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XXII: "Déjame sola"

A la mañana siguiente, Allen se encontraba preparando el desayuno de la princesa.

Se sentía muy nervioso. Ni siquiera sabía si sus funciones cambiarían. Pero esperaba que no.

No quería quitarle el ojo de encima a Rilliane, por el miedo de que ese hombre le tocara un pelo.

Subió al cuarto de la chica.

—Majestad... Su desayuno está listo.

Al pasar unos segundos, la princesa le contestó.

—Pasa, Allen.

Él abrió la puerta, encontrándose con un montón de cosas tiradas. Joyas, almohadas, perfumes.

Sin embargo, la princesa, quien estaba en su balcón, solo miraba el paisaje que se extendía frente a ella.

El chico puso la bandeja de comida en la mesa.

—¿Estás bien, Rilliane?

La joven, quien tenía la mirada perdida, por fin volteo a ver a Allen.

El sirviente quedó muy asustado al ver la otra mitad del rostro de Rilliane.

Tenía la mejilla morada, tremendamente hinchada y estaba llena de sangre, como si acabara de tener un accidente.

Aún llevaba el vestido de novia, que ahora estaba manchado de rojo.

—¿Qué fue...

—No importa. Sólo trae agua caliente y llena la tina, por favor. Quiero darme una ducha.

—... Está bien.

Él hizo todo lo que la joven le pidió.

Ella se quitó el vestido y se metió a la tina, hundiendo su cabeza, soltando un profundo suspiro.

Allen estaba de pie, al lado de la tina. Miró con atención sus espalda, tratando de que Rilliane no se diera cuanta de que la estaba observando. Tenía varias marcas rojizas. Marcas que adornaban su preciosa piel blanca.

Ladeó la cabeza, negando la posibilidad de que ese imbécil hubiese abusado de Rilliane. Tenía que asegurarse de eso. Necesitaba preguntar.

—¿Qué te pasó?

La princesa tragó saliva. Luego, le dirigió una mirada al sirviente.

—Lo que eventualmente tenía que suceder.

Con eso, bastó para que Allen dejara de hacer preguntas estúpidas... Era obvio, ¿no? Ellos eran marido y mujer. Tenía sentido que se hubiesen acostado.

El sirviente salió del aseo y limpió el cuarto de Rilliane. Todo tanto como la rapidez le permitía. Pensaba, que tal vez, Rilliane sí estaba enamorada de Kyle.

Pero su actitud le dictaba lo contrario. Se veía muy decaída.

Minutos después, la reina salió del aseo ya vestida. Sin decir nada, se sentó en su tocador y comenzó a cepillar su cabello.

Su mejilla aún no se veía completamente blanca, pero al menos ya no tenía sangre en la cara.

Por unos instantes, ella se miró al espejo.

Dejó el cepillo a un lado. Tocó su mejilla.

—¡Ah!

El ambiente tranquilo se rompió a causa del grito de Rilliane, que resonó en los tímpanos del sirviente como si se lo hubieran gritado al oído.

Rilliane comenzó a gritar como si se estuviera lastimando. Agarraba su cabeza, jalando su cabello.

Allen, pensando que algo le había ocurrido, corrió de inmediato a donde estaba la joven.

Ella cayó al suelo, pegando su cabeza a este, aun sujetando su cabello y gritando.

—¡¿Cómo se atreve?!

Gritaba Rilliane.

El chico se agachó a su lado y trató de tranquilizar a la princesa.

—¡¿Cómo pudo hacerlo?!

Finalmente, dejó de gritar, para dar paso a sus sollozos.

—Rilliane...

—¿¡Cómo pudo hacerme esto!? ¿¡Cómo!?

Rilliane no dejaba de llorar. Allen trató de calmarla.

—Déjame sola, por favor. Vete.

—Pero-

—¡Que te largues! ¡Solo déjame sola, ¿sí?! ¡No quiero ver a nadie!

Rilliane siguió llorando. Abrazaba su cuerpo, todavía en el suelo.

El chico salió de la habitación con la cabeza gacha.

Su sangre le hervía. Ahora, su mente había hecho click.

