XXVIII: "Arrodíllate ante mí"
—Adelante. Hazlo pasar.
Elluka trató de detener la orden de Rilliane, pero fue detenida por ella, haciendo que Ney abriera la puerta del salón.
—Buenas tardes, majestad.
El ministro Asnan caminaba hacia Rilliane.
—Muy buenas tardes, ministro. Veo que hoy sí llegó puntual.
—Oh, no quiero tener inconvenientes como la última vez. Su majestad hoy también está de mal humor, ¿verdad?
Todos espectaban la escena. Sin embargo, ante los ojos de Rilliane ellos eran invisibles.
—Estoy de muy mal humor, ministro, así que prefiero que esto avance rápido.
Asnan se acercó unos metros más al trono de Rilliane. Se agachó a la altura de la chica y tocó su mentón.
Allen, quien estaba al lado de Rilliane, de inmediato se puso en alerta.
—Cásate conmigo, Rilliane.
La pequeña Rilliane río un poco. Quitó la mano del ministro de su mentón con algo de brusquedad.
—Veo que no le bastó con la carta que le envié, así que se lo diré otra vez en persona: no voy a casarme con usted.
La cara del ministro cambió de una sonrisa despiadado a una mueca de odio.
—Me importa un bledo lo que usted hable y diga de mí. La gente del pueblo es estúpida, y se pueden creer más las palabras de un "hombre a contracorriente" que las de una persona que sabe que todo eso es falso.
—...
—Además, nunca voy a casarme con una persona como usted. Suficiente tuve con Kyle... No voy a estar con un bastardo como usted, que solo se interesa por el dinero y las mujeres.
Asnan se rió por lo bajo, causando que las miradas de todos se posaran en él.
Se acercó a la joven y posó sus manos en sus hombros, para después susurrarle algo.
—Quieres poder, ¿no es así? —murmuró Asnan—. Yo puedo darte más poder del que ya tienes. Solo necesitas... Entragarte a mí, y el mundo se volverá tuyo.
—Suena bien, ministro. Pero no planeo casarme con cerdos solo para apoderarme de una provincia.
El ministro Asnan se molestó, tomando con fuerza los hombros de la joven.
—Cásate conmigo. Si no lo haces-
—"Si no lo hago", ¿qué?
—Pagarás consecuencias.
Rilliane se rió más fuerte, encendiendo más la ira del hombre que la tomaba por los hombros.
—No me importa todos los platos rotos que tenga limpiar. No voy a permitir que alguien me vuelva a humillar.
Asnan sujetó con fuerza el cabello de Rilliane, provocando que Allen sacara su espada y la apuntara al ministro.
—Mi reina, no me importa que seas tan obstinada —Asnan sujetó con más fuerza el cabello de Rilliane, esperando que ella mostrar algún gesto de dolor. Pero Rilliane lo miraba con asco y odio—. No me importa que no seas virgen, y eso es mucho pedir con alguien de tu edad... Desde que te vi no he podido dejar de pensar en cómo te verías en mi cama.
Rilliane sintió un golpe en el corazón a causa de esas palabras. Se sintió tan impotente. Su furia hasta ese momento contenida no pudo ocultarse más.
—Hey, imbécil. Suéltame ahora mismo.
—Ese no es el vocabulario de una dama, majestad.
—¡Te he dicho que me sueltes, maldito bastardo!
—¿Que te suelte, preciosa?
—¡Aléjate de mí, hijo de puta!
Rilliane abofeteó a Asnan, haciendo que este se separara de Rilliane. El ministro, al darse cuenta de la presencia del sirviente detrás de él, se alejó lentamente de Rilliane, siendo seguido por Allen, quien aún le apuntaba con la espada.
Rilliane se levantó de su trono, tratando de acomodar su vestido por la exaltación reciente, siendo vista por todos. Elluka estaba tan quieta como nunca lo había estado.
—A la insolente basura que se atreva a tocarme, se le cortaran las manos —dijo Rilliane, dirigiéndose a Asnan, quien estaba en el suelo—. A la insolente persona que se atreva a pisoterame se le cortarán los pies.
Rilliane le hizo una seña a Allen para que le diera su espada. Este, con dudas, se la dio. La chica apuntó con esta al cuello de Asnan.
—A la insolente basura que se atreva a insultarme se le cortará la lengua. Y a la insolente basura que se atreva a ridiculizarme, se le cortará la cabeza.
Ella apoco a poco fue haciendo un corte en el cuello de Asnan, haciendo que la sangre, mezclada con el sudor del cerdo escurrieran en el suelo.
—Si te disculpas ahora, podría dejarte ir.
Asnan miró a Rilliane, con mucho odio.
—Así que, vamos. ¿Qué estás esperando? Yo soy la reina de este país. Este lugar es mío. Soy la ley, la persona que decide el futuro de los demás, y por eso todos deben reverenciarme. Yo soy "la hija del mal".
—...
—Entonces, ¡Arrodíllate ante mí!
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