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XX: "El estofado de Ziz-Tiama"

Era el día de descanso de Allen. El joven se encontraba en el bosque, paseándose por este.

Llevaba un destino en mente: la tumba de su difunto padre.

Desde hacía mucho tiempo no lo iba a visitar. Y tenía tantas cosas qué contarle.

Finalmente, estuvo delante el árbol del milenio, donde habían enterrado a su padre.

—Hola, papá —saludó.

Allen dejó un racimo de flores.

—Perdona por no haber venido en mucho tiempo. He estado muy ocupado. Pero te alegrará saber que tengo un trabajo y mamá puede comprar sus medicamentos sin problemas. Incluso Germanie tiene más tiempo para ella.

—...

—Mamá está muy feliz. Ahora puedo ver más su sonrisa. Y Germanie no se queda atrás, es tan enérgica y tan justa. De seguro, si la vieras ahora, estarías muy orgulloso de ella.

—...

—Estoy trabajando en el castillo, como sirviente personal de la princesa Rilliane.

—...

—Es una chica complicada. Al principio, Charttete, mi amiga, me advirtió que era una chica despiadada y egoísta. Pero ahora que la conozco, sé que eso no es tan cierto. Es dulce a su manera. También tiene un lado noble. ¿Sabes? Ella arregló una cita médica para mi madre con un conocido doctor de Belzeenia, y nosotros ni siquiera pagaremos nada.

—...

—No sabes lo agradecido que estoy con ella. Es una gran chica, papá. Es muy bonita y amable.

—...

—Si te soy sincero, me siento muy mal porque hace poco me di cuenta de que estoy perdiadmente enamorado de ella.

—...

—Pero ella se va a casar pronto con un importante rey. No puedo evitar su unión, aunque sé que ni él ni ella están enamorados.

—...

—Me duele mucho saber que ella estará atada a un hombre así toda su vida. Ella no quiere eso. Pero tanto su voz como su vida están atados.

—...

—Ay, papá. ¿Por qué no me hablaste más sobre las mujeres? Ahora no sé qué hacer.

—...

—¿Confesar mis sentimientos? No soy tan valiente. Solo estoy dispuesto a hacer lo que ella quiera.

—...

—Padre, por culpa de esa hermosa mujer, cometí el peor pecado que una persona puede cometer. Le quité la vida a alguien. De la manera más cobarde que te imagines. Por eso, me he ganado el infierno.

—...

—Aunque parezca raro, esa no es la causa de mi aflicción; lo que me ha estado dando vueltas en la cabeza es el hecho de cómo me siento al respecto. Al principio me sentí verdaderamente mal. Pero, ahora no siento nada. Como si la página del libro hubiese avanzado. Ahora me siento hasta feliz por haber asesinado a ese tipo.

—Oh, papá. Solo soy un pecador. Debes de estar retorciéndote en tu tumba.

—Allen, ¿con quién hablas? —una dulce voz cortó el aura del lugar, haciendo que Allen volteara para ver la dueña de las palabras.

—Ah, Michaela. En verdad hablaba con nadie. Bueno, mi padre.

—¿Tú padre?

—Él está enterrado aquí mismo.

—Oh, perdona por interrumpirte. Me voy enseguida.

La chica dio unos pasos alejándose del chico.

—No, está bien. Ya me iba. Bueno, nos vemos, Michaela.

Allen caminó de regreso, pero antes de desaparecer de la vista de la chica, esta lo detuvo.

—Espera, Allen. ¿No quieres quedarte a comer? Mi hermana mayor preparó un estofado de Akotako adolescente. Te va a gustar.

—¿Akotako adolescente?

—Mas conocidos como Ziz-Tiama. Son muy famosos en la cocina marloneana.

—Sí. He oído hablar mucho del delicioso sabor de ese animal.

—¿No quieres probarlos? Tendremos un invitado de allá, así que decidimos preparar un poco de su comida.

Allen pensó que habría sido mejor opción mostrarle un poco de la comida Lucifeniana.

—No quiero importunar.

—Oh, vamos. Solo será la comida.

Un poco a fuerzas, Allen aceptó comer con Michaela y su hermana.

Se adentraron a la cabaña del bosque, donde los recibió Gumillia, la hermana de la joven.

—Ah, Allen. Qué gusto volver a verte.

—Tambien, señorita Gumillia.

—Por favor, siéntate —le dijo Gumillia a Allen, jalando de su manga para que se sentara en una silla—. Michaela, vamos. Pon los cubiertos y sirve un vaso de agua para el chico.

—¿Hay algo en lo que les pueda ayudar? —preguntó el niño.

—No, sólo quédate ahí. Gracias —respondió Michaela.

Las mujeres le sirvieron el estofado de Ziz-Tiama a Allen.

Cuando los tres estuvieron sentados, probaron el delicioso platillo.

Delicioso era poco. A todos les fascinó. Su sabor tan rico, bien cocido, más el sabor de los tomates rojos, hacía que su paladar disfrutara cada bocado que le daba.

«Esto le encantaría a mi madre», pensó el chico.

Ni siquiera se dio cuenta de cuándo se acabó todo lo que había en el plato.

—Quedó delicioso —dijo Allen.

—Ah, gracias. Que bueno que te gustó.

—Me gustaría que me enseñaras a prepararlo.

—Con mucho gusto.

Justo cuando dijo eso Gumillia, tocaron la puerta de la cabaña.

—¡Voy! —exclamó Michaela.

La chica fue a abrir la puerta, dejando ver a un hombre de cabellera azulada.

Allen se quedó boquiabierto al ver no a otro sino al rey Kyle parado en el marco de la puerta.

—¡Kailo! ¡Por fin llegaste!

Michaela saltó a los brazos del hombre, quien la abrazó.

El rubio sintió mucha repulsión al ver esa escena.

«Pobre Rilliane»

"Kailo" besó la mejilla de la joven, causando un sonrojo en ella.

—Veo que tienen visita —dijo este, mirando a Allen.

—Ah, es cierto. Kailo, este es Allen, mi amigo. Allen, este es Kilo —los presentó Michaela—, mi novio.

Las palabras de Michaela retumbaron en la mente del sirviente. Sintió mucho más asco. ¿Cómo podía hacerle eso no solo a Rilliane, sino también a Michaela?

—Es un gusto, Allen —dijo el peliazul, extendiendo su mano ante el sirviente.

—Igualemnte —respondió este, aceptando su gesto con frialdad.

—Hola, Gumillia —saludó el recién llegado a la de cabello corto.

—Hola, Kailo. ¿Te quedas a comer? Michaela y yo hicimos estofado de Ziz-Tiama con salsa de tomate.

—¡Me encantaría!

El tipo tomó asiento en la mesa, a lo que Allen de inmediato se levantó.

—Yo tengo que irme a casa. Hoy es mi día libre, así que tengo que ver a mi madre.

—Oh, ya veo —dijo Michaela con tristeza—. Espero verte pronto.

—Gracias por la comida. Con permiso.

Allen salió rápidamente de ahí, sin mirar atrás con sus nervios llenos de impotencia.


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