Allen llegó al jardín celestial. Las lágrimas que caían de sus ojos no podían detenerse.
Llegó. La vio.
Ahí estaba su princesa, recostada encima de varios rosales. Su ojo derecho estaba bañado en sangre por completo. Varias espinas se habían encajado en su cuerpo, provocándole cortes.
-Oye, Rilliane.
Allen tomó a la chica inconsciente en sus brazos.
-Oye... Estoy aquí.
Algunas espinas también se encajaron en la piel del chico, pero esto le importó menos. Acarició el rostro de la joven. Un rostro que denotaba un poco de angustia.
-Rilliane, somos libres.
El sirviente se acercó con delicadeza al pecho de Rilliane y se recargó en este. Sus lágrimas seguían cayendo.
Conteniendo varios de sus sollozos, Allen escuchó los débiles latidos del corazón de la niña.
Ella, con lentitud, comenzó a abrir sus ojos, soltando varios jadeos de dolor. No podía abrir su ojo derecho, le ardía horrible.
-Allen...
-Shh, tranquila, Rilliane.
Allen soltó un suspiro de alivio al ver a Rilliane consciente. Sus hombros dejaron de este tensos, y el ardor en su garganta pudo cesar.
La princesa derramó una pequeña lágrima. Él la secó con delicadeza.
La pobre Rilliane ni siquiera estaba en sus cinco sentidos. En su cabeza solo retumbaba la voz de Allen.
-Estarás bien, Rilliane. Todo estará bien.
Allen besó la frente de la joven. La chica cerró los ojos de nuevo, derramando más lágrimas.
Con cuidado, levantó a la princesa en sus brazos, recargando la cabeza de la niña en su cálido pecho. Él también estaba llorando, aunque no sabía si era de la tristeza que sentía por ver a su Rilliane tan destrozada, o si era por la felicidad de tenerla en sus brazos, con vida. Sabiendo que a partir de ese momento, los dos podrían ser felices.
-Somos libres, Rilliane. Ahora podremos ser felices solo los dos.
Allen, que en algún momento había llegado a los establos, se montó en Josephine con la princesa todavía en sus brazos. Cabalgó hasta salir de ese horrible palacio.
El sentir los latidos de su chica le provocaba tranquilidad.
«Que esté bien. Que esté bien. Mi hermosa Rilliane»
Pasaron varios minutos hasta llegar a su casa -o lo que quedaba de ella-. Bajó de la yegua con Rilliane. Pudo ver a su madre, sentada encima de una caja de madera.
-Mamá.
La mujer escuchó la voz de su hijo, volteando al instante. Ella se levantó con lentitud y se dirigió hacia donde estaba su hijo con la princesa en brazos.
-Hijo.
Lily guió a su hijo hasta un pequeño tatami puesto debajo de algo que había quedado del techo de la casita. Allen recostó a Rilliane ahí.
-Cariño, treame un poco de agua -le dijo su madre.
Él caminó a un estanque cercano. Trajo el agua tal y como su madre se lo pidió. Cuando llegó con ella, Lily ya tenía preparados varias vendas y medicamentos.
-¿De dónde sacaste todo eso, mamá?
-Fue lo poco que pudimos salvar del incendio.
Aprovechando que la chica estaba dormida, la madre de Allen curó las heridas de la joven.
-¿Qué le pasó? -le preguntó a su hijo.
-Cayó desde el tercer piso.
Al decirlo, las lágrimas volvieron a caer de los ojos de Allen. Su madre lo miró con dulzura.
-Cariño, ella estará bien. Está respirando.
-Lo sé, mamá. Pero... Mira todo el daño que le he hecho... No pude protegerla.
Lily tomó el rostro de su hijo entre sus manos. Limpió sus lágrimas y lo miró a los ojos.
-No es tu culpa, hijo. Tu jamás le hiciste daño. Recuerda siempre, siempre, que ustedes son inocentes.
La mujer abrazó a su hijo, acariciando su cabello.
-Ultimamente no hemos sido muy felices pero, a veces solo tenemos que mirar al cielo un rato y darnos cuenta de que la vida es bonita. Por muy dura que parezca, Allen. Tú eres mi niño valiente, y siempre lo serás.
-Tú también... Siempre serás mi mamá.
Los dos se separaron del abrazo.
-El sol ya desapareció. Cociné sopa de pájaro rollam, ¿te sirvo un poco?
-Sí, por favor, mamá.
Lily fue a servir la sopa de su hijo.
Se sentía tranquila de tener a su hijo de vuelta. Le alegraba mucho saber que él estaba bien. Por otro lado, sentía mucha pena por Rilliane. Se preguntaba, ¿qué habría sido de la niña si se hubiese criado con ella?
De seguro nunca habría sufrido tanto. Pero... ¿Su hijo? A Allen de seguro le habría tocado vivir lo mismo que Rilliane. Sirvió la sopa en un tazón y volvió a donde estaba su hijo.
Una mueca de ternura se adueñó de su rostro al ver a su hijo dormido al lado de Rilliane, abrazándola con dulzura.
Lily tomó una pequeña manta y la colocó encima de su hijo.
-Ultimamente has estado muy cansado, Allen -susurró.
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A la media noche, Allen se despertó. Su madre se encontraba sentada, mirando la luna.
-Mamá, ¿qué haces despierta tan tarde?
-Oh, solo estaba viendo la luna. Hoy está llena.
Él se sentó al lado de Lily.
-Mamá... ¿Porque no me hablas dicho la verdad?
-¿Cuál verdad, hijo?
El joven tragó saliva. Le daba miedo preguntar las razones, y, a la vez, le daba muchísima curiosidad.
-Que tú no eres mi verdadera madre... Y, en cambio, sí eres la de Rilliane.
Lily suspiró un poco. Luego tomó la mano de Allen con dulzura.
-No te lo dije porque pensé que si te lo decía, jamás volverías a amarme.
Allen miró el rostro de su madre. Ya tenía varias arrugas en el rostro, y su cabello ya se estaba pintando de blanco.
-A el rey no le pareció el color de tu ojo, y, bueno, mandó a Lady Elluka a que te intercambiara por un bebé parecido a ti... Vinieron con nosotros y se llevaron a Rilliane...
Lily derramó varias lágrimas.
—Yo no quería que se la llevaran pero... No podía negarme, tenía mucho miedo. Hijo, lo siento, lo siento mucho. Por favor, perdóname.
Su madre rompió en llanto. Él la abrazo para consolarla.
—Mamá, no tengo nada qué perdonarte. Tú me criaste, me amaste a pesar de que soy... Un mounstro, un fenómeno. Me amaste aunque no hubiese nacido de ti. Para mí siempre, siempre, serás mi madre. Nunca dejaré de amarte pase lo que pase.
Allen secó las lágrimas del rostro de su madre con dulzura. Le sonrió y la besó en la frente.
—Eres mi madre, y siempre te amaré sin importar lo que pase.
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