XLIII parte I: "La corte"
La corte. El lugar donde todos temían estar. El lugar destinado para juzgar a los malhechores, el lugar donde se decidía tu futuro.
El que ocupaba el puesto de juez no era, como de costumbre, Lady Elluka Clockworker. Había otro hombre. Uno pelirrojo.
Y, en el asiento del acusado, no se hallaba un ladrón, un asesino, un violador, un maltratador. Había una pequeña niña con la mende perdida en algun lugar del mundo, de quince años, rodeada de guardias y de personas mucho mayores que ella. Personas que la miraban con desprecio.
—Bien, demos iniciada la sesión. En el nombre del pueblo de Lucifenia, se presenta la demanda representada por la líder de la revolución, Germanie Avadonia —exclamó el pelirrojo en el atrio—. En nuestra defensa, tenemos a los representantes gubernamentales, el rey Torny Elphen y la esposa del difunto ministro Asnan, Clara Gilles, así como la participación del comerciante Keel Frezzis. Del lado de prensa, tenemos a su hija, Yukina Frezzis.
Los mencionados se levantaron de sus asientos.
—Y, la razón por la que este juicio se lleva acabo, nuestra acusada, La princesa de Lucifenia Rilliane Lucifenia D'Autriche.
Al oír su nombre, la niña se levantó. Todos miraron a la chica de ojos fríos.
—Ella es acusada de invadir Elphegort e incendiar el bosque de la confusión en el proceso —explicó uno de los asistentes—. Se le abjudica haber dejado sin vivienda y empleo a más de diez mil personas. Otro de sus cargos es el asesinato masivo, y, por supuesto, el asesinato del ministro Asnan Gilles y Kyle Marlon, rey de Marlon.
Rilliane cerró los ojos con pereza.
—Todos pueden tomar asiento —anunció Arkaitor Marlon.
La razón de ese juicio era por que Germanie lo ha ia pedido. Quería que Rilliane no solo fuera ejecutada, sino también juzgada. Quería humillarla y hacerla sentir el sufrimiento por el que su madre y ella habían pasado al perder a su hermanito.
Todos, tanto los abogados como los testigos decían cosas de Rilliane cuando era su turno de hablar. Nadie estaba del lado de la princesa. Ni siquiera tenía abogado defensor.
Detrás de ella no había nadie sentado más que los guardias que la vigilaban. No había nadie más.
—Esa mujer nos dejó sin comer.
—Mató a mi esposa.
—¡Arrancó la vida de gente inocente!
Eso era lo único que decían. La única que no se había quejado era Germanie, pero ella lo quería hacer en privado.
—Entonces, dadas las pruebas y las circunstancias, encuentro a Rilliane Lucifen D'Autriche culpable. Será ejecutada en la plaza Milanis mañana a las tres de la tarde.
Arkaitor sonrió con malicia. Lo había logrado. Había logrado asesinar a esa perra y quedarse con todo el reino, no solo de Lucifenia, sino que también de Marlon. Había vengado la muerte injusta de su hermano.
Justo cuando iba a golpear el mazo, la princesa se levantó de su asiento.
—Oh, ¿estás seguro de que hemos terminado? Todavía falta mi testimonio —dijo tajante la joven.
—Eres la acusada. En la ley se dice que los acusados no pueden hablar en el juicio.
—Y en esa ley que tanto dices proteger se gesticula que todo acusado deberá tener un abogado defensor —exclamó la joven—. Raro, ¿no? Yo no veo a ningún abogado a mi lado.
Arkaitor fruncio el ceño. Todos los espectadores lo miraban con atención.
—Todo esto ha sido injusto para mí y terriblemente conveniente para ti, ?no crees? Me dijiste lo mismo hace un tiempo.
La princesa se levantó de su lugar, causando que los guardias que lo deseaban apuntaran con sus espadas. Sin embargo, Germanie los detuvo. Miraba con desprecio a la muchacha, pero estaba de acuerdo con sus palabras. No iban a ser injustos con ella, ¿verdad? Sería la misma corrupción que ella les dio.
Además, quería escucharla. Las razones que tuvo para invadir Elphegort, matar a Kyle Marlon, matar a Asnan Gilles. Y, sobre todo, por qué asesinó a su hermanito Allen.
La confida Rilliane avanzó por el pasillo hasta quedar en el asiento de testigo.
—Estoy lista para dar mi declaración.
La joven cruzó las piernas de forma sutil y se preparó para hablar ante la mirada tan expectante de todos. Arkaitor aún apretaba el mazo con fuerza, ya que su odio estaba rozando en la furia.
—Las razones, el motivo que ustedes tienen para matarme, es lo que han hablado durante toda esta audiencia —declaró Rilliane—. Yo misma me he tomado la molestia de escuchar sus razones. Me acusan de ladrona, de corrupta, de sodomita, de ser una asesina. De que arruiné la vida de mis ciudadanos, de que no los apoye en ningún momento. Me acusan de ser una mala gobernante.
Procedió a suspirar. Quitó el cabello de sus hombros.
—Cuando mi madre murió hace tres meses me propuse a seguir su camino. La respetaba, no diré que la amaba en lo más mínimo. Pero no podía empatizar con ella. Nunca se comportó como reina, ni esposa, ni madre. Extrañaba a un niño que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer. Aunque, la vez que murió, ella me dijo : "Cuando te des cuenta de que estás perdida, ya no podrás salir del bosque". Me tomó un buen rato entender sus palabras. Ahora me doy cuenta del significado de esa reflexión. Ya estoy perdida en este bosque, y ya no puedo salir. Ustedes me van a matar. Ahora entiendo todo el dolor que ha sufrido mi pueblo. Para todos ellos, lo siento. Lamento nunca haberlos salvado, a sus padres hijos y esposos de las garras del dolor.
—¡No vas a lograr nada, Rilliane! ¡Nadie te perdonará! —exclamó Arkaitor Marlon.
—Lo sé. No hay vuelta atrás, lo hecho, hecho está. Pero, antes de que esta " justicia" o como sea que la vean, me gustaría contar un par de detalles.
El pelirrojo abrió los ojos a su máxima capacidad.
—No voy a quedarme callada, Arkaitor, no me iré de aquí y darte el gusto. Me gustaría que la gente que tu tanto has ayudado sepa mis verdaderas acciones.
Rilliane levantó el brazo y señaló a una niña castaña de un vestido rojo muy vistoso.
—¿Yukina Frezzis? He escuchado que eres una gran futura escritora —se dirigió la princesa a la joven—. Toma nota de esto, por favor. Quiero que todos sepan lo que diré.
—De acuerdo, majestad.
La princesa se sentó derecha en el asiento.
—Bueno, aquí está mi versión. ¿Por dónde la debería de comenzar a contar?
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