XXX: "¡La reina es una perra!"
«¡La reina es una vil perra!»
«Se dice que mató a su marido»
«Nos roba nuestra comida»
«¡Asesina!»
«Mientras ella está en su palacio, nosotros nos morimos de hambre!»
«¡Es toda una vieja zorra!»
«Casi asesina al ministro»
«¡Se acostó con su sirviente!»
«¡Está dispuesta a matar a los que se enfrenten a ella! Qué cruel»
«De seguro se ha acostado con todos sus servidores»
«Matará a nuestros niños de hambre!»
«¡Esa puta tiene que morir!»
«¡Que alguien mate a esa hija del mal!»
Viendo todo, desde la plaza, Asnan y Arkaitor sonreían. Su plan estaba funcionando.
.
-¡Allen!
El sirviente fue detenido por Scarlet. La joven venía alterada, pues había corrido por los pasillos.
-¿Sí?
-La princesa Rilliane... No sé qué le ocurre. ¡Rompió todos las cosas en su habitación!
De inmediato, Allen corrió a la alcoba de la princesa. Ni siquiera tocó la puerta, solo entró.
Un desastre. Eso era lo que había. Todos los cristales estaban rotos, desde perfumes hasta los espejos de mano. Las ventanas estaban cebradas, así como el más insignificante objeto hecho de vidrio.
Y en el centro de la habitación, una histérica joven lloraba, con los puños manchados en su propia sangre.
-¡Rilliane! ¿¡Qué pasó aquí!?
Allen corrió a abrazar a la princesa.
-¡Allen!... ¡Llévate ese maldito espejo! ¡Llévatelo! ¡No lo quiero aquí!
La princesa llena de lágrimas abrazó al joven, tomando su camisa, manchándola de rojo.
-¿Pero por qué? ¡Te haces daño!
-No quiero nada de eso... ¡No quiero ver ese maldito espejo aquí!
-¡Tranquila! Tus manos están deshechas.
-No quiero ver mi reflejo... ¡Destruye ese maldito espejo!
Rilliane no dejaba de llorar. Allen, inconscientemente la abrazó mucho más fuerte.
-Tranquila, Rilliane, todo estará bien.
-¡No! ¡Nada está bien, Allen! -Rilliene se levantó, empujando al sirviente- ¡Todo está jodidamente mal! ¡No puedo simplemente sentarme en mi trono a escuchar las peticiones de mi pueblo! No puedo aparentar cuando yo sé que todo está mal conmigo. ¿Has escuchado lo que dicen de mí? ¡Me llaman zorra, puta, perra! Me acusan como si yo fuera la responsable de sus problemas. ¡Como si no hiciera algo! ¡No saben lo que he sacrificado para lograr lo que está pasando ahora! ¡Mi alma, mis fuerzas, mi cuerpo, todo! ¡Y ellos no entienden nada! ¡Me humillé, me arrastré como una maldita rata! ¿¡Y todo para qué!? ¿¡Para que me digan que soy una ramera barata!? ¡¿Qué diablos les pasa!? ¡No puedo soportar ver mi reflejo en el maldito espejo porque me doy asco! !No puedo! ¡Todos los días de mi vida, cuando me veo en ese maldito pedazo de cristal pulido, recuerdo que soy una mierda!
-Rilliane... Basta, Rilliane.
-¡No me voy a detener!
Rilliane se puso enfrente del espejo. Levantó su puño.
-¡Rilliane!
-¡Estoy harta!
La princesa golpeó con todas sus fuerzas el espejo, quebrándolo al instante. Los pedazos salieron disparados por toda la habitación, llegando a herir al sirviente, que le cayeron en la cara, provocándole varios rasguños.
Por otro lado, la princesa tenía sus manos llenas de sangre. Su cara estaba llena de rasguños, mucho más que Allen. Y sus manos, peor. Una escena digna de un cuento de terror.
Ella cayó al suelo, chillando de dolor, al mismo tiempo que reía. Soltaba carcajadas al aire, mientras lloraba.
-¡Estoy jodidamente loca!
La princesa dejó de reír para después, limpiar sus lágrimas sin éxito.
Allen se acercó a su lado, y la abrazó por la espalda.
-No das asco, Rilliane.
La chica se balanzó a los brazos del joven. Tomó su cara entre sus manos y lo besó tiernamente.
El chico se quedó quieto, con los ojos bien abiertos. ¿La princesa lo estaba besando? Se sentía tan irreal. Tan fantástico, como si fuese una alucinación.
Ella lloró. Lloró, con todas las lágrimas que su ser podía soltar. Era un beso tan triste, tan lleno de emociones y a la vez tan vacío.
-Perdón, Allen. No debí hacer esto. Mira todo lo que te he hecho.
Rilliane acarició el rostro de Allen, embarrándolo con su sangre.
-Solo te doy sufrimiento.
Allen, quien todavía seguía en shock, tomó las deshechas manos de Rilliane entre las suyas.
-No me haces sufrir. Es todo lo contrario. Además, no importa, porque tú eres lo esencial.
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En el país de Marlon, un hombre poco agraciado estaba sentado en una silla, rodeado de mujeres con poca ropa.
-Bien hecho, Arkaitor -le dijo el hombre a un joven al otro lado de la habitación-. Gracias a ti, el pueblo poco a poco está ardiendo. A este paso, quitar a la princesa del trono será un jueguito de niños.
El otro joven, Arkaitor, tomó un poco de tumba de sangre. Luego miró al viejo con una sonrisa.
-Ja ja, no es nada, ministro Asnan. Si seguimos así, en poco tiempo el reino de Lucifenia será nuestro.
El viejo tomó a una de las mujeres y la sentó en su regazo, tocando sus piernas con descaro.
-Así es. Y, cuando eso suceda, la princesa no tendrá más remedio que venir aquí y suplicarme de rodillas. Y después de eso, la pequeña perrita no tendrá más remedio que jugar con su nuevo amo.
Arkaitor rió con más fuerza. Le dio otro trago a su copa.
-Es usted un sinvergüenza. Quiere cogerse a la mujer de mi difunto hermano.
-La mayor de las torturas, Arkaitor. La mayor de las torturas. Acostarme con ella será la forma en la que la destrozaré. Pero le dolerá aún más ver a la gente que ama sufrir. ¿Ha encontrado a la chica?
-Claro que sí, ministro. Nos será muy útil.
-Le aseguro que si la ponemos como imagen de el movimiento, la gente empatizará con ella. Dirán "una pueblerina que se levanta en armas". La estúpida población se dejará llevar, y manipularlos será fácil.
-Podríamos quitar a esa mujer en menos de dos meses.
Asnan seguía tocando anla chica sobre su regazo, siendo increíblemente sinvergüenza a pesar de ser visto por otra persona.
-Pero no será suficiente. Necesitamos algo más, algo que impulse de verdad a los ciudadanos a unirse a la causa.
Arkaitor se levantó y sacó unos papeles de su saco.
-Oh, no se preocupe por eso -le entregó los papeles a Asnan-. Con esto, lo tenemos todo bajo control.
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