cuando menos pensó, ya se había terminado la copa.

-¿Desea más, mi señora? -le preguntó la reina a la princesa.

-Por favor, sírvame un poco más.

Mientras tanto, en la habitación reservada para Rilliane, Allen y Scarlet organizaban todas las pertenencias de la joven.

-Oye, Scarlet -habló Allen.

-¿Qué pasa?

-¿Tu crees que hicimos buena elección al dejar Lucifenia a merced de Mariam?

La chica se quedó pensando unos minutos.

-No creo que pase algo malo. Ella es de extrema confianza, ¿no?

Allen asintió mientras acomodaba el vestido de Rilliane en el armario.

-Ah, debo de dejar de preocuparme demasiado.

-No pasará nada, Allen. Tranquilo. Disfruta la estancia aquí, prácticamente son como vacaciones para nosotros -aconsejó Scarlet.

-Si tú lo dices. Al menos lo que resta del día podremos tener algo de descanso.

El sirviente se arrojó en la cama reservada para Rilliane, importándole poco lo indecente que se viera.

-Ah, tienes razón. Hay que descansar -dijo Scarlet, dirigiéndose a la puerta.

-¿A dónde vas? -le preguntó Allen.

-A pasear un rato. Estas cuatro paredes me aburren.

La chica salió, dejando solo al sirviente.

Él se levantó y siguió guardando las cosas de la princesa.

Entre todas las cosas se hallaba el antiguo anillo de matrimonio de Rilliane. Allen lo tomó en sus manos, analizándolo y suspirando.

-Esto vale más que mi puta vida -susurró.

Le pareció una gema bonita, pero insensible con la faceta de Rilliane.

-Jamás podría tener algo como esto en mi vida.

Guardó el anillo de nuevo.

-Ay, Rilliane. ¿Qué haré contigo?

Habiendo acabado de ordenar todo el equipaje, el chico salió de la alcoba. La luna ya estaba saliendo, por lo que algunas estrellas alcanzaban a brillar.

Se dirigió al comedor, en donde de seguro seguían el rey y los demás.

Cual fue su sorpresa al entrar y ver no a otra que a Rilliane riendo fuertemente frente al rey, y a Lady Elluka suspirando de alivio al ver que había llegado el sirviente.

-Allen, que bueno que llegas. Por favor, acompaña a su majestad a su habitación, por favor. Está algo cansada.

-No estoy cansada~ -dijo Rilliane, todavía riéndose.

-Por favor.

Al ver la mirada suplicante de Elluka, Allen tomó con delicadeza a la princesa y la guió a la alcoba.






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