—Él... Abusó de Rilliane.

Tenía tanta impotencia. Quería golpearlo hasta la muerte, para hacerlo sentir el mismo dolor por el que pasó Rilliane.

Tan solo por ponerle una mano encima él ya se tenía ganado el infierno.

Él bajó al salón principal, donde estaban Gast y Ney.

—Hola, Allen. Veo que hoy si madrugaste —saludó Gast, con una sonrisa.

—Supongo...

—Oye, oye, ¿por qué tan decaído?

—No es nada. Solo estoy cansado por la fiesta de ayer.

—Ah, ya veo. Oh, por cierto, Allen, el rey Kyle pidió que te presentaras en su alcoba al medio día.

—¿El rey?

El cuerpo de Allen tembló con ligereza.

«Perfecto. Podré matarlo en su alcoba y hacerlo pasar como suicidio», pensó. Luego se dio cuenta de que era una idea por demás estúpida.

Las horas pasaron hasta llegar el mediodía. Allen soltó un suspiro y subió a la alcoba del rey.

Tocó a la puerta, recibiendo un "adelante" en respuesta.

Ahí estaba Kyle, parado frente a un gran estante de libros.

—Hola, Allen. Tengo entendido que así te llamas, ¿no?

—Así es. ¿Qué se le ofrece? —respondió el joven, con un tono un poco cortante.

—Soll quería conversar un poco contigo. Y, claro, pedirte un favor.

Kyle caminó hasta la salita y se sentó en esta, invitando a Allen a sentarse enfrente de él.

—Ahora que nos conocemos mejor, me gustaría que no revelaras lo mío y lo de Michaela. Eres su amigo también, ¿verdad? Hazlo por los dos. No me gustaría crear un conflicto innecesario.

—¿Pero...

—Por favor, Allen. Te lo recompensaré. Por el bien de Rilliane. Te dije que la protegería, ¿no? Esta es mi forma de protegerla.

—¿Se refiere a ocultar su infidelidad?

—Exactamente. ¿Sabes? Rilliane es una chica histérica. Se volverá loca si se entera de que tengo una amante. Y bueno, Michaela llorará como una niñita.

«Qué basura», eso fue lo que pasó por la cabeza de Allen. Cada vez sentía mas ganas de golpearlo.

—Además, esto podría beneficiarnos a los dos.

—¿De qué forma?

—Pyedes acostarte con Rilliane si quieres. No me importa. Es un tanto reacia. Ni siquiera anoche pude salirme con la mía por completo. Bueno, tampoco es como que le tuviera tantas ganitas. Ella es... No es la mujer que me puede satisfacer, sabes a lo que me refiero.

—No, no lo sé.

—Oh, vamos. El punto es que no me gustan las niñas. Necesitó una mujer en la cama, ¿entiendes? Rilliane es muy poco para complacerme. Es decir, ni siquiera le han crecido los senos.

—No entiendo que tengo que ver yo.

—Te digo que puedes tener sexo con ella si quieres. No creo que ella se niegue. Además, te apuesto a que te gustará. Las mujeres difíciles son las mejores en la cama.

—No sé si malinterpretó algo, pero yo no tengo esas intenciones con la princesa. Nuestra relación solo se asa en amo-sirviente y eso es todo.

—No tienen por qué tener una relación. Solo pueden hacer el amor y ya.

—No es lo que me interesa.

Allen cada vez sentía más ganas de ahorcarlo.

—Si te molesta, ella es vírgen todavía. Como dije, pone resistencia, pero apuesto a que te servirá muy bien. Es bonita y tiene un buen cuerpo.

—Su corazón y su mente también son hermosos.

—Ay, por dios. Eso es lo de menos. Es una mujer. Ellas solo sirven para eso. Para tener sexo.

—Yo no lo veo así.

—Bueno, todo está a tu desición. Si un día te quieres satisfacer, puede sur a la cama con Rilliane. Ah, y no menciones lo de Michaela.

Allen ignoró al rey y salió de la alcoba, con el corazón latiéndole fuertemente por la impotencia y la ira.







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