XLVI: "La tragedia"
Rilliane y Allen corrían. Debían escapar cuanto antes.
El joven se había cambiado el vestido de la princesa por su traje, ya que no podía correr de la mejor manera.
Por otro lado, Rilliane había quitado el faldón de su vestido para tener más comodidad. Fue increíble la velocidad el la que lo lograron.
Solo debían de llegar a la habitación de Rilliane y escapar por el pasaje secreto. Después de eso, llegarían al bosque y por fin ser felices.
-Por aquí, Rilliane -Allen jaló la mano de la chica a la habitación.
Les sorprendió mucho que no hubiera nadie vigilando. Ni siquiera habían visto a un guardia.
-Entra.
Los dos jóvenes entraron al cuarto. Todo estaba obscuro, la luz del anochecer se filtraba tan solo por la ventana.
-Quédate aquí, Rilliane. ¿De acuerdo?
-Sí. Ten cuidado.
La princesa se quedó sentada en una esquina de la habitación, mientras que el sirviente recorría la habitación buscando cualquier cosa que les ayudara a sobrevivir en el bosque.
Pero se escuchó el sonido chirriante de la puerta abriéndose. Allen tomó a Rilliane del brazo y la guió hasta el pasaje secreto. Sin embargo, este no podía abrirse, ya que estaba atorado con algo.
-Escóndete, Rilliane -susurró el chico a la joven.
-No, necesitamos escapar los dos -la muchacha se aferró al brazo de Allen.
La puerta se abrió, revelando la figura de Arkaitor Marlon. Él los observó con seriedad y algo de obscuridad en su rostro.
-Pero mira qué tenemos aquí, la princesita y su sirvientito.
Arkaitor se acercó a los niños. Tenía un cuchillo en mano.
-La verdad pensé en enviar a un asesino, pero, en el transcurso, se me ocurrió que era mejor idea matarlos. Si lo hago, mi venganza estará completa.
-¡Maldito imbécil! -exclamó el sirviente, poniéndose delante de la princesa.
Arkaitor acercó el cuchillo a la cara de Allen. Él todavía seguía sin moverse. Rilliane solo se quedó callada, con un nudo en la garganta.
-Francamente, no pensaba asesinarte a ti, Allen -explicó Arkaitor, jugando con el cuchillo-, pero estás del lado de esta zorra.
El chico apretó los puños. ¿Cómo podía decirle a Rilliane "zorra"?
-Además, ya no puedo dejarte ir aunque quisiera. Tengo que silenciarte ahora, si no, mi reputación quedará dañada de por vida.
-¡Eres un cobarde! -la princesa fue la que gritó eso.
-Prefiero ser eso... A una persona usada. ¿Qué pensarán todos cuando se enteren de que eres una mujer violada, Rilliane? Que te profanó un viejo asqueroso, ¿eh?
-¡Guarda silencio! -gritó Allen.
-¿Qué te parece, Rilliane? ¿Se te olvidó que eres una mujer marcada? Tú ya no tienes ningún valor. Estás usada, rota. Solo tenemos que-
-¡Ya tuve suficiente, bastardo!
El joven abofeteó a Arkaitor con fuerza, provocando que él retrocediera unos pasos.
Arkaitor, enfurecido, se abalanzó contra Allen, comenzando entre ellos una pelea cuerpo a cuerpo.
Allen era fuerte, pero apenas lograba igualar a Arkaitor. Tenía sentido, ya que el ex príncipe también tenía habilidades en el combate, muchas más que el joven.
Llegó un momento en el que Allen se sentía realmente agotado. Lo habían golpeado muy fuerte, y el hombre frente a él ni siquiera tenía un rasguño.
Fue cuando recibió un golpe fatal en el estómago que ya no pudo más y se desplomó en el suelo. El aire se le escapó de los pulmones, por lo que tosió con fuerza.
Arkaitor aprovechó esto para levantar su cuchillo y apuntarlo a Allen. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Iba a bajar su brazo para encajar el arma en el cuello del muchacho.
-¡Saz!
Un fuerte golpe en la nuca lo hizo soltar un quejido de dolor. Era la princesa, quien le había golpeado con sus propias manos.
-Eres una... ¡Eres una maldita puta!
Arkaitor sujetó a la princesa de las solapas y la levantó en el aire. La joven pataleaba y le arañaba la cara.
Él perecía un completo desquiciado. Dejó caer a Rilliane en el suelo, y después trató de darle un puñetazo. Sin embargo, ella esquivo sus golpes.
Allen seguía tirado, tratando de recuperar el aire perdido. Se sentía realmente mal. En el peor de los casos, varias de sus costillas se habrían roto.
Mientras tanto, la princesa y el hombre peleaban. Ella recibió un par de golpes por parte de él, y él también recibió varios golpes de parte de ella. Rilliane claramente no podía lastimar mucho a Arkaitor, pues él era un hombre adulto, que comparado a ella, una niña de quince años, ni siquiera podía igualarlo.
-Maldita hija de perra... Debí matarte desde que estabas en ese estúpido juicio.
-Nunca te habría permitido que lo hicieras.
-¿Ah, sí?
Arkaitor acorraló a la chica contra la ventana.
Allen se levantó con mucho dolor. Su est9mago le punzaba, pero no debía dejar sola a su princesa en ningún momento. Caminó sigiloso detrás del hombre. Levantó su puño.
Le dio un fuerte golpe en la cabeza.
Arkaitor gimió del dolor. Volteó a donde estaba Allen. Él tenía un pedazo de cristal filoso en la mano.
Ambos hombres se apuntaban con sus respectivas armas.
En un arrebato de ira, Arkaitor tomó a Rilliane del cabello y la sujetó, poniendo el cuchillo en su cuello.
-Voy a matarla ahora mismo. No quieres eso, ¿verdad, Allen?
Arkaitor tenía una sonrisa cínica en el rostro. Su cara demostraba sus horribles intenciones.
-No te dejaré hacerlo.
El chico empujó a Arkaitor, provocando que él soltara a la princesa. Pero antes de poder golpear a Arkaitor nuevamente, Allen fue el que recibió un puñetazo en la cara, mandando al suelo al muchacho.
Al pelirrojo tomó a la inmóvil princesa y la acercó a la ventana.
Allen miró al frente.
-Allen.
-¡No, Rilliane!
Arkaitor empujó a Rilliane por la ventana, rompiéndo el vitral.
El sirviente alcanzó a ver el rostro aterrado de la princesa. Se levantó con rapidez y corrió a la ventana. Escuchó cómo su princesa cayó al suelo.
La vio, tirada. Encima de los rosales rojos. Sus ojos cerrados y de expresión tranquila. Ahí estaba, tirada. Su ojo derecho escurría de sangre.
-¡Rilliane!
Las lágrimas bañaron los ojos del sirviente. Volteó atrás, y vio la sonrisa de Arkaitor.
-Tú...
Allen abofeteó con fuerza al ex príncipe, haciéndole una enorme herida que rasgó su ojo y nariz.
-¡Imbécil! -gritó de dolor el pelirrojo.
El sirviente aprovechó la distracción de Arkaitor para escapar de la habitación.
Corrió lo más rápido que pudo, con sus lágrimas todavía resbalando de sus ojos.
Más rápido, tenía qué llegar. Ver a su princesa. No podía permitir que algo le sucediera.
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